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El amor ¿Una ley? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 5, 17-19

EVANGELIO
Quien cumpla y enseñe será grande

Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»

Palabra del Señor.

El amor ¿Una ley?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dice San Agustín: ‘Donde la caridad está, ¿qué es lo que puede faltar? En donde ella no existe, ¿qué puede haber de provecho? Pero este amor debe distinguirse del que los hombres se profesan como hombres. Por eso dice: «Como yo os he amado».’

Es por esto que el mandamiento del amor, resume todos los demás. Cristo vino a revelarnos el mandamiento del amor, pero también a mostrarnos cómo amar.

La muestra suprema del amor es dar la vida por los amigos. Damos la vida cada día por nuestro esposo, en pequeñas cosas: Renunciando a mis gustos por darle gusto, a mi descanso por servirle, a mis criterios por complacerle, tirar del carro de la fe cuando el flaquea…
Esto es dar la vida por amor y en estas pequeñas cosas se santifican los esposos.

Este concepto del amor es bastante diferente al que conocemos en nuestra sociedad, una sociedad que a menudo piensa del amor como algo que se recibe, como un sentimiento o una emoción que va y viene, como una cuestión de suerte…

“A los animales les basta seguir sus impulsos para realizar su vida en plenitud. No ocurre así con el hombre: Hay una ambigüedad en el deseo humano, porque sabemos que no todos nuestros deseos nos hacen más felices… ¿Cómo diferenciar entre deseo y deseo? ¿Cómo encontrar la luz que alumbre este laberinto?” (Llamados al amor) En el Antiguo Testamento hay una primera respuesta: Los mandamientos. Al obedecerlos, se alcanza la luz para distinguirlos.

Vino entonces Cristo, no a abolir la ley, sino a llevarla a plenitud. El dedo de Dios, que escribe sobre las tablas de piedra los mandamientos, reescribe la ley ahora sobre la arena a través de Jesús ante la mujer adúltera. “Jesús lleva a plenitud la Ley no porque añada más mandamientos, sino porque la tatúa en los corazones. Así, su cumplimiento ya no viene de fuera: Brota de dentro como un manantial que sale de la roca, coincidiendo con los más hondos deseos y aspiraciones” (Llamados al amor).

Ahora la persona que dice, “Te amo” está dispuesta a sacrificarse por la otra. Es su deseo más profundo, aunque esto signifique guardar silencio, cansarse, comprometerse, luchar… todo por conseguir un bien mayor para el amado. Así se realizan hombre-mujer y llevan su vida a plenitud.

Dice Juan José Pérez-Soba, un verdadero estudioso del tema, que amar es una promesa entre personas por la cual uno mi destino al tuyo. Si no hay alianza, compromiso, no puede haber amor. Eso hace Dios con nosotros. Por Su amor, Jesús se encarna y por Su amor Jesús llega a dar la vida en la cruz por sus amigos. Su mandamiento de amarse uno a otro como nos ha amado Él, requiere sacrificios. El amor del que habla Jesús es amor en acción, amor que paga el precio de una entrega hasta el extremo.

Gracias Señor por elegirnos, por capacitarnos. Haremos cosas grandes, no porque seamos grandes, sino porque el que nos ha capacitado es grande.
Gracias por destinarnos a dar frutos para toda una eternidad. Eso te pedimos, que seamos uno como Vosotros lo sois y amarnos como Vosotros os amais y unidos como Vosotros, amemos a nuestros hijos y todo aquel que nos pongas en el camino.

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Restañar las heridas en el matrimonio. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 18, 21-35

EVANGELIO
Si cada cual no perdona de corazón a su hermano, tampoco el Padre os perdonará

Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
«Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.”
El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo!
“Págame lo que me debes.»
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:
«Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré »
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?»
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»

Palabra del Señor.

Restañar las heridas en el matrimonio.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Este pasaje sobre el perdón, precede a aquel en el que Cristo les habla a los fariseos sobre la indisolubilidad del matrimonio. ¿Casualidad?.

Si en tu matrimonio hay heridas y hay dolor, no te preocupes. Dios nos da una segunda oportunidad… y una tercera… y una cuarta… etc. Esperamos que vosotros también os las déis. Por mucho que las cosas se hayan enredado, es posible enderezarlas orientándolas hacia lo alto. Los casos perdidos se convierten entonces en trayecto, doloroso sí, pero necesario para conquistar una meta.

Cuando uno de los cónyuges es infiel al otro (no necesariamente en el aspecto carnal), “el que perdona adquiere una altura moral que hace al otro, al infiel, sentirse siempre en minoría. Incluso aunque se reprima el reproche, éste se dejará sentir a ambos. Lo realmente difícil es entonces rehacer la dignidad en quien ha ofendido para que los dos puedan mirarse a los ojos y encontrarse a la misma altura. ¿Sería posible restaurar la igualdad originaria, aquella con la que empezaron su camino nupcial?.

Habría sólo una vía: que el cónyuge fiel se hiciera uno con el otro, que caminaran juntos en singular proceso, parecido a un luto, para reconstruir sus memorias y recuperar el amor que les unía al principio. Es una ruta que parce imposible de llevar hasta el final: ¿Cómo rehacer del todo un pasado, hasta conseguir que lo que sucedió no haya sucedido?.

Esta pregunta nos permite acercarnos a Getsemaní y al misterio de la Pasión. Pues esto es precisamente lo que Dios ha querido hacer con su Pueblo. No le ha bastado con tender un manto para cubrir el pecado, sino que ha querido desanudar la trama perversa de la culpa. Por eso el mismo Cristo, el Esposo, ha descendido para identificarse con su Esposa, para sufrir con Ella las consecuencias del mal, y así oponer a su infidelidad una fidelidad estable… Entendemos el gran amor de Jesús. Le interesaba que la esposa perdonada pudiera mirar a los ojos de su Esposo sin miedo al reproche, de igual a igual. Por eso debía acompañar desde dentro el camino de la regeneración.

¿Cómo fue posible a Cristo recuperar la armonía perdida? Su secreto estaba en el Padre, a quien dirigió su ofrenda. Si Jesús supo que era posible regenerar a su esposa infiel, es porque contemplaba siempre al Padre, que se la confió. Si pudo mirarla de nuevo con amor y respeto, es porque veía la mirada del Padre que seguía amando a los hombre a pesar de todo. Cristo pudo renovar el vínculo que une entre sí a los esposos porque restauró en nuestra vida la filiación, la relación con Dios.” (Betania, una casa para un amigo Pg. 178-179)

Entenderemos ahora mejor lo que escribió San Pablo: “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño de agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada” (Ef 5,26-27)

La deuda de cien denarios que no quiso perdonar el empleado a su compañero, en realidad, pertenecía a los cien mil talentos que le debía a su Señor. En definitiva, es Él quien perdona por nosotros. Que el Diablo no te tiente y te haga pensar que no eres capaz de perdonar. Si Dios permite que estés en una situación es porque previamente te da la gracia para superarla. Pídesela y lucha. En algunos casos es necesaria la penitencia (Ayuno y oración).

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Descubrir un nuevo mundo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 4, 24-30

EVANGELIO
Jesús, igual que Elías y Elíseo, no ha sido enviado únicamente a los judíos

Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 24-30
En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret:
– «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Palabra del Señor.

Descubrir un nuevo mundo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús, vienes a anunciarnos el Evangelio del matrimonio.

¿Qué parte de la buena noticia de la comunión en el matrimonio, es la que no acepto?. ¿Son mis ideas?, ¿Mi constancia?, ¿Mis diferencias con el esposo?, ¿Es la defensa de mi imagen o de mi supuesta “dignidad”?… ¿Es que busco su admiración?…

Señor, cuánto nos cuesta escucharte en el otro. Cuánto le cuesta al mundo entender que Tú hablas a través de nuestro cónyuge, que somos ministros de Tu Gracia el uno para el otro, una Gracia que recibimos a través del Sacramento del Matrimonio. Cuánto le cuesta al mundo entender que Tu voluntad está en obedecernos mutuamente, en agradarnos, en mirarnos con infinito respeto y admiración. Cuántas veces nos ha tenido que decir nuestro esposo: “¿ahora lo crees porque te lo ha dicho fulano….? Pero ¡Si te lo llevo diciendo yo mil años!” Y con razón. Señor que escuche a mi esposo, que crea que tu Gracia viene a través de él y de su relación conmigo. Que Tú le has puesto a mi lado, como ayuda adecuada para llegar hasta ti.

Señor, antes procurábamos adaptar tus cosas a lo que creíamos era nuestra conveniencia. Pero nada iba bien.

Entonces nos has hecho ver que teníamos todo un mundo por descubrir. Medio mundo. Ese mundo era el del esposo que me has dado. Abrirme al esposo, escucharle con interés y en profundidad, nos permite descubrir cuánto tengo que aprender todavía. Antes lo importante para nosotros eran los criterios que uno debía seguir. Ahora lo importante, es el amor.

Tu mundo, Señor, Tu Reino, es mucho más hermoso. Todo encaja, todo es fecundo, todo llena, todo es vida. Todo cobra sentido. Señor, que ame con Tu amor.

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Donde la felicidad comienza. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 2, 13-25

EVANGELIO
Destruid este templo, y en tres días lo levantaré

Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 13-25
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
-«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
– «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó:
– «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron:
– «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.

Palabra del Señor.

Donde la felicidad comienza.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La catequesis de San Juan Pablo II del 30 de enero del 80 sobre el amor humano, nos permite contemplar cómo toda la creación está enraizada en el amor de Dios. “Sólo el amor crea el bien” nos dice el Papa. Nos muestra cómo Dios no se limita a crearlo todo para culminar su obra con el hombre, sino que transmite al hombre la santidad y la posibilidad de que hombre y mujer irradien esta santidad a través de la experiencia de su unión. En sus cuerpos están las huellas del amor de Dios, que los hizo para darles la posibilidad de que se unieran por amor y dieran frutos de amor.

Pero ese cuerpo, templo de Dios, puede ser utilizado como lugar para hacer negocios, puede exhibirse como medio comercial o puede utilizarse para el beneficio propio, también Jesús hoy puede encontrarse con malos pensamientos, con orgullo en nuestro corazón, vanidad, egoísmos…
Jesús hace un azote de cordeles, y nos mira dispuesto a azotarnos si violamos la casa de su Padre. Señor arranca nuestro corazón impuro y danos un corazón puro para habitar en el Padre dándole Gloria, para ser adoradores. Los verdaderos adoradores son los que aman en espíritu y en verdad. La verdad del amor es la comunión humana. Amar en espíritu es haber recibido en el matrimonio el mismo Amor de Dios. De esta forma todo amor queda consagrado y todo él nos dirige hacia la meta, hacia el Padre. Adoremos a Dios en espíritu y en verdad amándonos en nuestro matrimonio con un amor de comunión, esto es vivir en el Padre, en santidad conyugal.

Jesús hablaba del templo de su Cuerpo. Hoy soy yo templo de Dios y mi esposo también lo es. Tratémonos con el máximo respeto, porque en la unión de nuestros cuerpos está la manifestación de la belleza del amor de Dios.

Sólo el amor crea bien. No se puede hacer ningún bien sin amor. Pensemos en nuestra relación conyugal, y llevemos hasta sus últimas consecuencias esta máxima, porque tal como dice el Papa en la catequesis antes mencionada: “La felicidad surge de arraigarse en el amor” y consiste en que el hombre procede del Amor de Dios y “da comienzo al amor” a través de esa entrega conyugal.

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Los dos caminos de la perdición. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 15, 1-3. 11-32

EVANGELIO
Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
– «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
– «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
«Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.»
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo:
«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. »
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, »
Pero el padre dijo a sus criados:
«Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó:
«Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.»
El se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre:
«Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.»
El padre le dijo:
«Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»

Palabra del Señor.

Los dos caminos de la perdición.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Analicemos la actitud del hijo pródigo y la del padre.
El hijo:
– Engañado por un afán de libertad “ilusoria” (como dice el catecismo en el 1439 dedicado a esta parábola), una promesa de Satanás, un sucedáneo de felicidad.
– Le pide al padre la herencia como símbolo de que lo aparta, lo da por muerto.
– Se apodera de bienes que el Padre tenía destinados para él, pero que no se merece ni le corresponden.
– Se aleja de la casa del padre.
– Utiliza esos bienes para pecar, para alejarse del padre.
– Sufre las consecuencias. Pierde su dignidad de hijo.
– En este caso recapacita…
– Vuelve más por necesidad que por amor al padre, reconociéndose indigno.
Todas estas experiencias vivimos con nuestros desórdenes o pecados.

El Padre: Cuando ve al hijo de lejos, estando aún lejos, se llena de emoción y sale a abrazarle y comerle a besos. No le reprocha nada. Le devuelve la dignidad representada por los mejores vestidos, satisface su vacío interior (representado por el banquete con su mejor ternero), y hace una fiesta en representación de su reincorporación a la comunidad y la alegría y felicidad comunitarias.

El otro hijo, se cree con derecho a los bienes del padre, porque cumple leyes, sin embargo, su corazón también está lejos del padre. No ama a quien el padre ama, su hermano. Este puede ser el escenario del que, por cumplir los mandamientos, minusvalora o critica a sus hermanos. El amor misericordioso, nace de la experiencia de sentirse perdonado (Benedicto XVI). La perfección no está en hacer muy bien las cosas, sino en hacerlas con mucho amor a otros.

Son los dos caminos por los que podemos perdernos los esposos: El de dejarnos llevar por nuestras apetencias y criterios o el de creernos perfectos y exigir la perfección al esposo ¿Qué nos pide Dios? ¿Qué nos exijamos mutuamente la perfección o que nos amemos mucho?.

Dios nos da una lección a los esposos, de cómo amarnos mucho. Por un lado, no hizo nada por su cuenta ni para sí mismo y por otro, se hizo humano limitado e imperfecto, para amarnos hasta el extremo.

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