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Plenitud hasta en lo pequeño. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 5, 17-19

EVANGELIO
Quien los cumpla y enseñe será grande

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»
Palabra del Señor.

Plenitud hasta en lo pequeño.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Llevar la ley a la plenitud, es hacer que esté gobernada por el amor.

Supongamos que a un esposo, le diésemos una lista de todas las cosas que tiene que hacer para cumplir correctamente su misión. Por ejemplo: 7:30 Despertarse y besar al esposo diciendo “Buenos días cariño. ¿Has descansado bien?”. 8:00 despertar a los niños. 8:05: decirle al esposo “Te quiero mucho”… y así sucesivamente. Supongamos también que cumpliese todas estas normas a rajatabla, como un autómata. ¿El cónyuge se sentiría querido a pesar de la perfección del cumplimiento de todas las tareas?. No, aunque algunos esposos creen que sí, y se empeñan en llenar la vida de su cónyuge de normas y leyes impuestas. ¿Por qué no es suficiente? Porque no se sabría si es más importante la ley en sí o el amor que se profesa.

Cristo viene a decirnos que el cumplimiento estricto de la ley para nuestra propia perfección y salvación no es suficiente. Es necesario que nuestra motivación sea el amor: la misericordia, el perdón, etc.

Así, no basta un matrimonio que permanecen juntos viviendo bajo el mismo techo como dos individuos aislados el uno del otro. Tenemos que llevar nuestro matrimonio a la plenitud del amor, la plenitud hasta en lo pequeño. Se trata de construir una intimidad común en la que compartimos todas nuestras miserias y dolores, preocupaciones y miedos, ilusiones y alegrías… Un amor íntimo en el que podamos poner la esperanza de ofrecérselo al Señor como un amor intachable, sin mancha ni arruga alguna.

Madre:
Queremos llevar nuestra unión a la plenitud. Que no nos aferremos a nuestras leyes y perfecciones absurdas, sino que nos empeñemos en trabajar la comprensión, la humildad, la misericordia, la compasión, el perdón, la ternura… En definitiva, un amor sincero.

Conmovido. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 15, 1-3. 11-32

EVANGELIO
Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32

En aquel tiempo, viendo que todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle, los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos».

Entonces les dijo esta parábola. «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: ‘Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde’. Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Y, levantándose, partió hacia su padre.

Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta.

Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: ‘Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’ Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’».

Palabra del Señor.

Conmovido.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Con esta parábola Jesús quiere destacar dos actitudes principalmente. La del Padre, cómo acoge a su hijo a pesar del desamor tan grande que demostró hacia él, y la actitud del hijo mayor que se cree mejor y no le parece justo que su hermano sea acogido de esa forma que considera “inmerecida”.

Esto pasa con mucha frecuencia en el matrimonio. Los esposos suelen quedarse con la evaluación de estos hechos exteriores en los que se busca la justicia como quien pretende conseguir un equilibrio en una balanza. Cuando me parece que actúo mejor que él, me creo mejor y tiendo a despreciarlo. Y si mi esposo me pide perdón, me puede parecer que es lo adecuado y, probablemente. no me quede del todo convencido, porque no me siento suficientemente compensado. La balanza sigue sin estar equilibrada…

Sin embargo, a Dios se le conmueven las entrañas cuando ve a su hijo. Se alegra inmensamente por su recuperación. Cuando aprendo de Dios a acoger como Él acoge: Salir corriendo y echarme a su cuello conmovido, porque vuelve a mí; entonces aprendo a perdonar. El Padre restituye la dignidad del hijo, y le sana. Le da el mismo trato que antes. Eso es lo que realmente nos falta: Conmovernos por él/ella.

Perdonar (o amar) es alegrarse inmensamente por el bien del otro, sin mirar nada más.

Madre:
Jesús dijo que quien no tiene una justicia mayor que la de los fariseos no entrará en el reino de los cielos. Muéstrame la intimidad de Dios, para aprender de su corazón. Realmente, cada vez que se arrepiente mi esposo hay una fiesta en el cielo mayor que la que se describe en el Evangelio. Dame de esa alegría, Madre. Por Jesucristo nuestro Señor, amén.

Un Cuerpo que quiere entregarse. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 9, 22-25

EVANGELIO
El que pierda su vida por mi causa la salvará
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 22-25
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día». Entonces decía a todos: -«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».

Palabra del Señor.

Un Cuerpo que quiere entregarse.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La verdad es que, el planteamiento del cristiano es un tanto incomprensible para los que no tienen fe. Si le cuentas a un profano en la materia que para morir es vivir, ganar el mundo es perderlo, amar la propia vida es odiarse… Seguro que nos miraría intentando descubrir si le estamos tomando el pelo o nos hemos vuelto locos de remate.

Pero lo cierto es que este es un mundo de muertos. La muerte llega para todos, y de nada sirve hacer acopio de bienes, fama y demás. Te vas de vacío igualmente. Es absurdo. Nosotros por el Bautismo, morimos a este mundo y pasamos a formar parte del Cuerpo de Cristo, que es eterno. Ahora que, nos pregunta el Papa Francisco, si somos conscientes de que todos pertenecemos a un solo Cuerpo, que quiere entregarse.

Y es que, para ser una sola carne, los esposos tenemos que renunciar a la propia carne. Si no, es imposible, y “el camino de los impíos acaba mal” como reza el Salmo: “serán paja que arrebata el viento”. Sin embargo, el que renuncia a la propia carne, experimenta después una solidez, una alegría y una vida que tiene que ser necesariamente un anticipo del cielo.

Pero ahora nos toca unirnos al Señor en esta cuaresma, siendo parte del Cuerpo sufriente de Cristo, preparándonos para vivir con Él Su Pasión. Saboreemos la satisfacción de una entrega sincera, generosa y descentrada de nosotros mismos. Seguro que en nuestro matrimonio tendremos muchas oportunidades para ello.

Oración:
Señor, eres Tú quien va delante, quien sufre más, quien ya sufrió antes. Déjame seguirte: Negarme a mí mismo y aceptar mi cruz, haciendo lo que Tú hiciste, lo que dirías, lo que pensarías… Déjame vivir aunque sea las migajas de tu Pasión, por colaborar contigo en la salvación de mi esposo.

La epidemia del Espíritu. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 6, 53-56

EVANGELIO
Los que lo tocaban se curaban

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 53-56
En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron. Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas. En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban.

Palabra del Señor.

La epidemia del Espíritu.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Dios se involucra, se mete en nuestras miserias, se acerca a nuestras heridas y las cura con sus manos, y para tener manos se hizo hombre. Es un trabajo de Jesús, personal… Dios no nos salva solo por un decreto o una ley; nos salva con ternura, con caricias, nos salva con su vida, por nosotros”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 22 de octubre de 2013, en Santa Marta).

Como hay enfermedades que se contagian, también el pecado se contagia y si llego mal a mi casa, enturbio el ambiente. Pero si es Cristo quien reina, la fuerza del amor, puede más, porque el bien también se contagia: La alegría, la generosidad, el servicio….

Jesús se hizo hombre para tener manos y poder tocarnos, pero hoy Jesús me deja Su Espíritu porque quiere utilizar mis manos, mis ojos, mis gestos para poder llegar a ti. Quizás no pueda curarte una enfermedad física, pero seguro que sí puedo sonreírte, acariciarte con ternura, tener un gesto de cariño contigo, un detalle que sé que te gusta… Cosas sencillas, que parecen inútiles, pero que a los ojos de Dios, tienen un valor inmenso y curan muchas enfermedades del alma, curan las heridas del desamor.

El bien se contagia, el amor de Cristo se contagia. Tenemos que transmitir el virus de Su amor a nuestro esposo para así contagiar al resto de la familia. Esposos, comencemos la epidemia del Espíritu de Dios, contagiémoslo en casa para que llegue al cole, al trabajo, al vecindario…

Oración:
Madre, que con mis manos, mis gestos, mi mirada… cure a mi esposo y le de todo el cariño que Jesús le quiere dar. Que transmita también Su cariño a mis hijos y Su misericordia a todos los que Él quiera transmitírsela.

Esposos conductores de la luz. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 4, 21-25

EVANGELIO
La lámpara se trae para ponerla en el candelero. La medida que uséis la usarán con vosotros

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 21-25
En aquel tiempo, Jesús dijo al gentío:
– «¿Se trae la lámpara para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero?
No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no haya nada oculto, sino para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Les dijo también:
– «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.»

Palabra del Señor.

Esposos conductores de la luz.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Estar abiertos a la luz, es estar abiertos a la acción del Espíritu Santo. En la medida en que le acojamos y nos dejemos llevar por Él, seremos luz, porque reflejaremos la Verdad, que es Cristo.

Así la luz brillará y no se quedará escondida detrás de nuestro yo (“debajo del celemín”), sino que se verán las buenas obras del Padre. Porque hablamos de ser luz y no de lucirse, que muchas veces nos lucimos bien lucidos… ¡Qué gran tentación! Que yo quede como el inteligente, simpático, elegante, culto… Eso no es reflejar a Dios, y si no buscamos al Señor, el resultado será “oscuro”. Atención, porque “la medida que usemos, la usarán con nosotros y con creces”. A ver si nos van a dar con nuestro orgullo en las narices.

El que es luz, transmite alegría y hace todo por un bien común. Se deja conducir por el Espíritu Santo, que provoca ese ímpetu que te hace saltar de tu propio «yo» y entregarte sin reserva a tu esposo, a tus hijos, a lo que Dios te pide, gozoso, con esa fuerza interior que te empuja a hacer lo que por ti mismo no harías.

Papa Juan Pablo II: “Familia, sé lo que eres” «si sois lo que debéis ser prenderéis fuego al mundo entero». Como decían los obispos de la Subcomisión Familia y Vida el día de la Sagrada Familia: «El mismo «Cristo necesita familias para recordar al mundo la dignidad del amor humano y la belleza de la vida familiar»»

¿Soy luz de Dios que ilumina a mi esposo con las cosas que hago y digo? ¿Cuándo actúo con él/ella, actúo en nombre del Señor? ¿Le transmito el bien que Dios quiere para él/ella?

Oración:
Pedimos a María para que cada uno de nuestros hogares, esté ardiendo con el calor y la luz que da el Espíritu Santo. Que mi rostro refleje la alegría que llevo dentro, Señor, aquí en mi casa, pues Tu Espíritu es como una fuente que va de mi corazón hacia fuera y se refleja en la alegría de mi rostro. Que refleje la trasformación interior que Tú realizas en mí.