EVANGELIO
Venid a mí todos los que estáis cansados
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
– «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso. para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Palabra del Señor.
Con mansedumbre y humildad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Cansados, agobiados, exhaustos de tanto trabajo… Como dice el Salmo 126, “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles” Y eso es lo que nos pasa. Estamos cansados de trabajar para nada. Y andamos cargados, como un buey, oprimidos por las leyes de la auto exigencia o las exigencias de otros. Jesús me dice “venid a mí” para que Él dé los frutos. La carga se hace ligera cuando nuestro trabajo tiene un sentido y da fruto.
El Señor nos exhorta a aprender de Él en dos aspectos: La mansedumbre y la humildad. La primera es contraria a la soberbia, y la segunda contraria al orgullo. En realidad, ser manso es tener una actitud humilde. Hoy vamos a aplicar estas dos actitudes a un hecho muy concreto: La mutua corrección en el matrimonio. Nos parece la situación idónea puesto que uno puede estar cansado de tanto decirle al esposo las mismas cosas (sin ningún resultado), y el otro puede estar agobiado de recibir siempre las mismas correcciones (como quien lleva una pesada carga). ¿No os parece que la escena encaja perfectamente con el Evangelio?
Los fariseos, tal como les decía el propio Cristo, cargaban al pueblo con cargas pesadas que ellos mismos no eran capaces de llevar. Es un intento de sometimiento, un dominio. Es la corrección con resentimiento: Repitiendo mi sentimiento de dolor antiguo. Es el dominio mutuo que viene del pecado y que sustituye a la mutua donación. Y es que, para corregir con amor, hace falta un corazón muy humilde, es decir, hace falta hacer presente a Cristo porque yo, no soy digno. Cuando corrijo con amor desde el Evangelio, siento alivio, porque me he preocupado por mi esposo y le he amado en ese acto. Es más un rescate, que una corrección, como decíamos con la parábola de la oveja perdida.
El que es corregido, necesita ser manso. La mansedumbre es una humilde sumisión a Dios, los mansos son los que se dejan llevar por la voluntad Divina. Los que se dejan enseñar y moldear. Lejos de ser una especie de sometimiento del débil, la mansedumbre es un fruto del Espíritu y es signo de la presencia de la Sabiduría de lo alto. Al final si soy manso seré bienaventurado porque Dios promete que “poseerán la tierra” Sí, la tierra entera.
Cuánto bien nos haríamos corrigiéndonos con humildad y acogiendo las correcciones con mansedumbre. Podríamos ejercer realmente de ayuda adecuada el uno del otro.
Madre,
Aprender de Cristo, que es manso y humilde. Qué pocas veces se pone como ejemplo, y esta vez nos lo dice explícitamente: “Aprended de mí”. Él es mi Maestro, Camino, Verdad y Vida. Qué lujo, tener tal Maestro, el Hijo de Dios. Él me marca el rumbo, la dirección correcta. Él tiene palabras de Vida eterna. Alabado sea por siempre. Amén.