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Totalmente Suyo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 3, 1-8

EVANGELIO
El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios
Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 1-8

Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? ».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: «Tenéis que nacer de nuevo»; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».

Palabra del Señor.

Nota: Proyecto Amor Conyugal anuncia un retiro para matrimonios que se celebrará en Madrid entre los días 16 y 18 de junio.

Hay pocas plazas. Para más información pincha aquí:
https://proyectoamorconyugal.es/retiro-matrimonios-proyecto-amor-conyugal-madrid-16-17-18-junio-2017/

Totalmente Suyo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dos cosas son necesarias nos dice Jesús: Nacer de agua y de Espíritu. No es suficiente con haber recibido el sacramento del bautismo, si luego no nazco del Espíritu Santo, si vivo según la carne, mis pasiones, mis deseos desordenados, mis gustos… No basta con rezar e ir a la Eucaristía. ¿Cómo nacer del Espíritu? Dejándome transformar por Él en los sucesos de cada día, pequeños o grandes.

El Espíritu gobierna mi matrimonio, gobierna mi paternidad, en mi trabajo, con los amigos, con los familiares, en mis ratos de ocio. Cristo está presente entre nosotros a través del Espíritu Santo, y Cristo actúa en mi vida y en la vida de los que me rodean, pero tengo que dejarle ser Dios. Si le entorpezco con mis criterios, con mis decisiones o con mis caprichos, ya no sale Su obra como Él quería. Por tanto, sólo puede actuar si tiene la seguridad de que me he entregado a Él y sólo le sirvo a Él. Esto implica totalidad, todo de mí y para siempre. Siempre dispuesto a cambiar, a reconvertirme, sin tener dónde reclinar la cabeza como Él, abrirme al Espíritu imprevisible, que no sé ni de dónde viene ni a dónde va. Un poco drástico, sí, pero Dios es grande y generoso. En sus manos nada temo.

Retomamos la historia de Sandra. “Mantén la calma”, le decían las monjas Carmelitas, mientras por su parte, se comprometían a rezar por su esposo. Aquél egoísta y vanidoso empedernido que solamente le preocupaba él y su imagen pública. Sandra no sabía qué hacer para alcanzar esa capacidad de mantener la calma a pesar de los desplantes y las broncas de su impetuoso marido. Hasta que leyó la oración de Santa Faustina Cowalska “Jesús, confío en Ti”: “¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te ira mejor…” http://www.oblatos.com/jesus-en-ti-confio/

Sandra entiende que tiene que dejarse descansar en el Espíritu. Todo en Sus manos. Todo. Los errores de Su esposo, sirven también para que el Espíritu vaya actuando, aunque ella no los entendiera. El Espíritu va a actuar siempre. De la renuncia nace la unión, con Dios y con mi esposo. Aquella noche, su esposo puso música clásica a todo volumen, una vez más. A Sandra le pone muy nerviosa cuando hace eso. Encima, se metió en el cuarto de baño a leer los whatsapp. ¿Para qué pone la música, si se va al cuarto de baño?. Es que no piensa nada en mí… Comenzaron las tentaciones. Pero Sandra se había consagrado al Corazón de Jesús. Ya no se pertenece a sí misma, sino a su esposo y por medio de él, a Dios. Y pensó: “Si mi Señor quiere permitir esto, bendito sea el Señor”. Sandra se repetía una y otra vez: “Ven Espíritu Santo y purifícame”. No podía quejarse, no era ella de quien se tenía que preocupar, sino de agradar a su esposo y a Dios. De este ejercicio de renuncia de sí misma, moría a la carne y nacía del Espíritu. Así un día, y otro día. “Ven Espíritu Santo, purifícame”. Y la unión se iba construyendo por intervención Divina. Su esposo, como ya contamos, se acabó convirtiendo y poniendo a Dios y por tanto, su matrimonio, en el centro de su vida.

Madre,
Ayúdame a renunciar a mi yo, naciendo de la voluntad de mi esposo, para que el Espíritu pueda apartar de mí todo lo que me separa del amor a Él y a Dios. Te doy gracias porque a través de mi esposo, puedo nacer del Espíritu, puesto que el Espíritu está en nuestra unidad conyugal. “La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular”. Cristo ha resucitado en mi matrimonio. ¡Aleluya!

Atrévete a preguntarle. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 5, 31-47

EVANGELIO
Hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza
Lectura del santo Evangelio según san Juan 5, 31-47

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis.
Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis.
¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?»

Palabra del Señor.

Atrévete a preguntarle.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero”. Jesús quiere que creamos en Él, no por lo que Él dice de sí mismo, no lo que Él hace por sí mismo, sino porque el Padre da testimonio de Él. Ante el juicio de los Fariseos, Cristo presenta a Dios Padre como Su testigo, y a sus obras ya que, como dijo Nicodemo: «Nadie puede hacer las señales que tú haces, si Dios no está con él».

Aun con todo, Cristo brillaba con luz propia, mientras que nosotros necesitamos del Espíritu Santo como el aceite que hace que alumbre nuestra lámpara. Pero como dice San Agustín, nuestra lámpara en la noche, lo único que hace es dar muestras de que existe la Luz y que el día llegará. No podemos apuntar a nosotros mismos, tenemos que apuntar necesariamente a la Luz.

¿Qué podemos deducir los esposos de todo esto?. Diríamos que tres cosas.
1. Que no puedo defender mi verdad por mí mismo, sin caer en un acto de vanidad que me dejaría en ridículo antes o después. Por tanto, necesito del testimonio de otros: Sería importante preguntarle a mi esposo si le parece que estoy siendo testigo del amor de Dios como esposo. Es cierto que su visión de mí no será perfecta, pero puede darme muchas pistas: ¿Testificaría a mi favor en el Juicio final? También es importante preguntarle a Dios en la oración, confrontándome con el Evangelio.
2. Que brillo con la luz de Dios: “Os conozco y sé que el amor no está en vosotros” es decir, que necesito de la Gracia para poder ser un auténtico esposo. Por tanto no soy autor de mis éxitos, sino testigo de las obras de Dios en mí.
3. Que con nuestro matrimonio no nos apuntamos a nosotros mismos, sino que apuntamos a la auténtica Alianza, la eterna, que es la de Dios con el mundo a través de Su Hijo. Apuntamos a la Santísima Trinidad.

Decía un sacerdote, que el mejor examen de conciencia lo hacíamos preguntándole a nuestro esposo: ¿Qué puedo mejorar? ¿Qué hago de mal? Si de verdad estás dispuesto a ir a Dios ¡Animo! Pregúntale a tu esposo

Madre,
Te ruego me des valentía para vivir en la verdad e ir a por todas. Hoy le doy gracias al Padre por todo lo Bueno que ha puesto en mi esposo y en nuestro matrimonio para que seamos testigos de Su amor. Alabado sea el Señor por siempre. Amén.

No cambia. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 5, 17-19

EVANGELIO
Quien cumpla y enseñe será grande
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Palabra del Señor.

No cambia.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En este Evangelio, el Señor nos hace ver la responsabilidad que tenemos especialmente ante nuestros hijos, pero no sólo ante ellos, sino ante todo nuestro ámbito de influencia. Deberíamos ser imagen de Dios, nuestra comunión debería vivirla a Su imagen, y si no, como decía algún autor un poco más drástico, estamos siendo falsos profetas. Y no le falta razón.

Dice el Papa Francisco en Amoris Laetitia, que “259. Los padres siempre inciden en el desarrollo moral de sus hijos, para bien o para mal. Por consiguiente, lo más adecuado es que acepten esta función inevitable y la realicen de un modo consciente, entusiasta, razonable y apropiado”. “A mí me lo inculcaron así”, podría decir alguno hablando de la educación que ha aquedado arraigada en nosotros. Dios nos ha dado autoridad sobre nuestros hijos, pero no para enseñarles lo que nos dé la gana, o “inculcarles” valores inventados o fruto de nuestro pensamiento del momento o de una ideología.

Es mi responsabilidad, recoger primero las verdades de Dios, para administrar mi autoridad convenientemente. Él ha venido expresamente a enseñarnos, a hacernos comprender una verdad inmutable, que no depende de modas ni de modernidades. El avance del tiempo debe ayudarnos para profundizar más en la verdad revelada (iluminados por el Espíritu Santo), no en inventarnos una nueva; porque la verdad de lo que hace bien al hombre es una, la conoce el Creador, y esa, no cambia. No cambia la Indisolubilidad del matrimonio, no cambia la relación hombre-mujer, no cambia la felicidad como fruto de la santidad, no cambia el sufrimiento como fuente de amor y de redención, no cambia el amor a los enemigos, ni la humildad, ni la mansedumbre como elementos básicos del amor. No cambia el perdón como sustento del amor, ni el “he venido a servir y no a ser servido”, “el que se humilla será enaltecido”, “al que te quiera quitar la capa dale también la túnica”… Y todo esto son enseñanzas que tengo que vivir como esposo en mi matrimonio, para enseñárselas a nuestros hijos. Así Dios, nos hará grandes en el reino de los cielos.

Madre,
Es mucha la responsabilidad, y necesitamos mucho de la ayuda de Dios. Necesitamos ser muy fieles a la oración, a la Eucaristía, y a nuestro Sacramento matrimonial, para recibir Su gracia. Qué cerca ha querido estar Dios de nosotros. Alabado sea.

Por muchos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 15,1-3.11-32

EVANGELIO
Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15,1-3.11-32

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
«Padre, dame la parte que me toca de la fortuna».
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo».
Pero el padre dijo a sus criados:
«Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado».
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
«Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud «.
Él se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre:
«Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.»
El padre le dijo:
«Hijo, tú estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado»».

Palabra del Señor.

Por muchos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En la primera mitad del Evangelio, Cristo hace que centre el foco en mí, cuando decido utilizar los dones que Dios me entrega, buscando un supuesto beneficio que no es tal, por ser egoísta. Puedo buscar mi placer, mi éxito, mi comodidad, mi diversión… Y dejo a Dios y a mi esposo en un segundo o tercer o cuarto lugar. Pero la consecuencia de este alejamiento es que acabo perdiendo mi dignidad. Todo lo que hago en contra de la voluntad de Dios que quiere mi bien, acabo pagándolo antes o después. Yo puedo decir que he experimentado esto en mis propias carnes, aunque en aquel momento no lo sabía, no lo veía por pura ceguera.

Pero el Señor se las ingenió para hacerme volver a Él. Fue como en el caso de hijo pródigo, por necesidad, le acabé buscando sinceramente y Él salió a mi encuentro, con los brazos abiertos. Cristo me esperaba en la cruz, con los brazos abiertos para acogerme. Él me devolvió la dignidad de esposo y transformó mi matrimonio en algo digno de celebración.

En la segunda mitad, Cristo me enseña el riesgo que puedo tener ahora que estoy o intento permanecer sirviendo al Padre. Y ese riesgo es el de juzgar a los que aún no se han encontrado con Él, a los que no viven su matrimonio como Dios lo pensó, a los que están a favor del divorcio, a los que bendicen la situación de divorciado y vuelto a casar como algo bueno para evitar sufrimientos a los que se encuentran en esta situación. Nada de lo que está en contra de la voluntad de Dios hace bien a las personas, y lo acabamos pagando antes o después. Dios nos llama a todos a volver a Él, aunque a veces nos parezca el camino equivocado. Él permanece en la cruz, con los brazos abiertos, entregando su sangre por muchos, por todos lo que la quieran acoger. Él es el Esposo, que busca la voluntad del Padre y no quitar el sufrimiento, porque el Padre no se lo quitó a Él y, pase lo que pase, se entrega por mí y por mis hermanos.

¿Quién soy yo para interferir en la generosidad y la misericordia de Dios? Sólo puedo rezar con esperanza y celebrar con Él cada conversión.

Madre de los esposos, ruega por nosotros.

El vínculo de la paz. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 23, 1-12

EVANGELIO
No hacen lo que dicen
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.

El vínculo de la paz.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La lógica del reino de Dios es contraria a la de este mundo. Si lo que me gusta son los primeros puestos y los asientos de honor, seré el último candidato para el reino de los cielos.

Toda esta lógica del poder, de los privilegios frente a otros, tenemos que aplicarla en nuestro hogar para analizar nuestro comportamiento como esposos. ¿Me gusta servir a mi esposo o prefiero que me sirva? ¿Me gusta que mi esposo me admire o prefiero admirarle? ¿Espero que se lleven a cabo mis decisiones o me esfuerzo en que se lleven a cabo las de mi esposo?.

Toda exaltación de sí mismo es una forma de soberbia. El orgullo y la soberbia son el origen último de todo conflicto y causa de ruptura. Aparecen inmediatamente que se siente juzgado injustamente e inmediatamente salta para supuestamente defender su dignidad. Como si la dignidad se perdiese por ese motivo. Otras veces surge cuando queremos llevar la razón. En el fondo, todo viene de no amar suficientemente a Dios, reconocer lo mucho que me ama y que estoy aquí para hacer su voluntad, para construir Su reino, y no para lucirme o que me halaguen. Toda la gloria debe ir para Dios, que es el autor de todo, origen y fin de todo. No para mí. En unos días, le contemplaremos colgado en la Cruz, humillado, cumpliendo la voluntad del Padre para instaurar Su Reino en este mundo.

Por lo tanto, en estos días de cuaresma, rechazamos las armas del mal y destruimos nuestras flechas envenenadas, esas que salen del corazón y son lanzadas a través de nuestra lengua. Esas que hieren para no ser heridos o para salir victoriosos en las batallas. Mucho pedimos por la paz en el mundo, pero si no empezamos a construir la paz en nuestro hogar, no habrá paz fuera de él tampoco. Y la paz se construye no con pactos, ni creando una defensa más potente. La paz se construye con humildad y mansedumbre. Así nos la trajo Jesús, mostrando sus llagas.

En el conocimiento de Dios, el alma se abrasa con un amor inefable, capaz de enternecerse por el que está perdido, reconociendo la ternura de Dios ante sus propias faltas. Entonces aprendemos a agradecer y valorar al esposo y lo que el esposo hace por mí. El soberbio agradece y reconoce poco porque quiere estar por encima. ¿Reconozco y valoro lo que mi esposo hace por mí?

Así una gran concordia y una serena armonía formarán «el vínculo de la paz» (Ef 4,3), que nos unirá entre nosotros y nos hará vivir con transparencia y simplicidad bajo la mirada amorosa de Dios.

Madre,
Seguimos necesitando más oración, para acercarnos al Padre, para llenarnos del amor de Tu Hijo. Ayer veíamos otra vez la película del Padre Pío. Es tremendo cómo su orgullo era castigado para poder acercarse más a Dios, para convertirse en Su siervo. Haz conmigo lo que tengas que hacer, para doblegar mi orgullo. Sé que esto implica mucho sufrimiento, pero Madre, amo al Señor y amo a mi esposo, y deseo alcanzar la Caridad Conyugal y la santidad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.