Archivo por días: 11 julio, 2014

Saborear la belleza de Dios en nuestro matrimonio. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 10, 24-33

Saborear la belleza de Dios en nuestro matrimonio.

 

“Ya le basta a su discípulo ser como su maestro”.

Suele hablarse del don de piedad como la relación entre el hombre y Dios. Para San Juan Pablo II la piedad consisten en ver la presencia de Dios a través del amor humano; más concretamente en el matrimonio y la familia. Así, la piedad es esa relación con Dios, cuando es Él la fuente de nuestras relaciones humanas.

Dice S. Juan Pablo II en su catequesis del 14/11/84: “Este don, en efecto, sostiene y desarrolla en los cónyuges una sensibilidad particular hacia todo lo que en su vocación y convivencia lleva el signo del misterio de la creación y de la redención: hacia todo lo que es un reflejo creado de la sabiduría y del amor de Dios.”

Qué hermosa frase del Santo Padre. Cuando como esposos, saboreamos la belleza de lo que Dios nos ha dado en nuestra relación matrimonial, cuando en nuestra intimidad percibimos el misterio de la creación, si en nuestro acompañarnos el uno al otro como “cirineos” de la cruz del esposo percibimos nuestra colaboración en su redención. Cuando en las diferencias entre hombre y mujer, entre tú y yo, contemplamos la sabiduría de Dios que nos crea complementarios para hacernos necesarios, para llegar a Él a través de la comunión… Cuando en la intimidad de nuestra relación descubrimos que ella/él es persona, templo del Espíritu, con la dignidad de hija/hijo de Dios, heredero/a del Reino y cómo en esa heredad se manifiesta el amor que Dios le tiene…

Esa sensibilidad para percibir en nuestra vocación el misterio de la creación, que impregna todos los prismas de nuestra convivencia conyugal, es el don de Piedad.

Esposos, centrémonos en la misión de la familia: Brillar en el mundo con el esplendor del amor redimido por Cristo, presente en la vida de los esposos.

Oramos con el Salmo: Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término.