Archivo por meses: agosto 2014

Mi prioridad, tú. Mis decisiones contigo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 23, 23-26

Mi prioridad, tú. Mis decisiones contigo.

Los fariseos daban mucha importancia a su apariencia y se olvidaban del amor, lo realmente importante: la misericordia, la sinceridad, la compasión. A veces ocurre igual en nuestro matrimonio: por causa de buenas costumbres, pequeñas leyes como el orden o la puntualidad y otras muchas de este tipo, nos olvidamos de la misericordia entre nosotros, la compasión y la sinceridad. Otras veces, las practicamos de cara a fuera, a gente lejana y no percibimos las necesidades de mi esposo/a en estos sentidos. Ocurre a menudo que los matrimonios se ocupan de atender a los hijos, la familia de origen, sus trabajos, compromisos Pastorales, sus… y se olvidan de alimentar su relación. No queda tiempo para eso y el amor no se construye solo.

Tenemos que dar prioridad a las leyes del amor en nuestro hogar. Como dice Jesús: “Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.”

Por otra parte, Jesús llama también a los fariseos guías ciegos, porque orientan según sus propios criterios. A propósito de esto, hablaremos del discernimiento espiritual. Consiste en saber decidir entre dos alternativas aparentemente buenas. La cuestión es que, sólo es bueno para nosotros aquello que está de acuerdo con la voluntad de Dios para nosotros. ¿Cómo reconocerla?.

En otro pasaje, Jesús dice que no son capaces de leer los “signos de los tiempos”. Se refiere a las señales del Espíritu, que las hay y no pocas. San Pablo en la carta a los Romanos, les animaba a no dejarse llevar por la mentalidad del mundo, sino transformarse en la renovación de su mente para reconocer lo bueno, lo que es agradable a Dios, lo perfecto. Esta renovación se produce en la intimidad con el Espíritu que nos hace capaces de distinguir el camino del bien.

Se trata de examinar y distinguir qué situaciones, personas o cosas nos ayudan a seguir el Plan de Dios y cuáles por el contrario nos apartan de él.

Para hacerlo correctamente, lo primero es apartarse de todo aquello que nos aleje del Espíritu. Mencionaremos principalmente el subjetivismo y la soberbia. El subjetivismo consiste en considerar nuestro criterio como el válido. Es ponernos como el centro sin estar abiertos a otras opciones. En estos casos suelen ser las emociones las que nos impiden ver más allá. Y la soberbia es estar tan llenos de nosotros mismos que no dejamos que entre el Espíritu.

¿Qué nos ayuda al discernimiento espiritual? Pues como dice San Pablo también: “Si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu” Es decir, ese deseo de realmente dejarnos guiar por el Espíritu en nuestra vida. Además de esto, debemos tener criterios Evangélicos, la “mente de Cristo”, para lo cual es necesaria la oración diaria del Evangelio, para sentir y actuar como Él.

Y por último, la dimensión comunitaria, es decir, no tomar las decisiones solos. Nuestro esposo/a es una ayuda imprescindible en la toma de decisiones. Nuestra complementariedad, querida por Dios, suele ser un buen medio para llegar a la mejor decisión. Recordemos que Dios nos creó como una ayuda el uno para el otro. También viene bien, que vayamos juntos y consultemos con nuestro director espiritual (Sería importante tenerlo) o con personas de la Iglesia cuyo criterio nos parezca fiable porque vemos en ellos una coherencia entre el Evangelio y su vida.

Oramos con el Salmo: Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones.

Matrimonios adoradores en Espíritu y en Verdad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 23, 13-22

Matrimonios adoradores en Espíritu y en Verdad.

El planteamiento que nos hace Jesús en el Evangelio a través de la corrección a los fariseos es: ¿Utilizáis las cosas de Dios para dar gloria a Dios o para dárosla a vosotros mismos?. En esa cuestión se resume la salvación o la condenación. Se trata de adorar a Dios en espíritu y en verdad, la plenitud de una comunión humana.

Vivir el matrimonio coherentemente, es mirarlo con la mirada de Cristo desde la oración constante. De ahí nacerá la coherencia de amar en Espíritu en el matrimonio, que es haber recibido el mismo amor de Dios para amarnos entre nosotros. De esta forma todo el amor queda consagrado y todo él nos dirige hacia la meta, hacia el Padre.

El primer concilio vaticano decía «El mundo ha sido creado para la gloria de Dios» (Cc. Vaticano I)” y continúa el concilio “En su bondad y por su fuerza todopoderosa, no para aumentar su bienaventuranza, ni para adquirir su perfección, sino para manifestarla por los bienes que otorga a sus criaturas”.

Es decir, nosotros no podemos aumentar la gloria de Dios, pues Él ya la contiene en su totalidad, lo que sí podemos hacer y para lo que creó el mundo es para que la comuniquemos y la manifestemos.

Dice el número 294 del catecismo: ‘El fin último de la creación es que Dios , «Creador de todos los seres, se hace por fin `todo en todas las cosas” (1 Co 15,28), procurando al mismo tiempo su gloria y nuestra felicidad» (AG 2).’

Por tanto, la manera de dar gloria a Dios es manifestar, comunicar que Dios está en todas las cosas y con ello alcanzamos también nuestra felicidad.

En lo que nos compete especialmente a los matrimonios: Comunicar, manifestar que Dios está en todo lo que vivimos en el día a día: En nuestro esposo/a, en nuestros hijos, en una sonrisa, en la piel de la esposa cuando brilla expuesta al sol, en el brillo de sus ojos, en cogerse la mano mirando el mar mientras oramos, viendo el ribete blanco de las olas con el que Dios quiso completar su belleza… Todo lo que vivimos y todo lo que recibimos es un medio para manifestar y comunicar la gloria de Dios.

Nuestra misión es manifestar desde el matrimonio y la familia, que Dios está en todo, y muchas veces nos tocará reconocer que nosotros somos imperfectos y que no llegamos a ser fieles a Él, puesto que dependemos de la Gracia de Dios. Tenemos que apuntar a la Verdad, aunque no estemos siendo capaces obviamente de vivirla en plenitud. La verdad no está en lo que hacemos, pero con nuestros actos se tiene que ver cómo luchamos por vivirla y que hacia ella apuntan nuestras vidas.

María lo sabía muy bien: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador…”

Apostamos Todo al Mesías. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 16, 13-20

Apostamos Todo al Mesías.

Esposos ¿Quién decís que es Cristo en vuestro matrimonio? ¿Cómo ha intervenido en él? ¿Y en vuestro trabajo? ¿Y en vuestros hijos?.
Si la respuesta es: “No ha intervenido mucho”, es que no tenéis esa relación continua y cercana con Él, como la que podían tener los Apóstoles.

Proyecto Amor Conyugal, no es un proyecto para un rato. Necesita de una constante presencia de Cristo en nuestras vidas. Si no, no lo dejamos actuar. Si solamente acudimos a Él los 45 min de la Eucaristía dominical o similar, es como cerrarle las puertas de nuestra vida el resto del día, según nos convenga. ¿Qué influencia suya esperamos cada día, en cada momento si no estamos contando con Él?.

¿Quién eres para nosotros? No hace mucho que nos lo preguntabas en este mismo Evangelio. Pero, las circunstancias van cambiando, y es bueno que muy de vez en cuando nos lo preguntemos: ¿Cómo ha cambiado en este tiempo nuestra percepción sobre Cristo? ¿Hemos ganado en confianza?.

Nosotros y todos los que hemos apostado por Ti, y experimentamos Tu presencia constante en nuestras vidas, te lo debemos todo, porque Tú nos has salvado. Has hecho posible que seamos hijos de Dios Padre y hermanos Tuyos. Además nos has rescatado de nuestra situación personal. Has redimido nuestro matrimonio, y lo has hecho posible. Has entrado en nosotros, y cada día Te vas haciendo más grande en nuestro interior. Y en la medida en que nuestro yo va menguando mientras Tú vas creciendo, vamos descubriendo más y más quiénes somos y para qué hemos sido creados, y quién eres Tú, en cada momento y en una eternidad. Proclama nuestra alma la grandeza del Señor.

Simultáneamente, has ido entrando en nuestro matrimonio y nos has ido mostrando el misterio, la belleza y el sentido tan profundo que tiene nuestra vocación. Y lo has ido transformando en algo nuevo, cada día más pleno, cada día más admirable, cada día Tu Santo Rostro nos mira, nos habla, nos corrige, enseña, nos sorprende, juntos nos alegramos… Desde luego es un camino nada monótono, nada rutinario.

¿Quién eres, nos preguntas? Nuestra salvación, nuestra fuerza, nuestro camino, nuestra verdad, nuestro amor, nuestro modelo, nuestra esperanza, nuestro destino, nuestra alegría, nuestra unión, nuestro Creador…

Hoy oramos con la preciosidad de la 2ª lectura: ¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!… Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.

El camino de los deseos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 23, 1-12

El camino de los deseos.

Hoy, a propósito del camino de humildad que propone el Evangelio, incorporamos una meditación del Papa Francisco

Ese es el camino de Jesucristo, el abajamiento, la humildad, también la humillación. Si un pensamiento, si un deseo te lleva sobre ese camino de humildad, de abajamiento, de servicio a los demás, es de Jesús. Pero si te lleva sobre el camino de la suficiencia, de la vanidad, del orgullo, sobre el camino de un pensamiento abstracto, no es de Jesús. Pensemos en las tentaciones de Jesús en el desierto: las tres propuestas que hace el demonio a Jesús son propuestas que querían alejarlo de este camino, el camino del servicio, de la humildad, la humillación, la caridad. Pero la caridad hecha con su vida. A las tres tentaciones Jesús dice no: «No, este no es mi camino». ¿Yo pongo a prueba lo que pienso, lo que quiero, lo que deseo, o lo tomo todo? (Cf. S.S. Francisco, 7 de enero de 2014, homilía en Santa Marta).

Oramos con el Salmo: La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.

Los prójimos más próximos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 22, 34-40

Los prójimos más próximos.

No sólo hemos sido creados semejantes a Dios, sino que todo se explica desde Dios: quién es y cuáles son sus dinamismos. Hasta en los mandamientos aparece esta semejanza. «El segundo es semejante a éste». De hecho, es imposible amar a Dios y no amar al prójimo.

Y nuestro próximo más cercano evidentemente es nuestro esposo/a. Decía nuestro Obispo dirigiéndose a los matrimonios: Quien dice que ama a Dios y no ama a su esposo, miente. Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo el ser, es semejante a amar a mi esposo como a mí mismo.

Para poder amar, tenemos que saber cómo se ama. La Biblia nos enseña que el primer paso es el conocimiento. ¿Conozco su corazón?, sus inquietudes, sus deseos, sus ilusiones. Debemos forjar un nosotros, un destino común.

Los siguientes próximos son nuestros hijos. También debemos conocerlos, y dialogar mucho con ellos. Es muy importante darles nuestro tiempo. También tenemos que aprender a amarlos, pues no se nace sabiendo ni se cursa ninguna asignatura sobre la materia.

La Iglesia, gran valedora de la familia, dice que esos vínculos son muy importantes, creados a imagen de la Santísima Trinidad, pero no son absolutos: Dice el Señor: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí” o “a su hijo y a su hija” LC 14, 26-27. “A la par que los hijos crecen hacia una madurez y autonomía humana, la vocación de Dios se va afirmando en ellos con más claridad” (CEC 2232). Cada vez necesitan más autonomía de los padres, para poder descubrir el plan que Dios quiere para ellos. Nuestra filiación con nuestros padres, va de más a menos: Parte de una dependencia total y va hacia una autonomía mayor. En cambio los vínculos de paternidad con Dios son totalmente al contrario, se experimenta con la madurez una dependencia cada vez mayor de Dios, que es quien dirige nuestra vida.

San Juan Bautista (Jn 3,30) dice “es preciso que Él crezca y yo disminuya”. Los padres tenemos que aplicar este pensamiento en la relación con nuestros hijos. Que crezca su dependencia de Dios y que la nuestra disminuya. A veces pretendemos casi hacer a los hijos a nuestra imagen y semejanza, cuando es a Dios a quien deben asemejarse.“ Por eso la educación a nuestros hijos debe estar basada en el Evangelio: “Y vosotros, padres, no provoquéis la ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” (Efesios 6, 4)

Señor, que acogiendo a mi esposo/a y a mi familia, te acoja a Ti, que entregándome a ellos, me entregue a Ti. Que amándoles, te ame a Ti.

Oramos con el Salmo: Los guio por un camino derecho, para que llegaran a ciudad habitada. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres.