EVANGELIO
A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 10-17
En aquel tiempo, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Por qué les hablas en parábolas?».
Él les contestó:
«A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías:
“Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”.
Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos, porque oyen.
En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron».
Palabra del Señor.
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Ojos bienaventurados.
El pecado produce tal ceguera que hace difícil que el pecador tome conciencia de que está muerto y necesita volver a la Vida. Es un estado de “tinieblas” en el que arrastran las pasiones desordenadas de manera que viendo no ven y oyendo no oyen… Por eso Jesús utilizaba las parábolas, historietas o situaciones que al meterte en ellas puedes caer en la cuenta de que estás siendo arrastrado por el maligno. Siempre me acuerdo de esa historia que el profeta Natán cuenta al rey David en 2 Samuel 1-12, sobre el hombre rico que tenía muchas ovejas, pero robó y mató la única que tenía un hombre pobre (una corderita a la que quería y cuidaba como a una hija), para ofrecerla como banquete a sus invitados. Esta historia de Natán abrió los ojos al rey David, quien descubrió lo que había hecho pecando con la mujer de Urías.
Por esto hemos creado un test de sinceridad en el camino de purificación que estamos desarrollando, que nos sitúa en diferentes escenarios, para que nos haga ver los desórdenes de nuestro corazón.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Juan: Cariño, he descubierto que hay un desorden de envidia en mi corazón. Pensaba que no, pero está ahí.
Leti: ¿Y cómo lo has descubierto?
Juan: Porque haciendo el test de sinceridad que nos han propuesto nuestros tutores, me he puesto en la situación en que estoy en una cola en la que llevo media hora esperando, y de repente veo a uno que se cuela delante de mí. He descubierto que en esa situación no habría amor en mi corazón hacia aquel que se cuela, y eso es por envidia. Que no esté de acuerdo es una cosa, pero que me duela porque me afecta a mí es otra. Después he visto en cuántas situaciones me comparo contigo, lo que tú haces y lo que yo hago… Eso se llama envidia.
Leti: Muy bien, Juan. Es una muy buena noticia que el Señor te haga ver los desórdenes para poder corregirlos. Y… ¿Podría hacer yo también ese test de sinceridad?
Madre,
Detrás de tu humildad verás la luz, nos dijiste en oración hace mucho tiempo. Qué gran verdad. ¡Quiero! ¡Ayúdame!