Archivo por días: 24 junio, 2014

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 7, 15-20

Esposos y profetas.

Las palabras de Jesús son siempre actuales: “Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre”. Es una invitación al discernimiento. Esta virtud cristiana de comprender dónde está el Espíritu del Señor y dónde está el mal espíritu. (CFC. S.S. Francisco, 17 de Noviembre de 2013 homilía en Santa Marta)

¿Y cuál es el criterio para reconocer a los verdaderos discípulos, de Jesús y, por tanto, a los verdaderos profetas?
Dice San Juan Pablo II: ‘Profeta es aquel que expresa con palabras humanas la verdad que proviene de Dios, aquel que profiere esta verdad en lugar de Dios, en su nombre y en cierto sentido, con su autoridad’
“Los esposos, a través de la humildad del lenguaje del cuerpo, de la aceptación y el respeto de la verdad del cuerpo, de la entrega de éstos, son así realmente profetas. Este perenne lenguaje del cuerpo lleva en sí toda la riqueza y profundidad del misterio: Primero de la creación, luego de la redención” (audiencia del 19 de enero de 1983)

Ahí es nada…

Los esposos, profetas de la alianza entre Dios y la humanidad, entre Cristo y su Iglesia, al permitir al cuerpo hablar en su nombre y expresar, por tanto, la entrega de sus personas, contraen la reponsabilidad de ser verdaderos profetas, en cambio si al expresar el lenguaje del cuerpo lo deforman, pasaran a formar parte de los falsos profetas denunciados por la Escritura, el grupo de los que conducen al pueblo de Dios a su perdición (La Espiritualidad conyugal según Juan Pablo II).

El ojo del profeta sabe ver primero el proyecto del amor divino y a su luz, entiende los desvíos de nuestra ruta. Por esto insistimos tanto en las palabras de S. Juan Pablo II, verdadero profeta del matrimonio y la familia.

¿De dónde nacen los frutos? De la unión de los esposos en Cristo. No te engañes: Si te ha llamado Dios a la vocación conyugal, es necesario ser una sola carne con tu esposo.
Confía. El agua del amor humano la destila Cristo en el vino del Amor de Dios y así ilumina todas las trasformaciones que ocurren en el matrimonio: del interés propio se engendra el interés común, de lo mio lo nuestro, del yo el nosotros, del eros o amor humano el ágape de la Caridad, Amor de Dios.

Para Jesús está claro: Obras, hechos. No se trata de palabras bonitas, ni de repetir las del Evangelio como un espectador que ve una película; tampoco de fiarnos en las apariencias más deslumbrantes…

Oír no sólo lo que dicen, sino mirar cómo viven, cómo actúan…
Porque, quien tiene el Evangelio en su corazón, actuará conforme a lo que dice el Evangelio. Es su Tesoro… En cambio, quien actúe, juzgue e invite a actuar y a juzgar desde criterios distintos al Evangelio: los de la moda, lo que hace todo el mundo… no es un discípulo de Jesús y, por tanto, no merece ser escuchado y, menos aún seguirle…

¿De qué me sirve decir: hay que perdonar si a la hora de la verdad, llevo cuentas de todo el mal de mi esposo? Y si mis consejos a otros esposos son del tipo: “no seas tonto, no te dejes pisar, nada de poner la otra mejilla…”
O esa otra frase tan común: “Es que Cristo era Dios” Lo que implica que la cruz era sólo para Él y la entrega hasta el extremo es sólo cosa de Dios… Tú en cambio no te entregues tanto o harás del otro un tirano, tú le tienes que poner límites, que no se te suba a la chepa, no te toca a ti cargar o aguantar … (su pecado), eso es solo para Cristo… O interpretar a nuestra manera lo del grano que cae en tierra y muere para que dé fruto, porque debe ser a partes iguales, los dos, si el otro no lo hace, tú tampoco lo tienes que hacer, porque te tienes que hacer respetar…
¡Y tantas barbaridades anti Evangélicas que oímos incluso a hermanos cristianos y nos insinúa el tentador!

No se trata de repetir un dogma… De lo que se trata es de entender que La Verdad es Cristo acogiendo su Palabra, le acogemos a Él y la Palabra no solo engendra Vida, sino que ofrece una compañía y señala una ruta, una tarea, un destino y al hacerlo ofrece un significado a nuestro caminar, el Espíritu Santo nos da sus frutos.
Según el camino de recorramos derivan una serie de actitudes, consecuencias y responsabilidades, frutos frente a la vida. Vivir esta Verdad es la que tiene que llevarnos a anunciarla con nuestros cuerpos y con nuestra boca proclamarla, como veíamos ayer con Zacarías: Dios abre nuestra boca para alabarle y proclamar sus maravillas.

Los verdaderos esposos, son profetas, porque evangelizan siendo uno solo en la carne.

Ven Espíritu Santo.