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No más llantos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 16, 9-15

EVANGELIO
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 16, 9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: – «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

Palabra del Señor.

No más llantos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Señor, ¿Tienes que echarme en cara a mí también mi incredulidad y mi dureza de corazón?

La cruz nos hace llorar y nos abruma. Entre los esposos hay dificultades relacionadas con la incomprensión, la dureza de corazón porque cada uno se aferra a sus razones… en contraposición el uno del otro por causa del pecado, como dice San Juan Pablo II. En el fondo, es que no creemos que estés en medio de nuestro matrimonio, Señor. No creemos que esa cruz también es un proyecto de redención, y por la Redención elevaste nuestro matrimonio a Sacramento, y por la Redención esa cruz nuestra, dará vida.

No tengo nada que temer. No puedo quedarme haciendo duelo y llorando, por las dificultades del día, porque hoy una vez más, no hemos sabido amarnos. Esa cruz sí que duele. Pero tengo la seguridad de que es Tu plan, Señor, y veo Tus manos que me llevan: Cómo me instruyes, me alientas, me esperas con los brazos abiertos, me muestras cada vez más clara Tu voluntad, caminas a mi lado como con los discípulos de Emaús, echas demonios como con María Magdalena, y Te entregas hoy, otra vez por mí, en la Eucaristía… Para que dé fruto abundante. Por encima de todo, desear a lo largo del día la Santa voluntad del Padre misericordioso, que salva. Esa es la clave.

Superada nuestra incredulidad y nuestra dureza de corazón, nos envías a anunciar el Evangelio, porque un corazón que late enamorado de Ti, que vive en Ti, lo anuncia con su vida porque está lleno de Ti. Y ese es nuestro cometido, que nuestro amor hable del Amor de Dios, y que confiemos y creamos en Ti para conseguirlo.

Madre enséñanos a hacernos uno con Cristo, orando no con nuestra oración, sino con la Suya, sacrificándonos no con nuestro sacrificio, sino con el Suyo. Porque Tú eres Madre Corredentora, porque viviste Su Pasión, Muerte y Resurrección por Él, con Él y en Él. Porque Tú vas la primera guiándonos por el camino de los esposos cristianos.

La Pascua conyugal. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 20, 11-18

EVANGELIO
He visto al Señor y ha dicho esto

Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: – «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: – «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: – «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: – «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: – «¡María!». Ella se vuelve y le dice: – «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: – «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro»». María Magdalena fue y anunció a los discípulos: – «He visto al Señor y ha dicho esto».

Palabra del Señor.

La Pascua conyugal.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Todavía hay muchos que como María Magdalena en esta escena, siguen llorando como si el Señor no hubiese resucitado. A nosotros nos ocurría esto, hasta que Jesús nos llamó por nuestro nombre a través de María. Sí, Él no es un Dios etéreo que está allá a lo lejos en los cielos. Él está a nuestro lado. Le consultamos cosas en la oración, le vemos actuar en nuestra vida, en situaciones concretas que hemos dejado en sus manos y Él ha dirigido y sigue dirigiendo, claramente.

También hay muchos matrimonios que siguen llorando como si el Señor no hubiese redimido su relación. Viven como podría vivir cualquier pareja no creyente. Si no hemos empezado a saborear un poquito de “cielo” en nuestro matrimonio, algo pasa. Dice San Juan Pablo II que el pecado afecta a nuestro conocimiento, nuestra conciencia, nuestra opción y nuestra decisión. Tremendo. Tenemos que ser conscientes de esto para luchar: Creemos saber y no conocemos la verdad, nuestra conciencia está distorsionada por nuestros propios criterios, no vemos las opciones verdaderas por culpa de nuestros intereses y cuando tomamos una decisión no somos fieles a ella. El matrimonio hay que trabajarlo duro, no nos ha sido dado hecho. Hay que ir purificándolo acogiendo la revelación, iluminados por Dios en la oración, alimentándonos de la Eucaristía transformadora y apoyándonos en nuestro sacramento matrimonial, del que hemos recibido el poder.

Así que, no nos quedemos llorando, tienes que seguir buscando hasta encontrar el tesoro de tu matrimonio. Lo que creías que era un hortelano era el mismo Cristo. Hay muchos esposos que fueron a celebrar la vigilia Pascual la tarde del sábado y ¿Qué está transformando esa Pascua en su relación conyugal?. La fe lleva a la esperanza y a la caridad. Si tenemos fe en la Pascua, entonces debemos tener una enorme esperanza en nuestra relación y a su vez ésta, será inundada por la caridad.

Pero tenemos que empezar por tener fe: “El amor todo lo cree”, decía San Pablo. Trabajemos nuestro matrimonio, tenazmente, Cristo está a nuestro lado intercediendo por nosotros al Padre Suyo y Padre nuestro, al Dios Suyo y Dios nuestro. Así que, tranquilos…

María:
Es Pascua de Resurrección, tráenos la luz para ver, la alegría para compartir, la fiesta para celebrar que con Él, el bien es imparable. Invencible. El amor acabará derrotando cualquier resquicio de dolor. Contigo, se alegra nuestra alma en Dios, nuestro Salvador. Alabado sea el Señor Resucitado.

Solos y hundidos. Comentario para matrimonios Sábado Santo

Sin Evangelio.

Solos y hundidos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy no hay Evangelio del día, pues hoy no hay liturgia. Jesús está muerto en el sepulcro y en señal de duelo, la Iglesia guarda un silencio expectante. No se celebran ni la Eucaristía ni los demás sacramentos. Vivimos en silencio el dolor de la muerte de Cristo, hemos contemplado su muerte desgarradora, la vergüenza de nuestro pecado, el desánimo de un Mesías maltratado y humillado que calla.

Hoy el Esposo yace muerto en el sepulcro. Quizás es un día para preguntarnos ¿Qué sería de nosotros sin el Señor? ¿Y si hubiera muerto para siempre, qué sería de mí? Una vida finita, en la que tendría que luchar sólo con mis escasas fuerzas. Un mundo en el que sólo nos queda aprovechar desesperadamente cada minuto para “disfrutar” de una vida terrenal que se va apagando, que avanza inexorablemente hacia un final dramático, un final horrible: La nada. ¿Dónde estaré? No existiré nunca más. ¡No existiré nunca, nunca más! Todos mis esfuerzos se desvanecerán, el fruto de mi trabajo, de mi cariño… todo se pierde y nada permanece. Olvidado para siempre. Una vida en que todos los disfrutes que me quedan son comer, beber, viajar… pero que nada de eso acaba realmente de satisfacerme en absoluto. Todo caduco, todo engañoso, una realidad que se deshace, se corroe, una realidad que no me da lo que parece prometer. Vacía.

Y meditamos también lo que sería esa vida sin mi esposo. Experimentemos la soledad originaria de San Juan Pablo II, en la que el hombre no tenía a ningún igual con quien compartir su subjetividad, sus cosas, sus secretos, su interior. Cuando acabe mi día, cansado ¿A quién voy? ¿Dónde? Cuando tenga una situación difícil ¿En quién me apoyo? ¿A quién le entrego mi intimidad?. No hay nadie a mi lado para desarrollarme como persona y crecer entregándome. Hijos, tareas, trabajo, pero ¿dónde está el centro de mi vida? Y mi proyecto? ¿El núcleo de mi existencia terrenal?. Mi esposo no está. ¡Qué desolación!.

Solos, hundidos y tristes. Únicamente la Santísima Virgen María conserva la esperanza. Ella sabe lo que nos espera el día de mañana. Ella sabe que, como en Caná, ese vino que se nos ha agotado, precedía a un vino mucho más sabroso, más lleno de vida. Conviene que vivamos hoy esta sequedad, esta soledad y esta tristeza, porque María nos está apuntando a algo grande que llegará mañana. Así lo viviremos con más fuerza.

Madre:
En esta soledad, en esta tristeza y amargura, sólo nos queda apoyarnos en ti, la única que conserva la fe hasta el final. Gracias porque siempre estás ahí, como Madre, cuidando de nosotros y mostrándonos el Camino. Gracias Madre. En Ti confiamos.

¡Cuánto me necesita! Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 25, 31-46

EVANGELIO
Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos, más pequeños, conmigo lo hicisteis

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.» Entonces los justos le contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?» Y el rey les dirá: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos, más pequeños, conmigo lo hicisteis.» Y entonces dirá a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.» Entonces también éstos contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?» Y él replicará: «En verdad os digo: lo que no lo hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo » Y estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna».

Palabra del Señor.

¡Cuánto me necesita!
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Para esta cuaresma, el Papa nos hace 7 propuestas. Dos de ellas son conocer las obras de misericordia y ponerlas en práctica.

Precisamente Jesús en el Evangelio habla de los que serán condenados al castigo eterno y los justos, que serán herederos de Su reino. La diferencia entre unos y otros será precisamente haber practicado o no las obras de la misericordia.

El amor verdadero es el de aquellos que se han ocupado de los necesitados. Dios no nos entrega a todos bienes y cualidades por igual, precisamente para que seamos misericordiosos en Su nombre con los que tienen menos, para darnos la oportunidad de amar. A los necesitados el Señor les llama “mis hermanos más pequeños”, y no es una cuestión de edad, sino que son más dependientes, porque necesitan más de la misericordia de Dios, aunque a veces por su propia pequeñez no lo reconozcan.

Pues bien, ¿Miro a mi esposo como un “hermano de Cristo” que en muchas cosas está más necesitado que yo”? Claro, porque es fácil quejarse de que no hace determinadas cosas “tan bien” como yo las hago, y sin embargo es mucho más difícil entender que ha recibido menos dones en esas cuestiones y yo he recibido más, para que sea misericordioso y LE AYUDE. ¿No he sido creado como su ayuda adecuada? Pues tendré que ayudarle en aquello que él/ella no llega o no entiende ¿No os parece?.

El mensaje del Papa se titula “Misericordia quiero y no sacrificio (Mt 9,13). Las obras de misericordia en el año jubilar.” Pues bien, si a mi esposo le cuesta rezar ¿Qué hago? ¿Me quejo y se lo echo en cara? ¿Le abandono a la deriva? O soy astuto y utilizo todas las artimañas, negocio una oración a cambio ir con él/ella donde más le gusta, utilizo mis armas de “seducción” para hacer que tenga el rato de oración más agradable de su vida… Si mi esposo está preso de algún pecado ¿Le juzgo, le discrimino y le rechazo? O me acerco a él/ella para comprenderle, darle esperanza, le ofrezco todo mi apoyo… Si mi esposo no hace bien algo ¿Se lo reprocho y le recrimino? O suplo su carencia y me ofrezco a hacerlo yo una y otra vez (seguro que tendré la tentación de pensar que es injusto)…

Pues esto es amar con el amor misericordioso de Cristo, esto es ser “cristiano”. Y si no lo soy con mi esposo con el que no hay engaño y con el que me une un sacramento de amor y un compromiso de fidelidad, ¿Con quién lo voy a ser? ¿Para quedar bien?.

Mi esposo es ese hermano de Cristo necesitado, mi primer prójimo, el más próximo. Es pequeño, como yo, aunque a veces se haga el “grande” y el autosuficiente. Pero la realidad es que unas veces está hambriento, otras sediento, otras veces necesita acogida o está desnudo, o enfermo o preso…

Aparta tus prejuicios y ¡Fíjate bien!, por favor ¡Mírale bien! Y descubre cuánto te necesita. Haz la lista: ¿De qué tiene hambre o sed? ¿En qué necesita sentirse acogido? ¿En qué momentos está desnudo (vulnerable) o enfermo (herido) o preso (de su pecado)?. Él/ella es Cristo que te necesita.

Madre:
Dios quiso necesitarte para salvar al mundo y Tú le diste gloria. A mí me necesita para salvar a mi esposo. Gloria a Dios por esta preciosa misión, porque le amo. Alabado sea el Señor.

Creed a mis obras. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 5, 1 -11

EVANGELIO
Dejándolo todo, lo siguieron
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 1 -11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: – «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: – «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: – «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: – «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor.

Creed a mis obras.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En Jn 10,38 el Señor dice: …si no me creéis a mí, creed a mis obras…

Cuántas veces hemos bregado, con esfuerzo e interés, por superar algún defecto personal, algún problema con nuestro esposo, etc. Solemos confesarnos de lo mismo una y otra vez. Pero no hemos logrado buenos resultados y eso nos desanima, y nos hace tirar la toalla, verlo como algo imposible. Le decimos al Señor: He estado bregando toda la noche (referida a un tiempo oscuro y de dolor) y no hemos conseguido nada.

La mayoría de las veces el problema viene de que quiero ser yo quien controle mis debilidades y que se resuelvan como consecuencia de mi esfuerzo. Causa-efecto. Es probable que el Señor quiera hacernos ver que no somos merecedores de los resultados que esperamos, demasiado nos ha dado ya. Tenemos que aceptar nuestra pequeñez y pedirle al Señor que sea Él quien lo arregle, cuando Él quiera.

Mientras, es importante decir como Simón Pedro: “por tu Palabra, lo volveré a intentar”. Lo importante es la docilidad al Espíritu y la fidelidad ante la dificultad. La verdadera perfección no está en el resultado de las cosas, sino con el amor con que se hacen.

No importa el resultado, lo que importa es nuestra confianza en el Señor, Él ve en nuestro corazón el amor con el que se vuelve a intentar una y otra vez, que se persevera a pesar del daño recibido, que la caña cascada no la quebramos, sino que el amor nunca se echa atrás, nunca se arrepiente de amar, ni aparta a nadie, “todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca”.

Cuando por fin si Dios quiere vemos los frutos, cuando nos dejamos sorprender por Jesús, constatando el milagro de Su amor y Su misericordia por mí, es cuando no puedo más que alabarle: Porque sólo Tú eres Santo, sólo Tú, Señor. Entonces reconozco que no ha sido mérito mío, sino obra de Dios. Entonces, el deseo de dejarlo todo por Él invade mi ser, dejar todo aquello que me separa del amor y seguir al Maestro del Amor.

Oración:
Madre, Tú sabes cuántas veces he pedido por la sanación de mis defectos, con los que hiero a mi esposo y a mí mismo/a. Ese orgullo que me impide ser dócil al Espíritu y que me haga uno con él/ella. En el fondo me cuesta admitir mis imperfecciones. Hoy no te pido que me sanes, te pido que me des fuerza para seguir luchando. No merezco más de lo que ya me has dado y alabo a Dios por lo que tengo. Si me quieres así, así quiero ser. Señor, cuando Tú quieras, como Tú quieras, donde Tú quieras. Ahí quiero estar.