
La llamada de Dios es personal. Una llamada a un plan exclusivo y grandioso que me llena el alma de alegría y de gozo. Qué importante es renovar esa llamada, mantener la ilusión, responder con un amor verdadero, profundo, como Dios quiere.

La llamada de Dios es personal. Una llamada a un plan exclusivo y grandioso que me llena el alma de alegría y de gozo. Qué importante es renovar esa llamada, mantener la ilusión, responder con un amor verdadero, profundo, como Dios quiere.

El matrimonio es un lugar santo, en el que reside Dios, pero hemos sacado a Dios y está siendo destruido.
El Espíritu suscita nuevas esperanzas. Resurge la verdad del matrimonio como Dios lo pensó.
Resurge Cristo en nuestro matrimonio.
¡Viva el Matrimonio! ¡Viva Cristo Rey!

¿Para qué defenderme ante mi esposo/a? Dios se encargará de mi defensa. Él me protege y, cuando permite una situación dura para mí, si no me defiendo, será una ocasión para dar testimonio.

¿Qué quedará del fruto de mis esfuerzos y de mi trabajo? Sólo lo que contribuya a que mi esposo/a, mis hijos y otros vayan al cielo, permanecerá.

No juzgues la entrega de tu esposo/a sin conocer lo que hay en su corazón. Lo importante no es lo que te da, sino el amor que pone.
Eso es lo que Dios ve.