Archivo por meses: noviembre 2025

Fiémonos de Cristo. Comentario para matrimonios: Lucas 17, 11-19

Para ver los próximos RETIROS Y MISIONES haz click AQUÍ

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 11-19

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios.
Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado»

Fiémonos de Cristo.

«Levántate, tu fe te ha salvado» ¿Qué hizo ese samaritano para que Jesús le diga eso? Lo evidente es que volvió alabando a Dios y dándole gracias. Señor, ¿yo te alabo cada día y te doy gracias? Y lo menos evidente quizá fue lo que no se relata. En ese momento en que los leprosos le piden que se apiade de ellos y Jesús les manda ir a los sacerdotes, ¿qué podrían haber pensado la mayoría? «Pues vaya, no es eso lo que necesitamos, lo que queremos es que nos sane. Además, ¿cómo vamos a ir a los sacerdotes estando leprosos?» Y quizá ese samaritano se fio de Jesús desde el primer momento. No era su plan, lo que pensaba que iba a hacer Jesús. Pero como era lo que le había pedido, lo haría. Se fiaba totalmente de Jesús aunque no comprendiera. Y esa fe le salvó.
Señor, quiero ser feliz en mi matrimonio. Pensaba que para eso mi cónyuge debía cambiar. Y sé que me dices: entrégate sin condiciones, acoge a tu cónyuge tal y como es. Ámalo donde te cuesta. Aprende a amar. Señor, me fio de ti, ¡voy a por ello!

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Antonio: Marta, no puede ser que me montes esas broncas.
Marta: ¡Pues ponte las pilas! Mira todo lo que yo hago y lo único que te pido, se te olvida. (Y se va dando un portazo)
(Tras haber rezado lo ocurrido)
Antonio: Marta, perdóname. De verdad que lo intento pero me cuesta. Sé que estar tan metido en mis cosas es egoísmo. El Señor me va mostrando que tengo que poner lo mío en segundo lugar y estar totalmente pendiente de ti.
Marta: Perdóname tú. Caigo en la tentación de mirar sólo lo que yo hago, de pensar mal de ti. Y el Señor me va enseñando que tengo que entregarme sin medir, que tú tienes un montón de dones, que fijarme en lo que creo que no haces no es su Voluntad.
Antonio: Mil gracias, Marta. Es increíble cómo Jesús nos va cambiando el corazón y la mirada. Al principio creía que no mejorábamos pero ahora veo cómo este camino de oración, sacramentos y sacrificios nos va transformando. Me queda mucho por pulir, pero sé que perseverando el Señor lo hará.
Marta: ¡Qué grande es el Señor! Como nos va sacando de nuestro egoísmo si le dejamos, si nos fiamos de verdad de Él.

Madre,

Muchísimas gracias por mostrarnos el camino. Ayúdanos a perseverar y a levantarnos cuando caigamos. ¡Alabado sea el Señor!

Servicio en lo oculto. Comentario para Matrimonios: Lucas 17,7-10

Para ver los próximos RETIROS Y MISIONES haz click AQUÍ

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 17,7-10

En aquel tiempo, aquel tiempo, dijo el Señor:
«¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida ven y ponte a la mesa”?
¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Servicio en lo oculto.

Gracias Señor porque, una vez más, nos pones en nuestro lugar y nos muestras el camino de la verdadera felicidad. Precisamente hoy se celebra la festividad de San Martín de Tours, a quien debemos seguir como ejemplo. Él se negó a participar en una última batalla en la que ganaría una distinción militar y un ascenso, pero en vez del reconocimiento y la gloria, decidió hacerse soldado de Cristo y dejar esos “honores” para el mundo. San Martín sabía qué era lo verdaderamente importante.
¿Cuántas veces nos creemos con derecho a recibir una recompensa por algo que hemos hecho o buscamos la gratificación por hacer lo que nos toca? Con este Evangelio, el Señor nos deja muy claro que hemos nacido para servir y no para ser reconocidos. Jesús mismo, siendo Dios, quiso predicar con su ejemplo y no son pocos los pasajes que encontramos en los que se abajó, se colocó el último, estando por debajo de todos. Así debemos hacer nosotros esposos, ser humildes sirviendo desde el silencio, en lo oculto, dando toda la gloria a Dios.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Javier: ¡Buenos días cariño! ¿Qué te ha parecido el café esta mañana? He probado una forma nueva de hacerlo.
Mercedes: Pues ahora que lo dices, ¡¡estaba buenísimo!! Lo siento mucho Javier porque, ahora que caigo, la mayoría de las veces no te agradezco todos los detalles de cariño que haces por mí y por nuestra familia.
Javier: Mejor así Mercedes, piensa que, si me felicitas por todo, mi vanagloria subirá por las nubes y prefiero que estas “recompensas” queden guardadas como tesoritos en el Cielo.
Mercedes: Pues debo decir que, a veces, a mí sí que me molesta un poquito que no se me reconozcan o se me recompense por algunas de las cosas que hago por ti o por los niños, llego incluso a enfadarme, pero al final el Señor me muestra que lo que hago es buscarme a mí misma y no servirle a Él, poniendo amor en esos pequeños actos del día a día, en lo oculto. Y, ¿sabes qué pasa cuando dejo de pensar en mí y ofrezco a Jesús ese pequeño servicio? Que me siento más unida a Él y me invade un gran sentimiento de alegría.
Javier: La verdad que sí… a mí me pasa igual. Cuánta diferencia hay entre hacer las cosas buscándonos a nosotros mismos o hacerlas buscando al Señor a través del esposo. No puedo parar de dar gracias al Señor por habernos mostrado nuevamente el camino hacia la verdadera felicidad.

Madre,

Ayúdanos a hacernos pequeños e inútiles para que brille el Señor en vez de nosotros.
¡Sea por siempre bendito el Señor!

Perdonar siempre. Comentario para Matrimonios: San Lucas 17, 1‐6

Para ver los próximos RETIROS Y MISIONES haz click AQUÍ

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas, 17, 1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay del que los provoca!. Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado. Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: “Me arrepiento”, lo perdonarás».
Los apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos la fe».
El Señor dijo:
«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y osobedecería».

Perdonar siempre.

El Señor, en este pasaje, nos enseña cómo debemos responder ante la ofensa. Ante ésta, sólo cabe perdonar .
El perdón no significa olvidar ni negar la herida, sino reconocer el dolor y decidir sanarlo en vez de dejar que destruya el corazón. Perdonar no es debilidad, sino un acto de gran fortaleza que impide que el daño gobierne la relación y permite seguir construyendo amor. Es un camino continuo, porque la convivencia revela la fragilidad de ambos y requiere perdonar muchas veces con paciencia y humildad. El perdón auténtico necesita verdad, diálogo y compromiso real de cambio; no se trata de callar para evitar conflictos, sino de sanar juntos. Y el Señor nos enseña que, para conseguir este perdón, debemos apoyarnos en Él, tener Fe que, con Él,, hasta las mayores ofensas se pueden perdonar : quien se sabe amado y perdonado por Dios puede perdonar y comenzar de nuevo.
Recorramos este camino del perdón verdadero, ya que sin él, no hay matrimonio duradero.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Luis: Ana, me cuesta perdonarte lo que me hiciste hace unos años
Ana: ya Luis; me lo has dicho muchas veces. Yo estoy muy arrepentida y te he pedido perdón en muchas ocasiones. Además, te intenté explicar que lo hice en un momento en el que acumulaba mucha tensión y me dejé aconsejar muy mal. También pedí perdón al Señor y Él me ha perdonado.
Luis: lo que pasa es que de vez en cuando me vienen los recuerdos y veo que sigo teniendo resentimiento.
Ana: cariño, yo sé que el perdón también exige reparación y en estos años he intentado reparar aquel daño, mostrándome más dócil, intentando acoger tus debilidades y caídas e intentando perdonar yo también cuando me haces daño Pero tu perdón es un acto de tu voluntad y, como tal, sólo tú, con la ayuda del Señor, podrás conseguirlo.
Luis: gracias porque veo ahora que es verdad lo que me dices. Gracias, además, por recordarme que el perdón también es un don y lo tengo que seguir pidiendo al Señor. Quiero perdonarte y, por tanto, quiero liberarme de esta losa que me tiene esclavizado desde hace años.
Ana: gracias, mi vida. El querer perdonarme, ya es un gesto de perdón. Te lo agradezco mucho.

Madre,

Danos un corazón humilde para corregir con amor y un corazón grande para perdonar de verdad. Alabado sea siempre el Señor y bendita sea siempre nuestra Madre.

Cuentas cutres. Comentario para Matrimonios: Juan 2,13-22

Para ver los próximos RETIROS Y MISIONES haz click AQUÍ

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según San Juan 2,13-22

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
«¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó:
«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron:
«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Cuentas cutres.

Somos templos del Espíritu Santo, pero constantemente permitimos la entrada de “mercaderes interiores”: pensamientos, afectos, deseos… que convierten el alma en un bazar donde todo se negocia. Incluso el matrimonio puede vivirse así: “yo te doy si tú me das; y así ajustamos cuentas”.
Pero las cuentas de Dios no siguen esa lógica: por una sola oveja perdida, deja a las noventa y nueve. Al primero y al último que llegan a trabajar, les paga lo mismo. Alimenta a más de cinco mil con cinco panes y dos peces.
Su amor por la santidad del templo —que somos nosotros— lo consume. Y mientras permanezcamos atrapados en nuestras cuentas, Dios sufre, porque desea restaurar lo que se ha desordenado en nosotros… y cuenta con nosotros.
¿Y nosotros? Seguimos a lo nuestro, contando y cuadrando.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

(Laura y Andrés, matrimonio que vuelve en coche tras asistir a la misa dominical)
Laura: ¿Sabes qué? Tengo que pedirte perdón.
Andrés: ¿Y eso?
Laura: A veces siento que siempre estoy dando y no recibo nada a cambio. Espero tu atención, tus detalles, tu tiempo…
Andrés: ¿Nada? Pero trabajo todo el día para que no falte nada en casa.
Laura: Déjame terminar, Andrés. Hoy, en la segunda lectura, he oído que “nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo”. Y la pregunta que me hacía era: ¿cómo puedo poner a Cristo como cimiento? Y en la Eucaristía me lo ha dejado muy claro: todo lo hace Él. ¿Y cómo lo va a hacer, si la que no para de hacer soy yo y no Le dejo ningún espacio?
Andrés: No sabía que te sentías así. Yo también me siento agotado. A veces pienso: “¿Y yo, cuándo? Nadie ve lo que yo hago.”
Laura: Cariño, creo que necesitamos parar y descubrir quiénes somos conociéndolo a Él. Te quiero un montón, pero en el momento en que dejamos de fijarnos en Él, empezamos a fijarnos en nosotros… y, lo que es peor, en lo que tú haces o dejas de hacer.
Andrés: Pues qué quieres que te diga… Me duele que no veas lo que yo hago.
Laura: Perdóname, Andrés, por no verlo. Lo siento.
(Más tarde Laura en oración personal)
Laura: Gracias, Señor, por mostrarme mi verdad y por poner en mi corazón la alegría de descubrir Tu plan. Te ofrezco mi dolor por la incomprensión de Andrés, para que, a través de Tu sacrificio, conviertas mis lágrimas en el alimento de mi alma. Que mi corazón sea Tu morada, donde mis sentidos, mis sentimientos y mi entendimiento sean los Tuyos, para hacer únicamente la voluntad de nuestro Padre. Amén.

Madre,

Enséñanos a confiar en el plan de tu Hijo. Sea por siempre bendito y alabado, que con Su Sangre nos redimió.

Entrenarse en la fidelidad. Comentario para matrimonios: Lc 16,9-15

Para ver los próximos RETIROS Y MISIONES haz click AQUÍ

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 16,9-15

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:
«Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de él.
Y les dijo:
«Vosotros os las dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios».

Entrenarse en la fidelidad.

En este Evangelio Jesús nos advierte que, si no eres fiel en lo poco, tampoco en lo mucho serás fiel. Y la fidelidad es algo absolutamente esencial en el matrimonio. Cuando nos casamos, la fórmula más habitual quizás sea “Yo te acojo como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”. Nos prometemos fidelidad en lo bueno y en lo malo. Y la fidelidad es signo de nuestro amor y respeto, a imagen de la alianza de Dios con nosotros. Dios es fiel, Él cumple Sus promesas, y se ha comprometido con nuestro matrimonio en una alianza de amor para hacerlo posible. ¡Qué importante es que vivamos entre los esposos la fidelidad que nos prometimos, empezando por los pequeños detalles del día a día! Fidelidad que no lo es sólo respecto de la entrega de nuestros cuerpos, sino que se muestra también en los detalles más pequeños: volviendo pronto a casa después del trabajo para ayudar con los hijos o en las tareas de la casa, en vez de quedarse tomando una cervecita; fidelidad en nuestro rato de oración juntos, perseverando en ese tiempo que nos dedicamos el uno al otro y a nuestro matrimonio… Tenemos la oportunidad de entrenarnos en lo poco, en lo sencillo, para poder luego ser fuertes y fieles cuando de verdad la tentación sea grande, porque si vamos relajándonos, al llegar la prueba no podremos superarla.

Aterrizado a la vida Matrimonial:

Vicente: Carmen, no entiendo nada de lo de ganarse amigos con el dinero de la iniquidad.
Carmen: A mí me parece que quiere decir que no hay que apegarse a los bienes materiales, sino utilizarlos para ganar tesoros en el cielo.
Vicente: Pero habla de iniquidad, de hacer algo mal a conciencia. Eso sería como ganar dinero engañando, y yo gano nuestro dinero honradamente.
Carmen: Pero ganamos más dinero que el que realmente necesitamos ¿no?
Vicente: Sí, es verdad, pero eso es gracias al esfuerzo de muchos años.
Carmen: ¿Estás seguro que es sólo por eso, Vicente? ¿No crees que Dios te ha dado unos dones y te ha ofrecido unas oportunidades que otros no tienen?
Vicente: ¿Y? No caigo en lo que quieres decir.
Carmen: Pues que todo lo que tenemos, todo, proviene de Dios. Y que somos muy afortunados por todos los bienes materiales que el Señor nos ha permitido tener, en realidad más de los que necesitamos, mientras que otros no tienen ni lo imprescindible. ¿Qué crees que espera Dios de nosotros?
Vicente: Si, es verdad, Dios nos ha dado más de lo que realmente necesitamos. Supongo que espera que lo usemos para ayudar a quienes no tienen tanto.
Carmen: Eso es. Si nos apegamos a los bienes terrenales, serviremos al dinero, y no a Dios. Pero si utilizamos esos bienes generosamente en beneficio de otros, y lo hacemos por amor, serviremos a Dios, y ganaremos tesoros en el cielo,
Vicente: Gracias, Carmen, por iluminarme. No sé qué haría sin ti. Te quiero.

Madre,

enséñanos a ser siempre fieles a nuestro esposo, a nuestro sacramento y a Dios, y a hacer siempre Su voluntad, como hiciste Tú. ¡Bendita y gloriosa seas, Madre! ¡Alabado sea por siempre el Señor!