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EVANGELIO
Las mujeres iban con ellos, y les servían con sus bienes.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 8, 1-3
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce, y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.
Palabra del Señor.
Santo servicio.
Qué dignidad tan grande la de aquellas mujeres que acompañaban a Jesús para servirle con sus bienes. ¡Quién fuera cualquiera de aquellas santas! Hoy en día parece denigrante eso de servir, especialmente para las mujeres. Lo digno parece que son los cargos que se catalogan como importantes: Dirigir, mandar, controlar. Cada vez menos gente cocina, limpia o lava en casa, porque esas tareas quedan para los “poco cualificados”. Parece que sólo se es útil si “aportas valor”, o sea, generas beneficios económicos con tu trabajo. ¿Y qué pasa con el amor? ¿No es suficientemente cualificado?
Pues qué pena ¿no? Porque esas tareas “poco cualificadas” hechas con tanto cariño, eran las que hacían a aquellas mujeres santas. Jesús tampoco vino a ser servido sino a servir. El reinado de Dios consiste en servirnos unos a otros, cada uno con sus bienes, porque servir dignifica y santifica, da igual en qué tipo de trabajos.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Marta: Cariño, ¿qué te parece si prescindimos de la comida precocinada en casa y de eso de “tomar cualquier cosa” para salir del paso? Quiero poner mis dones a tu servicio y al servicio de nuestros hijos.
Marcos: Me parece genial. A mí la cocina no se me da nada bien, pero quiero aprender contigo. Además, puedo hacer de pinche y así cocinamos juntos. ¿Te parece bien?
(Una semana más tarde)
Marcos: Cariño, me encanta este nuevo plan de cocinar juntos mientras charlamos y nos ayudamos mutuamente. Me encanta hacer las tareas del hogar contigo, y poniendo tanto cariño en hacerlas bien.
Marta: Nos vienen genial este tipo de tareas para entender lo que es el amor. Son un antídoto contra la soberbia. Oye, y tú estás hecho un chef ¿eh? Jajaja
Marcos: Te sorprendí con el pato a la naranja. ¿A que sí?
Marta: Nos costó dos horas recoger luego la cocina, pero sí. El pato estaba riquísimo.
Marcos: Jajaja. Es verdad, tengo que tener cuidado de no sacar tantos cacharros. ¿Saco la lavada y me ayudas a tender?
Marta: Me encantará hacerlo contigo.
Madre,
Que nos sirvamos con nuestros bienes. De Dios los hemos recibido para poder entregarnos. Alabado sea Dios.