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Sin bajar el listón. Comentario del evangelio para Matrimonios: Mateo 5, 13-18

EVANGELIO
Vosotros sois la luz del mundo
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Palabra del Señor.

Sin bajar el listón.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El mundo necesita testigos del amor de Dios. Esposos que, a pesar de grandes dificultades, se amen. Esposos capaces de afrontar problemas complicados, esos con los que la gente se suele venir abajo, y que los lleven adelante con confianza en Dios, con alegría. Porque en esas situaciones, se demuestra cuánto nos amamos.
Los mártires han sostenido con fuerza nuestra fe durante siglos. Han caído imperios y la Iglesia se ha mantenido gracias al Espíritu Santo, a través de ellos. Y gente que ha entregado su vida totalmente, como Madre Teresa, descolocan, marcan a la gente. Una sola mujer que se entrega totalmente y se convierte en un signo del amor de Dios.

Pues así tiene que ser el amor para que represente el amor de Dios: Hasta el extremo. Porque si la sal se vuelve sosa ¿Con qué la salarán? Si le quitamos fuerza al amor, ya no es lo mismo. Ya no es tan sabroso. Ya no convence.

Aterrizado a la vocación conyugal:
Marga: Yo pienso que el amor es un espejismo. Es un trance que llega un momento en que se desvanece. Prefiero no comprometerme, sólo sirve para tener líos cuando te quieras separar. Te juntas, de una manera natural, y con la misma naturalidad te separas cuando no estés a gusto.
Juan: Pero Marga ¿En qué te basas para decir eso?
Marga: Mira, mis padres, toda la vida han hecho cada uno lo que le ha dado la gana. Y ahora, que están jubilados, han decidido separarse de mutuo acuerdo. Su misión ha terminado. Ya han criado a sus hijos y a vivir tan a gusto…
Juan: Pues yo sí creo en el matrimonio, también por la experiencia de mis padres. Se comprometieron para toda la vida en su matrimonio y jamás les he oído hablar de separarse. Han pasado por enfermedades graves. Mi madre tuvo cáncer y estuvo a punto de llevársela por delante, y mi padre estuvo siempre ahí, ayudándola, cuidándola, animándola a pesar de su preocupación. Rezaban mucho el rosario juntos. Y cuando ella lo superó, estaban mucho más unidos que antes de la enfermedad. También se les murió un hijo, mi hermano Pablo, con 3 meses. Fue de repente, una malformación del corazón. Son de estas situaciones de las que otros no se recuperan… Pues ellos, lo vivieron con dolor, pero con alegría por el tiempo que habían podido disfrutar de él. Hablaban mucho de Pablo, como su angelito del cielo.
También mi padre se quedó en paro un tiempo largo, y no sabes cómo mi madre se apretó el cinturón, y cómo estaba pendiente del estado de ánimo de mi padre.
Yo he asistido a un testimonio de amor verdadero con mis padres, Marga. Y en el día a día, cómo se miraban… tenías que haberlos visto. Tanto se querían, que murió mi padre y unos meses más tarde murió mi madre. Yo quiero un matrimonio así, con fe, lleno del amor de Dios. Así se lo pido a Él todos los días.
Marga: Cuéntame más de tus padres, según me hablabas, he sentido como un escalofrío… cuéntame todos los detalles, quiero volver a creer en el amor.

Madre,
Las cosas de Dios son bellas, pero muy exigentes. Si rebajamos el listón, pierden su belleza. Ayúdanos a no interpretar su voluntad a nuestra manera, ayúdanos a ser fieles hasta las últimas consecuencias. Alabado sea el Señor que ha creado tanta belleza para nosotros.

Casi más misterio. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 3, 16-18

EVANGELIO
Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él
Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 16-18

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.

Palabra del Señor.

Casi más misterio.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En el Evangelio hay dos hechos principales: Cristo murió y resucitó. Murió por nuestros pecados y resucitó por nuestra justificación. Pero por qué lo hizo. Es el misterio del amor de Dios. Él nos amó antes de que existiéramos, y este es el mensaje de Dios para el hombre: «Con amor eterno te amé» (Jr 31,3). Y este es el mensaje que no se recibe en ninguna otra religión ni filosofía. Este es el gran misterio de Dios.

Pues bien, Cristo ES el amor de Dios. Dios no nos ama de lejos, sino que se encarna, se integra, se implica, se mezcla con nosotros. Se hace uno de tantos, y nos ama hasta el extremo. Tanto amó Dios al mundo…

Y este misterio del amor de Dios, es en el que ponemos nuestra esperanza. ¿Qué podemos esperar de un Dios que nos ama tanto?

Aterrizado a la vida conyugal:
Juan: Cuando nos casamos estaba pendiente de mí, parecía que yo era toda su ilusión. Después vinieron los hijos y todo cambió. Parecía que se hubiese olvidado de mí.
Teresa: Cuando nos casamos era tan atento, y después, parecía que se escaqueaba y me dejaba a mí tirando de la pesada carga de sacar a unos hijos adelante.
Juan: Después aprendimos que Dios no se podía equivocar uniéndonos, enviándonos el don de los hijos… Dios nos ponía en una circunstancia en la que teníamos que aprender a amarnos.
Teresa: Era como un nuevo reto. Aprender a amarnos en las dificultades, era madurar en el amor. Era aprender a amar de verdad, como Él.
Juan: Así que, a base de mucha oración, de recibir los sacramentos y de aprender a considerar que esas eran las circunstancias que nos enviaba el Señor con todo su amor infinito, nos pusimos a ello.
Teresa: Sí. Fue duro, pero nos empeñamos en ello. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Tanto nos amaba a nosotros que nos creó para entregarnos también el uno al otro. Era un lujo poder participar del amor de Dios, de Su misión inmensa por amor.
Juan: Y Dios lo hizo posible. Entre dodotis, tareas del cole y estrés del trabajo, había miradas de cariño entre nosotros. Había un hombro en el que llorar cuando uno de los dos llegaba al límite, había mensajes de “te amo” a media mañana…
Teresa: Y el sábado por la noche, había largos ratos para compartir juntos nuestras cosas. Era nuestro momento para reavivar el amor.
Juan: Tanto nos amó Dios, que entregó su vida para hacer nuestro amor posible. No podíamos defraudarle.

Madre,
Qué hermosa es la creación, y más si cabe, nuestra redención. Es un misterio que Dios nos quiera tanto, pero tristemente, es casi más misterio que nosotros no lo acojamos. Ayúdanos, Madre a acoger cada gota, cada resquicio del amor de Dios. Alabado sea nuestro Señor, honor y gloria a Él por los siglos. Amén.

A buen ritmo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 1, 39-56

EVANGELIO
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamo:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia – como lo había prometido a nuestros padres – en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor.

A buen ritmo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy celebramos el día de la Visitación de la Virgen a su pariente Isabel. El texto nos describe cómo es el encuentro con María. Así es: Primero viene a mí, a auxiliarme. Después percibo una alegría indescriptible que me remueve por dentro. A continuación, me siento indigno de recibir Su visita. Y por último, descubro que Ella me muestra la grandeza del Señor y me da esperanza en Su promesa. Después, ya no se va nunca de mi corazón.

Miriam: Pepe, deberías rezar todos los días conmigo. Nos haría mucho bien.
Pepe: ¡Ay! Déjame, tanto rezar, rezar… Déjame a mi ritmo.
Miriam: ¿A tu ritmo? ¿Por qué a tu ritmo? ¿Acaso marcas tú el ritmo? ¿Organizaste tú el día en que te iba a llamar la Virgen?
Pepe: No.
Miriam: ¿Has diseñado tú la misión para la que has sido llamado?
Pepe: Pues no.
Miriam: No lo has organizado tú, no lo has diseñado tú y ¿Marcas tú el ritmo? ¿No será el Espíritu Santo el que te llamó a través de la Virgen? ¿No será Él quien te transformará al ritmo que Él considere oportuno?
Pepe: Sí. Tienes razón, esposa mía. En el fondo de mí veo una resistencia al cambio, una pereza… ¿Y cómo puedo superar esa barrera?
Miriam: Siendo dócil y humilde. Déjate de tanto pensar y tanto razonar, y haz lo que la Virgen nos vaya poniendo por delante. Cuando el Espíritu se encuentra que estamos dispuestos a dejarle hacer, hace proezas en nosotros. Porque Él derriba de su trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
Pepe: O sea, como la Virgen. Esclavos del Señor.
Miriam: Te comería a besos Pepe. Qué bonito eres y qué nobleza tienes. Sí, esclavos del Señor. Y prepárate para vivir conmigo la grandeza del Señor.
Pepe: ¡Ey! ¡Eso suena bien!

Madre,
Por algo eres Madre de la Iglesia, porque nos muestras el camino hacia la conversión, el camino de la docilidad al Espíritu Santo. Tú nos llamaste, y estamos en tus manos. Se alegra muchísimo nuestro espíritu en Dios, nuestro Salvador. Alabado sea por siempre. Amén.

La prueba. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 16, 16-20

EVANGELIO
Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría
Lectura del santo Evangelio según san Juan 16, 16-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver».
Comentaron entonces algunos discípulos:
– «¿Qué significa eso de «dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver», y eso de «me voy al Padre»?»
Y se preguntaban:
– «¿Qué significa ese «poco»? No entendemos lo que dice».
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
– «¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: «Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver»? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».

Palabra del Señor.

La prueba.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús nos augura la tristeza, pero también nos anuncia que nuestra tristeza se convertirá en alegría. ¿Qué clase de tristeza es la que se convierte en alegría? La que nos produce un mundo alejado del Amor. Cuando estamos sufriendo, nos da la sensación de que se alarga en el tiempo y no se acaba nunca. Sin ninguna duda es una gran oportunidad para crecer en la fe, esperanza y caridad.

Los discípulos le preguntan ¿qué significa ese poco? Jesús no responde a la pregunta que le hacen los discípulos, y en su lugar, invita a la confianza en Él. En la vida, somos probados, y hay muchas cuestiones que no podemos comprender, ni nos toca preguntar, sólo confiar. Por eso Dios, guarda silencio a veces para que confiemos en que es un Padre bueno y no nos deja.

Nota: Proyecto Amor Conyugal anuncia un retiro para matrimonios que se celebrará en Madrid entre los días 16 y 18 de junio.

Hay pocas plazas. Para más información pincha aquí:
https://proyectoamorconyugal.es/retiro-matrimonios-proyecto-amor-conyugal-madrid-16-17-18-junio-2017/

Una historia:
María está sufriendo en su matrimonio. Hace dos años, cuando ya no podía más, se lo contó a su madre y sus hermanas. Al principio ellas callaron, pero conforme la veían sufrir, ellas también iban arremetiendo contra él y le insistían en que debía dejarle, incluso por los hijos, que no debían respirar un ambiente tan nocivo para su educación.

Pero Maria amaba al Señor y casi sostenida por el Espíritu Santo, no daba ese paso. Su conciencia se lo impedía. Entonces desde el cielo se le mandó un instrumento de Dios, alguien que le habló de la verdad de un Evangelio sin rebajas, sin adaptaciones a medida, el Evangelio que acoge el sufrimiento, pero que le llevaría hacia la Verdad a ella y a su familia.

Esta persona, le invito a María a sufrir por su esposo, pero no con resignación, sino con la confianza en que Dios todo lo puede, y que quiere todo lo bueno para ellos. Ese Dios que vino a sanar lo que estaba enfermo, torcido, herido y lo hizo con su propia vida.
María abrazó el sacrificio y la oración corredentora. Cada vez que su esposo le contestaba mal, ella le respondía bien, con cariño, siempre con su mirada puesta en Cristo Crucificado.

María, a pesar del sufrimiento y de las presiones, fue fiel a su vocación, a su alianza con Dios y con su esposo. El resultado es que su esposo se ha convertido. Dios le fue sanando e hizo de él un hombre nuevo y sus hijos se admiraron y creyeron. Fue la mejor lección de amor que su madre les había dado.

Al subir al cielo María recibió todos los tesoros que ganó por su salvación, la de su esposo y la de sus hijos ¿Mereció la pena sufrir aquí un poco?

Madre,
Sé que no te gusta que suframos, pero sabes que es un bien para nosotros. Tenemos que pasar la prueba, la prueba de fe, la prueba de confianza, la prueba de caridad. Ayúdame a recordarlo cada vez, Madre. Las dificultades en mi matrimonio no son porque mi esposo sea un egoísta, o un orgulloso… sino que son pruebas que Dios permite para que demuestre mi confianza en Él. A ver cómo lo hago… Alabado sea el Señor, que tanto nos amó. Tengo la oportunidad de corresponderle. Amén.

Con paz. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 10, 22-30

EVANGELIO
Yo y el Padre somos uno
Lectura del santo Evangelio según san Juan 10, 22-30

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:
– «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente».
Jesús les respondió:
– «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado, es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

Palabra del Señor.

Con paz.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, son uno, pero a la vez, son personas distintas. Es el misterio de la Santísima Trinidad, una comunidad de amor tan estrecha que siendo tres, son un solo ser, un solo Dios.

El matrimonio fue creado a imagen de esta comunidad de amor, de manera que, en la carne, también somos hechos “uno” por Dios. Así, tres personas distintas forman un solo Dios mientras que en la Tierra dos personas distintas forman una sola carne a imagen de Dios. Pero ¿por qué dos personas y no tres?. Porque hemos sido creados para compartir el amor de Dios, que es el Espíritu Santo, de manera que es Él quien nos une y quien nos hace uno.

Y este es el deseo final de Cristo en la oración sacerdotal antes de subir al Padre “que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros” (Jn 17, 21) Es la petición final de Jesús.

Una historia:
Paloma: He dejado de creer en el amor en mi matrimonio. Hemos hecho un retiro de matrimonios, y parecía que todo iba a cambiar. Nos habíamos hecho muchos buenos propósitos sinceros, pero nada más llegar a casa, vuelven los nervios a hacer estragos. ¿Qué más puedo hacer?
Feli: Está claro. Es nuestra naturaleza caída. Hemos perdido la capacidad de amar casi totalmente. Pero por eso precisamente, El Señor vino al mundo y murió en la cruz, para dejar su Espíritu. ¿Crees de verdad que Él puede cambiar vuestro amor, que puede hacerlo crecer? O por el contrario en el fondo confías en vuestras fuerzas.
Paloma: Si me lo planteas así, la verdad es que hasta ahora he puesto nuestra confianza en nuestras fuerzas.
Feli: Ese es el error. El Señor no te va a conceder algo que creas que has conseguido con tus fuerzas, porque estaría creciendo tu vanidad, y sería perjudicial para ti. Cuando te relajes y le digas “Cuando tú quieras Señor, yo haré todo lo que pueda, y si no mejora la cosa, no me voy a entristecer ni a desesperar. Seguiré pidiéndote por nosotros y esperando a que hagas el milagro cuando Tú quieras, como Tú quieras y donde Tú quieras”.
Paloma: Ya, pero yo ya rezo por nosotros, y no sirve de nada.
Feli: Ya, pero pierdes la paz, y el Espíritu no puede actuar si pierdes la paz. Si no confías, de nada sirve. ¿Conoces la oración de “Jesús Confío en Ti”?
Paloma: Sí, la de Jesús de la Misericordia ¿no?
Feli: Esa. Pues rézala a diario, cuando veas que empiezas a perder la paz. Y después, confía en el Señor con todo tu convencimiento, en tu oración, en tu Eucaristía diaria, ponlo en Sus manos divinas.

¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor. Cuando te abandones en mí todo se resolverá con tranquilidad según mis designios. No te desesperes, no me dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirme el cumplimiento de tu deseos. Cierra tus ojos del alma y dime con calma: «Jesús confío en ti»…
http://es.catholic.net/op/articulos/15531/djame-al-cuidado-de-tus-cosas.html