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¿Testigos? ¿A quién creer? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 16, 9-15

EVANGELIO
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Palabra del Señor.

Nota: Proyecto Amor Conyugal anuncia un retiro para matrimonios que se celebrará en Madrid entre los días 16 y 18 de junio.

Hay pocas plazas. Para más información pincha aquí:
https://proyectoamorconyugal.es/retiro-matrimonios-proyecto-amor-conyugal-madrid-16-17-18-junio-2017/

 

¿Testigos? ¿A quién creer?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús “les echó en cara su incredulidad”. ¿Cuántas veces ha ocurrido esto en el tiempo que estuvo entre ellos? No es habitual que Jesús eche en cara algo. Sin embargo, la incredulidad respecto al testimonio de otros, debe tener una importancia especial ¿No os parece?

El testimonio de otros, tiene tanta importancia para Dios y para la Iglesia, que se eleva al honor de los altares a muchos como beatos y santos. Muchos que se consideran modelos de identificación cristiana. Porque claro, también existe la mentira. ¿Cuándo creer y cuando no? Por un lado, tiene que haber una conexión entre el testimonio y la revelación, para que éste sea fiable. Por otro, cuando alguien da testimonio, se compromete personalmente con la causa, en algunos casos llegando incluso a dar la vida. Cristo habló de que resucitaría al tercer día (revelación) y vienen unos discípulos diciendo que lo han visto resucitado (se comprometen personalmente viniendo y dando la cara ante todos), y no les creen. Jesús, después de echarles en cara su incredulidad, les envía a proclamar el Evangelio, y ¡Ay! de los que no les crean.

Dejábamos ayer a medias la historia de Paco, que después de una vida de egoísmos y de utilizar a los demás en su propio beneficio, se convierte y decide aplicar el Evangelio en su vida. Obviamente, Paco había dejado muchas heridas en sus seres queridos y no tan queridos. Pero después de su conversión, Paco acabó teniendo muchas personas alrededor que le querían, aunque le costó mucho recuperar su confianza. Al principio, cada cosa buena que hacía por ellos, era interpretada como: “seguro que quiere algo a cambio”.

Pero Paco, continuaba hablando de Dios Amor, y siendo coherente con el Evangelio; ya no era dueño de su vida, dejaba que todo fuera hecho por Dios, entregó a Dios su voluntad curando así su orgullo. Como decíamos, había perdido poder en su trabajo y su “prestigio” se había visto muy afectado por aquel cambio. Se había implicado con la causa aceptando las consecuencias que pudieran venirle. Lo más importante en todo testigo es la autoridad de que éste está revestido, y la mayor autoridad la da la coherencia entre la verdad que se afirma y la vida que vive. Paco ya no era tan admirado en su trabajo, pero seguía entregándose por amor a Dios. No era tan “líder” en su casa, ni quedaba tan bien con sus amigos por saber tanto de todo, pero la Buena Noticia no es eficaz si no la proclama un “hombre nuevo”. Y eso, nadie lo negaba, ni su esposa, ni sus hijos. Paco era un “hombre nuevo”.

Ahora Paco es ante todo, testigo de la resurrección de Jesús, y su esposa está locamente enamorada del “nuevo” Paco.

¿Queréis conocer también la historia de la esposa de Paco? No os la perdáis. Continuará… mañana.

Madre,
Te doy gracias porque he creído. Tú has estado pendiente de mí, hasta que he creído. Cristo ha resucitado, y está aquí, a mi lado, en mí. Y me ama tan intensamente, que no me abandonará nunca. Y de eso, soy testigo, Madre. Alabado sea el Señor que nos ha salvado. ¡Aleluya!

Sorprendentemente abundantes. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 21, 1-14

EVANGELIO
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado
Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

Sorprendentemente abundantes.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Podemos estar trabajando y esforzándonos toda la vida, y hacer muchas cosas, pero si no trabajamos en la dirección que nos dice el Señor, no recogeremos ningún fruto. Y viceversa, si nos ponemos en sus manos, si trabajamos para Él, los frutos serán sorprendentemente abundantes y nos esperará con la mesa puesta cuando volvamos a estar junto a Él en la otra orilla de la vida.

Paco, se cansó de ser un tiburón de los negocios. Son muchos sinsabores, muchos codazos, mucha tensión para que no te muevan de la silla que has conseguido a base de triunfos personales. Todo vale con tal de llegar más alto. Pero le faltaba paz interior, estaba irascible, era poco permisivo con los errores de los demás y como creía que todos los logros eran suyos, esperaba también mucho de la vida y de todos. Pero la realidad, no era así. Se sentía solo, rodeado de gente que le buscaba únicamente por el interés. Su esposa era un trofeo más, algo que había conquistado él con su esfuerzo y su atractivo personal. Así que, esperaba una buena compensación, un premio. Mucho cariño, atenciones, y que le acompañara cuando a él le venía bien y le dejara tranquilo también cuando le parecía necesitarlo. Paco era el centro de su mundo, pero su mundo se estaba comiendo su vida, y no generaba nada de interés. Así que Paco decide empezar a aplicar en su vida el Evangelio, para ver qué ocurría.

Le costó mucho despegarse de su ambición, y en cuanto se descuidaba, se descubría pensando en él mismo. Lo menos cansado, lo más cómodo, lo que más le apetecía… ¿Cuántas veces pensaba en él a lo largo del día? Era incapaz de contarlas. Pero poco a poco y con la ayuda del Señor, empezó a echar las redes pensando en los demás. Trabajaba por el bien común. En casa no buscaba atenciones, buscaba hacer feliz a su esposa. Se anticipaba a los olvidos de su esposa: Por ejemplo, como se le solía olvidar sacar dinero, cada vez que iba al cajero, sacaba también para cuando ella lo necesitara. Era él quien le solía bajar el volumen del móvil para que no le despertara por la noche, era él quien le tapaba, quien le apagaba la luz de la mesilla cuando se quedaba dormida. Ya no se olvidaba de dejar la cortina de la ducha descorrida para que se secase… En el pensamiento de Paco estaba la voluntad de Dios y estaba su esposa.

Ahora Paco gana menos dinero y tiene menos prestigio, pero hay mucha gente que le quiere, especialmente su esposa. El corazón de Paco está tan lleno del cariño que recibe sin buscarlo, que hay veces que le parece que le va a reventar.

Pero ¿Cómo recuperó Paco la confianza de los demás después de tantos actos de egoísmo? Continuará…

Madre,
Sabemos que el Señor está ahí, a nuestro lado, aunque no le veamos o no nos demos cuenta. A veces nos da la sensación de que le buscamos nosotros, y es al contrario, es Él quien nos busca y está atento a todo lo que nos ocurre y todo lo que necesitamos. Alabado sea y bendito sea por siempre nuestro Señor Jesucristo. ¡Aleluya!

La potencia de la carne. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 24, 35-48

EVANGELIO
Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
– «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y le dijo:
– «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Palabra del Señor.

La potencia de la carne.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Los espíritus no tienen carne y huesos. Cristo tiene carne y huesos, Cristo es humano (sin dejar de ser divino, obviamente). Pero el hecho de que Cristo se haya hecho humano santifica, diviniza todo lo humano. Diviniza la carne que será redimida para toda la eternidad.

Terminamos hoy la historia de Laura y David. Laura comprendió que su fe se tenía que traducir en la entrega a su esposo de todo el amor recibido de Dios, y esto hizo el milagro. Es el amor de Dios en la carne, el que redime y cambia a las personas. Los criterios de David cayeron como un castillo de naipes al recibir tanto amor de su esposa. Y entró la Paz de Cristo en aquella casa. La Paz que Él nos trae con las llagas de la Cruz tras la entrega de Su cuerpo.

David está muy agradecido a Dios por Laura, porque se entregó por él y esto le había salvado, había salvado su relación de amor. Aprendió la potencia que había recibido en la carne, que es capaz de expresar quién soy y transmitir el amor de Dios y el amor mutuo, el uno al otro. Aprendió a valorar el don de su cuerpo, y hoy en día se entrega con él: Manos para trabajar, para ayudar, para acariciar, boca decirse cosas hermosas, ojos para mirar con ternura… Darse un beso de buenos días, recibirse con una sonrisa… Cuerpos para hacer de dos personas, una unidad. Así se construye el amor.

Laura y David se pudieron perdonar y reconstruir su unión porque antes fueron perdonados por el amor de Cristo. Gloria a ti Señor, que haces estos milagros entre los esposos. ¡Aleluya!

Desandar el camino. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 24, 13-35

EVANGELIO
Lo reconocieron al partir el pan
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35

Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
– «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
– «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabe lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
– «¿Qué?».
Ellos le contestaron:
– «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
– «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrará así en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea a donde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
– «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
– «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
– «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

Desandar el camino.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

A veces, como los discípulos de Emaús, tenemos un contacto con Jesús y con la fe, que interpretamos a nuestra manera, pero acaba por desilusionarnos.

Los discípulos esperaban que Jesús reinase en Israel, como cualquier otro rey conquistador y victorioso. Pero el reinado de Jesús no es de este mundo. Como dice San Juan Pablo II, es importante la experiencia de descubrir que lo invisible determina más nuestra vida que lo visible. Entonces Jesús, les explica las Escrituras y se hace presente entre ellos al partir el pan.

Tenemos que aprender a aplicar nuestra fe a nuestra vida, en nuestra vocación concreta de esposos.

Continuamos con la historia de ayer, de Laura y David. Laura estaba enamorada del Señor, pero era un enamoramiento emocional. Se sentía bien rezando, experimentaba paz cuando estaba en oración o iba a un retiro. Así que, Laura, que no se sentía amada por su esposo, se refugiaba en su relación con Dios, que no le daba quebraderos de cabeza. Su sed de comunión la saciaba de esa forma. Pero ella no tenía su interés puesto en su relación con David. Era como si las promesas del Señor no fuesen aplicables a su relación conyugal. Aquello era un sinsentido, porque si estaban unidos por un Sacramento ¿Cómo no iba a estar Jesús presente entre ellos? Pero los ojos de Laura, como los de los discípulos de Emaús, no alcanzaban a verlo.

Entonces, Laura, se interesó por la verdad del matrimonio. Era como si San Juan Pablo le abriese los ojos y le hiciera comprender, mientras ardía su corazón: Su relación con su esposo no era separable de su relación con Jesús. No podía dejar de amar a su esposo y amar a Jesús, a pesar de que no recibiese de su esposo lo que ella esperaba. Tenía que entregarle a su esposo el amor que había recibido de Dios, en lugar de estar siempre esperando recibir de él todo lo que ella consideraba que debería darle. Entregarle el amor de Cristo era su misión, su manera de ser fiel a Dios y a su sacramento.
Laura tuvo que desandar el camino que había iniciado en su relación con su esposo, y comenzar de nuevo, pero esta vez, de otra manera, después de haber comprendido las Escrituras. Después, le contaba a otras esposas lo que le había pasado…

Madre,
Queremos meter a Dios en nuestros parámetros, en lugar de meternos nosotros en los suyos, y esto nos hace perdernos de vez en cuando. Pero gracias por iluminarnos el camino. Alabado sea el Señor que nos muestra la Verdad y nos lleva a ella con tanta paciencia. Gloria a Ti por siempre, Señor.

Un velo sutil. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 20, 11-18

EVANGELIO
He visto al Señor y ha dicho esto
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 11-18

En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice:
«¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro»».
María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».

Palabra del Señor.

Un velo sutil.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Muchas veces nos ocurre como a María Magdalena. Lo que nos parece ver no es y lo que no vemos sí es. Cegados por nuestras limitaciones, nuestras emociones o nuestros pecados. Ella está convencida de que el Señor yace muerto, y va con ungüentos para preparar el cadáver. Va llorando desconsoladamente, porque saca la conclusión de que se han llevado el cuerpo del Señor. Pero ¿Tenía motivos reales para llorar?. El Señor le llama por su nombre, le abre los ojos y entonces ve la verdad y la verdad es motivo de alegría. Cristo ha resucitado de entre los muertos.

La segunda idea que sacamos de este Evangelio es que, el Señor se ha hecho uno con nosotros, y eso significa que todo lo Suyo es nuestro. Su Padre pasa a ser nuestro Padre a la vez que sigue siendo nuestro Dios. Esto, repetimos, ha sido posible porque se ha hecho uno con nosotros en ese amor esponsal que nos une, por la entrega de Su Cuerpo en la Cruz. Esto adquiere unas dimensiones brutales para nosotros, que no somos capaces de ver, como María Magdalena.

Pero retomamos hoy la historia de Laura, la esposa que comentábamos ayer, que con las armas de Dios había recuperado a su esposo. Contábamos que Laura se quejaba de que su esposo no le hacía mucho caso y se sentía muy sola. Es verdad que su marido no era santo, pero ¿Qué esperaba? ¿Qué lo fuera?. David, su esposo, era un hombre muy activo y poco expresivo. Su trabajo le estresaba bastante, y necesitaba desfogar, de ahí que se refugiase en ver deportes y otras actividades que se lo permitían. David necesitaba de Laura más de lo que ella se imaginaba. Echaba de menos su ternura de mujer, su comprensión femenina. Echaba de menos sus abrazos… Pero Laura no veía todo esto, porque estaba demasiado ensimismada en su tristeza y en su llanto. El Señor le llamó por su nombre y Laura salió de sí misma. Todo lo Suyo es ahora de Laura, y la posibilidad de amar a David como Él lo ama, también.

Madre,
Es tan sutil el velo que separa el pecado del amor, el llanto de la alegría, la muerte de la vida, la oscuridad de la esperanza… Sólo una llamada del Señor y todo cambia radicalmente. Madre, qué poco me separa del amor de Dios. Él lo hace todo y a mí sólo me resta reconocerle y responderle “Rabboni”. Alabado sea el Señor que se hace uno con nosotros y nos convierte en hijos de Dios por sus méritos. Amén.