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Cocinando nuestro matrimonio. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 1-7

EVANGELIO
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 1-7
En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros.
Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos:
-«Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía.
Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse.
Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea.
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más.
Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo.
¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios.
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados.
Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.»

Palabra del Señor.

Cocinando nuestro matrimonio.

Cristo se refiere a la levadura en dos pasajes, para expresar dos conceptos totalmente contrarios. En éste se refiere a la de los fariseos, y en Lc 13,21 la compara con el reino de Dios, cuando dice “¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.”

Así que, parece ser que hay 2 tipos de levadura. Ambas hacer crecer algo. La de los fariseos, que hace crecer nuestra soberbia, ya que nos apropiamos de una supuesta “bondad” que no poseemos, y la del Reino que hace crecer la Verdad en nosotros, es decir, Cristo (camino, verdad y vida). ¿Con cuál de esas dos levaduras cocinamos nuestro matrimonio?.

Dios tiene un plan para nuestra misión de esposos. Quiere que todo lo que vivimos, sea una oportunidad para santificarnos. Quiere que seamos ese grano de trigo que cae en tierra y muere, aceptando ser olvidados y haciéndonos siervos. La levadura de los fariseos, la hipocresía, es justo lo contrario, es la actitud del que se crece porque no muere, porque busca ser el centro. La actitud del que se endiosa.

Esposos, escuchemos hoy lo que nos dice con tantísimo cariño: “A ti te digo amigo mío, no tengas miedo a los que matan el cuerpo”, con sus críticas, desprecios, con su falta de amor hacia ti, teme a Satanás que quiere aprovecharse de este dolor tuyo para hacer crecer la cizaña en tu corazón, destruyéndote, sembrando en ti el rencor, una respuesta violenta, responder con otra crítica, la desesperanza…

Buscad los dos esposos la Verdad de Cristo e id abriéndoos vuestro corazón mutuamente, mostrándoos quiénes sois realmente. Dios nos ha puesto como una “ayuda” el uno para el otro. Lo importante no es lo que piense el otro de mí, salvaguardar mi “imagen”, pues todo llegará a saberse. Lo importante es que no venza Satanás y nos eche al fuego eterno. Vivamos como si tuviéramos un único espectador: Dios Padre. Él sabe lo que ocurre con cada uno los pelos de nuestra cabeza. A Él no podemos esconderle nada. ¿No será mejor compartir nuestras miserias con nuestro/a esposo/a y pedirle ayuda, en lugar de aparentar lo que no somos? ¿Qué tipo de levadura introduzco en mi matrimonio, la de la Verdad o la de la hipocresía? ¿Qué busco, crecer yo o que crezca Cristo en nuestra relación?.

No tengamos miedo. Cuanto más dejemos que entre Cristo en nuestra vida, mejor podremos comprender que todo tiene valor en tanto en cuanto nos lleva a reconocer el amor de Dios, y responderle con amor a Él y a los demás. Con el Amor de Dios, nada nos turba, nada nos espanta, nada nos falta.

Esposos cocineros de familias, elijamos la levadura correcta, la del Reino y digamos: Jesús confío en Ti.

Oramos por el sínodo de la familia:
http://proyectoamorconyugal.wordpress.com/2014/09/30/oracion-a-la-santa-familia/

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Los peores trabajos de la casa. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 11, 25-30

EVANGELIO
Soy manso y humilde de corazón

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Palabra del Señor.

Los peores trabajos de la casa.

Hoy, día de Santa Teresa, la Iglesia en España nos propone este Evangelio que habla de la humildad y la mansedumbre.

Dice Santa Teresa (en Camino de Perfección)
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La humildad no es el descontento de nosotros mismos, no es tampoco la confesión de nuestra miseria y de nuestro pecado, ni siquiera de nuestra pequeñez. La humildad supone en el fondo que se mire a Dios antes de mirarse a sí mismo y que se mida el abismo que separa lo finito de lo infinito. Cuanto mejor se ve esto, cuanto mejor se acepta verlo, más humilde se es.

Lo que nos da la humildad es una mirada aguda sobre la trascendencia de Dios. Cuando se ha comprendido la inmensidad de Dios, poco a poco uno se olvida de sí mismo y de sus derechos y así, se ve progresivamente liberado. Es la fascinación de Dios lo que nos hace humildes.

Hay quienes pasan el tiempo proclamándose pecadores y no son humildes porque no aceptan ser olvidados ni olvidarse. A medida que uno se interesa por Dios y se deja llevar por la corriente, aceptamos de buen grado ser sobre todo servidores inútiles y olvidados. El culmen de la humildad nos vendrá de la visión cara a Cara. Mientras tanto, cuanto más nos acercamos a Dios más crece Él en nosotros y más disminuimos nosotros. Dios solo puede vencernos ofreciéndonos su intimidad. La humildad corresponde a la medida de la intimidad que tenemos con Él.

¿Por qué razón es tan amigo nuestro Señor de la virtud de la humildad? Porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad. Más que conexión entre humildad y verdad, es equivalencia. La humildad es la verdad que ha bajado de la cabeza al corazón. Es la verdad informando la vida. Es andar en verdad ante Dios. La humildad surge y se alimenta de la contemplación de Dios.
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Después de esta definición de humildad, podemos entender que un matrimonio humilde no puede fallar. Y para llegar a ser un matrimonio humilde tenemos que acoger juntos esa intimidad que Dios nos ofrece.

Acojamos por ejemplo los peores trabajos de la casa, los que nadie ve ni valora. Esos son los que más le gustan A Dios. Son los que realizaba María, como nos recuerda el P. David Caja: Limpiar el polvo, recoger la casa, fregar… Sin embargo, los trabajos que más se notan, en los que uno “brilla” más, son peligrosos porque pueden hacer que crezca nuestra vanidad y nuestra soberbia. ¿A que funcionaría bien este planteamiento puesto en práctica en nuestro matrimonio y nuestro hogar?.

Oramos por el sínodo de la familia:
http://proyectoamorconyugal.wordpress.com/2014/09/30/oracion-a-la-santa-familia/

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Una alegría mayor que la que da vencer al mal. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 10, 17-24

Una alegría mayor que la que da vencer al mal.

Es habitual, que haya entre cristianos conversaciones derrotistas sobre lo mal que está todo. El divorcio se considera normal, el aborto está más que asumido y aceptado, etc. Podría dar miedo traer niños a este mundo o el futuro de los que ya tenemos. ¿Y si…?.

Pero hoy el Señor nos recuerda que Satanás está vencido. Si vamos en su nombre no tenemos que tener miedo. Y por el contrario, deberíamos tener muchísimo miedo si dejamos de vivir en Su nombre: Si no nos sacrificamos en Su nombre, si no educamos en Su nombre, si no nos unimos los esposos en Su nombre, si no nos obedecemos mutuamente en Su nombre, si no trabajamos en Su nombre…

Caer es normal. Nos confesamos, pedimos perdón y nos levantamos para seguir luchando. El problema es no vivir en Su nombre.

Solo los pequeños, los humildes, descubren que no pueden nada sin Él y por eso recurren a Él para todo. A ellos se revela la verdad, porque están dispuestos a acoger la revelación.

Incorporamos aquí una referencia de San Juan Pablo II a la unión conyugal de Tobías y Sara, como ejemplo de unos esposos que viven su matrimonio en nombre de Dios. Ante la muerte que simboliza el pecado, responden sin miedo aclamando a Dios:

“Sara, hija de Raguel, con anterioridad había «sido dada a siete maridos» (Tob 6, 13), pero todos murieron antes de unirse a ella. Esto había acaecido por obra del espíritu maligno y también el joven Tobías tenía razones para temer una muerte análoga.

De este modo, el amor de Tobías debía afrontar desde el primer momento la prueba de la vida y de la muerte. Las palabras sobre el amor «fuerte como la muerte», que pronuncian los esposos del Cantar de los Cantares en el trasporte del corazón, asumen aquí el carácter de una prueba real. Si el amor se muestra fuerte como la muerte, esto sucede sobre todo en el sentido de que Tobías y, juntamente con él, Sara van sin titubear hacia esta prueba. Pero en esta prueba de la vida y de la muerte vence la vida, porque, durante la prueba de la primera noche de bodas, el amor, sostenido por la oración, se manifiesta más fuerte que la muerte.” (Catequesis 27/06/84)

Tobías y Sara van sin titubear a la prueba de la vida y la muerte, porque durante la prueba, el amor sostenido por la oración se manifiesta más fuerte que la muerte.

Cuando un matrimonio inicia su camino de santidad hacia el Padre, rezando juntos, con los sacramentos… Nota cómo las fuerzas demoníacas quedan debilitadas en su hogar: los demonios se someten al poder del nombre de Jesús. Pero este convencimiento no puede ser el fundamento de nuestra alegría y del entusiasmo misionero; la alegría tiene sus raíces profundas en el hecho de ser conocidos y amados por Dios.

Oramos por el sínodo de la familia:
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¿Y la estatua de la Responsabilidad? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 21, 28-32

¿Y la estatua de la Responsabilidad?

Tenemos la libertad para elegir nuestra vocación. Elegimos libremente la entrega conyugal a nuestro/a esposo/a. Quizás al casarnos dijimos sí, pero ahora no estamos dispuestos a entregarnos a nuestro/a esposo/a como lo hace Cristo.
Podemos tomar decisiones libres a partir del momento en que somos personas responsables. Por tanto, la libertad conlleva la responsabilidad.

James Newman hace 40 años propuso a su colega, el Dr. Viktor E. Frankl, edificar la Estatua de la Responsabilidad en la parte este de Estados Unidos para complementar la Estatua de la Libertad de la costa oeste en Nueva York.

CEC 1736 “Todo acto directamente querido, es imputable a su autor”
El Señor pregunta a Adán tras el pecado en el paraíso “¿Qué has hecho?” Tanto Adán como Eva intentan negar su responsabilidad en el acto. Pero Yahvé se dirige a cada uno por separado, remarcando su responsabilidad. Lo mismo ocurre en el caso de Caín. Después de asesinar a su hermano, Dios le pregunta ¿Qué has hecho? Y Caín responde ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?. Y ante la falta de autoacusación, Yahvé después desenmascara su pecado.

Tenemos tendencia a no responsabilizarnos de las elecciones que tomamos ni de nuestros actos, culpabilizando a otro o a las circunstancias… Nos atrae la libertad, pero no hacemos monumentos a la responsabilidad. Algunos incluso pretenden recurrir al derecho a la libertad para eludir la responsabilidad ante las consecuencias de un acto realizado libremente (Aborto, divorcio…)
San Ambrosio nos aconseja: «El demonio tiene preparado el proceso de todos tus pecados para acusarte de ellos en el tribunal de Dios. Si quieres evitar esta acusación toma la delantera a tu acusador, acúsate a ti mismo ante un confesor, y no habrá entonces ninguno que te acuse» (S. Ambr. lib. 2 de Pænitent. cap. 2). También dice San Agustín; «el que no se acusa en la confesión, tiene oculto su pecado y cierra la puerta al perdón de Dios» (Hom. XII, 50).

Jesús habla de que llevan la delantera en el camino del reino de Dios aquellos que, siendo pecadores y aunque hayan caído muy bajo, recapacitan y creen. No importa lo que hayamos hecho hasta ahora, lo importante es recapacitar y creer. El que se excusa, es que no ha recapacitado.

¿Me excuso ante mi esposo/a?

Además, Santa Teresa dice que el no excusarse ayuda al camino de la humildad. Debemos estar cerca del que fue despojado de su rango, de su nombre y de sus vestidos (cfr. Flp 2, 7), del que fue juzgado en lugar de nosotros, reputado como malhechor, embaucador, endemoniado.

El corazón engreído de los esposos necesita recapacitar para convertirse y creer en un Dios que por Amor, se hace vulnerable.

Oramos hoy con la segunda lectura en la que el Esposo se somete por amor: Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Comentario del Evangelio para Matrimonios Mateo 8, 28-34

La autoridad en el matrimonio.

El hombre tiende a identificar autoridad con posesión, poder, dominio, éxito. Para Dios, en cambio, la autoridad significa servicio, humildad, amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina para lavar los pies de los discípulos, que busca el verdadero bien del hombre, que cura las heridas, que es capaz de un amor tan grande como para dar la vida, porque es Amor. Benedicto XVI, 29 de enero de 2012.

¿Qué hacer cuando tu esposo está furioso? Salir huyendo, evitándole…; buscar la autoridad humana imponiéndote para llevar la razón y dominar tú la situación en lugar de Dios…
Cristo no va contra las personas, sino contra el demonio que las tienta y las domina. Decide salvar una vida, aunque aquellos que le acompañaban estaban atemorizados. Esa es su misión, salvar a aquellos que le fueron entregados por el Padre.

También nosotros tenemos la responsabilidad-misión de la salvación de nuestro esposo, ese maravilloso don que nos ha entregado el Padre. No debemos huir cuando más necesita de Dios, de su Amor, sino que debemos actuar en el nombre de Dios, como dones de Dios para él/ella que necesita una ayuda adecuada para su salvación. Hay que prestarle esa ayuda, (somos ministros de la gracia de Dios para nuestro esposo) que nos preguntará qué hicimos en Su nombre, cómo fuimos representantes de Su amor.

Cristo nos enseña a estar siempre disponibles ante el necesitado, así nosotros debemos amar a nuestro esposo ante todo interés personal o material, pues nuestro esposo vale mas que nuestros intereses. Tenemos la autoridad que Dios nos da, y no otra. Debemos amarle con la misma autoridad de Jesús (que también la revive del Padre), la lógica de Dios desde el servicio y humildad buscando su verdadero bien, hasta el extremo: desde la humillación, el insulto, juicio… «El que pierda su vida por amor, la ganará».

El hombre, por el pecado, perdió la capacidad de verse como un don a sí mismo y a los demás. Cristo lleva a la plenitud esa revelación. Al entregarse por aquellos que le insultaban y golpeaban, a pesar de su falta de amor, Él nos hizo ver lo importantes que somos para Dios, nuestra verdadera dignidad. También Dios nos revela nuestra dignidad en Cristo, entregándonos a su Hijo único por el que todo lo ha hecho. No puede entregarnos nada más. Valemos lo que vale el amor de Dios por nosotros, y es enorme, inimaginable.

¿Reconozco esta dignidad en mi esposo?

Oramos con el Salmo: Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.