EVANGELIO
Sígueme. Él se levantó y lo siguió
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él se levantó y lo siguió.
Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo:
«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.
Andad, aprended lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios»: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
Palabra del Señor.
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Mi “sí” a la misericordia.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Dos claves resalta hoy el Evangelio: Mateo un modelo para mi “sí” y mi actitud ante los que aún no han dicho “sí”.
Del modelo de Mateo aprendo. Que el Señor le cambia totalmente los planes, que no estaba preparado para seguir al Señor, no lo había previsto, no lo había madurado. Pero el Señor le llama y él se levanta y le sigue. Sin más. Y no vuelve a su antigua vida. Quizás el sí coherente es el que nunca se estanca ni da marcha atrás.
«Avanzad siempre, hermanos míos… Examínate y no te contentes con lo que eres, si quieres llegar a lo que todavía no eres. Porque en cuanto te complaces en ti mismo, allí te detuviste. Si dices ¡basta!, estás perdido» (San Agustín).
La segunda clave es la de mi actitud ante los que aún no han dicho sí. Ponemos aquí un texto que nos ha gustado:
“Pero los hombres nos olvidamos de ser humanos. Perdimos la misericordia. Y caímos en la miseria.
En cambio Dios supera la miseria con la misericordia. Por eso Dios se humanizó. Y los humanos nos humanizamos con la misericordia…
Así son las cosas. Quien opta por la disciplina, mata y crucifica. Deshumaniza. Quien opta por la misericordia, es crucificado, pero da vida y humaniza.” (P. Carlos Bazarra)
Ahora, la pregunta es: En mi matrimonio ¿Quiero ser el que crucifica o el crucificado?
Pero ¡Cuántos sacrificios se pueden hacer con el careto! ¡Cuántos generando un clima de amargura! Necesito voluntad para amar con una sonrisa, con ternura como se estremece una madre ante la limitación de su hijo y le escusa. Señor, quieres que nos amemos y en lo que somos más pobres, así quieres que le ame más, que le perdone más. Quieres que le ame más que a mí mismo como debería amarte a Ti.
Hoy me comprometo a orar por mi esposo. Orar especialmente cuando le falte amor. Alentarle y no juzgarle.
Señor hoy quiero seguirte, como Mateo y elegir por la misericordia y no como un sacrificio, sino con amor, porque yo también tengo enfermedades que curas con Tu misericordia, Tu paciencia, comprensión, cariño, consuelo…
Madre:
Dije sí a seguir al Señor, y quiero seguirle siempre hasta la cruz. Quiero ayudar amando y no exigiendo. Aunque sufra yo por el camino. Ayúdame Madre, que soy débil. Amén.