
Esposos, hagamos presente el Reino de Dios en casa: Rezamos juntos, nos esforzamos por hacer Su voluntad y, si nos hacemos daño, nos pedimos perdón en seguida.

Esposos, hagamos presente el Reino de Dios en casa: Rezamos juntos, nos esforzamos por hacer Su voluntad y, si nos hacemos daño, nos pedimos perdón en seguida.

Agradécele a tu esposa/o cada día su trabajo, su dedicación a lo que consideras su obligación, porque ha decidido entregarse a ti y a tu familia y, esa entrega, se actualiza cada día y es de agradecer cada día.

Cuando soy fiel a Dios tengo que agradecerle que me haya dado la gracia que me mueve a hacer obras buenas y luchar por entregarme en mi matrimonio.

El poder que nos da Dios, si tenemos fe, es infinito. “Todo lo que pidáis en oración con fe, lo recibiréis” (Mt 21,21-22) E “infinito”, aplicado a mi matrimonio, es mucho.

Los esposos nos hacemos santos amando en lo cotidiano, porque en esas entregas pequeñas hacemos presente a Cristo por nuestro Sacramento.