Proyecto Amor Conyugal
JUAN PABLO II: AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 12 de septiembre de 1979
Las primeras páginas del libro del Génesis
Invocamos al Espíritu Santo.
EXPLICACIÓN DEL TEXTO:
Las palabras que Jesús dirige a los fariseos relatadas en el capítulo 19 de mateo y 10 de San Marcos, se encuadran en un contexto sin el cual no podrían entenderse correctamente. Jesús se refiere en primer lugar al texto de la creación en Génesis 1 «¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra…?» (Mt 19, 4), mientras que la segunda referencia que hace Jesús está tomada de Génesis 2, el segundo relato. Para hacer un análisis de la realidad que expresa Cristo, debemos dirigirnos ante todo al texto del Génesis.
En el Génesis hay dos relatos de la creación del hombre: El segundo relato es más antiguo y forma una unidad con la inocencia original del hombre, de la felicidad del hombre e incluso de la primera caída. A éste texto se le denomina “yahvista” porque hace referencia a Dios como Yahvé. El primer relato es posterior, y es considerado mucho más maduro por la formulación de las verdades esenciales y por lo que se refiere a la imagen de Dios. Se le llama “elhoista” porque se utiliza el término “Elhoím” para nombrar a Dios.
En el segundo relato, la creación del hombre como varón y hembra a la que se refiere Jesús en su conversación con los fariseos, está incluida en el ritmo de los 7 días de la creación del mundo. El hombre es creado al mismo tiempo que el mundo visible, sin embargo la narración bíblica no habla de su semejanza con el resto de las criaturas, sino solamente con Dios. En el ciclo de los 7 días de la creación hay una gradación precisa, en cambio el hombre no es creado como resultado de una sucesión natural, sino que el creador parece detenerse antes de llamarlo a la existencia, como si volviese a entrar en sí mismo para tomar una decisión: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. El Creador le ordena subyugar y dominar la Tierra, pues está colocado por encima del mundo.
El primer relato, más teológico, define al hombre sobre la base de su relación con Dios: “A imagen de Dios lo creó”. Incluye por tanto la imposibilidad absoluta de reducir al hombre al “mundo”. No puede ser definido ni explicado a partir de las categorías del “mundo”. A pesar de esto, el hombre es cuerpo “varón y hembra los creó”.
El primer relato es más conciso y define la realidad objetiva: Creación del hombre a imagen de Dios, Varón y Hembra o cuando incluye las palabras de la primera bendición de Dios: «Y los bendijo Dios, diciéndoles: Procread y multiplicaos, y henchid (ocupar dignamente un lugar, colmar = con abundancia algo o alguien) la tierra; sometedla y dominad»(Gén 1, 28). Este relato se ha convertido en fuente de los pensadores que han intentado comprender el “ser” y “existir”.
Al misterio de su creación corresponde la perspectiva de la procreación: «procread y multiplicaos, y henchid la tierra» destacándose por su mayor aportación o colaboración con la creación.
Es necesario entender el valor de la creación del hombre, ya que la creación alcanza su culmen sólo después de que el hombre es creado: “Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho”
LECTURA DE APOYO: GEN 1, 26-31
[26] Y dijo Dios: —Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los reptiles. [27] Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. [28] Y los bendijo Dios y les dijo: —Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra. [29] Y dijo Dios: —Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; [30] y a todos los animales de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra –a todo ser que respira–, la hierba verde les servirá de alimento. Y así fue. [31] Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.
COMENTARIOS DE ESTA CATEQUESIS:
Conclusión fundamental de esta catequesis:
En el Génesis se nos revelan las “verdades esenciales” sobre cómo ha sido creado el hombre, sobre su naturaleza. La base principal de esas verdades esenciales es que el hombre es parte de la creación y está afectado por las leyes de la materia, pero está por encima de ella y, por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, debe comportarse como tal.
Quien vive según estas leyes se desarrolla como persona y encuentra un sentido y un rumbo que llena su vida.
Pertenecemos al mundo, pero somos superiores al resto de la creación:
Por un lado, somos parte de este mundo y nos vemos afectados por él, influidos por él, y no podemos vivir una vida “espiritualizada”. Tenemos que vivir con los pies en la tierra, en relación con las criaturas. Y por otro, tenemos que actuar a imagen y semejanza de Dios: Creando una comunión de personas, entregándonos por amor, construyendo, dando vida…
Lo que dignifica al hombre es precisamente que somos imagen y semejanza de Dios. Si no actuamos como tales, nos mundanizamos y perdemos nuestra dignidad.
Sobre las leyes que Dios establece en la creación del hombre
Procread y henchid, la tierra son leyes específicas del matrimonio. Consisten en dar continuidad a la labor creadora de Dios, llenando la Tierra y a las personas del amor y el bien de Dios.
El hombre es parte del mundo y el mundo, tal como Dios lo creó es bueno. Mi misión consiste en actuar en el mundo pero según las pautas que Dios nos marcó, como co-creadores suyos.
La segunda pauta es que estamos llamados a procrear a ser fecundos y ser fecundos también en frutos del Espíritu Santo.
Implica colaborar en traer al mundo a otros seres humanos que también serán imagen y semejanza de Dios y a una fecundidad dentro del matrimonio, debe aspirar a que seamos fecundos en espíritu, (una vida espiritual) Gálatas 5 22-23 La santidad a la que estamos llamados en nosotros mismos, de nuestro esposo, de nuestros hijos, de otros matrimonios, también es una responsabilidad y un modo de ser fecundos.
Sobre el “Dominad y someted la tierra”.
Hemos sido creados para ser hombre-mujer y desde la comunión entre ambos, someter la tierra, y no, que nos someta la tierra a nosotros. (planes, materialismo, trabajo, tecnología…) Gálatas 5,1
Dios, no nos dio poder para someter a otros, sino para someter la tierra y a si mismo Santiago 4,3-5. Y a veces, hacemos justo lo contrario. Qué hermoso es éste establecimiento de prioridades que Dios nos revela a través del Génesis y que permite fundamentar nuestra vida en un orden correcto.
Muchas veces, nos dejamos someter por las cosas finitas de este mundo, e incluso sometemos a nuestro esposo a las cosas de la tierra, poniéndolas como prioridades frente a él, focalizándonos en nuestro trabajo (que debería ser un medio), en nuestros gustos (gastronomía, electrónica…), e incluso sometemos a nuestro esposo a las cosas de la tierra, poniéndolas como prioridades frente al cónyuge.
También es importante que nos sometamos a las verdades que Dios nos revela y no imponer nuestros propios criterios. Así también San Pablo nos invitará a someternos unos a otros en atención al Señor (Ef 5,21 ss) cada uno a nuestro esposo respectivo, pues aquel que se humilla será ensalzado (Mt 23,12)(Lc 14,11), como lo fue Cristo a quien corresponde la gloria y el poder por los siglos.
Siguiendo con esta dinámica relacional entre los esposos, tal como dice también San Pablo, al ser uno por la alianza matrimonial, “… quien ama a su mujer, se ama a sí” (Ef 5,28), quien trata con dignidad a su esposo, quien dignifica a su esposo, se dignifica a sí mismo.
Ver la importancia que tiene cada cosa en el orden de la creación. El hombre por encima de todo lo creado. Una pirámide jerárquica perfectamente clara, y en la cúspide se encuentran el hombre y la mujer, ambos con igual dignidad.
¿Cómo afecta esto a nuestra vida matrimonial? Nuestro discernimiento en las cosas cotidianas (como por supuesto en las importantes) se ve afectado por la prioridad de mi vocación, que establece Dios a través de la dignidad que le ha dado a mi esposo frente al resto del mundo.
Sobre el “Ser” y “Existir”
La dignidad del hombre está basada en que es imagen de Dios. Por eso domina la tierra. La diferencia con los animales es que nosotros somos y ellos no. Dios es el que Es (“Yo soy el que soy”) y nuestro “ser” es una consecuencia de haber sido creados como imagen del que Es, de Dios. El “existir” es un concepto más universal que puede aplicarse al resto de seres del universo.
Diálogo con Cristo entre los esposos:
Los esposos juntos, recordamos las palabras de Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (MT 18, 20)
¡Ven Espíritu Santo muéstranos el camino a la libertad interior, el dinamismo del don!
Jesús podría decirme:
Para que ames de verdad, necesito que estés libre de todo aquello que te distrae e incapacita para el amor. Camina hacia la libertad interior conmigo.
Piensa en todo lo que antepones al amor, ¿Cuáles son tus pensamientos más frecuentes? y ¿Qué haces para cultivar entre vosotros una vida en el Espíritu?
Comenta conmigo y con tu esposo todo eso a lo que dedicas tu tiempo y tus pensamientos. Entrégamelo, ¡no tengas miedo! ¡confía en mí!
(Algunas ideas)
Centrado en mí mismo: mi tiempo, juicios, egoísmos, gustos, trabajo, materialismo, salud, estética, aficiones, comodidad, apego a alguna persona como hijos, padres, etc.
Descentrado de mí mismo: Pongo a Jesús en el centro, a mi esposo, a mis hijos, a los que sufren, caridad, escucha, comprensión, perdón.
¿Qué huella te deja?
El Espíritu: Paz, alegría, esperanza, vida interior, necesidad de compartir el bien recibido, alegría, bondad, etc.
Los malos espíritus: Inquietud, ansiedad, miedo, frustración, desánimo, tristeza, enojo, celos, ira.
Entrego a Jesús todos los dones recibidos y todos los pecados
Señor te entrego: ………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….
Te damos gracias por la luz y liberación que nos has mostrado, Te pedimos ayuda para hacer tu voluntad en tu Proyecto de Amor sobre nosotros.
PARA TRABAJAR EN GRUPO:
EL CASO:
Roberto y Patricia reconocen que, su matrimonio se ha ido deteriorando con el tiempo. Actualmente tienen bastante poca comunicación. Entienden la necesidad de reservar un tiempo al día para estar ellos juntos, pero es imposible. No hay tiempo.
El trabajo de Róber le desgasta muchísimo y le absorbe mucho tiempo. Llega tarde a casa y se encarga de las tareas que tiene asignadas. Cuando termina, está tan cansado de la tensión y del esfuerzo, que necesita evadirse, y la tele es el remedio perfecto, aunque no dura mucho tiempo y se queda dormido en el sofá.
Paty es muy devota del Señor. Reza y se siente muy unida a él. Su marido le estorba un poco en esto, porque es creyente, pero hay que tirar de él para que participe en las oraciones. Paty se siente mejor que él, porque está más cerca de Dios.
Róber le dice a Paty que para qué tanto rezar, si luego se pone como se pone. Él no siente que Paty le dé el cariño que él necesita.
Por otra parte, a Paty que se encarga más de los niños, le cuesta conseguir que se acuesten pronto. Róber es un organizador nato, e insiste en que deberían estar dormidos a las 9, pero la realidad es que normalmente se acuestan después de las 10 ya cerca de las 10:30. Paty, exhausta, se acuesta viendo la tele un rato antes de dormir.
Paty le dice a Róber que no puede ser que dedique su vida al trabajo y no comparte nada de su día con ella. Muchas veces se le ve estresado. Róber le responde que es una responsabilidad y que el peso de la economía familiar recae sobre todo en él. A Róber y Paty no les falta dinero para vivir, se costean sus caprichos de vez en cuando y tienen ya sus ahorros, que, como dice Róber, un colchoncito les da una seguridad para vivir más tranquilos por si algún día pasa algo…
Los fines de semana, que en teoría deberían tener más tiempo libre para ellos, es casi peor. Entre compras, visitas a amigos y familiares, las actividades extraescolares de los niños, etc. Al final, no les queda tiempo tampoco. Reconocen que el fin de semana podrían sacar tiempo para ellos, pero la realidad es que no lo hacen. Róber aprovecha para salir el domingo en bici y despejarse un poco, aparte de que hay que mantenerse en forma, y Paty se levanta tarde, que para un día que no tiene que madrugar…
Pero el problema es que Róber y Paty no son felices. Alguna vez se han propuesto cambiar, pero no han avanzado prácticamente nada en este sentido. El trabajo, los niños, las relaciones con amistades y familia, las compras, la televisión… la rutina… al final parece que, en lugar de controlar su vida, la vida les controla a ellos.
¿Qué pasaría si Róber hiciese caso de Paty y trabajase menos? ¿Qué pasaría si Paty aterrizase su amor a Dios y lo reflejase en el amor a su marido? ¿Qué pasaría si Róber introdujese a Dios en su vida y aprendiese a amar a Paty como Dios le ama a él? ¿Qué pasaría si Paty se dejara organizar por Róber en el tema de los niños para que se acostasen antes? ¿Qué pasaría si Paty saliese con Róber a montar en bici? ¿Qué pasaría si Róber entendiese que no se descansa más viendo la tele que charlando distendidamente con Paty? ¿Qué pasaría si Paty se ocupase de acoger a Róber con cariño al llegar a casa y fuera ella la que le ayudase a despejarse en lugar de la tele? ¿Qué pasaría si Róber reconociese que en última instancia su familia no le pertenece y descansase en Dios? ¿Qué pasaría si Róber entendiese que su seguridad no está en tener dinero ahorrado sino en Dios que le ama? ¿Qué pasaría si ambos entendiesen que han sido creados a imagen de Dios? ¿Qué pasaría si comprendiesen que han sido creados para someter y dominar el mundo?
Róber y Paty juntos con Dios, para el mundo.
MIRAMOS NUESTRA VIDA Y DIALOGAMOS ENTRE EL GRUPO:
La catequesis de hoy nos abre un camino que, aunque ser estrecho, es muy necesario. ¿Por qué?
¿Cuáles son los motivos por los que el amor entre Róber y Paty está tan herido, desatendido y existan tantos malos espíritus, en lugar de los frutos del Espíritu Santo?
PROPÓSITO PERSONAL Y CONYUGAL:
Algunas sugerencias:
- Hacer diariamente una oración juntos (no desfallecer)
- Vivamos este mes poniendo como primera prioridad en mi vida la dignidad de mi esposo frente a la dignidad del mundo. También ocuparemos el mundo con dignidad, no buscando nuestros méritos y éxitos, sino colaborando con Dios en continuar con su creación.
Oración final a la Santísima Trinidad en agradecimiento.
Copia íntegra de la catequesis de JPII
JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 12 de septiembre de 1979
Las primeras páginas del libro del Génesis
- El miércoles pasado comenzamos el ciclo de reflexiones sobre la respuesta que Cristo Señor dio a sus interlocutores acerca de la pregunta sobre la unidad e indisolubilidad del matrimonio. Los interlocutores fariseos, como recordamos, apelaron a la ley de Moisés; Cristo, en cambio, se remitió al «principio» citando las palabras del libro del Génesis. El «principio» en este caso se refiere a lo que trata una de las primeras páginas del libro del Génesis. Si queremos hacer un análisis de esta realidad, debemos, sin duda, dirigirnos, ante todo, al texto. Efectivamente, las palabras pronunciadas por Cristo en la conversación con los fariseos, que nos relatan el capítulo 19 de San Mateo y el 10 de San Marcos, constituyen un pasaje que, a su vez, se encuadra en un contexto bien definido, sin el cual no pueden ser entendidas ni interpretadas justamente. Este contexto lo ofrecen las palabras: «¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra…?» (Mt 19, 4), y hace referencia al llamado primer relato de la creación del hombre, inserto en el ciclo de los siete días de la creación del mundo (Gén 1, 1-2. 4). En cambio, el contexto más próximo a las otras palabras de Cristo, tomadas del Génesis 2, 24, es el llamado segundo relato de la creación del hombre (Gén 2, 5-25), pero indirectamente es todo el capítulo tercero del Génesis. El segundo relato de la creación del hombre forma una unidad conceptual y estilística con la descripción de la inocencia original, de la felicidad del hombre e incluso de su primera caída. Dado lo específico del contenido expresado en las palabras de Cristo, tomadas del Génesis 2, 24, se podría incluir también en el contexto, al menos, la primera frase del capítulo cuarto del Génesis, que trata de la concepción y nacimiento del hombre de padres terrenos. Así intentamos hacer en el presente análisis.
- Desde el punto de vista de la crítica bíblica, es necesario recordar inmediatamente que el primer relato de la creación del hombre es cronológicamente posterior al segundo. El origen de este último es mucho más remoto. Este texto más antiguo se define «yahvista», porque para nombrar a Dios se sirve del término «Yahvé». Es difícil no quedar impresionados por el hecho de que la imagen de Dios que presenta tiene rasgos antropomórficos bastante relevantes (efectivamente, entre otras cosas leemos allí que «formó Yahvé Dios al hombre del polvo de la tierra y le inspiró en el rostro aliento de vida»: Gén 2, 7). Respecto a la descripción, el primer relato, es decir, precisamente el considerado cronológicamente más reciente, es mucho más maduro, tanto por lo que se refiere a la imagen de Dios, como por la formulación de las verdades esenciales sobre el hombre. Este relato proviene de la tradición sacerdotal y al mismo tiempo «elohista» de «Elohim», término que emplea para nombrar a Dios.
- Dado que en esta narración la creación del hombre como varón y hembra, a la que se refiere Jesús en su respuesta según Mt 19, está incluida en el ritmo de los siete días de la creación del mundo, se le puede atribuir sobre todo un carácter cosmológico; el hombre es creado sobre la tierra y al mismo tiempo que el mundo visible. Pero, a la vez, el Creador le ordena subyugar y dominar la tierra (cf. Gén 1, 28): está colocado, pues, por encima del mundo. Aunque el hombre esté tan estrechamente unido al mundo visible, sin embargo la narración bíblica no habla de su semejanza con el resto de las criaturas, sino solamente con Dios («Dios creó al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó… «: Gén 1, 27). En el ciclo de los siete días de la creación es evidente una gradación precisa [1]; en cambio, el hombre no es creado según una sucesión natural, sino que el Creador parece detenerse antes de llamarlo a la existencia, como si volviese a entrar en sí mismo para tomar una decisión: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza» (Gén 1, 26).
- El nivel de ese primer relato de la creación del hombre, aunque cronológicamente posterior, es, sobre todo, de carácter teológico. De esto es índice la definición del hombre sobre la base de su relación con Dios («a imagen de Dios lo creó»), que incluye al mismo tiempo la afirmación de la imposibilidad absoluta de reducir el hombre al «mundo». Ya a la luz de las primeras frases de la Biblia, el hombre no puede ser comprendido ni explicado hasta el fondo con las categorías sacadas del «mundo», es decir, del conjunto visible de los cuerpos. A pesar de esto también el hombre es cuerpo. El Génesis 1, 27 constata que esta verdad esencial acerca del hombre se refiere tanto al varón como a la hembra: «Dios creó al hombre a su imagen…, varón y hembra los creó»[2]. Es necesario reconocer que el primer relato es conciso, libre de cualquier huella de subjetivismo: contiene sólo el hecho objetivo y define la realidad objetiva, tanto cuando habla de la creación del hombre, varón y hembra, a imagen de Dios, como cuando añade poco después las palabras de la primera bendición; «Y los bendijo Dios, diciéndoles: Procread y multiplicaos, y henchid (ocupar dignamente un lugar, colmar = con abundancia) la tierra; sometedla y dominad»(Gén 1, 28).
- El primer relato de la creación del hombre, que, como hemos constatado, es de índole teológica, esconde en sí una potente carga metafísica. No se olvide que precisamente este texto del libro del Génesis se ha convertido en la fuente de las más profundas inspiraciones para los pensadores que han intentado comprender el «ser» y El «existir». (Quizá sólo el capítulo tercero del libro del Éxodo pueda resistir la comparación con este texto)[3]. A pesar de algunas expresiones pormenorizadas y plásticas del pasaje, El hombre está definido allí, ante todo, en las dimensiones del ser y del existir («esse»). Está definido de modo más metafísico que físico. Al misterio de su creación («a imagen de Dios lo creó») corresponde la perspectiva de la procreación («procread y multiplicaos, y henchid la tierra»), de ese devenir en el mundo y en el tiempo, de ese «fieri» que está necesariamente unido a la situación metafísica de la creación del ser contingente (contingens) [Grupo, conjunto de personas o cosas que se distingue entre otros por su mayor aportación o colaboración en alguna circunstancia]. Precisamente en este contexto metafísico de la descripción del Génesis 1, es necesario entender la entidad del bien, esto es, el aspecto del valor. Efectivamente este aspecto vuelve en el ritmo de casi todos los días de la creación y alcanza su culmen después de la creación del hombre: «Y vio Dios ser muy bueno cuanto había hecho» (Gén 1, 31). Por lo que se puede decir con certeza que el primer capítulo del Génesis ha formado un punto indiscutible de referencia y la base sólida para una metafísica e incluso para una antropología y una ética, según la cual «ens et bonum convertuntur». Sin duda todo esto tiene su significado también para la teología y sobre todo para la teología del cuerpo.
- Al llegar aquí interrumpimos nuestras consideraciones. Dentro de una semana nos ocuparemos del segundo relato de la creación, es decir, del que, según los escrituristas, es más antiguo cronológicamente. La expresión «teología del cuerpo» que acabo de usar merece una explicación más exacta, pero la aplazamos para otro encuentro. Antes debemos tratar de profundizar en ese pasaje del libro del Génesis, al que Cristo se remitió.
Notas
[1]. Al hablar de la materia inanimada, el autor bíblico emplea diferentes predicados, como «separó, «llamó», «hizo», «puso». En cambio, al hablar de los seres dotados de vida, usa los términos «creó» y «bendijo». Dios les ordena: «Procread y multiplicaos». Este mandato se refiere tanto a los animales com al hombre, indicando que les es común la corporalidad (cf. Gén 1, 22-28).
Sin embargo, la creación del hombre se distingue esencialmente en la descripción bíblica de las precedentes obras de Dios. No sólo va precedida de una introducción solemne, como si se tratara de una deliberación de Dios antes de este acto importante, sino que, sobre todo, la dignidad excepcional del hombre se pone de relieve por la «semejanza» con Dios, de quien es imagen.
Al crear la materia inanimada Dios «separaba»; a los animales les manda procrear y multiplicarse; pero la diferencia del sexo está subrayada sólo respecto al hombre («varón y hembra los creó»), bendiciendo al mismo tiempo su fecundidad, es decir, el vínculo de las personas (Gén 1, 27-28).
[2]. El texto original dice:
«Dios creó al hombre (ha-adam – sustantivo colectivo: ¿la «humanidad»?) / a su imagen; / a imagen de Dios los creó; / macho (zakar – masculino) y hembra (unequebah – femenino) los creó» (Gén 1, 27).
[3]. «Haec sublimis veritas»: «Yo soy el que soy» (Ex 3, 14) es objeto de reflexión para muchos filósofos, comenzando por San Agustín, quien pensaba que Platón debía conocer este texto porque le parecía muy cercano a sus concepciones. La doctrina agustiniana de la divina «essentialitas» ejerció, mediante San Anselmo, un profundo influjo en la teología de Ricardo de San Víctor, de Alejandro de Alés y de San Buenaventura.
«Pour passer de cette interprétation philosophique du text de l’Exode á celle qu’allait saint Thomas il fallait nécessairement franchir la distance qui sépare ‘l’être de l’essence’ de ‘l’être de l’existence’. Las preuves thomistes de l’existence de Dieu l’ont franchie».
Diversa es la posición del maestro Eckhart, que, basándose en este texto, atribuye a Dios la «puritas essendi»: «est aliquid altius ente…» (cf. E. Gilson, Le Thomisme, París 1944 (Vrin) págs. 122-127; E. Gilson, History of Christian Philosophy in the Middle Ages, London 1955 [Sheed and Ward]