Archivo por días: 13 marzo, 2017

3 motivos para no juzgar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 6,36-38

EVANGELIO
Perdonad, y seréis perdonados
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6,36-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

Palabra del Señor.

3 motivos para no juzgar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

No tenemos poder para juzgar. Esa potestad sólo la tiene Dios y, obviamente, no deberíamos caer en aquella vieja tentación original de “seréis como dioses”.

Pero vamos a ver hoy por qué no tenemos las capacidades necesarias para poder juzgar. Lo primero es que mis sentidos pueden equivocarse. Cuántas veces hemos creído que nuestro esposo está haciendo algo con fines egoístas y resulta que era por un hijo u otra persona. O puede que en algún caso, uno de los dos cónyuges haya dudado del otro, o ha creído que le ocultaba algo… Se dan muchas situaciones en las que creemos ver lo que finalmente, no es.

En segundo lugar, no conozco las intenciones del otro. Un caso muy común, es el de ese esposo que no acaba de encajar con la familia política. Su cónyuge intenta disculparlos explicándole que han sido siempre así. Pero el otro lo interpreta como que siempre se pone de parte de su familia de origen y en su contra. Y aquello se acaba convirtiendo en una discusión… No puedo conocer las intenciones de mi esposo.

En tercer lugar, porque interpreto de forma errónea el comportamiento del esposo. Sí, además, se da la circunstancia de que, cuanto pero está mi corazón, interpreto como peores los actos de mi cónyuge. ¿No os ha pasado nunca? Me parece que casi nada de lo que hace está bien y veo sus peores intenciones…

Juzgar a mi esposo es grave, porque es fruto de mi soberbia y porque es un indicativo de que mi corazón no está en gracia. Cuanto peor veo a mi esposo, peor está mi corazón. Es una regla que no falla. Por eso, esta cuaresma, tengo la oportunidad de ofrecer muchos sacrificios y oración, para purificar mi alma y descubrir la belleza y la grandeza de mi esposo, que es la verdad que Dios ha puesto en él/ella y a la que está llamado.

Madre,
Me avergüenzo de las veces que he juzgado a mi esposo. Realmente reconozco que no soy digno de él/ella. Dios me entrega un hermoso don y yo lo desprecio. No merezco Su misericordia porque no he sido misericordioso. Ayúdame Madre. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.