Maestros o testigos. Comentario para Matrimonios: Lucas 11, 47-54

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EVANGELIO

 

Se pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 47-54

En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres!
Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis mausoleos.
Por eso dijo la Sabiduría de Dios: “Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos de ellos los matarán y perseguirán”; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.
Sí, os digo: se le pedirá cuenta a esta generación.
¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros, no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido!».
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca.

Palabra del Señor.

 

Maestros o testigos.

Los cristianos no nos consideramos inventores de la verdad, somos descubridores de una verdad que se nos ha revelado pero que el Espíritu Santo nos puede ir descubriendo día a día. El camino es como un pasillo que se va iluminando en la medida que avanzamos, y cada luz que se enciende nos hace descubrir una dimensión del misterio desconocido hasta entonces.
Si intentamos erigirnos como creadores de la verdad, nos perdemos y hacemos que otros se pierdan con nosotros.
Por eso no somos maestros, somos testigos del Maestro. Porque mostramos lo que Dios ha compartido con nosotros a través de las virtudes infusas, de los dones del Espíritu Santo, de la gracia de los Sacramentos y de cualquier otra gracia que nos quiera otorgar. Por eso, para alcanzar la sabiduría de Dios es imprescindible la pureza de corazón, porque si nos fiamos de nuestros criterios no llegaremos a ver los de Dios.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Carlos: Me doy cuenta cómo Dios va compartiendo su Sabiduría con nosotros a medida que nos seguimos acercando a Él. A medida que lo vamos conociendo en nuestros largos ratos de oración en Su presencia.
Alicia: Hemos experimentado el don de piedad, que nos permite gustar lo sagrado del otro, estamos experimentando el don del temor de Dios que nos ayuda a no caer en tentación con tal de no alejarnos del plan de Dios, el don de Fortaleza que nos permite afrontar proyectos que no seríamos capaces de afrontar por nosotros mismos… Esto es real.
Carlos: Es real. Qué pena que hoy haya tan poca gente que confíe en el poder de Dios y se fíen más de sus propias fuerzas. Sentimos el dolor de saber lo que se están perdiendo, y eso nos lleva a entregar nuestra vida por ellos.
Alicia: Y a medida que vamos teniendo esta experiencia de Dios, se va acrecentando nuestra fe cada vez más, porque vemos las obras de Dios entre nosotros, y por tanto la esperanza y Él nos empuja hacia la caridad. Se hace tan patente el poder de Dios, que para nosotros es más real que lo que se puede ver o tocar.

Madre,

¿Por qué el Señor se derrama con tantos dones y tantas gracias? Cuanto más experiencia tenemos de ello, más amados nos sentimos y más en deuda nos sentimos para consolar su Sagrado Corazón, entregándonos por las almas que le hieren. ¡Alabado sea el Señor!

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