EVANGELIO
¿Está permitido en sábado salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6
En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada:
«Levántate y ponte ahí en medio».
Y a ellos les pregunta:
«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?».
Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre:
«Extiende la mano».
Lo extendió y su mano quedó restablecida.
En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.
Palabra del Señor.
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Mi lista.
¿Qué me está permitido? ¿hacer lo bueno o lo malo? ¿Salvar a mi esposo o despreciarle por sus limitaciones? Cuántas veces pueden cegarnos nuestras leyes, y ponemos nuestras supuestas obligaciones por encima de las personas.
¿Qué es más importante?
– La puntualidad,
– el orden,
– la limpieza,
– los detalles,
– su eficacia,
– sus habilidades,
– mi imagen ante los demás,
– lo que piensen,
– el dinero,
– algo material,
– mi tiempo,
– mis gustos o caprichos,
– mi atractivo físico,
– …
o mi esposo.
He pensado en ir complementando esta lista de motivos que me han hecho enfadarme con él/ella o recriminarle algo, para tomar conciencia de qué cosas estoy poniendo por encima de mi amor a mi esposo. Así me quedará más claro cuándo aplicar este Evangelio. ¿Te gusta la idea?
Aterrizado a la vida matrimonial:
(Luis llevaba un tiempo triste por su situación laboral, en el trabajo parecían no ir las cosas muy bien y tenía problemas con su jefe. La preocupación le tenía como paralizado).
Ana: (Piensa: Verás como cuando llegue a casa me encuentro que Luis no ha recogido el traje de la tintorería. Como no lo haya recogido…) Luis ¿Has recogido mi traje de la tintorería?
Luis: No, perdona, al final no he podido. He tenido mucho lío hoy.
Ana: ¿Que no has podido? ¡Tienes una cara que te la pisas! Estoy harta de ser yo quien tire de casi todo el peso de los niños y de la casa. Tú sólo piensas en tu trabajo, y no piensas nada en mí. ¿Me quieres decir qué me pongo mañana?
(Ana llama a su madre para desahogarse)
Ana: Mamá, Luis otra vez pasando de mí. Estoy muy harta…
Su madre: Hija, no sé cómo le aguantas. Esta vez ni se te ocurra perdonarle, o me voy a enfadar contigo. Lo que tienes que hacer es mandarle ya a la m…
(Pero al día siguiente Ana recibió la llamada de su amiga Lucía que es una mujer de oración y que acoge la sabiduría de Dios).
Lucía: ¿Cómo estás Ana?
Ana: Te aseguro que no aguanto más a Luis. Está todo el día amargado, encerrado en sí mismo y en su trabajo. ¡Me desespero! Mi madre dice que le deje de una vez.
Lucía: Ana, Dios viene a avivar esa llama que parece que se va a apagar. Tu marido no está ignorándote a posta, tu marido está preocupado y eso le tiene paralizado. Tienes que ser tú quien avive esa llama. Y eso no se consigue a base de golpes, sino con amor. Mira, haz una cosa: Ve, siéntate a su lado y pregúntale cómo está, dile que quieres comprenderle, ayudarle…
Ana: ¿Y a mí quién me comprende y me escucha…?
Lucía: Ana, eso no es amar. ¿Quieres aprender a amar? Empieza por entender que el que ama no se mira a sí mismo… Si amas en el Nombre del Señor y por Él, tragándote tu orgullo, Dios te ensalzará y levantará a Luis sanando su parálisis, y tú estarás mejor. Dios siempre libera los corazones.
Madre,
A ver si aprendo a poner las cosas en el orden que Dios quiere. Si ahogo el amor, acabaré confabulándome con los que pretenden echar a Cristo de nuestro matrimonio. Sería terrible. Madre de los esposos, ruega por nosotros. Alabado sea Nuestro Señor que es más fuerte que mi pecado. Amén.