EVANGELIO
El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 31-35
En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo: – Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.
Les contestó: – ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y, paseando la mirada por el corro, dijo: – Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.
Palabra del Señor.
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Hace bella a la familia.
Desde que vino Jesús a este mundo, por el bautismo, nos ofrece otro tipo de relación que va mucho más allá de la relación carnal o de consanguinidad. Los lazos que nos unen con un amor imperfecto, olvidadizo y egoísta, son elevados a una unión que sólo la hace posible el Espíritu Santo.
Jesús en el Evangelio nos habla de la gente que había sentada a su alrededor. Cuando la familia se sienta alrededor de Jesús cada día, todas las cosas se renuevan, se trasforman y se embellecen. El trato entre los esposos adquiere una belleza y una comprensión nuevas. De los padres hacia los hijos florece la paciencia y de los hijos a los padres el respeto y la obediencia, entre los hermanos desaparece lo grotesco: ni se insultan, ni se desprecian, sino que se apoyan entre ellos, desean estar juntos y se echan de menos.
La familia que se reúne alrededor de Jesús, irradia la luz de Jesús, pues Él comparte con ellos Su corazón, Sus sentimientos, el deseo por lo bello y el bien común… Éstos son una verdadera Familia. La familia que reza unida, permanece unida para siempre, siempre… Tienen claro que sus lazos en la carne son pasajeros y ponen su objetivo en la eternidad. Convirtamos nuestra familia en la Familia del Señor, cumpliendo Su voluntad.
Aterrizado a la vida matrimonial:
Juanjo: (Hijo) Es una pena que mis amigos de clase (Bachillerato), a pesar de estar en un colegio religioso, no crean.
Rafa (Padre de Juanjo): Y tú ¿Por qué crees?
Juanjo: Porque he experimentado la presencia de Dios en mi vida y en la vida de nuestra familia. He visto cómo ha actuado. He comprobado cómo eran las cosas antes de que rezásemos juntos y cómo son ahora, cómo nos ha unido, y también he experimentado lo que pasa cuando dejo de rezar. Entro como en una oscuridad, una falta de paz, tengo menos paciencia y soy menos comprensivo con los demás…
Rafa: ¿Y tú crees que eso lo hace el Señor?
Juanjo: No tengo la menor duda.
Rafa: Me gusta que ayudes a otros a unirse más. Te he oído varias veces ocupándote de resolver conflictos entre amigos tuyos, aconsejando e intercediendo. Veo que además de estar unido a Jesús, intentas hacer su voluntad y vas en Su nombre. Enhorabuena, Juanjo.
Madre,
Ata a nuestros hijos a Tu corazón, tuyos son. Nosotros te necesitamos, queremos pertenecer contigo a la santa Familia de Dios.