EVANGELIO
Esto os mando: que os améis unos a otros
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 12-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.»
Palabra del Señor.
No malgastes sacrificios.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Amaros unos a otros hasta dar la vida. Es el mandato del Señor.
El Señor nos pide dar la vida el uno por el otro a “trocitos”. El sacrificio de dar la vida por los amigos, duele. Dar la vida por amor, duele. Y dar la vida por amor a “trocitos” duele menos, pero duele también. Digamos que cambiamos un dolor grande por muchos más pequeños.
Madre Teresa de Calcuta decía que hay que dar “hasta que duela”. Hoy podríamos decir, que tenemos que amar “hasta que duela” o de lo contrario no estaremos dando la vida.
¿Qué nos pasa a los matrimonios? Nos amamos, pero hasta que empieza a doler, y ahí ya… dejamos de amarnos: huimos, nos enfadamos… Nos apartamos del amor porque el esposo nos ha herido o hemos sentido dolor. Sin embargo, Cristo nos manda que nos amemos precisamente en ese dolor, entregando un “trocito” de mi vida, o de mi tiempo, o de mi honra… dando un trocito de mí, que me duele darlo. Así, poco a poco, puedo ir desintegrando ese yo monolítico y pegajoso, entregando mi vida por amor.
Pero ojo, no malgastes tu sacrificio. Si en cada entrega por amor, espero un retorno, es que en el fondo, no me entrego por mi amigo esposo, no pierdo la vida por él/ella, sino por mí. Es lo que Mons. Munilla llama algo así como “el bucle copernicano”: Salimos de nuestro yo, para acabar volviendo a él. No malgastéis vuestro “amor” y vuestros sacrificios en vosotros mismos, porque no tendrán ningún valor ni generarán nada positivo. Más bien al contrario. Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por obediencia al Padre, para santificarla. Ese era el objetivo.
A los esposos nos ha elegido para que vivamos un amor de comunión y nos ha destinado para que demos fruto y nuestro fruto dure. Nuestros hijos son fruto de nuestra misión procreadora. Si les mostramos los frutos del Espíritu, frutos de amor unitivo, también ellos darán frutos y perdurarán los nuestros. A amar sólo se enseña amando como Cristo.
En definitiva, para no desperdiciar mi sacrificio por amor, cuando me entregue debo preguntarme: ¿Lo hago para colaborar con el Señor en la santificación de mi familia?.
Gracias Dios mío por elegirnos en tan hermosa misión: Amarnos en la belleza del entorno familiar. Gracias por enseñarnos cómo hacerlo y gracias por quedarte con nosotros en la santa Eucaristía para hacerlo realidad. ¡Es un inmerecido honor que seas mi amigo! Alabado seas por siempre.