Archivo por días: 7 marzo, 2018

¿Hay que ser cristiano para salvarse? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 5, 17-19

EVANGELIO

Quien los cumpla y enseñe será grande
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Palabra del Señor.

Nota: Próximas misiones

  • Anuncio en Pamplona: Domingo 11 de marzo a las 13h en la Parroquia de San Fermín.
  • Anuncio en Madrid: 6 de abril a las 21:15 Parroquia San Josemaría (Aravaca)
  • 1ª catequesis en Sevilla: Para nuevos grupos. Día 13 de abril, a última hora de la tarde. Parroquia San Juan Pablo II
  • Anuncio en Mallorca: 20 y 21 de abril de 20 a 21 horas.
  • Retiro en Sevilla: 4 de mayo (a las 18;30) al 6 de mayo (a las 17:30). Casa de Betania C/ Mayor s/n SAN JUAN DE AZNALFARACHE Sevilla. (No se ha abierto aún la convocatoria. Os mantendremos informados).
  • Retiro en Madrid: 8, 9 y 10 de junio.
  • Retiro en Córdoba: 29 y 30 de junio y 1 de julio.

¿Hay que ser cristiano para salvarse?

La ley de Dios es buena, porque nos señala el camino del amor (hay veces que no lo tenemos tan claro), pero el objetivo final es amar a alguien, y no el cumplimiento de la ley. Con la venida de Cristo, no nos salvamos por el cumplimiento de la ley, sino por la fe, pues nunca llegaremos a amar perfectamente, por mucho que nos esforcemos, y tenemos que reconocer que es Cristo quien nos salva. Es un poco lioso todo esto, pero podríamos resumirlo en que Cristo completa lo que me falta para llegar a la salvación porque ya cargó sobre sí con mis culpas. Tener fe en Él me lleva a la salvación.

Además, el Señor, nos mostró el espíritu de la ley que no se basa tanto en normas como en actos de amor hacia alguien. No es lo mismo ir a misa porque toca, que ir a misa para celebrar juntos el agradecimiento que le debemos a Dios por Cristo y Su entrega. Todo acto sin amor, no sirve, y todo acto que no se una a la acción de Cristo para mayor gloria de Dios, tampoco. Por eso, se acaba resumiendo toda la ley y los profetas en el mandamiento del amor: Que os améis unos a otros como Yo os he amado.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Paco: Conozco un matrimonio que se quieren mucho y no son cristianos. Hay mucha gente buena que no es cristiana. Creo que no es necesario ser cristiano para salvarse.
Pedro: O sea, que por realizar actos buenos, ¿ya se salva uno? Entonces, no hace falta recurrir a Dios para nada ¿no?
Paco: No creo que sea imprescindible. Lo importante es ser bueno.
Pedro: Te voy a contar una historia a ver qué te parece. Ramón y Rosa tuvieron un hijo al que pusieron el nombre de Carlos. El niño, sacó los genes de su padre, que es un bendito. Es una persona con mucha paciencia y muy servicial. Todo el mundo quería a Ramón, porque era un pedazo de pan. Y su hijo, heredó todo eso de su padre. Además, Rosa, la madre, se esforzó mucho por llevar a Carlos a buenos colegios. Tanto en casa como en el colegio, se esforzaron mucho por la educación de Carlos. Cuando Carlos acabó la carrera y el máster, sus padres le pusieron una buena casa y le compraron un coche. Además, se ocuparon de que Carlos se criase en un ambiente sano, creándole un entorno de amistades adecuadas. Entre ellas estaba Julia, de quien se enamoró y con quien contrajo matrimonio. Todo el mundo admiraba a Carlos y Julia. Eran un matrimonio modélico. Carlos era súper generoso y simpático con todos, excepto con sus padres. Cuando Carlos ya lo tuvo todo, se olvidó de sus padres. Nunca les agradeció sus esfuerzos, nunca se preocupó de responder a tanta entrega de tantos años. Nunca valoró todo lo que ellos le habían dado. Sus padres venían a verle a su casa y él no les abría la puerta. Le llamaban por teléfono para saber de él y él les colgaba una y otra vez. Ni siquiera les permitió conocer a sus nietos. Ni tan siquiera les informó de cada vez que Rosa traía un nuevo hijo al mundo. Un día, unos amigos de Carlos se cruzaron con sus padres que habían recorrido una vez 500km para intentar ver a su hijo, al menos cruzarse con él o verle de lejos. Al encontrarse en el porche de entrada del chalet, se presentaron mutuamente. Así descubrieron los amigos de Carlos que tenía aun vivían sus padres. Se quedaron muy sorprendidos. Carlos nunca les había hablado de ellos… Cuando le preguntaros, Carlos les dijo que él no le debía nada a nadie, y que él todo lo había conseguido con su esfuerzo y por sus propios méritos.
¿Qué pensarías tú de Carlos si de repente conocieses la historia de sus padres?
Paco: Yo dejaría de tener tan buen concepto de Carlos. No entendería qué había en su corazón que no era capaz de reconocer la dignidad y el valor de aquellos que le habían dado todo lo que tenía y todo lo que era. Qué había en su corazón para ser tan desagradecido.
Pedro: Pues eso. Es imprescindible reconocer que Dios me lo ha dado todo, para poder aspirar a ser bueno. Y es imprescindible reconocer que no tenemos la capacidad suficiente para amar como deberíamos, pero tener fe en que Él nos ama infinitamente y nos hace llegar a donde nosotros no llegamos. No soy yo quien se salva, es Él quien me salva.

Madre,

Alabado sea el Señor, que ha sido grande y generoso con nosotros. Gloria a Dios por los siglos.