Archivo por meses: junio 2014

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mt 10, 7-13

Ni se compra ni se vende.

Cristo sabe que el Reino de Dios no se compra con dinero, se encuentra con el corazón y quien no lo busca, no lo encontrará ni aunque pague todo el oro del mundo.
El Reino de los cielos se haya con los tesoros del cielo que es la cruz, de donde nace el verdadero Amor. Quien no está dispuesto a sufrir por la persona amada, no ama de verdad.
Por eso, por lo que nos cuesta sufrir, nos damos cuenta de que amamos.

El anuncio de esta gran Noticia, es en sí un misterio de Dios y Él nos da amor por aquellos a quien se lo anunciamos y deseamos lo acojan. Quien está dispuesto, lo recibe y la paz que le deseamos vendrá a ellos. Quien no, la paz volverá a nosotros, pues es verdad que en el anuncio no sólo hay palabras. Está la Palabra (Cristo), todo Él, su Amor, su Espíritu… En el anuncio va Dios. Si no lo acogen, no nos lo arrebatan, pues Su Paz vuelve a nosotros. Nadie ni nada puede arrebatárnosla.

Ante el anuncio del Reino de Dios = la buena noticia, desde nuestra vocación conyugal: Cristo se ha entregado por nosotros para revelarnos cómo es este amor. Se ha hecho hombre… dio su vida hasta el extremo en la Cruz, y así ha elevado a sacramento nuestro matrimonio. Eso lo convierte en fuente de gracia. Hace que todo sea posible, hasta lo que parece imposible. Cura nuestras enfermedades de corazón entre esposos, todo el daño que nos hemos hecho por el egoísmo, el orgullo, la soberbia… resucita lo que estaba muerto, limpia la carne enferma por la búsqueda de placeres, expulsa los demonios que habitaban en nuestro hogar y en nuestro corazón…

Todo esto lo hemos recibido gratis y gratis lo tenemos que dar. No es una opción, es un mandato del Señor.

Oramos con el Salmo: Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mt 5, 13-16

Amarnos con “salero”.

La vida sin sal, tiene poca gracia. Pero «Si la sal se vuelve sosa ¿con qué la salarán?»
Señor, si nosotros somos la sal y nos desanimamos ¿Quién llevará la verdad del matrimonio a otros matrimonios? ¿Quién les explicará que has reservado para nosotros el privilegio de ser imagen de Vuestra comunión?.
Te pedimos por aquellos que están a gusto en la oscuridad del que vive adormilado, que cuando se enciende una luz hasta molesta. Limpia su mirada y haz que gocen con Tu luz.

Cierto es que, como dice Remigio: “La sal también cambia de naturaleza por medio del agua, el ardor del sol y la violencia del viento. Así los varones apostólicos, por el agua del bautismo, por el ardor del amor y por el soplo del Espíritu Santo se transforman en una naturaleza espiritual.” La sal por sí sola no tiene ningún valor.

Señor, la sal es lo que da sabor. Nosotros tenemos que darle el sabor al matrimonio. Y la luz, requiere de una energía constante. Nosotros ponemos una mecha, siempre dispuesta a consumirse, la oración y los sacramentos son el aceite y Tú eres la llama. Para ser luz, debemos dejar que el fuego de Tu Espíritu nos abrase, nos derrita, nos transforme. ¡Danos luz! Dánosla, Jesús. Queremos amarnos como lo haces Tú.

Oramos con el salmo de hoy: Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro.

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mt 5,1-12

Las Bienaventuranzas del Matrimonio:

Aplicamos al matrimonio la belleza de las bienaventuranzas o camino de felicidad.

Los pobres de Espíritu, según el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC nº 2546): El Verbo llama «pobreza en el Espíritu» a la humildad voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el Apóstol nos da como ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: «Se hizo pobre por nosotros».
¡Pobreza voluntaria! Qué hermosa actitud para un esposo (genérico) cristiano. Hacerse pobre por su esposo como Cristo, renunció a su condición divina.
Dichosos los que se liberan del apego a los bienes terrenales y los comparten. No consiste en no tener sino en no estar apegado. Compartir con tu esposo/a lo que eres y lo que tienes. (Bienes, amistad, tiempo, conocimientos, alegrías, tristezas…).
Ellos alcanzarán lo que buscan: El Reino de Dios, que no es de este mundo.

Los mansos: Dichosos los que no consideran siempre que la razón está de su parte y buscan el entendimiento con su esposo/a. El manso es el que se acepta como es y acepta al esposo como es, con sus defectos y virtudes y no pretende cambiarle ni imponerle nada. Entiende que Dios nos hizo así el uno para el otro. El que actúa así, solo le importa la persona amada. No necesitan defenderse de nada.
Ellos heredarán la Tierra, porque sobre esa tierra se puede sembrar un verdadero matrimonio.

Los que sufren: Dichosos los que no huyen, no son insensibles al sufrimiento o desgracias de su esposo/a. Pasan de huir a estar, pasan del lamento inútil a la búsqueda tenaz de soluciones. Son felices vendando las heridas de su cónyuge roto por la vida. Dichoso también el que padece cualquier dolor a causa de su cónyuge y no responde devolviéndole dolor, sino que lo asume y lo abraza en contra de uno mismo, pero favoreciendo la maravilla de la unión de los dos. Mientras que el que se desanima, vive el lamento inútil y el dolor de su orgullo, haciendo que se resquebraje la unión, aquel que sufre por amor a su esposo/a, siente la felicidad de estar ayudando al crecimiento y fortalecimiento de su unión.
Ellos van a recibir el consuelo de los que aman de verdad. El gozo.

Los que tienen hambre y sed de justicia: Somos y debemos de seguir siendo un ramillete de deseos, porque si no, estamos muertos. Pero controlar nuestros deseos y redirigirlos hacia todo aquello que favorezca nuestra unión. No se trata de una represión de los deseos, sino de vivir nuestro amor y nuestra unión como una prioridad tan fuerte, que nos permita rechazar todo aquello que la perjudica.
Ellos serán saciados de paz interior, comunión, felicidad…

Los misericordiosos: Dichoso el que entiende que somos una ayuda semejante el uno para el otro, que su esposo/a no es perfecto/a para necesitarme a mí, al igual que yo no soy perfecto/a para necesitarle a él/ella y así constituir una sola carne, con el complemento de los dos. El que entiende que, al igual que Cristo se entrega precisamente por lo necesitados que estamos de su misericordia, nosotros debemos entregarnos también a nuestro/a esposo/a para apoyarle y ayudarle en sus carencias por amor. Feliz el que no juzga los actos según su visión, porque entiende que sus criterios son limitados y cambiantes y solamente Dios puede juzgar desde la única verdad, porque solo Él lo conoce todo. Feliz quien no juzga a su esposo/a porque en ese caso se estaría sintiendo superior a él/ella y con ese acto de vanidad, estaría poniéndose como individuo por encima de la unión de los dos.
Ellos alcanzaran la misericordia de Dios sobre todo a través de su esposo/a.

Los limpios de corazón: Dichosos los que buscan cuanto de criaturas de Dios hay en su esposo/a y ven todo lo bello y bueno que tiene.
El que vive en la verdad siendo sincero/a consigo mismo y con el otro. El que es transparente, colabora a que haya confianza mutua.
Ellos verán a Dios en su esposo/a.

Los que trabajan por la paz: Dichosos los que construyen la paz en su matrimonio. Una paz que no consiste en dejarse en paz, en la comodidad de que me dejen tranquilo, sino una paz que se lucha día a día para construir la verdadera unión entre marido y mujer. Trabajar para conseguir ser UNO: Una sola carne, pero también un solo corazón y una sola alma. Construir esa paz, provoca un sufrimiento, porque significa luchar contra mis tendencias y las tendencias del mundo, pero tiene su recompensa:
Ellos serán llamados hijos de Dios, porque serán imagen de su Padre mismo y cumplirán sus designios, su voluntad.

Los perseguidos por causa de la justicia: Felices los que son juzgados injustamente, ridiculizados, despreciados, reciben ingratitudes, etc. en momentos de su vida conyugal, por su esposo/a, amigos, compañeros… y responden a esa persecución con la Verdad de la unión, con el amor que cuida esa unión por encima de sus propios intereses, por encima de todo, porque esa unión es sagrada.
De ellos es el reino de los cielos, porque vivirán ya el Reino aquí en la tierra.
La octava es la prolongación de la primera bienaventuranza en ambas tienen a Dios por Rey y esta es una gran recompensa. El sufrimiento de los perseguidos es una fuente de maduración para ellos y como consecuencia establecen la unión, paz y amor en su matrimonio. Por eso son felices.

Esposos, Dios quiere que seamos felices.

Oramos con el Salmo: Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Jn 20,19-23

Sed un matrimonio perfecto.

Hoy es Pentecostés. Nos hemos venido preparando para este día durante toda la Pascua.
Para recibir al Espíritu Santo, primero tenemos que recibir la paz del Señor. La paz se consigue luchando por amar. La paz se consigue con esfuerzo. Jesús nos la entrega mostrando sus llagas. Nosotros no nos salvamos por nuestros méritos, así que lo segundo que necesitamos es estar abiertos a la gracia del Espíritu, creyendo en Él y recibiéndole con el alma limpia por el sacramento de la confesión.

No esperemos nada especial hoy. Ya sabemos que Dios no está en los grandes e impresionantes eventos, sino que está en la brisa, como le mostró a Elías. El Espíritu va actuando poco a poco en nosotros y por tanto en nuestro matrimonio, ya que nos tiene que llevar a la comunión (o no sería una acción de Dios que nos lleva a la santidad).

¿Y cuáles son los frutos que iremos recibiendo por el Espíritu en nuestro matrimonio?
Gálatas 5,22-23 … el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad (amabilidad), bondad, fe (fidelidad), mansedumbre, templanza (dominio propio).

Sí! El Espíritu hace esto con nuestro matrimonio. Va a aumentar nuestro amor verdadero, y sentiremos el gozo de estar construyendo una comunión. Sentiremos esa paz interior por estar luchando y entregando la vida por seguir a Cristo. Eso hará que cambien nuestras prioridades y se pasen las prisas y los agobios. Nos trataremos con más amabilidad y delicadeza. Buscaremos el bien, y actuaremos siempre buscando el bien para el otro. Nuestra intimidad con Dios irá creciendo y cada vez percibiremos más los frutos del Espíritu, sus obras en nosotros, y esto hará que aumente nuestra fe. Como estaremos “obsesionados” con el amor que Dios nos tiene, no nos importará lo que piensen los demás o lo que digan de nosotros y no necesitaremos defendernos de nadie, porque solo nos importará lo que Dios ve, que está en nuestro interior. Y el mundo ya no nos dominará, ni los deseos, ni la concupiscencia, sino que sólo actuaremos por amor y para amar.

Esto es el cielo, hermanos esposos. Y está en nuestra mano poder vivir un anticipo aquí en la Tierra. Es el Espíritu quien lo hace posible.

Oramos con la secuencia: Ven Espíritu Santo… Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Jn 21, 20-25

Con María

Estamos en la conclusión del Evangelio de Juan. Él dice que si contase todo lo que hizo Jesús, no cabrían los libros en el mundo.

Jesús estuvo en aquella época intercediendo por todos y amando a todos. Hoy no es diferente, porque Él mismo dijo que estaría con nosotros hasta el final de los tiempos.

La cuestión es ¿Nos damos cuenta de la presencia de Jesús en nuestra vida matrimonial? Si la respuesta es no, es porque estamos demasiado pendientes de nosotros mismos, lo que nos llevará a quejarnos constantemente y a que todo nos parezca poco. Lo pasaremos mal porque las cosas no salen como queremos, por lo que dicen de nosotros, por los gestos de falta de cariño… Pedro se preocupa por Juan. Cristo le acaba de anunciar su muerte y él, se preocupa por Juan. Pedro ha dejado de mirarse a sí mismo, Y Cristo le dice que no se preocupe por él, ya le cuidará el Señor.

El Evangelio de Juan está lleno de detalles porque María estaba con él. Ella se quedó en casa del discípulo amado, y seguro que le enseñó a descifrar muchas cosas de la vida de Jesús.

Vivamos hoy sábado, día de la Santísima Virgen y víspera de Pentecostés, atentos a María, y pidámosle que nos muestre todos los detalles en los que está el Señor en el día de hoy: Esa alegría de los hijos, el gesto cariñoso del esposo, la posibilidad de darme a los demás en muchos momentos y hacerlos un poquito más felices, un hogar acogedor… María seguro que guardaría todas estas cosas en su corazón.

Como reza el Salmo de hoy: Los buenos verán tu rostro, Señor.