Archivo por meses: julio 2014

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 9, 18-26

Los esposos que Le tocan. Ante la persona que sufre, Jesús va a dar lo que tiene. Lo que el Padre le ha dado: Muestra el camino y entrega la vida. Uno se le acerca de frente y se arrodilla ante Él, la otra se acerca sigilosamente, por la espalda. Y Jesús hace el milagro para ambos, da igual la forma, lo importante es que nos acerquemos con fe.

En la primera lectura de la profecía de Oseas “Así dice el Señor: «Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto.”

 

El Esposo que nos hace uno a mi esposo y a mi con Él. Nos lleva al desierto para purificarnos, crecer, unirnos… caminado tras de Él, por ese desierto entre dificultades, pruebas, batallas… Pero también gozos, alegrías, luces… Y sobre todo una gran plenitud en nuestros corazones que ni todo nuestro pecado, ni toda dificultad pueden oscurecer.

Dios hace la obra de unión, contando con nuestra libertad y pidiéndonos que nos pongamos en juego. Tenemos que acercarnos a Él cada día con nuestro Sí, con nuestra incapacidad pero sabiendo que es Dios el que une: No es más milagro resucitar a un muerto o curar doce años de flujos de sangre. Cuando Dios nos une, no realiza una obra sencilla, sino en extremo difícil, más aun que la separación del mar rojo. Al separar las aguas, obra Dios sobre elementos pasivos, dóciles a su voluntad, mientras la unión del hombre y la mujer ha de contar con sus libertades.

El matrimonio es un camino de toda una vida y la unidad de la alianza se fragua en el tiempo, siguiendo a Jesús: nos llamas, nos sacas de los extravíos, nos lo perdonas, nos conduces por un desierto sin dejarnos, bendiciéndonos, dirigiéndonos a la Tierra prometida hasta Ti. Tú Señor garantizas la solidez del Amor. Creemos en el poder que nos ofreces: “Lo que Dios ha unido” Puedes decir esto porque eres quien eres. Es ahí donde se funda la consistencia de un Amor para toda la vida, un Amor verdadero. Sí, Señor, nos alegramos, cantando vemos que vienes a nuestro encuentro, justo y victorioso, porque Tu justicia y Tu Amor han vencido la muerte. Tú traes la paz entre nosotros.

Gracias Señor por mostrarnos cada día nuevas claves del misterio del matrimonio a través del Evangelio. Gracias por venir a nosotros en la Eucaristía. Eres Tú el que vienes a nosotros y nos dices: ¡Animo, esposos! Vuestra fe os ha curado.

Los secretos que hay en mi esposo/a. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 11, 25-30

Los secretos que hay en mi esposo/a.

Hay una mirada hacia mi esposo/a que nadie más puede tener. Desde la intimidad, desde la experiencia de compartir una vida, desde la experiencia de dar vida juntos… Nos hemos visto llorar, reír, desesperados, con miedo, enamorados, necesitados el uno del otro…

Nadie puede ver a mi esposo/a y comprender su belleza como yo la entiendo. Siempre hemos pensado que cuando un artista pinta un hermoso cuadro, es porque en su alma hay aún una belleza mayor. Los cuadros podremos admirarlos todos, pero la belleza interior de ese artista, solo la puede conocer Dios y su esposo.

Claro que, aquí depende de nuestra actitud ante él/ella. Si es la del sabio y el entendido, el que lo sabe todo, entonces me perderé estas cosas. Si no estoy abierto a aprender de él/ella, a entender la vida como hombre desde su punto de vista de mujer, o como mujer desde su punto de vista de hombre, si no estoy dispuesto a estar con él/ella en sus emociones y en su experiencias, me perderé el secreto de mi esposo. Si no estoy abierto a recibir a Dios a través de él/ella, recibir sus dones… Nunca veré su belleza.

La belleza de nuestro esposo nos la revela Dios. Él es su creador y habita permanentemente en su interior. “Todo me lo ha entregado mi Padre” decía Jesús. A mi esposo me lo ha entregado mi Padre. Es orando con él/ella, haciendo a Dios presente en nuestra unión e intentando vivir las experiencias originarias en el matrimonio, como puedo decir como Cristo con el Padre: Nadie conoce a mi esposo/a sino su esposo.

-. “Lo que Dios ha unido”: Si Cristo es capaz de pronunciar esta frase sobre el matrimonio, es porque Él ha vivido en plenitud la unión de Dios con los hombres y de los hombres entre sí, porque Él conoce bien el modo en que Dios garantiza la solidez del amor.- (José Granados. Una sola carne en un solo Espíritu pg. 20.). 

Y yo he descubierto tu belleza, esposo/a mío/a. Dios me la ha revelado. Admiro a Dios por haber dado vida a una creatura ¡Tan hermosa!.

“Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso.” Vivamos el matrimonio como Cristo, siendo mansos y humildes. Abiertos a aprender y no a imponer. No dejándonos llevar por una mirada criticona y despreciable, sino por una mirada limpia, del Espíritu, dichosa, que ve a Dios en el esposo. Y entonces, encontraremos la paz en nuestro hogar y en nuestro interior. Encontraremos nuestro descanso.

Oramos con el Salmo: El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 9, 14-17

El sufrimiento en el matrimonio.

 

“Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán.” Se han llevado a Dios de nuestro mundo, y toca ayunar.

 

(Textos extraídos del libro Llamados al Amor de Carl A. Anderson y José Granados)

El hombre no vive de acuerdo con la lógica del don (que veíamos ayer), sino que está sujeto a otra lógica, la del dominio posesivo, que le aísla en una soledad autosuficiente.

En vez de escuchar en su cuerpo el lenguaje del don, el hombre caído abusa del cuerpo como “terreno de apropiación” de la otra persona. Y como esta lógica está ahora tatuada en el cuerpo del hombre, todo el que quiera amar debe estar dispuesto a  experimentar una ruptura interna, un sufrimiento.

 

Por otro lado, el sufrimiento comunica su propio mensaje: tiene una capacidad singular para revelar el amor. Karol Wojtyla: “Del sufrimiento nace la Nueva Alianza”. Esta conexión misteriosa entre el sufrimiento y el amor es la llave para recuperar la vocación originaria del hombre. Según San Juan Pablo II, es  Dios, en último término, a quien se plantea estos interrogantes. Por tanto, el sufrimiento es un testigo de la soledad originaria del hombre ante Dios. El hombre aprende en el dolor su relación con la trascendencia. El sufrimiento nos lleva a Dios.

 

Además, el dolor nos ayuda a recuperar también la unidad originaria, la comunión entre los hombres. A la vista del sufrimiento de los demás, somos movidos por la compasión y se nos invita así a participar de algún modo en su dolor. San Juan Pablo II habla de un “mundo de sufrimiento” que es una forma de compartir una experiencia profunda con otros. -.El sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización humana en “civilización del amor”.- (SD 30). Este amor es la respuesta de Dios, el testimonio de que Dios no ha dejado al hombre solo.

 

El dolor, que nos permite redescubrir el amor, puede ahora ser visto como una bendición. El dolor es el primer paso para superar el pecado.

 

Cristo cumple la voluntad del Padre como su Hijo cuando se entrega por la salvación del mundo como Esposo de la Iglesia: “Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla… este mandato he recibido de mi Padre. (Jn 10,17s).

Cristo Hijo y Esposo, revela y plenifica, en su acción corporal, la soledad y unidad originarias, el amor al Padre y la comunión con sus hermanos.

 

Así vive Cristo Esposo el sufrimiento. Con razón, el mundo de hoy, gobernado por el príncipe de este mundo, rechaza el sufrimiento de plano.

¿Vivo así el sufrimiento en mi matrimonio? ¿Cumplo la voluntad del Padre?.

 

Oramos con el Salmo: Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón.»

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 9, 9-13

Acoger al esposo pecador.

Toda la dinámica del amor, consiste en que primero hemos sido amados para después poder amar.

Todo empieza en la fuente del amor, que es Dios Padre. La única manera de amar es donándose, es decir entregando dones en los que va parte de la persona que los da. Así, Dios entrega a Adán todas las cosas del mundo. Es importante que Adán entienda que todo ha sido un don de Dios antes de poder establecer ninguna relación.
El valor que todo eso tiene para Dios, es alto, porque son sus creaturas, y Él las ve buenas.
Además, Adán se comprende a sí mismo como un don de Dios, como el don más preciado, porque Dios lo ama por sí mismo. No depende de lo que haga, sino que lo ama por sí mismo. Tal como es. Es la única creatura a la que Dios ama así, a diferencia de todos los demás seres vivos (animalia).

Es muy importante que Adán se sienta amado por sí mismo, porque ese amor de Dios, es lo que le da la dignidad. El valor de las cosas, depende del amor que Dios les tiene, y de nada más. Entender esto, es clave.

Hasta aquí, esta experiencia, es la que S. Juan Pablo II llama la “soledad originaria”.

Después que el hombre ha vivido esta experiencia, está preparado para amar. Para entregarse como don de Dios a otros. Aquí empieza la experiencia de la “unión originaria”. Dios invitaba a Adán a recibir a Eva como un don suyo, y hacía lo mismo con Eva. Sólo al aceptarse mutuamente de manos de Dios, Adán y Eva pueden entender adecuadamente, la dignidad del otro. Dios no solo me da cosas, sino que quiere darse a sí mismo, pues me entrega algo muy preciado para Él. El don de tu persona me muestra que Dios es mi Padre.

Por tanto, el valor de ese don, no se mide por mi visión de ese don, sino por la visión que Dios tiene de él/ella.

Cristo vino a llevar a plenitud esta experiencia de la soledad originaria. Vino a revelarnos cómo Él recibe el don del Padre y cómo se entiende a sí mismo como un don del Padre en su entrega.
¿Cuál es el don que recibe Cristo del Padre? Cada uno de nosotros: “Los que me diste” (Jn 17,6). Cristo nos muestra el valor que tiene ese don del Padre, porque nos amó hasta el extremo. Su amor llega hasta el extremo porque no se vuelve atrás ni siquiera ante aquello que parece denigrar la dignidad del hombre. Sigue recibiéndole como don del Padre incluso en medio de su pecado, a la vista de su desprecio del otro y del su odio. Pues “El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19,10) (Llamados al Amor)

El hecho de que el hombre peque, no implica que Dios deje de amarle. Dios le sigue amando de igual manera, incluso podría parecernos que más, porque le ve necesitado (Como se observa en la parábola del hijo pródigo o la oveja perdida). Por eso, la dignidad de una persona, su valor para Dios, no se reduce con el pecado. Y Dios sigue enviándole dones para recuperar a esa persona. Les envía sus profetas, a sus discípulos para que les comuniquen la buena noticia. Más aún, les envía a su Hijo único: Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.

¿Cómo miramos nosotros a aquellos que están lejos de Dios? ¿Cómo miramos al esposo que peca y hace cosas que nos desagradan porque van en contra de la voluntad de Dios?.
Los esposos tenemos que seguir mirándonos con la dignidad infinita que tenemos. Con el amor infinito que Dios nos tiene. Mi esposo/a es un don de Dios para mí, porque Dios le ama por sí mismo/a, independientemente de lo que haya hecho. Merece Su misericordia. Merece que Cristo coma con él/ella, se haga hombre por amor a él/ella, viva una vida por amor a él/ella, sea insultado por amor a él/ella, sea golpeado por amor a él/ella, sea juzgado injustamente por amor a él/ella, ridiculizado por amor a él/ella y crucificado y muerto por amor a él/ella. Esto demuestra la enorme dignidad que tiene. El enorme don de Dios que él/ella es para Cristo y debe serlo para nosotros.

No podemos mirar al esposo desde nuestra mirada, desde el valor que nosotros le concedemos, sino por el valor que Dios le da por el amor que le tiene.

Quizás seamos nosotros la tabla de salvación que Dios le envía. ¿Voy a ser también yo un don de Dios para él/ella? O voy a rechazarlo porque desde mi punto de vista no se merece nada. ¿Se merece también que, como Cristo fue entregado por el Padre para su salvación, Dios me entregue también hoy a mí como colaboradores de ese plan de salvación?.
Al fin y al cabo, además, yo también soy un/a pecador/a.

Amar es un compromiso de unirse al destino de la persona amada. El destino de Cristo lo conocemos. Todo lo hizo por el Padre. ¿Queremos o no queremos amar a Cristo?.

Todo es don de Dios. Yo para mí, tú para ti, Tú para mí, yo para ti, ellos para nosotros, y nosotros para ellos. Esto es ser cristiano. Con Cristo podemos recuperar el plan de Dios.

Alabado sea el Señor.

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 20, 24-29

El testimonio de María.

 

Tomás no creyó que Jesús hubiera podido vencer a la muerte. La muerte es una consecuencia del pecado, igual que la concupiscencia, que es utilizar al otro en nuestro propio beneficio. Pero Jesús venció a la muerte.

¿Qué es más difícil? Que resucite un muerto o que se arregle un matrimonio.

Probablemente, si la noticia que le dieran a Tomás fuese que se había arreglado el matrimonio de Francisco y Teresa, se lo habría creído sin demasiada dificultad.

 

Hoy vemos a Tomás como el incrédulo, sin embargo no somos capaces de detectar esa incredulidad en nosotros. Si Cristo ha vencido a la muerte, será mucho más capaz de vencer nuestra concupiscencia para que nuestra relación vuelva a ser imagen de la comunión Trinitaria.

 

Seguro que los Apóstoles, incluso La Santísima Virgen, le darían testimonio a Tomás de lo que habían visto. Era real. Pero Tomás no quiso creerles. Se fio más de su lógica.

 

Esposos, escuchemos a María. Ella ha lanzado este Proyecto de Amor, para que creamos que Cristo puede redimir nuestro matrimonio. Por vuestra fe, seréis sanados.

Oremos con Tomás: Señor mío y Dios mío.