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Por el interés te quiero, Andrés. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 6, 24-35

EVANGELIO
El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 24-35
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús., Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
– «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les contestó:
– «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros.
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»
Ellos le preguntaron:
– «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?»
Respondió Jesús:
– «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»
Le replicaron:
– «¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo.»»
Jesús les replicó:
– «Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»
Entonces le dijeron:
– «Señor, danos siempre de este pan.»
Jesús les contestó:
– «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

Palabra del Señor.

Por el interés te quiero, Andrés.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cristo sabe muy bien de lo que habla: “me buscáis, porque comisteis pan hasta saciaros”. ¡Qué bien nos conoce! Entre esposos cuántas veces esperamos una respuesta, un consuelo, que nos ayude en nuestro trabajo, que reconozca nuestro esfuerzo… esperamos y muchas veces exigimos que nos dé algo a cambio de nuestra entrega. Es un desorden de la esperanza, porque el que ama siempre tiene la esperanza de ser amado para vivir una comunión. Pero ese amor humano, se tiene que ir convirtiendo cada vez más en Caridad, en la Caridad de Dios. Y para eso es imprescindible recibir el Espíritu de Cristo. El Espíritu modela al hombre según la semejanza de Jesús, el Hijo y el Esposo.

Señor, quien te busca de verdad, te encuentra y quien te encuentra, tiene vida, y no pasa hambre ni sed.

Se trata de acompañarte en una relación no de fuerza, sino de amor; no de aburrimiento, sino de intimidad; no de pedir para mí, sino de agradecimiento; no de echarte una parrafada, sino de admirarte, alabarte, bendecirte…

Ligado a mi amor a Ti, el amor en mi matrimonio: Pasa de ser una dificultad, a ser una oportunidad; de ser una prisión, a ser una liberación; ya no es una trampa, sino una prueba; deja de ser un lastre, para ser un medio de enriquecimiento; no es un esfuerzo de dos, sino un recipiente para Tu Amor. Nuestro sacramento del matrimonio es ese Pan bajado del cielo que nos das y que está unido a nuestra redención:
San Juan Pablo (Catequesis 15/12/82): “La imagen paulina del matrimonio, asociada al «misterio grande» de Cristo y de la Iglesia, aproxima la dimensión redentora del amor a la dimensión nupcial. En cierto sentido, une estas dos dimensiones en una sola… Por medio del matrimonio como sacramento estas dos dimensiones del amor, la nupcial y la redentora, juntamente con la gracia del sacramento, penetran en la vida de los esposos”.

Señor, ocúpate de mis asuntos y yo me ocuparé de los tuyos (Santa Teresa de Jesús).

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

La semilla del Reino, una energía nuclear. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 13, 31-35

EVANGELIO
El grano de mostaza se hace un arbusto y vienen los pájaros a anidar en sus ramas

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 31-35
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente:
-«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola:
-«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada.
Así se cumplió el oráculo del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.»

Palabra del Señor.

La semilla del Reino, una energía nuclear.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Transcripción de fragmentos de la exposición de Jorge Atienza (Encuentro GBG Cullera, Valencia):
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La más pequeña… es como a veces nos sentimos en la vida. Es nuestra insignificancia. Lo experimentamos en las complicaciones de la vida que nos superan o a veces ante los gigantes: Las modas o las fuerzas sociales. Todo esto suscita la sensación de pequeñez. ¿Cómo salimos de ahí, de esa sensación de pequeñez? O más aún, de vernos insignificantes ante tales gigantes.

Jesús nos propone un componente opuesto que choca frontalmente con estos gigantes: el Reino de los Cielos. Se produce una energía nuclear, un choque que provoca una implosión (desmorona lo de dentro), para producir inmediatamente después una explosión hacia fuera que genera vida. El Reino desata energía de vida. Desata a todos los que se sienten insignificantes. El Reino de los Cielos: astronómico, sempiterno, soberano, invencible, inagotable, glorioso, incorruptible… procede incomprensiblemente como lo hace la más diminuta de las semillas, la mostaza. Es la vuelta al Génesis. La parábola es la recreación. El Reino viene a recrear la Tierra.

En esa intervención silenciosa del Reino de los Cielos con las fuerzas de la Tierra, el Reino no destruye la Tierra, extiende sus raíces en ella para que dé fruto. El Reino no ve la Tierra como rival, sino como huerto. Sembrado en ella se hace útil. Todo lo que la vida necesita para producirse es una rendija de luz.

Una vez que el Reino es sembrado, nadie lo detiene.
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¿Qué consecuencias tendría si sembramos la voluntad de Dios para el matrimonio en nuestras vidas? “Anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo”: La Creación del matrimonio está en el Génesis y la re-creación en Cristo. Descubramos la perla escondida, y sembremos esa semilla en nuestra vida. Puede que nos produzca sufrimiento en muchos momentos, puede que nos exija cargar con la cruz, pero lo importante es que “Él hace proezas con su brazo, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”. Lo hemos visto ya en la historia: Un santo puede más que una ideología; un mártir, más que un imperio. ¿Qué potencia tiene la fuerza nuclear de Dios haciendo santo nuestro matrimonio? ¿Haría santos a nuestros hijos? ¿Cuántos podrían salvarse, cuántos convertirse, cuántos alabar a Dios, cuántos ser felices, cuántos… ?

Esa fuerza nuclear de la unión en el matrimonio, que derriba nuestro interior, todas nuestras leyes y seguridades, que hace nuestro yo elástico y lo estira y lo ablanda, para poner en su lugar la voluntad de Dios. Esa fuerza que ensancha nuestro corazón haciendo llegar nuestro amor hasta lugares insospechados. Esposa, esposo, ¡hagámoslo realidad!, amémonos como Él y el milagro se producirá: “Basta para que todo fermente…”

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Amantes de altura. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 13, 18-23

EVANGELIO
El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 18-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador:
Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.»

Palabra del Señor.

Amantes de altura.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cristo es la Palabra de Dios. En este Evangelio de hoy, podemos plantearnos cómo acogemos a Cristo en nuestro matrimonio, o lo que es lo mismo, el Evangelio del matrimonio.

Las alternativas son claras: La semilla que cae el borde del camino, es cuando no queremos acogerle. Es nuestra dureza de corazón: “Por vuestra dureza de corazón permitió Moisés el repudio”. Por la dureza de corazón se hace imposible el matrimonio. Este podría ser el primer nivel de relación hombre-mujer en un plano puramente físico. No quieren entrar en ningún tipo de compromiso. Sexo sí, pero nada más. Pero los matrimonios cristianos, que valoran esta unión de los cuerpos como un don de Dios inseparable de la entrega de la persona en su totalidad, aspiran a algo más.

La segunda alternativa es cuando la semilla cae en terreno pedregoso. Florece muy rápido y se seca en seguida. Este es el 2º nivel de relación típico de los que basan su compromiso en los sentimientos y las emociones. Todo son fuegos artificiales, muy llamativos, pero poco duraderos. Los esposos cristianos, no quieren depender del arbitrio de sus emociones y sensaciones. Valoran el hecho de sentir unos afectos como algo que te lleva a buscar algo más profundo en la persona por la que se sienten, pero no basan su relación sólo en ellos.

La tercera alternativa es la semilla que cae en un terreno donde hay zarzas. Es el terreno del mundo. Éstos llegan al siguiente nivel de relación, que es el de amar a la persona por sí misma, independientemente de sus virtudes y defectos. Ya sí están dispuestos a comprometerse para toda la vida. Pero el mundo puede distraerlos con sus múltiples atractivos: Comodidades, diversiones, el éxito profesional… y ahogan ese amor que empezó siendo sincero. Los esposos cristianos se valoran como personas, pero no confían en sus fuerzas, buscan algo más. Buscan una transcendencia en su relación más allá de lo puramente temporal y caduco.

La cuarta alternativa es la de la semilla que cae en tierra fecunda. Ésta es la tierra de la humildad: “El humilde no es el que se contenta con poco, sino el que sabe reconocer la grandeza para apoyándose en ella, crecer por encima de sí mismo” (Llamados al amor pg. 135). Son los esposos cristianos, que saben reconocer la grandeza del amor de Cristo y de su Espíritu, y cuentan con Él para que crezca en ellos Su amor y dé mucho fruto.

Los esposos cristianos no son unos reprimidos, son los que quieren más, son los que apuntan a un Amor que viene de lo alto.

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Una relación nueva. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 12, 46-50

EVANGELIO
Señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos»

Lectura del santo evangelio según san Mateo 12, 46-50
En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Uno se lo avisó:
-«Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo. »
Pero él contestó al que le avisaba:
-«¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»
Y, señalando con la mano a los discípulos, dijo:
-«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»

Palabra del Señor.

Una relación nueva.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nos imaginamos por un instante que llegamos al trabajo de nuestro esposo porque queremos hablar con él y se lo comunican: tu marido/mujer esta fuera porque quiere hablar contigo ¿Qué pasaría si le oímos decir desde lejos: Quién es mi marido/mujer?

Tu esposo no es tal como lo miras con los ojos sensibles. Hay un nuevo esposo que tienes que aprender a ver con los ojos de Dios y amarle con el Espíritu de Dios. Ahí encontrarás a tu mejor amigo, tu relación más íntima, el que te conoce y a quien conoces. Ya no te sorprenderás a ti mismo contándole a otro cosas que deberías contarle a tu esposo y no te atreves a hacerlo.

Vivir en Cristo establece un nuevo tipo de relación. El que cumple Sus mandamientos, permanece en Él. No es lo mismo ser hermanos, que ser hermanos en Él. No es lo mismo ser padres que ser padres en Él. No es lo mismo ser esposos que ser esposos en Él.

Los esposos que cumplen la voluntad del Padre para el matrimonio, permanecen en Él, y entre ellos hay una nueva relación, porque Él lo hace todo nuevo. El matrimonio pasa a ser otra cosa. Deja de ser una relación de pactos en la que el respeto es un mínimo exigible, para convertirse en un misterio sagrado de Dios, por el que hombre y mujer se hacen un sólo corazón y una sola alma.

Es voluntad del Padre que vivamos el uno para el otro, que seamos ayuda adecuada el uno del otro, que nos conozcamos, que generemos vida a nuestro alrededor. No se trata de dar respuesta al otro según su entrega, sino de cumplir la voluntad del Padre. Yo me entrego a ti, porque Dios quiere que te ame como Él me ha amado, porque es Su voluntad. Así descubriré realmente quién soy, quién eres y qué quiere Dios de nuestra unión.

Jesús aquí apunta a lo importante, la verdadera familia nace del Padre. Si quiero ser uno con mi esposo, no lo conseguiré si no es naciendo del Espíritu. Tenemos que llegar a ver todo desde la mirada de Dios. Tenemos que aprender a ver al esposo y nuestro matrimonio desde la mirada de Dios.

Pongamos nuestra confianza en Él, como María, que a pesar de la dureza de las palabras de Cristo, guardaba todas estas cosas en su corazón.

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
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El signo está en tu mano. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 12, 38-42

EVANGELIO
Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará

Lectura del santo evangelio según san Mateo 12, 38-42
En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús:
-«Maestro, queremos ver un signo tuyo.»
Él les contestó:
-«Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra.
Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.
Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.»

Palabra del Señor.

El signo está en tu mano.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

¿Qué pasará cuando se juzgue a esta generación de esposos? ¿Somos una generación infiel a nuestra vocación de entrega matrimonial en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas? ¿Somos una generación perversa? Esa perversión que consiste en saber que no lo estamos haciendo bien y no hacemos nada para remediarlo.

Esta generación necesita esposos que, como Jonás, estuvieron un tiempo hundidos en las entrañas del mundo y Dios los ha sacado para que anuncien la verdad del Evangelio de Matrimonios. Pero ¡ay de los que no se conviertan! con su testimonio. ¡Ay de los que no emprendan el camino hacia la sabiduría de Dios sobre el matrimonio! Un camino largo, pero necesario.

A los esposos no se nos dará otra señal que la alianza que nos entregamos el día de nuestra boda. Cada alianza permanece en el dedo anular del esposo, allí donde fue puesta amorosamente por el otro «en señal de amor y fidelidad». Cada uno tiene en la propia mano la señal del milagro de la entrega del otro. El signo de que somos fieles al amor por el que Dios nos ha unido y por medio del Espíritu Santo nos ha convertido en un Misterio viviente que refleja el Amor divino y participa de Él. En nuestro Sacramento es Cristo mismo quien nos dice a los esposos cristianos estas palabras: «así como el Padre me amó, así os he amado yo: permaneced en mi amor» (Jn 15, 9). La Alianza, Su Alianza, está significada por la alianza conyugal. Ahora los esposos podemos también «permanecer en el amor» que nos entregamos el día de nuestra boda y manifestar la verdad del signo de los anillos nupciales.

Mira ese signo, la alianza en tu dedo. ¿Te acuerdas? Acaríciala y bésala. Besa la verdad que representa.

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
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