Mi prioridad, tú. Mis decisiones contigo.
Los fariseos daban mucha importancia a su apariencia y se olvidaban del amor, lo realmente importante: la misericordia, la sinceridad, la compasión. A veces ocurre igual en nuestro matrimonio: por causa de buenas costumbres, pequeñas leyes como el orden o la puntualidad y otras muchas de este tipo, nos olvidamos de la misericordia entre nosotros, la compasión y la sinceridad. Otras veces, las practicamos de cara a fuera, a gente lejana y no percibimos las necesidades de mi esposo/a en estos sentidos. Ocurre a menudo que los matrimonios se ocupan de atender a los hijos, la familia de origen, sus trabajos, compromisos Pastorales, sus… y se olvidan de alimentar su relación. No queda tiempo para eso y el amor no se construye solo.
Tenemos que dar prioridad a las leyes del amor en nuestro hogar. Como dice Jesús: “Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.”
Por otra parte, Jesús llama también a los fariseos guías ciegos, porque orientan según sus propios criterios. A propósito de esto, hablaremos del discernimiento espiritual. Consiste en saber decidir entre dos alternativas aparentemente buenas. La cuestión es que, sólo es bueno para nosotros aquello que está de acuerdo con la voluntad de Dios para nosotros. ¿Cómo reconocerla?.
En otro pasaje, Jesús dice que no son capaces de leer los “signos de los tiempos”. Se refiere a las señales del Espíritu, que las hay y no pocas. San Pablo en la carta a los Romanos, les animaba a no dejarse llevar por la mentalidad del mundo, sino transformarse en la renovación de su mente para reconocer lo bueno, lo que es agradable a Dios, lo perfecto. Esta renovación se produce en la intimidad con el Espíritu que nos hace capaces de distinguir el camino del bien.
Se trata de examinar y distinguir qué situaciones, personas o cosas nos ayudan a seguir el Plan de Dios y cuáles por el contrario nos apartan de él.
Para hacerlo correctamente, lo primero es apartarse de todo aquello que nos aleje del Espíritu. Mencionaremos principalmente el subjetivismo y la soberbia. El subjetivismo consiste en considerar nuestro criterio como el válido. Es ponernos como el centro sin estar abiertos a otras opciones. En estos casos suelen ser las emociones las que nos impiden ver más allá. Y la soberbia es estar tan llenos de nosotros mismos que no dejamos que entre el Espíritu.
¿Qué nos ayuda al discernimiento espiritual? Pues como dice San Pablo también: “Si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu” Es decir, ese deseo de realmente dejarnos guiar por el Espíritu en nuestra vida. Además de esto, debemos tener criterios Evangélicos, la “mente de Cristo”, para lo cual es necesaria la oración diaria del Evangelio, para sentir y actuar como Él.
Y por último, la dimensión comunitaria, es decir, no tomar las decisiones solos. Nuestro esposo/a es una ayuda imprescindible en la toma de decisiones. Nuestra complementariedad, querida por Dios, suele ser un buen medio para llegar a la mejor decisión. Recordemos que Dios nos creó como una ayuda el uno para el otro. También viene bien, que vayamos juntos y consultemos con nuestro director espiritual (Sería importante tenerlo) o con personas de la Iglesia cuyo criterio nos parezca fiable porque vemos en ellos una coherencia entre el Evangelio y su vida.
Oramos con el Salmo: Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones.