Archivo por días: 16 agosto, 2014

El camino de la precipitación a la madurez. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 15, 21-28

El camino de la precipitación a la madurez.

Nosotros podríamos postrarnos hoy ante el Señor para pedirle que mejore nuestra comunión en el matrimonio y nos quite el orgullo.

Varias ideas sobre cómo Dios actúa ante nuestras peticiones:
El deseo: Dice San Agustín: “Cristo se mostraba indiferente hacia ella (la cananea), no para negarle la misericordia, sino para hacer crecer el deseo”.
Es una respuesta pedagógica de Dios. Lo inmediato no nos permite aprender. Adán vivió primero la soledad originaria, tal como nos enseña San Juan Pablo II, descubriendo que en toda la creación no había nada semejante a él que pudiese darle una respuesta de amor. Sólo después de descubrir esa gran necesidad, Dios crea a Eva, y por eso, Adán sabe valorarla y la recibe con una emoción única, tal como nos hace ver el Papa en sus explicaciones sobre el amor humano.

“Cristo quiere que el amor esté dispuesto a mirar más allá. Entrar adentro en su misterio. De este modo, los deseos adquieren profundidad, los sentimientos señalan metas más hondas y estables, el amor se va templando y haciendo eterno. Sólo quien sigue este movimiento de los afectos orientándolo hacia la espesura del misterio, podrá ver cómo su amor sube hacia el Padre.” (Betania una casa para un amigo)

La segunda idea es que el movimiento se demuestra andando. Mucha gente piensa que el tiempo lo cura todo. En realidad, o actuamos o el resultado será nulo o incluso un empeoramiento. La mujer cananea, no se conforma. Insiste, lo sigue, grita, se postra, le da la razón… porque sabe que Dios es tan grande que sólo unas migajas son más que suficientes para ella.

Los cristianos somos conscientes de que la intranquilidad, la precipitación y la angustia son síntomas de inmadurez o de falta de fe. Dicho de otro modo, la paz interior y la alegría son la consecuencia lógica de la fe. Así lo expresaba la beata Teresa de Calcuta: «El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz».

La fe en el amor de Dios nos permite comprender nuestra existencia a la luz de la Providencia de un Padre que nos quiere infinitamente más que nosotros a nosotros mismos.

Esposos, como la cananea, salir del lugar de donde estáis, y buscad vuestro ratito de silencio para orar juntos al Señor, con el mismo ahínco que ella.

Oramos con el Salmo: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

La madurez del amor, a través de ¿La inocencia?. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 19, 13-15

La madurez del amor, a través de ¿La inocencia?.

Ponemos aquí un comentario de Mons. José Ignacio Munilla extraído de su web www.enticonfio.org :
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La virtud de saber transmitir a los niños nuestra experiencia, es proporcional a nuestra disposición para aprender de su inocencia… ¡Qué atractiva, y a la vez, qué sorprendente nos resulta la sencillez de los niños! ¡Y qué vileza tan grande, el tomar excusa de su educación para violentar la inocencia de los pequeños! Nuestra cultura necesita urgentemente de los niños, porque pocas cosas hay tan falsas como una alegría sin inocencia…

Con frecuencia, los adultos no somos felices, a causa de nuestra excesiva complejidad. Necesitamos de la inocencia de los niños para conocernos a nosotros mismos, e incluso para llegar a conocer a Dios. Como decía San Bernardo: «El desconocimiento propio genera soberbia; pero el desconocimiento de Dios genera desesperación». Los niños son un buen espejo del Corazón de Dios, así como del corazón del hombre.

Me venían a la cabeza …una conocida colección de cartas dirigidas a Jesús, que un profesor italiano había recogido de sus alumnos de Primaria. La forma de expresarse de estos niños destila sinceridad y pureza. Con ingenuidad y simpatía, nos aportan una dimensión más auténtica y profunda de la realidad.

Ojos puros para reconocer la belleza: “Querido Niño Jesús: Yo creía que el naranja no pegaba con el morado. Pero luego he visto el atardecer que hiciste el martes. ¡Es genial!” (Eugenio)
Intuición para descubrir la fuente de la sabiduría: «Querido Jesús: Hemos estudiado que Tomás Edison descubrió la luz. Pero en la catequesis dicen que fuiste tú. Yo creo que te robó la idea”. (Daria)
Ser niño para bucear en el Corazón de Dios: “Querido Niño Jesús: Seguro que para ti es dificilísimo querer a todos en todo el mundo. En mi familia sólo somos cuatro y yo no lo consigo”. (Violeta)
Inocencia que cuestiona nuestros fundamentos: “Querido Jesús: ¿El Padre Mario es amigo tuyo, o sólo es un compañero del trabajo?” (Antonio)
La coherencia de los sencillos: “Querido Jesús: Ya no me he vuelto a sentir sola desde que he descubierto que existes”. (Nora)
La gratuidad de la amistad: “Querido Jesús: No creo que pueda haber un Dios mejor que tú. Bueno, quería que lo supieras… Pero no creas que te lo digo porque eres Dios, ¿eh?” (Valerio)
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A veces nuestros hijos nos dan mucho trabajo y quebraderos de cabeza, pero recordemos cada día que son un don de Dios. ¿Qué ayuda nos quiere ofrecer Dios a través de ellos?.

Pero no vamos a caer en el simplismo de que ser niño lo es todo. También en ellos hay mucho egoísmo, a veces hasta tiranía… El Señor nos pide ser maduros en el amor con un corazón de niño. “Hacernos como niños” consiste purificar el corazón, hacerlo más puro y así alcanzar una madurez en el amor. No se trata por tanto de ser adultos infantiles, sino de tener un corazón que discierne su vida según el Padre, dócil, que no cuestiona dónde le lleva su Padre, sencillo y sincero, confiado y que descansa.

El corazón del esposo adulto siempre va a tender a endurecerse, complicándolo todo, rebelándose ante cada situación, y con la necesidad de ser «dios» y de saberlo todo… de controlarlo todo viviendo el tremendo agobio de tener que arreglarlo todo… La vida se hace pesada para uno mismo y para el/la esposo/a, desgasta, se convierte en tinieblas y se pierde la coherencia del compromiso matrimonial: En las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad…

El esposo/a que se hace como niño, vive tranquilo porque sabe que tiene un Padre que lo protege, lo cuida y todo lo resuelve. No necesita saber la respuesta a todo. La felicidad es consecuencia de una Vida nueva: La del Reino. Un Reino gobernado por un Rey, bajo cuya autoridad se someten el esposo, la esposa y los hijos.

Oramos con el Salmo: Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.