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Reconocer a un Dios sencillo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 6, 1-6

EVANGELIO
No desprecian a un profeta más que en su tierra
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Palabra del Señor.

Reconocer a un Dios sencillo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La carne limitada puede contener al Espíritu Santo infinito. Las tareas del día a día son parte del misterio de la inmensa obra de Dios. Cristo lo hizo posible. Parece que no nos damos cuenta de lo que supuso que Cristo se hiciera uno de tantos. Vivió toda una vida como hombre para transformarla en vida divina. Santificó el trabajo con sus manos y convirtió el sufrimiento en un medio de salvación y redención. Nos cuesta pensar en un Dios sencillo, que no hacía otra cosa que trabajar de manera artesanal como cualquier otro y pasar totalmente desapercibido durante 30 años. Eso les extrañaba a sus familiares. Fueron incapaces de reconocer a un Dios sencillo.

Estamos acostumbrados a mirar las tareas cotidianas con recelo, como rutinarias y medio inútiles. Tareas aburridas que no hay más remedio que hacer, que nos quitan tiempo para lo importante. ¿Quién no quisiera una Mary Poppins en casa? Pero nuestro camino hacia Dios está en la fidelidad incondicional y el abandono confiado a Él. No está en la complejidad o la categoría del rol que desempeñamos. Los Laicos nos acercamos a Dios dedicándole todas las obras de la vida ordinaria. Cristo sanó todas esas realidades temporales, haciendo de ellas el marco de una vida admirable, santa y santificante, destinada a crecer hasta la perfección evangélica

Si Dios me quiere conceder Su gracia poniendo el lavaplatos o limpiando el polvo o ayudando a los niños en sus tareas ¿Quién soy yo para negarme?

«Los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortalecidos y como consagrados por un sacramento especial, con cuya fuerza, al cumplir su misión conyugal y familiar, animados del espíritu de Cristo, que penetra toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios» (GS 48b).

O sea, que un esposo, actuando como esposo, por la fuerza de su sacramento, se va perfeccionando y santificándose junto con su esposa y viceversa, y así glorifican a Dios. ¿Y ya? No es poco. Dicen que cuando falleció Teresita de Lisieux, algunas monjas del convento comentaban que pobrecita niña, que había pasado por el mundo sin dejar huella. Desde luego no se esperaban que fuera santa y mucho menos, doctora de la Iglesia.

Qué hermoso ser un santo que pasa desapercibido, que sólo Dios sabe con cuánto amor hace las pequeñas cosas. Así, como Cristo en sus años de vida oculta en Nazaret. Seamos esposos de Nazaret.

Madre,
Tú también pasaste bastante desapercibida. Apareces siempre en segundo plano (el primero lo ocupa Jesús) y solamente en un puñado de ocasiones. De los veintisiete escritos del NT, sólo en 4 se menciona Tu nombre, y un quinto (Evangelio de Juan) se refiere a ti como la Madre de Jesús. El resto, no te menciona directamente. ¿Qué hiciste en tu santísima vida en tantos momentos en que no apareces en la Escritura? Nada que fuese llamativo, lo ordinario que realizaría una madre como las demás, pero todo según la voluntad de Dios. Madre sencilla y a la vez Reina de universo, ruega por nosotros.

El “sello” de Familia. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 3, 31-35

EVANGELIO
El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo:
«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
Él les pregunta:
«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice :
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Palabra del Señor.

El “sello” de Familia.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

¿Hermano de Cristo? Ya lo soy. Cristo ha establecido una unión que es más fuerte que la unión carnal, es la unión en el Espíritu. Yo me puedo hacer muy amigo de mi esposo, pero sólo el Espíritu nos puede hacer uno.

Por tanto, por el sacrificio de Cristo, que nos deja el sacramento del bautismo, yo soy hijo del Padre, y hermano del Hijo. Pero una cosa es lo que soy y otra muy distinta cómo me comporto. Unos hijos educados, muestran algo de sus padres, por la inversión en la educación del niño, el nivel cultural de la familia, etc. El comportamiento de un hijo habla de su familia. Algún padre habrá dicho más de una vez “Hijo, no pareces hijo nuestro”. Pues de eso se trata, de comportarme como lo que soy, que parezca hijo de Dios.

Es el Espíritu de la Verdad, que informa la vida. Nos hace vivir una vida nueva, en un mundo nuevo, desde un enfoque diferente. Alguien que “sella” nuestra vida, nuestra forma de ser, nuestro compromiso, nuestras prioridades. Es el “sello” Familiar.

Pues ese mismo Espíritu de Jesús, es el que conduce nuestro matrimonio, y lo hace nuevo, distinto. Nos hace querer más, un matrimonio sagrado, la unión de dos hijos de Dios en Cristo. Eso no es humano, es Divino. Dos esposos que se empeñan en acercarse a Dios para acercarse mutuamente, que escuchan a Dios para discernir sus decisiones y que éstas coincidan, que no se fían de sí mismos y obedecen a Dios para no equivocarse de camino. Es la obra del Espíritu Santo por nuestro sacramento.

Madre,
Que escuchemos siempre la Palabra y sepamos discernir la voluntad de Dios, y nos esforcemos en cumplirla. Esto nos permitirá formar parte de Vuestra Familia y tener el mismo Padre, la misma Madre, el mismo Hermano mayor. Pertenecer a la misma Familia nos hace “mamar” la misma sabiduría, comprendernos mejor, une nuestros proyectos y nuestras ilusiones. Poco a poco el Espíritu de la Familia nos va haciendo uno. Gracias Señor por este inmenso don de darnos la oportunidad de ser tus hermanos. Gloria a ti por siempre.

Cómo dominar al forzudo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 3, 22-30

EVANGELIO
Satanás está perdido
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 22-30

En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas:
« ¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra si mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Palabra del Señor.

Cómo dominar al forzudo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Un matrimonio dividido no puede subsistir, ni la familia a que han dado origen, obviamente. De siempre se ha dicho, que la unión hace la fuerza. La desunión debilita. ¿Qué me desune a mi esposo?.

Hay un forzudo en mi interior, que debo atar para que el Espíritu pueda entrar y gobernar mi vida. El forzudo es mi yo, que reclama atenciones, que se justifica, que se queja, que está pendiente de sí mismo, de su dolor, de las injusticias que se cometen contra él… todo esto es lo que crea división.

Ya lo decía San Juan Pablo II. El pecado produjo una división entre cuerpo y alma. Mi cuerpo tiende hacia el mundo y mi alma hacia Dios. Si alimento mi cuerpo, lo hago más fuerte y vence. Si debilito mi cuerpo, mi alma se hará más fuerte y vencerá en la batalla interior. Así dejaré espacio al Espíritu para que me impregne del amor esponsal de Cristo.

Es el Espíritu quien lo hará, y tengo que confiar en que lo hará, o de lo contrario estoy perdido. Es el pecado contra el Espíritu Santo, pues si lo rechazo no podrá ayudarme. Por eso la desesperanza es tan mala. Por tanto, la fe me lleva a la esperanza y la esperanza a la caridad conyugal, que es el destino que Dios pensó para nosotros. Que seamos uno. Por ello rezó al Padre.

Madre,
Hoy es el día de San Ildefonso, el primero que habló de la consagración a Ti. Él se definía como el esclavo de la Esclava del Señor. Yo también me siento así. Dame fuerzas para controlar al forzudo que hay en mi interior, dame perseverancia para debilitarlo poco a poco, conteniéndome en mis gustos, mis apetencias, en mis impulsos, para dejarle vía libre al Espíritu de Dios. Preparad el camino al Señor, decía Juan Bautista. Madre, vuestro soy, para vosotros nací, ¿Qué queréis hacer de mí?. Hágase. Amén.

El idioma del alma. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 2, 18-22

EVANGELIO
El novio está con ellos
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 18-22

En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno, vinieron unos y le preguntaron a Jesús:
«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».
Jesús les contesta:
«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar.
Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.
Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor.
Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

Palabra del Señor.

El idioma del alma.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nos centramos hoy en esa actitud que debemos mantener porque estamos con el Esposo. Esa actitud es la alabanza.
La alabanza es un bien inmenso para el corazón humano, que ha sido creado para alabar a su Creador y no sólo eso, sino alabar también a la creación del Creador. En nuestro caso, especialmente a nuestro esposo y nuestro matrimonio que, como decía el Papa Francisco, es la obra más bella de la creación.

Los corazones que no se ejercitan en la alabanza no se preparan para el cielo (esta frase es para releerla varias veces). Por eso es importante, es vital aprender a alabar y nunca dejar de hacerlo. La alabanza es el idioma definitivo del alma.

Pero, ¿cómo aprender a alabar? ¿Cómo fortalecerme en la alabanza?

1. Repaso los verbos: tener un detalle, meditar, sonreír, descansar en (alguien), recibir, agradecer, admirarse, celebrar y perdonar. El veneno del alma huele mal, sabe mal y hace mal. Así pues, hay que salir del veneno. Sin embargo, luchar contra los venenos es muy difícil, es como luchar contra el Diablo. Es mejor introducir la alabanza, porque es verdad que una persona sanada alaba, pero también es verdad que la alabanza sana. Ej. Si estoy viendo mal a mi esposo y criticándole por dentro, empiezo a alabar a Dios por él/ella y descubriré que poco a poco el veneno se va disipando (Es un producto testeado ).

2. Para aprender a alabar, no empiezo por las personas humanas, que pronto decepcionan, especialmente cuando la virtud no ha echado verdaderas raíces en mi alma. Comienzo mejor alabando a Personas divinas: Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Puedo alabar al Padre por crear a mi esposo, al Hijo por salvarle, al Espíritu Santo por residir en él/ella y ungirle…

3. Para fortalecer la alabanza a Dios: apoyarme en las palabras de otros y dejar que poco a poco vayan fluyendo las propias palabras. Para lo primero, ayuda la oración compartida con mi esposo, la lectura de santos que alaben a Dios (Teresita de Lisieux, Santa Teresa, San Francisco…) y especialmente, orar con los salmos. Para esto último, es genial la oración ante el Santísimo Sacramento y escribir mis propias oraciones y meditaciones. Si comparto este momento con mi esposo, mil veces mejor, porque nos unirá muchísimo.

4. Crecer en la alabanza implica darle la gloria a Dios en todo lo bueno y en todo lo malo; agradecerle todo lo bueno y todo lo malo. Lo bueno es fácil (aunque muchas veces me olvide), lo malo, porque me sirve de expiación, me ayuda a desarrollar las virtudes, porque experimento Su misericordia inmensa cuando Él me perdona una y otra vez y me acoge. A este propósito me ayudan enormemente las jaculatorias.

5. Una vez habituado a la alabanza divina, iré sintiendo que mi alma se dilata, se libera de prejuicios, juicios y mezquindades, y es entonces cuando empiezo a ver a Dios en mi esposo. Empiezo a centrar mi felicidad en que mi esposo sea feliz. Es el momento de ser más generoso con mis sonrisas y palabras amables, preparándome para la alabanza celestial.

Pronto notaré que es verdad que se gana más en una hora alabando a mi esposo que en un mes tratando de que mi esposo me alabe a mí.

Madre,
Hoy, más que nunca, tengo necesidad de alabar a Dios. Alabado seas Señor por tanto como me has dado. Por compartir conmigo Tus secretos, Tu misión, Tu amor. Alabado seas, porque siendo yo tan poca cosa, te fijaste en mí y me lo has dado todo. Un esposo, unos hijos, un hogar, una posibilidad de comunión, un camino para construirme y un final inimaginable a Tu lado eternamente. Gloria y alabanza a Dios en Cristo por el Espíritu Santo. Amén.

Al feo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 2, 13-17

EVANGELIO
No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él, y les enseñaba.
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Se levantó y lo siguió.
Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran ya muchos los que lo seguían.
Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
«¿Por qué come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y les dijo:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Palabra del Señor.

Al feo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Anoche, cuando leíamos en familia este Evangelio, los niños se empezaron a reír. ¿De qué os reís?, les preguntamos. Leví Alfeo, jajaja y se partían (le vi al feo). Nunca nos habíamos dado cuenta que el nombre del pecador era tan sugerente… Y es que, es cierto, que al que peca, a veces “lo veo feo” y tengo la tentación de apartarme de él, como si yo fuese perfecto…

El camino hacia la santidad no consiste en ser perfecto, nos recordaba esta mañana Radio María en una charla de Mons. Munilla. Nos decía que hay dos conversiones. La primera es cuando uno se decide a entregarse al Señor, y la segunda es un “Sí” sostenido. Es decir, perseverar en ese intento por estar en gracia de Dios, y eso se consigue mediante la oración, el sacrificio y el amor, movidos y guiados obviamente por el Espíritu Santo.

Pues bien, dentro de que nuestra principal vocación que es ser seguidor de Cristo, como nos recordaba el Obispo, mi camino concreto en ese seguimiento a Cristo (Esposo) está en mi matrimonio. Es ahí donde debo centrar principalmente la oración, el sacrificio y el amor. También en el matrimonio hay una primera “conversión” el día de mi boda, en la que decido entregarme a Dios a través de la entrega a mi esposo, pero hace falta una segunda conversión, que se explicita en la coletilla del consentimiento matrimonial: “todos los días de mi vida”. En ese acoger a mi esposo “todos los días de mi vida” y entregarme a mi esposo “todos los días de mi vida”, está principalmente mi camino hacia la santidad, hacia mi unión con Dios.

También nos decía Mons. Munilla, que la santidad no consiste en rellenar un cheque, poniendo la fecha y la cifra y pidiéndole a Dios que firme. La santidad en ese “todos los días de mi vida”, está en firmar un cheque en blanco y entregárselo a Dios para que lo rellene como Él considere. Así, mi esposo, el que Dios ha creado para mí, al que Dios me ha unido, lo tengo que acoger “todos los días de mi vida” tal como es, sin condiciones. No vale decirle a Dios “Acepto el esposo que me has entregado, pero si le haces más servicial, le mejoras el carácter y le haces más comprensivo. Pues no. Yo te quiero a ti, tal como eres, “todos los días de mi vida”.

Y eso es lo que hace Cristo, nos acoge con todos nuestros pecados y defectos, porque Él con su mirada, a mi esposo, no lo ve feo cuando peca, ve lo hermoso que está llamado a ser.

Madre,
Toma mi cheque en blanco. Me propongo acoger a mi esposo, para amarle y respetarle “todos los días de mi vida”. Envía el Espíritu sobre nosotros, para que avancemos en el camino de la Gracia que Dios, en su eterna bondad, nos ha designado. Alabado sea por siempre. Amén.