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Esposos confiados. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 3, 7-15

EVANGELIO
Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre

Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 7-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «No te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu». Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?». Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna».

Palabra del Señor.

Esposos confiados.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nos dice el Señor, que quien nace del Espíritu no sabe de dónde viene ni a dónde va. ¿Estás dispuesto a vivir así?. Nos encanta la seguridad y nos aferramos como podemos a muchas cosas en este mundo que nos hacen sentir que tenemos el control.

A veces nos creemos dueños de los dones de Espíritu: Recibirlos cuando lo decidimos, transmitirlos cuando nos parece y a quien nos parece. Lo importante es ser dócil al Espíritu. Si no me dejo guiar por donde me lleva el Espíritu, los frutos serán los míos, los de la carne. Cuando te dejas llevar por Él, cuando aceptas las situaciones que te vas encontrando como aquellas en las que el Espíritu quiere que vivas, tu vida cambia.

Nos lo dice Jesús, que no tiene fe, porque no necesita fe. Él viene de Dios y a Dios ha vuelto. Jesús está unido al Espíritu Santo en una comunión plena, son uno.

El matrimonio también tiene que nacer del Espíritu, para vivirlo como Él quiere. ¿Nos creemos que nuestro matrimonio nos conducirá a la gloria? Empezamos por querer que cambie nuestro esposo, cuando ha sido creado tal cual es, como una ayuda adecuada para mí. Nos empeñamos en imponer nuestros criterios, y no entendemos que tenemos que apartar nuestra dureza de corazón para salir de nosotros mismos, para aprender, para convertirnos. Y así una tras otra. Nos revelamos y nos quejamos en todas las situaciones en lugar de ser dóciles y como María, guardar todas esas cosas en nuestro corazón. Siempre nos parece que cuando cambie tal o cual circunstancia, entonces empezará a ir todo mejor.

El Espíritu a veces te conduce al desierto, como hizo con el Señor. Otras a la cruz… Nosotros no queremos ir al desierto, ni ser levantados en una cruz. Sólo nos apuntamos al Tabor, y a la gloria.

Esposos, estamos llamados a ser un solo espíritu ¿Cómo? Dejándonos llevar por el Espíritu. Esposos que confían en Dios y asumen cada situación como la que Dios quiere. Alabado sea por siempre.

Madre:
El Padre que nos ama, nos envía Su Espíritu para que nos guíe por el mejor camino. Sin duda, desea que lleguemos a la gloria. ¿Por qué no dejamos a Dios ser Dios? Por qué preferimos nuestras propias fuerzas. Qué obstinación la nuestra. Madre, sigue guiándonos, mostrándonos el precioso camino de la humildad, de la docilidad, del aprendizaje, de la conversión. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

No más llantos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 16, 9-15

EVANGELIO
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: – «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Palabra del Señor.

No más llantos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Señor, ¿Tienes que echarme en cara a mí también mi incredulidad y mi dureza de corazón?

La cruz nos hace llorar y nos abruma. Entre los esposos hay dificultades relacionadas con la incomprensión, la dureza de corazón porque cada uno se aferra a sus razones… en contraposición el uno del otro por causa del pecado, como dice San Juan Pablo II. En el fondo, es que no creemos que estés en medio de nuestro matrimonio, Señor. No creemos que esa cruz también es un proyecto de redención, y por la Redención elevaste nuestro matrimonio a Sacramento, y por la Redención esa cruz nuestra, dará vida.

No tengo nada que temer. No puedo quedarme haciendo duelo y llorando, por las dificultades del día, porque hoy una vez más, no hemos sabido amarnos. Esa cruz sí que duele. Pero tengo la seguridad de que es Tu plan, Señor, y veo Tus manos que me llevan: Cómo me instruyes, me alientas, me esperas con los brazos abiertos, me muestras cada vez más clara Tu voluntad, caminas a mi lado como con los discípulos de Emaús, echas demonios como con María Magdalena, y Te entregas hoy, otra vez por mí, en la Eucaristía… Para que dé fruto abundante. Por encima de todo, desear a lo largo del día la Santa voluntad del Padre misericordioso, que salva. Esa es la clave.

Superada nuestra incredulidad y nuestra dureza de corazón, nos envías a anunciar el Evangelio, porque un corazón que late enamorado de Ti, que vive en Ti, lo anuncia con su vida porque está lleno de Ti. Y ese es nuestro cometido, que nuestro amor hable del Amor de Dios, y que confiemos y creamos en Ti para conseguirlo.

Madre enséñanos a hacernos uno con Cristo, orando no con nuestra oración, sino con la Suya, sacrificándonos no con nuestro sacrificio, sino con el Suyo. Porque Tú eres Madre Corredentora, porque viviste Su Pasión, Muerte y Resurrección por Él, con Él y en Él. Porque Tú vas la primera guiándonos por el camino de los esposos cristianos.

Cuestión de fe. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 4, 43-54

EVANGELIO
Anda, tu hijo vive

Lectura del santo Evangelio según san Juan 4, 43-54
En aquel tiempo, salió Jesús de Samaria para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: «Un profeta no es estimado en su propia patria.» Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: – «Si no veis signos y prodigios, no creéis». El funcionario insiste: – «Señor, baja antes de que se muera mi niño». Jesús le contesta: – «Anda, tu hijo vive» El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: – «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre.» El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

Palabra del Señor.

Cuestión de fe.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy Jesús nos habla de los signos: “Si no veis signos… no creéis”.

El funcionario real (y por lo tanto pagano) tiene fe. A veces nos cuesta tener fe en nuestra relación, en que podemos cambiar, etc. A veces esperamos milagros muy llamativos porque no somos reflexivos y necesitamos mucho ruido para darnos cuenta de que algo está pasando. Pero Dios actúa en la brisa, en la perseverancia.

Comentábamos con un matrimonio que la relación con el Señor en la oración produce efectos como los de esas casillas de la oca: “De dado a dado y tiro porque me ha tocado” o “de puente a puente y tiro porque me lleva la corriente”. De un día para otro, te encuentras con que aquella dificultad que tenías aquel pecado tuyo que se repetía una y otra vez y era como un chicle pegajoso que no hay manera de deshacerse de él, el Señor te lo quita de un plumazo. Ves tan claro que ha sido Él, que te aumenta la fe, como al funcionario real cuando confirma la autoría del Señor en aquel milagro.

En nuestro camino de esposos, tenemos algunas debilidades que hieren especialmente y dificultan la comunión. En nuestra relación de intimidad con el Señor, Él puede cambiarme. Vemos claramente por ejemplo esa paz interior que da el Señor en la oración y en la Eucaristía, que calma esa agresividad de estar a la que salta. Es uno de esos signos que claramente proceden de Él. De Su mano podemos saborear en nuestro matrimonio cualquiera de los 12 frutos del Espíritu Santo: Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Mansedumbre, Bondad, Benignidad, Longanimidad, Fe, Modestia, Templanza y Castidad. ¿A que apetecen todos?.

Madre:
Mira a tus hijos, queremos a nuestros esposos, pero les hacemos daño muchas veces sin poder evitarlo. Como aquel funcionario real, a ti suspiramos, gimiendo y llorando. Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y muéstranos a Jesús. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que con nuestro esposo, seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Su signo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 29-32

EVANGELIO
A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: – «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

Palabra del Señor.

Su signo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Leyendo la historia de Jonás, uno se pregunta por qué esa tozudez en no hacer la voluntad de Dios:
“Realmente hace un milagro, porque en este caso él [Jonás] ha dejado de lado su terquedad y ha obedecido a la voluntad de Dios, y ha hecho lo que el Señor le había mandado. Nínive se convierte…” (Cf Homilía de S.S. Francisco, 6 de octubre de 2015, en Santa Marta).

O sea, que toda la ciudad de Nínive se convierte porque un solo hombre (Jonás) hace la voluntad de Dios y se transforma en un signo de Dios para todos sus habitantes. Así ocurre con Cristo, que haciendo la voluntad de Dios, se convierte en un signo Suyo y nos redime a todos.

La reflexión para hoy es esta: Si como esposo hago la voluntad de Dios, me convierto en un signo Suyo para mi esposo, mis hijos y los demás. Los signos de Dios son muy sencillos. El de la venida del Salvador era “encontraréis a un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre”. La pregunta es cuántos signos de Dios me pierdo por no saber mirar con Sus ojos y cuántos signos de Dios no transmito por mi tozudez.

Ahora siéntate junto a tu esposo y piensa… ¿Querrá Dios que se salve? ¡Sin ninguna duda!. ¿Querrá Dios que le dé un beso? ¿Una caricia? ¿Que le mire y le hable con cariño? ¿Que me levante yo para que descanse? ¿Que le sonría? ¿Que le escuche? ¿Qué le tranquilice? ¡Sin ninguna duda!

Pues hagamos todos estos signos, y muchos otros en el nombre del Señor, para que Él haga el milagro y se salve.

Madre:
Qué hermosas y qué sencillas son las cosas de Dios. Como en el Evangelio, tenemos grandes signos Suyos justo delante y no somos capaces de verlos. Quiero hacer la voluntad del Padre, quiero ser un medio para que reine en nuestro matrimonio, que se salve mi esposo. Yo veo Sus signos en el esposo que me ha dado, en mis hijos, en mi vocación, en el Proyecto de Amor que has arrancado… Alabado y bendito sea el Señor por siempre.

Creed a mis obras. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 5, 1 -11

EVANGELIO
Dejándolo todo, lo siguieron
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 1 -11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: – «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: – «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: – «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: – «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor.

Creed a mis obras.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En Jn 10,38 el Señor dice: …si no me creéis a mí, creed a mis obras…

Cuántas veces hemos bregado, con esfuerzo e interés, por superar algún defecto personal, algún problema con nuestro esposo, etc. Solemos confesarnos de lo mismo una y otra vez. Pero no hemos logrado buenos resultados y eso nos desanima, y nos hace tirar la toalla, verlo como algo imposible. Le decimos al Señor: He estado bregando toda la noche (referida a un tiempo oscuro y de dolor) y no hemos conseguido nada.

La mayoría de las veces el problema viene de que quiero ser yo quien controle mis debilidades y que se resuelvan como consecuencia de mi esfuerzo. Causa-efecto. Es probable que el Señor quiera hacernos ver que no somos merecedores de los resultados que esperamos, demasiado nos ha dado ya. Tenemos que aceptar nuestra pequeñez y pedirle al Señor que sea Él quien lo arregle, cuando Él quiera.

Mientras, es importante decir como Simón Pedro: “por tu Palabra, lo volveré a intentar”. Lo importante es la docilidad al Espíritu y la fidelidad ante la dificultad. La verdadera perfección no está en el resultado de las cosas, sino con el amor con que se hacen.

No importa el resultado, lo que importa es nuestra confianza en el Señor, Él ve en nuestro corazón el amor con el que se vuelve a intentar una y otra vez, que se persevera a pesar del daño recibido, que la caña cascada no la quebramos, sino que el amor nunca se echa atrás, nunca se arrepiente de amar, ni aparta a nadie, “todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca”.

Cuando por fin si Dios quiere vemos los frutos, cuando nos dejamos sorprender por Jesús, constatando el milagro de Su amor y Su misericordia por mí, es cuando no puedo más que alabarle: Porque sólo Tú eres Santo, sólo Tú, Señor. Entonces reconozco que no ha sido mérito mío, sino obra de Dios. Entonces, el deseo de dejarlo todo por Él invade mi ser, dejar todo aquello que me separa del amor y seguir al Maestro del Amor.

Oración:
Madre, Tú sabes cuántas veces he pedido por la sanación de mis defectos, con los que hiero a mi esposo y a mí mismo/a. Ese orgullo que me impide ser dócil al Espíritu y que me haga uno con él/ella. En el fondo me cuesta admitir mis imperfecciones. Hoy no te pido que me sanes, te pido que me des fuerza para seguir luchando. No merezco más de lo que ya me has dado y alabo a Dios por lo que tengo. Si me quieres así, así quiero ser. Señor, cuando Tú quieras, como Tú quieras, donde Tú quieras. Ahí quiero estar.