Archivo por meses: agosto 2016

En proporción. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 18, 21-19, 1

EVANGELIO
No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-19, 1
En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
-«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta:
-«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
«Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.»
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:
«Págame lo que me debes.»
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:
«Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.»
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
«¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?»
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

Palabra del Señor.

En proporción.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Un talento era el equivalente a 33kg de oro, mientras que un denario eran unos 4gr. de plata. Es decir, que el Señor compara nuestra deuda para con Él con 330.000 kg de oro (una deuda impagable), frente a la deuda que podemos tener entre nosotros la compara con unos 400gr de plata.

Estas proporciones nos permiten hacernos una idea de lo mucho que nos ha perdonado Dios en relación a lo poco que tenemos que perdonarle a nuestro esposo, aunque a veces nos pueda parecer lo contrario. Pero el Señor nos deja bien claras las proporciones. Ahora, sabiendo lo mucho que me duelen las ofensas de nuestro esposo, puedo tomar un poco más de conciencia del dolor que le provoco a Dios.

En definitiva, la deuda que mi esposo pueda tener para conmigo, es una pequeñísima parte de la deuda que yo tengo con Dios, y por tanto, perdonar no es una opción, es una obligación. De lo contrario, el Señor mismo nos explica cuáles podrían ser las consecuencias.

El siervo sólo le pide al Señor, paciencia. Caemos en la cuenta de cuánta paciencia tiene Dios con nosotros. Cuántas llamadas sin respuesta, cuántos talentos desperdiciados, cuántas gracias derramadas. Sin embargo, el Señor, no solamente tiene paciencia con su siervo, sino que además le perdona toda la deuda. Impresionante la sobreabundancia de Dios.

Madre:
Hoy, viendo la dimensión de nuestro pecado, tomamos conciencia de lo mucho que nos perdona Dios y, en consecuencia, lo mucho que nos ama. Alabado sea por siempre.

Salvado por mi esposo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 18, 15-20

EVANGELIO
Si te hace caso, has salvado a tu hermano

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-« Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.
En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos.
Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Palabra del Señor.

Salvado por mi esposo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Si te hace caso, has salvado a tu hermano”, dice el Señor. Esta cultura nuestra tan individualista, llevada incluso al ámbito espiritual, nos empuja a creer que nos salvamos solos y no es así. Los esposos tenemos una tremenda influencia en la mutua salvación. Tengo que decir que nadie en este mundo sabe mejor que mi esposo cuáles son mis debilidades y por tanto, nadie mejor que él/ella para colaborar conmigo en mi propia salvación. Digamos que sus correcciones son las más adecuadas, y si yo le escuchase, podría salvarme.

El problema es que nos corregimos demasiadas veces y por cosas sin importancia, de las que no depende nuestra salvación, y tenemos una enorme responsabilidad en seleccionar las correcciones clave para poder ayudarnos. De lo contrario, nos abrumamos, nos agobiamos y no conseguimos nada.

Por tanto, damos algunas recomendaciones más para realizar la corrección adecuadamente entre esposos:
– Antes de hacerlo, pídele permiso a tu esposo.
– El que realiza la corrección debe considerar, con humildad su propia indignidad, reconociéndose pecador en la presencia de Dios y hacer examen sobre sus propias faltas. Recordar que actuamos no en nuestro propio nombre, sino en nombre de Dios: Representando el Auxilio que Dios Padre es para el esposo.
– Antes de realizar una corrección, por tanto, conviene pedir la gracia al Espíritu de Dios para encontrar el mejor modo de llevarla a cabo.
– Que la falta revista la gravedad suficiente como para que deba realizarse la corrección. Una corrección constante pierde su efectividad y además no es a lo que estamos llamados.

Si no has hecho todo esto previamente, mejor que no corrijas. No lo vas a hacer bien y es fácil que hieras a tu esposo. Nuestra experiencia es que la mejor corrección es la que se va produciendo por sí misma como resultado de la lectura diaria del Evangelio, al contrastar juntos nuestra vida con la Verdad de Cristo.

¿Y si el corregido soy yo?
Si nos han corregido y nos ha parecido «intolerable» lo que nos han dicho, quizá sea conveniente meditar en las palabras anteriores de San Cirilo: «La reprensión, que hace mejorar a los humildes, suele parecer intolerable a los soberbios» (Catena Aurea, vol. VI)

Madre:
Cuánto avanzaríamos en nuestro matrimonio si doblegásemos nuestro orgullo y nos dejásemos corregir o corrigiésemos con auténtica humildad, de igual a igual. Qué don tan grande nos entregó Dios en el matrimonio y qué poco uso hacemos de nuestra relación. Ruega al Padre por nosotros y por nuestra constante conversión. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Somos como miramos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 18, 1-5. 10. 12-14

EVANGELIO
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10. 12-14
En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
-«¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?».
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo:
-«En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial.
¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».

Palabra del Señor.

Somos como miramos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

¿Qué diferencia a un niño de un adulto? Su falta de malicia, ¿no os parece?.
San Juan Pablo II habla de la manera de mirar, y dice que dependiendo de nuestra manera de mirar, así es nuestro corazón, es más, así somos. Según como miramos, así somos. Qué fuerte ¿no?.

Recordamos ese Evangelio en que dice que el hombre que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio en su corazón. Efectivamente, ese hombre tiene una mirada concupiscente, porque no mira el cuerpo de esa mujer con el significado que Dios le dio, y por tanto, así es su interior. Así es él, y será incapaz de mirar a una mujer como Dios la mira, ni siquiera a la suya propia.

Lo mismo que ocurre con la mirada para desear, ocurre con todas las posibles maneras de mirarnos, con esa mirada crítica, en oposición uno del otro, por ejemplo. Así el Señor nos exhorta a que nos convirtamos y recuperemos esa mirada sin malicia que nos abrirá el camino hacia el Reino. Muy grave es cuando influimos para que se pierda uno de esos pequeños, con nuestro ejemplo y nuestras enseñanzas.

Seamos dependientes, como los niños que necesitan de su madre y no pueden sobrevivir sin ella. El Diablo era un ángel poderoso, fuerte y bello, y tenía tantos dones que se hizo vanidoso y por orgullo quiso conseguir su propio reino. Por eso es importante hacerme pequeño y verme necesitado de Dios.

Madre:
Ayúdanos a participar de la mirada del Creador, para verlo todo como Él, con misericordia, con ternura, con delicadeza, con prudencia, con respeto, admirar la belleza de la creación con el significado que Él le ha dado a cada criatura, a cada don. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Para ser honestos. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 17, 22-27

EVANGELIO
Lo matarán, pero resucitará. Los hijos están exentos de impuestos

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 17, 22-27
En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo:
-«El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día».
Ellos se pusieron muy tristes.
Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron:
-«¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?».
Contestó:
-«Si».
Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle:
-«¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?».
Contestó:
-«A los extraños».
Jesús le dijo:
-«Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti».

Palabra del Señor.

Siendo honestos.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El hombre de bien hace el bien siendo honesto en lo pequeño y en lo grande, en las cosas de Dios y en las del mundo, porque la honestidad no es un traje de quita y pon, es la conducta del virtuoso.

El impuesto que le reclaman, debían pagarlo todos los judíos adultos menos los sacerdotes y rabís. Iba destinado a pagar los sacrificios públicos en el templo y al cumplir con el tributo, se identificaban como miembros de la comunidad judía. Al preguntar por el pago del impuesto, los recaudadores querían saber si Jesús se consideraba a sí mismo miembro del pueblo judío. Con sus ojos críticos no son capaces de descubrir en Él al Hijo de Dios.

En contraste, nos conmueve la mansedumbre de Jesús que estando a las puertas de Su muerte, se identifica con un pueblo que le iba a traicionar e iba a despreciar Su entrega por amor. No llora por Él, no llama la atención con un orgullo vestido de autocompasión. Muy al contrario nos anuncia la resurrección, la vida y nos muestra cómo alcanzarla. Señor Tú nos das la vida y como el salmista te digo ¿Cómo te podre pagar? Quiero responderte con amor, con todos los medios que me has dado: Mi trabajo, mi tiempo, mi esposo, mis hijos… siendo honesto en mis obligaciones cívicas, entregándome en mi matrimonio con alegría, poniendo a tu servicio cada don que he recibido de ti.

Imaginemos esta actitud del Señor aplicada a nuestro matrimonio, nosotros que siempre andamos midiendo nuestros derechos, nuestros esfuerzos, nuestras compensaciones, y Él, con toda su grandeza, se somete una y otra vez a un pueblo desagradecido, hasta la muerte que hoy mismo anuncia. Pero ya lo decía San Pablo: «Si somos hijos de Dios, también herederos: herederos de Dios, y coherederos de Cristo, con tal de que padezcamos con él, para ser con él glorificados» (Romanos 8,17).

Por Cristo y en Cristo, hemos sido hechos hijos de Dios, pero tenemos que seguir sus pasos, comportarnos en nuestro matrimonio como Él se comportó en Su relación con nosotros (amarnos como nos amó), y coger nuestra cruz detrás de Él, para ser glorificados con Él.

Madre:
Tú has recibido todo don como esposa del Espíritu Santo. Intercede por nosotros como para que aprendamos a ver el don de Dios en nuestra vida y en nuestro matrimonio. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Un poco despistados. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 32-48

EVANGELIO
Estad preparados

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 12, 32-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
– «Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
El Señor le respondió:
– «¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que les reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijese para sus adentros: «Mi señor tarda en llegar», y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Palabra del Señor.

Un poco despistados.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cristo nos anima a que atesoremos tesoros en el cielo, donde no se corroen, porque donde está nuestro tesoro está nuestro corazón. ¿dónde está mi corazón? ¿en mí mismo, en mi trabajo, en mis planes, en cosas materiales…? ¿o en amar y crear comunión? Queremos hacernos felices en esta vida, y por ello, atesoramos “tesoros” en este mundo, tesoros que no sirven para nada, porque son caducos, solo el amor no pasa. Unos esposos que se aman, es garantía para que sus hijos amen… Lo sabemos, pero aun así, preferimos auto engañarnos e intentar ser felices en esta vida buscando dinero, imagen, diversión…

La consecuencia es que no somos felices. Vivimos angustiados por lo que no tenemos o podemos perder, porque envejecemos, porque engordamos, porque nuestros excesos afectan a nuestra salud… Vivimos insatisfechos porque lo material no nos satisface, no nos construye, y es una realidad que, si somos sinceros con nosotros mismos, todos hemos podido comprobar.

Alguno puede pensar: No, yo tengo mis tesoros puestos en el cielo. Como solemos hacer, hagamos la prueba del nueve: ¿Qué plan de vida estoy llevando estas vacaciones? Otra prueba: ¿De qué estamos llenando las mochilas de nuestros hijos? ¿Cuánto estamos invirtiendo para que ellos conozcan donde está el verdadero valor de su vida? Y ¿Cuánto estamos invirtiendo para vivirlo y ayudarles a vivirlo? Sacamos estos días tiempo para muchos planes divertidos y está bien, pero ¿nos ocupamos que en esos planes sean con amor y por amor siendo nosotros primero ejemplo de alegría, renuncia por el otro, aceptación de las inoportunidades… realizando obras de misericordia. Que el señor cuando llegue hoy a la puerta de nuestro corazón, no nos encuentre comiendo y bebiendo o discutiendo, con amargura, egoísmo y saquemos tiempo para contemplar al Amor y acudir a su cita y luego poder dar lo recibido, atesorando tesoros en el cielo en medio de la playa, la feria, el campo, restaurante…

Hoy proponemos que pensemos en alguna obra de amor para hacer juntos (el matrimonio), cuanto más se acerque a la voluntad de Dios, más valor tendrá en el cielo y más frutos para nuestros hijos que son esponjas.
Empecemos a atesorar tesoros en el cielo aquí en la tierra, para nosotros y para nuestros hijos, porque la otra vida llegará y a ver qué nos encontramos entonces, para toda la eternidad. Además, igual nos llevamos la sorpresa de que, aunque no buscábamos la felicidad en esta vida, también la encontramos.

Madre:
El Señor ha vencido a la muerte para nosotros, y no acabamos de creérnoslo. No vemos más allá de nuestra muerte. Aumenta nuestra fe, porque solo por nuestra fe El Señor hace milagros. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.