Archivo por meses: marzo 2017

Pringarse para sanar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38

EVANGELIO
Fue, se lavó, y volvió con vista
Lectura del santo Evangelio según san Juan 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38

En aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento.
Entonces escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
«¿No es ese el que se sentaba a pedir?».
Unos decían:
«El mismo».
Otros decían:
«No es él, pero se le parece».
El respondía:
«Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
«Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo».
Algunos de los fariseos comentaban:
«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado».
Otros replicaban:
«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?».
Él contestó:
«Que es un profeta».
Le replicaron:
«Has nacido completamente empecatado ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
«¿Crees tú en el Hijo del hombre?».
Él contestó:
«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo:
«Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es».
Él dijo:
«Creo, Señor».
Y se postró ante él.

Palabra del Señor.

Pringarse para sanar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La ceguera en aquella época era considerada un castigo de Dios por motivo del pecado. Al ser ciego de nacimiento, en el versículo 2 que no aparece en el texto de hoy, los discípulos le preguntan a Jesús: “Rabí, ¿quién pecó para que naciera ciego? ¿Él o sus padres? Respondió Jesús: Ni pecó éste ni sus padres, sino que eso ha ocurrido para que las obras de Dios se manifiesten en él».

Hoy hablaremos de las heridas de la infancia. Suelen afectar gravemente al matrimonio, e incluso puede parecer que no tienen solución. Además, estas heridas se pueden transmitir de generación en generación, ya que unos padres heridos pueden perjudicar a sus hijos. Pero ante esas heridas, veo hoy cómo Jesús dice “eso ha ocurrido para que las obras de Dios se manifiesten en él”. Impresionante. Es una nueva manera de ver las heridas, como una oportunidad para que las obras de Dios se manifiesten en mí.

Cristo hoy se acerca a mí, para poner su mano sobre mis heridas. Él está dispuesto a pringarse de barro por mí, para purificarme. Ensuciarse Él para limpiarme a mí. Quiere acompañarme y que comparta con Él mi dolor, acompañarme a ese momento que provocó aquella herida, para sanarla purificándola con su saliva y la caricia de sus dedos.

Qué hermoso ejemplo para el esposo que intenta ayudar a su cónyuge a salir del pozo donde se encuentra a base de “pringarse”, a base de cariño, arriesgándose a sufrir algún tipo de represalia, quizás por acercarse demasiado… Nosotros ya nos hemos bañado en la piscina del “Enviado” el día de nuestro bautismo y respondimos “Sí” a la pregunta: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Sí, creo y sé que Él sanará la herida para que las obras de Dios se manifiesten en nosotros.

(Ponemos aquí una oración de sanación por mí o por mi esposo)
Señor,
Tú puedes volver atrás y caminar conmigo a través de mi vida desde el momento en que fuera concebido. Ayúdame, Señor, límpiame y líbrame de todo lo que pudo causarme dificultades. Tú estabas presente en todo momento. Líbrame y sáname de cualquier ataduras en mi espíritu que hayan podido llegarme por mis padres o las circunstancias de la vida de mis padres. Yo creo, Señor, y te doy gracias.

Transforma todos esos momentos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 1, 26-38

EVANGELIO
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra».
Y el ángel se retiró.

Palabra del Señor.

Transforma todos esos momentos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

¡Qué hermosura!, María Santísima, ante el ángel que le comunicaba este gran misterio de Dios. ¡Qué escena! ¡Qué grandeza! Dios se encarna, se hace una sola carne con la humanidad. Su amor se encarna, y se hace accesible a nosotros, los esposos, que compartimos el mismo amor que el Padre y el Hijo: Nos une el mismo Espíritu Santo. Qué maravilla, qué grandeza, qué belleza. Dios comparte lo más grande que tiene, Su amor, con nosotros. Dios Padre entrega lo más grande que tiene, Su Hijo, por nosotros. Dios Hijo, se abaja y se hace uno de nosotros. ¡Cuántos misterios para celebrar!.

Hoy es un día grande para los esposos. Hoy el ángel del Señor se presenta ante cada matrimonio y nos dice: Alegraos, porque habéis encontrado gracia ante Dios. El Espíritu Santo entrará en vosotros, y daréis a luz un nuevo matrimonio, que será grande y os llevará al reino de Dios, donde vuestro amor no tendrá fin.

Qué gran noticia, qué admirable, Dios lo va a hacer. Sólo necesita nuestro “sí”, como el de María, un “sí” sostenido, como decía Monseñor Munilla. Decir hoy “sí quiero” y mañana, “sí quiero” y pasado, “sí quiero”… te acojo a ti y me entrego a ti, esposo mío. Y el Espíritu de Dios hará el resto. La relación de Dios conmigo, se encarna en mi matrimonio, se hace vida cotidiana en mi relación con mi esposo. Hace que despertarme a tu lado y darte un beso de buenos días, sea un momento sagrado, que echarnos una mano cuando nos vemos cansados sea una bendición, que el reto de hacerte feliz sea lo más emocionante de mi día. Porque Dios ha venido a transformar todos esos momentos que Él también vivió y hacerlos dignos de dioses.

Madre,
Para mayor gloria de Dios, Tú dijiste «He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra». Para mayor gloria de Dios, quiero hoy decir contigo: “He aquí el esclavo de la Esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”. Gracias por compartir esta hermosa experiencia con nosotros, gracias por hacernos partícipes del misterio de la Encarnación de Dios. Alabado sea el Señor, nuestro Dios.

3 tipos de amor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 28b-34

EVANGELIO
El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y lo amarás
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. » El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» No hay mandamiento mayor que éstos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

3 tipos de amor.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El amor al que se refiere Cristo es siempre un amor de comunión, esto es, recíproco y entre personas. Amar es construir una intimidad común, y del grado de intimidad que pueda compartir con una persona, dependerá el grado de amor que puedo entregarle. Aquí en la tierra, con la persona que más intimidad puedo compartir es con mi esposo, ya que entre otras intimidades, sólo a él/ella puedo entregarle mi cuerpo. Por tanto mi esposo es la persona a la que debo amar más en este mundo. Pero hablemos de los dos tipos de amor que aparecen en el Evangelio y otro más que aparecerá más adelante:

Amor con todo mi ser: Solamente puedo amar así a Dios, porque Él conoce todo de mí, incluso más que yo mismo. A él le puedo entregar mi cuerpo, mi alma y todo mi ser. Sabemos que hay parte de mí que sólo conocen los demás (en especial mi esposo), y hay otra parte de mí que no conozco ni yo ni nadie, excepto Dios que me ha creado. Por eso, a Dios es a la única persona a la que puedo amar con todo mi ser, puesto que Él puede acoger incluso esa parte de mí que ni siquiera yo conozco.

Como a mí mismo: A mi esposo, sólo le puedo amar como a mí mismo, puesto que solamente le puedo entregar lo que conozco de mí, y esta visión no es completa. Evidentemente, el amor que nos tenemos a nosotros mismos deja bastante que desear, y prueba de ello es el daño que nos hacemos cuando pecamos y aun así, seguimos haciéndonoslo.

Como Dios nos ama: Hay una manera de amar a mi esposo más que a mí mismo. Cristo se encarna, nos deja Su Espíritu, y nos da un mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Es decir, que con su Espíritu podemos amarnos más que “como a mí mismo”. Podemos amarnos como Dios nos ama. Esto sí que es un amor grande, que nos supera con mucho. Pero si antes hemos dicho que no conozco todo de mí ¿Cómo es posible? Amándole con la Caridad de Dios, el Amor de Dios, que es el Espíritu Santo que reside en mí.

En conclusión, cuanto más esté Dios presente en mí, es decir, cuanto más ame a Dios, es decir, cuanto más intimidad comparta con Él, más podré amar a mi esposo. Por eso yo prefiero que mi esposo primero ame a Dios antes que a mí, porque cuanto más ame a Dios, más podrá amarme a mí.

Madre:
Muéstrame la intimidad de Tu Hijo en la oración. Quiero conocerle, comprenderle, que esté en mí. Que siembre en mí ese deseo de comunión con mi esposo. Quiero impregnarme de su amor misericordioso, ese amor que restaura, que llena de vida la vida. Alabado sea por siempre.

Recoger con Cristo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 14-23

EVANGELIO
El que no está conmigo está contra mí
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 14-23

En aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.

Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron:
«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:
«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.
El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».

Palabra del Señor.

Recoger con Cristo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.” Esta frase tan contundente e iluminadora, resume a nuestro parecer este Evangelio. A los que no son de Cristo, se les nota tarde o temprano porque desparraman. Veámoslo con diferentes pasajes de la Lectura de hoy.

Parece como si tratase de lo que ocurre con las familias que no cuentan con Dios. El Evangelio habla primero de un demonio mudo. El mal enmudece, se encierra en sí mismo, mientras que el bien permite que los esposos se abran, se comuniquen a sí mismos el uno al otro. Por eso Jesús echa al demonio mudo de nuestro matrimonio, para hacerlo posible. La beata Madre Teresa dijo: “De la abundancia del corazón, habla la boca. Si tienes el corazón rebosante de Amor, hablarás de amor.”

Continúa hablando Jesús “Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y se cae casa sobre casa”. Pues esto es lo que ocurre con los esposos que no se aman, que van contra sí mismos y su casa se hunde y puede que caiga casa sobre casa cuando uno de los esposos a su vez, se une a un miembro casado de otra familia. San Pablo dijo: “El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne” (Ef 5).

También habla de nuestros hijos, ellos mismos serán nuestros jueces. Efectivamente. Un matrimonio que se está separando en estos momentos, ha reunido a sus hijos para darles la mala noticia de su separación. Uno de ellos, de 11 años de edad, les ha dicho la siguiente frase a sus padres: “¿Por qué nosotros tenemos que pagar por esto?” Durísimo. Sí, nuestros hijos serán nuestros jueces.

Madre:
Damos gracias a Dios, porque todos los que leemos este Evangelio, luchamos por estar con tu Hijo y no contra Él. Si es Cristo quien expulsa nuestros demonios es que el Reino de Dios está con nosotros. Alabado sea por siempre. Ahora sabemos que el matrimonio es un don que requiere de una tarea, la de “recoger” con el Señor todas las cosas, las de nuestro matrimonio y las de nuestra familia. Guíanos por este camino, querida Madre Santísima.

No cambia. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 5, 17-19

EVANGELIO
Quien cumpla y enseñe será grande
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

Palabra del Señor.

No cambia.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En este Evangelio, el Señor nos hace ver la responsabilidad que tenemos especialmente ante nuestros hijos, pero no sólo ante ellos, sino ante todo nuestro ámbito de influencia. Deberíamos ser imagen de Dios, nuestra comunión debería vivirla a Su imagen, y si no, como decía algún autor un poco más drástico, estamos siendo falsos profetas. Y no le falta razón.

Dice el Papa Francisco en Amoris Laetitia, que “259. Los padres siempre inciden en el desarrollo moral de sus hijos, para bien o para mal. Por consiguiente, lo más adecuado es que acepten esta función inevitable y la realicen de un modo consciente, entusiasta, razonable y apropiado”. “A mí me lo inculcaron así”, podría decir alguno hablando de la educación que ha aquedado arraigada en nosotros. Dios nos ha dado autoridad sobre nuestros hijos, pero no para enseñarles lo que nos dé la gana, o “inculcarles” valores inventados o fruto de nuestro pensamiento del momento o de una ideología.

Es mi responsabilidad, recoger primero las verdades de Dios, para administrar mi autoridad convenientemente. Él ha venido expresamente a enseñarnos, a hacernos comprender una verdad inmutable, que no depende de modas ni de modernidades. El avance del tiempo debe ayudarnos para profundizar más en la verdad revelada (iluminados por el Espíritu Santo), no en inventarnos una nueva; porque la verdad de lo que hace bien al hombre es una, la conoce el Creador, y esa, no cambia. No cambia la Indisolubilidad del matrimonio, no cambia la relación hombre-mujer, no cambia la felicidad como fruto de la santidad, no cambia el sufrimiento como fuente de amor y de redención, no cambia el amor a los enemigos, ni la humildad, ni la mansedumbre como elementos básicos del amor. No cambia el perdón como sustento del amor, ni el “he venido a servir y no a ser servido”, “el que se humilla será enaltecido”, “al que te quiera quitar la capa dale también la túnica”… Y todo esto son enseñanzas que tengo que vivir como esposo en mi matrimonio, para enseñárselas a nuestros hijos. Así Dios, nos hará grandes en el reino de los cielos.

Madre,
Es mucha la responsabilidad, y necesitamos mucho de la ayuda de Dios. Necesitamos ser muy fieles a la oración, a la Eucaristía, y a nuestro Sacramento matrimonial, para recibir Su gracia. Qué cerca ha querido estar Dios de nosotros. Alabado sea.