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EVANGELIO
Recibiréis en este tiempo cien veces más, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 10, 28-31
En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús:
«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús dijo:
«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones -, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».
Palabra del Señor.
¿Necesitas más?
Tenemos un anhelo de sobreabundancia porque Dios nos lo ha sembrado en el corazón para que le deseemos a Él, deseemos nuestra relación con Él, y en definitiva deseemos deificarnos en Él. Es un anhelo muy fuerte que tira de nosotros, pero si lo canalizamos por las cosas del mundo, nos puede llevar al desastre de la soberbia: creer que con mis fuerzas puedo calmar ese anhelo a base de hacerme «sobreabundante» a mí mismo.
Pero según el Evangelio, esto es al revés. En la medida en que dejemos cosas materiales, relaciones mundanas, criterios mundanos, sospechamos de nuestra inteligencia mundana… empezaremos a recibir cien veces más de lo de Dios, que es lo que nos puede hacer sobreabundantes de verdad.
Hablamos de la sabiduría de los pequeños, la atracción irresistible de los sencillos, las uniones del Espíritu Santo infinitamente más fuertes y hermosas que las uniones carnales…
En definitiva, recibiremos ahora en este tiempo ¡cien veces más! Y es Palabra de Dios.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Ramón: Cariño, me doy cuenta de que a la gente le cuesta acercarse a mí. Incluso a nuestros hijos les causo cierto respeto.
Carmen: Y ¿has descubierto el motivo?
Ramón: Creo que sí. Hace tiempo que te vengo observando en tu relación con la gente, y veo que no infundes respeto, no sé cómo decirte, que todo el mundo te quiere y se acerca a ti sin miedo. Eres una mujer tan sencilla…
Carmen: En realidad eso de que se me acerque la ge te es obra de Dios. Veo mis limitaciones que son muchas y no las escondo. Si cometo una torpeza, pues la comento y dejo que la gente se ría de mí. Antes me preocupaba esto, pero hace tiempo que Dios me permitió renunciar a mi imagen porque sólo me importa que destaquéis Él y tú. El Espíritu hace que en lugar de provocar rechazo, la gente quiera estar conmigo.
Ramón: Yo en cambio, llevo tiempo labrándome un prestigio, pero eso hace que a la gente le dé cierto respeto acercarse a mí, y mantienen las distancias. Me siento muy solo. Creo que tengo que abandonar mi prestigio y aprender de ti. ¿Me ayudas?
Carmen: Sí. Además, tú en realidad no eres así. Tu verdad es mucho más hermosa que la fachada que presentas al mundo. Yo te prefiero tal como eres. Eres muy pequeño y muy bonito.
Ramón: Gracias Carmen.
Madre,
Te hiciste esclava del Señor y veo todo lo que has recibido de Dios. ¡Impresionante! Gracias por tu ejemplo, bendita Madre.