Archivo por días: 7 febrero, 2016

La epidemia del Espíritu. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 6, 53-56

EVANGELIO
Los que lo tocaban se curaban

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 53-56
En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron. Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas. En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban.

Palabra del Señor.

La epidemia del Espíritu.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

“Dios se involucra, se mete en nuestras miserias, se acerca a nuestras heridas y las cura con sus manos, y para tener manos se hizo hombre. Es un trabajo de Jesús, personal… Dios no nos salva solo por un decreto o una ley; nos salva con ternura, con caricias, nos salva con su vida, por nosotros”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 22 de octubre de 2013, en Santa Marta).

Como hay enfermedades que se contagian, también el pecado se contagia y si llego mal a mi casa, enturbio el ambiente. Pero si es Cristo quien reina, la fuerza del amor, puede más, porque el bien también se contagia: La alegría, la generosidad, el servicio….

Jesús se hizo hombre para tener manos y poder tocarnos, pero hoy Jesús me deja Su Espíritu porque quiere utilizar mis manos, mis ojos, mis gestos para poder llegar a ti. Quizás no pueda curarte una enfermedad física, pero seguro que sí puedo sonreírte, acariciarte con ternura, tener un gesto de cariño contigo, un detalle que sé que te gusta… Cosas sencillas, que parecen inútiles, pero que a los ojos de Dios, tienen un valor inmenso y curan muchas enfermedades del alma, curan las heridas del desamor.

El bien se contagia, el amor de Cristo se contagia. Tenemos que transmitir el virus de Su amor a nuestro esposo para así contagiar al resto de la familia. Esposos, comencemos la epidemia del Espíritu de Dios, contagiémoslo en casa para que llegue al cole, al trabajo, al vecindario…

Oración:
Madre, que con mis manos, mis gestos, mi mirada… cure a mi esposo y le de todo el cariño que Jesús le quiere dar. Que transmita también Su cariño a mis hijos y Su misericordia a todos los que Él quiera transmitírsela.

Creed a mis obras. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 5, 1 -11

EVANGELIO
Dejándolo todo, lo siguieron
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 1 -11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: – «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: – «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: – «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: – «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor.

Creed a mis obras.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En Jn 10,38 el Señor dice: …si no me creéis a mí, creed a mis obras…

Cuántas veces hemos bregado, con esfuerzo e interés, por superar algún defecto personal, algún problema con nuestro esposo, etc. Solemos confesarnos de lo mismo una y otra vez. Pero no hemos logrado buenos resultados y eso nos desanima, y nos hace tirar la toalla, verlo como algo imposible. Le decimos al Señor: He estado bregando toda la noche (referida a un tiempo oscuro y de dolor) y no hemos conseguido nada.

La mayoría de las veces el problema viene de que quiero ser yo quien controle mis debilidades y que se resuelvan como consecuencia de mi esfuerzo. Causa-efecto. Es probable que el Señor quiera hacernos ver que no somos merecedores de los resultados que esperamos, demasiado nos ha dado ya. Tenemos que aceptar nuestra pequeñez y pedirle al Señor que sea Él quien lo arregle, cuando Él quiera.

Mientras, es importante decir como Simón Pedro: “por tu Palabra, lo volveré a intentar”. Lo importante es la docilidad al Espíritu y la fidelidad ante la dificultad. La verdadera perfección no está en el resultado de las cosas, sino con el amor con que se hacen.

No importa el resultado, lo que importa es nuestra confianza en el Señor, Él ve en nuestro corazón el amor con el que se vuelve a intentar una y otra vez, que se persevera a pesar del daño recibido, que la caña cascada no la quebramos, sino que el amor nunca se echa atrás, nunca se arrepiente de amar, ni aparta a nadie, “todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca”.

Cuando por fin si Dios quiere vemos los frutos, cuando nos dejamos sorprender por Jesús, constatando el milagro de Su amor y Su misericordia por mí, es cuando no puedo más que alabarle: Porque sólo Tú eres Santo, sólo Tú, Señor. Entonces reconozco que no ha sido mérito mío, sino obra de Dios. Entonces, el deseo de dejarlo todo por Él invade mi ser, dejar todo aquello que me separa del amor y seguir al Maestro del Amor.

Oración:
Madre, Tú sabes cuántas veces he pedido por la sanación de mis defectos, con los que hiero a mi esposo y a mí mismo/a. Ese orgullo que me impide ser dócil al Espíritu y que me haga uno con él/ella. En el fondo me cuesta admitir mis imperfecciones. Hoy no te pido que me sanes, te pido que me des fuerza para seguir luchando. No merezco más de lo que ya me has dado y alabo a Dios por lo que tengo. Si me quieres así, así quiero ser. Señor, cuando Tú quieras, como Tú quieras, donde Tú quieras. Ahí quiero estar.