Archivo por meses: octubre 2016

“Sigue insistiendo” Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 18, 1-8

EVANGELIO
Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:
«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
«Hazme justicia frente a mi adversario».
Por algún tiempo se negó, pero después se dijo:
«Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme»».
Y el Señor añadió:
– «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante el día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

Palabra del Señor.

Nota: ProyectoAmorConyugal organiza un retiro para matrimonios y familias en Madrid, entre los días 21 y 23 de octubre. Pedimos vuestras oraciones.

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“Sigue insistiendo”
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Tres palabras sobre el Evangelio de hoy: Fe, oración y perseverancia.
Son la receta infalible. Sí, infalible. Y si no lo creo, es que me falta fe. Si mi matrimonio no va bien, tengo que preguntarme cuál de las tres me falta. Hay muchos matrimonios que no rezan juntos, y se quejan. Otros que no rezan con fe, sino que rezan para cubrir el expediente ¿Encontrará fe cuando se haga presente Jesús en medio de ellos?. Ni que decir tiene que acaban por cansarse y lo dejarán.

Dios espera de nosotros oraciones de fe, y la fe se demuestra por la perseverancia ante un aparente silencio de Dios. La perseverancia cuando no espero recibir nada en mi oración. Estamos seguros de que Dios nos escucha y por tanto no dejaremos de ir a Él. Yo me sé elegido, y me sé amado por Él, y esto es lo que me mueve acudir a la cita diaria con Él, y casi una cita permanente, en la que mi vida es como una oración porque todo lo vivo por Él, con Él y en Él. Somos elegidos que “claman ante Él día y noche”. No es lo mismo cuando vivo mi vida con fe, sabiendo que el Señor tiene contados hasta los pelos de mi cabeza, que moriría sólo por mí ¿Qué puedo temer?

Un ejemplo de fe, lo encontramos en María, cuando después de la negativa de Jesús a intervenir porque les faltaba vino en las bodas de Caná, Ella, movida por el Espíritu Santo, casi que “obliga” a Jesús a hacer el milagro. Qué seguridad tenía en la compasión del Señor y en Su poder. Comparemos la actitud de María con la nuestra en la oración, para descubrir qué más hace falta para que el Señor convierta nuestra agua en vino.

El silencio de Dios significa: «Sigue insistiendo». Un día sabremos que gracias a esa fe insistente nuestro corazón iba cambiando y se convertía en el corazón que late por Dios.

Madre:
Que importunemos a Dios con nuestra perseverancia. Él quiere convertir nuestro matrimonio en un camino de Santidad, pero si no tenemos fe, no puede ayudarnos, porque podríamos caer en el peligro de creer que hemos sido nosotros quienes lo hemos hecho y envanecernos y destruir todo lo construido. Madre, pide al Espíritu el don de la fe para nosotros. Mientras, no dejaremos de bombardear el cielo juntos. Alabado sea el Señor, que está siempre atento a nuestras necesidades.

De la humildad al conocimiento. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 11, 25-30

EVANGELIO
Soy manso y humilde de corazón

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

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De la humildad al conocimiento.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Ante las cargas que tiene un hogar y tantos quehaceres, es habitual que estemos cansados y agobiados. Lo malo no es lo primero (cansados), sino lo segundo (agobiados). Cuando uno se agobia, entonces pierde pie. Nos agobiamos porque nos creemos autores de nuestra vida y responsables absolutos de nuestro futuro y el de nuestros hijos. Nos falta entender que todo viene de Él, le pertenece a Él y que es un Padre que nos cuida y nos protege, e inmediatamente Él nos aliviará. Para poner todo en sus manos, tenemos que ser mansos y humildes de corazón, nos dice el Señor.

Y es que Dios se hace pequeño, nace pobre en un pesebre, a veces pasa por loco, se pone en la cola de los pecadores, se burlan de Él, toma la posición de esclavo ante los discípulos cuando les lava los pies… se hace uno de tantos. Sólo Dios nos ama tanto como para humillarse de esa manera. Pero Él nos enseña la Verdad del amor ¿O no?.

Hoy, día de Santa Teresa de Jesús, ponemos unas palabras que ella dice sobre la humildad en “Camino de Perfección”:
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Hay quienes pasan el tiempo proclamándose pecadores y no son humildes porque no aceptan ser olvidados ni olvidarse. A medida que uno se interesa por Dios y se deja llevar por la corriente, aceptamos de buen grado ser sobre todo servidores inútiles y olvidados. El culmen de la humildad nos vendrá de la visión cara a Cara. Mientras tanto, cuanto más nos acercamos a Dios más crece Él en nosotros y más disminuimos nosotros. Dios solo puede vencernos ofreciéndonos su intimidad. La humildad corresponde a la medida de la intimidad que tenemos con Él.
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Para llegar a ser un matrimonio humilde tenemos que acoger juntos esa intimidad que Dios nos ofrece. Acojamos por ejemplo los peores trabajos de la casa, los que nadie ve ni valora. Esos son los que más le gustan A Dios. Son los que realizaba María: Limpiar el polvo, recoger la casa, fregar… Sin embargo, los trabajos que más se notan, en los que uno “brilla” más, son peligrosos porque pueden hacer que crezca nuestra vanidad y nuestra soberbia. Contemplemos en María “la humillación de Su esclava” y sigamos sus enseñanzas de Madre.

El “yugo” de Cristo, es el mismo que nos une entre nosotros en nuestra relación con-yugal. Es una alianza que nos une y que no es pesada, sino que alivia. Si nos amamos con el amor de Cristo, si identificamos nuestro yugo con el de Cristo, en nuestra unión juntos con Él, encontraremos nuestro descanso. ¡¡Hermosísimo!!.

Alabemos al Creador del Matrimonio, que revela estas cosas a los esposos que reconocen Su grandeza.

Tan atento. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 1-7

EVANGELIO
Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 12, 1-7
En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban. Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos:
«Cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía, pues nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse.
Por eso, lo que digáis en la oscuridad será oído a plena luz, y lo que digáis al oído en recámaras se pregonará desde la azotea.
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más.
Os voy a enseñar a quién tenéis que temer: temed al que, después de la muerte, tiene poder para arrojar a la “gehenna”. A ese tenéis que temer, os lo digo yo.
¿No se venden cinco pájaros por dos céntimos? Pues ni de uno solo se olvida Dios.
Más aún, hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados.
No tengáis miedo: valéis más que muchos pájaros».

Palabra del Señor.

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Tan atento.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hay miedos y miedos. A unos no debemos hacerles caso y a otros sí. Si es miedo a que me critiquen, a que me insulten, a que me desprecien, a que me agredan físicamente o a que me maten, no debo tener miedo. Bueno, sorprende un poco ¿no? Con lo exigentes que somos hoy día para esto de que se respeten mis derechos… La realidad es que cuesta desasirse de estos miedos.

Sin embargo, creer en el Demonio, puede parecer casi infantil, cuando es el verdadero enemigo. Decirme a mí mismo eso de “antes morir que pecar” que nos enseña San Ignacio en los ejercicios espirituales, puede que no me lo tome demasiado en serio.

Pues sí, que si mi esposo me insulta o me desprecia, no es tan grave. Por mucha importancia que queramos darle a eso. Lo realmente grave es que deje de amarle por esos motivos. Lo grave es que tome represalias o que me cueste perdonarle. Porque mi dignidad no se ve afectada por un desprecio, sino por mi falta de coherencia como hijo de Dios. Mi dignidad me viene de que Dios me ha creado a Su imagen, y se ve afectada si no amo con Su mismo amor, ante el desamor de los hombres.

Pero a mí, lo que me encanta es regocijarme en que Dios está tan atento a mí, que hasta tiene contados los pelos de mi cabeza. ¿Me hago una idea de esto? ¡Cuánto me ama!. Qué cerca está de mí. Ahora me toca hacer lo mismo con mi esposo, y decirle: No te preocupes esposo, yo estoy contigo en el nombre del Señor y no te dejaré, y estaré pendiente en Su nombre hasta del último pelo de tu cabeza.

Madre:
El amor del Padre es tan grande, que imitarle es mucho para mí. Pero al mismo tiempo, no quiero fallarle. No se merece que le falle. Me da tanto y le doy tan poco… Sí, Madre. Estaré menos pendiente de mí y de mis miedos y me preocuparé más de mi esposo, que es lo que Dios quiere. Le amo, Madre. Alabado sea por siempre.

Abrir las puertas a la Gracia. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 47-54

EVANGELIO
Se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 47-54
En aquel tiempo, dijo el Señor:
-« ¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres!
Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis mausoleos.
Por eso dijo la Sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y perseguirán»; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.
Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación.
¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido!».
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca.

Palabra del Señor.

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Abrir las puertas a la Gracia.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Si he recibido los sacramentos de iniciación cristiana, y estoy esforzándome por seguir al Señor, oro con frecuencia y voy a la confesión y a la Eucaristía, es porque el Señor me ha dado la llave de la ciencia. He tenido un encuentro con el Señor. Si además me he unido a mi esposo por el Sacramento del Matrimonio, es que Dios me ha hecho ministro de la gracia de Dios para él/ella.

Y ahora la pregunta es ¿Qué hago con esa llave? ¿La utilizo para entrar en el reino de Dios o por el contrario le dificulto con ella el acceso a mi esposo? Todo lo que sé sobre el Evangelio, sobre doctrina de la Iglesia… puede que lo esté utilizando para recriminar a mi esposo, para corregirle insistentemente, para exigirle que siga mis costumbres “piadosas”… y al final, con esa actitud, en lugar de animarle a seguir, le estoy desanimando.

Preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo… Si esta es mi actitud con mi esposo, pendiente de ver si cae para restregárselo como él/ella probablemente me lo restregó a mí antes, pendiente de demostrarle que no es tan bueno como se cree… entonces, ¡Ay de mí!. ¿No estaré quitando efectividad, “matando” de alguna manera la ley y los profetas con mi actitud?

Sin embargo, si las llaves de la ciencia, si toda la sabiduría que he recibido de Dios, la utilizo para aplicármela a mí, para amar más, para ser manso y humilde, para ser más comprensivo, más cortés, más delicado… Para ser más servicial… entonces, estaré avanzando hacia el reino de Dios y mi esposo, seguro que se siente seducido por ese camino de alegría y paz interior. Abriendo de par en par las puertas a la Gracia, para que quepamos los dos.

Madre:
Qué peligroso es saber para exigir al otro. Es muy cierto que “la ciencia hincha más la caridad edifica” (San Pablo). Ayúdame a utilizar las llaves de la ciencia para la caridad, que no son para envanecerme, sino para descubrir mi verdad y la Verdad que es Dios y humillarme. Por eso los grandes santos se castigaban tanto, quizás para reconocer constantemente su pequeñez. Ayúdame a vivir las humillaciones que merezco cada día, como ese remedio para caer en cuenta de lo pequeño que soy y lo necesitado que estoy de Dios y de mi esposo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Ni con la punta de mis dedos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 42-46

EVANGELIO
¡Ay de vosotros, fariseos! ¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley!

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 42-46
En aquel tiempo, dijo el Señor:
-«¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios!
Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello.
¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y los saludos en las plazas!
¡Ay de vosotros, que sois como tumbas no señaladas, que la gente pisa sin saberlo!».
Le replicó un maestro de la ley:
-«Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros».
Y él dijo:
-«¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables, mientras vosotros no tocáis las cargas ni con uno de vuestros dedos! ».

Palabra del Señor.

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Ni con la punta de mis dedos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Las leyes de Dios tienen un único objetivo: Amar más a Dios y a los demás. Sin este objetivo, la ley pierde todo su valor y su bondad. Ya lo decía también San Pablo muy gráficamente: Ya podría yo dejarme quemar vivo, si no tengo amor de nada sirve. Qué bueno sería que las leyes humanas se basaran en este mismo criterio ¿Verdad?.

Bien, pues esto tan sencillo, a lo mejor se me olvida constantemente. ¿Qué es lo mejor? ¿Lo que más me cuesta? ¡No! Lo mejor es aquello con lo que amo más. Así puedo yo estar sacrificándome por mi esposo en algo que él/ella no quiere o no es un bien para él/ella. Claramente estoy haciendo el tonto, o peor, a lo mejor lo hago en el fondo para glorificarme a mí mismo…

Por tanto, la primera cuestión en la que me corrige el Señor, es la de las leyes sin amor. La segunda es la de aplicar las leyes al otro. Ojo con esto porque a Cristo parece que no le gusta nada, nada en absoluto: -«¡Ay de vosotros también, maestros de la ley, que cargáis a los hombres cargas insoportables, mientras vosotros no tocáis las cargas ni con uno de vuestros dedos!». Y ¿Cuántas veces me dedico a cargar a mi esposo con exigencias que yo mismo no soy capaz de cumplir?. Sí, a lo mejor le estoy exigiendo una perfección en el amor que yo no toco ni con la punta de mis dedos.

Madre:
Cuánto aborrece el Señor que mire a mi esposo y le exija, cuando yo no soy nadie para hacerlo ni tampoco soy un ejemplo. Cuánto dolor y cuánta distancia causa esta actitud en el matrimonio. Con razón Cristo se pone tan serio con los que lo hacen: ¡Ay de vosotros…!. ¡Ay de mí…! Señor, ten misericordia de mí que soy un pecador.