La autoridad en el matrimonio.
El hombre tiende a identificar autoridad con posesión, poder, dominio, éxito. Para Dios, en cambio, la autoridad significa servicio, humildad, amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina para lavar los pies de los discípulos, que busca el verdadero bien del hombre, que cura las heridas, que es capaz de un amor tan grande como para dar la vida, porque es Amor. Benedicto XVI, 29 de enero de 2012.
¿Qué hacer cuando tu esposo está furioso? Salir huyendo, evitándole…; buscar la autoridad humana imponiéndote para llevar la razón y dominar tú la situación en lugar de Dios…
Cristo no va contra las personas, sino contra el demonio que las tienta y las domina. Decide salvar una vida, aunque aquellos que le acompañaban estaban atemorizados. Esa es su misión, salvar a aquellos que le fueron entregados por el Padre.
También nosotros tenemos la responsabilidad-misión de la salvación de nuestro esposo, ese maravilloso don que nos ha entregado el Padre. No debemos huir cuando más necesita de Dios, de su Amor, sino que debemos actuar en el nombre de Dios, como dones de Dios para él/ella que necesita una ayuda adecuada para su salvación. Hay que prestarle esa ayuda, (somos ministros de la gracia de Dios para nuestro esposo) que nos preguntará qué hicimos en Su nombre, cómo fuimos representantes de Su amor.
Cristo nos enseña a estar siempre disponibles ante el necesitado, así nosotros debemos amar a nuestro esposo ante todo interés personal o material, pues nuestro esposo vale mas que nuestros intereses. Tenemos la autoridad que Dios nos da, y no otra. Debemos amarle con la misma autoridad de Jesús (que también la revive del Padre), la lógica de Dios desde el servicio y humildad buscando su verdadero bien, hasta el extremo: desde la humillación, el insulto, juicio… «El que pierda su vida por amor, la ganará».
El hombre, por el pecado, perdió la capacidad de verse como un don a sí mismo y a los demás. Cristo lleva a la plenitud esa revelación. Al entregarse por aquellos que le insultaban y golpeaban, a pesar de su falta de amor, Él nos hizo ver lo importantes que somos para Dios, nuestra verdadera dignidad. También Dios nos revela nuestra dignidad en Cristo, entregándonos a su Hijo único por el que todo lo ha hecho. No puede entregarnos nada más. Valemos lo que vale el amor de Dios por nosotros, y es enorme, inimaginable.
¿Reconozco esta dignidad en mi esposo?
Oramos con el Salmo: Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.