Archivo por meses: octubre 2015

Con Tu Espíritu. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 8-12

EVANGELIO
El Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 8-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios.
Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios.
Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.
Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender.
Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.»

Palabra del Señor.

Con Tu Espíritu.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el Nº 1864: “No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios, mediante el arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo (Cf. DV 46). Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.”

Pecados contra el Espíritu Santo son:

– Desesperación de salvarse: Es decir, perder la Esperanza de que Dios puede salvarme, a pesar de mi miseria.
– La presunción de salvarse sin merecimientos: Confiarse en que, como Dios es Santo, me perdonará haga lo que haga.
– Negar la verdad conocida: Ocurre cuando la persona se juzga “dueña de la verdad” y por eso no cree las verdades de fe por puro orgullo.
– La envidia o pesar de la gracia ajena: Cuando las personas tienen envidia de la gracia que Dios da a otro.
– La impenitencia final: Si al final de mi vida no me arrepiento de mis pecados.

San Juan Pablo II en su Encíclica sobre el Espíritu Santo, Dominum et vivificantem 46-48, explica este pecado contra el Espíritu: «Esta blasfemia no consiste en el hecho de ofender con palabras al Espíritu Santo; consiste, más bien, en el rechazo de aceptar la salvación que Dios ofrece al hombre por medio del Espíritu Santo.» Más adelante dice: «porque esta no-remisión está unida, … al rechazo radical a convertirse.»

Es por tanto, empeñarme en creer lo que creo a mi manera y no dejarme convertir, transformar, por el Espíritu Santo.

Para los esposos:
El matrimonio es realmente un camino de santidad. Cuánto nos ayudamos el uno al otro en los momentos de crisis, para mantener la Esperanza contra toda esperanza. Cuántos toques de atención nos damos para evitar que nos salgamos demasiado del camino. Cuánto nos ayuda alegrarnos de las gracias que recibe el esposo, cuando entendemos que a través de él/ella las recibimos también nosotros. Cuánto nos ayuda nuestra relación matrimonial para “convertirnos” y no creernos “dueños de la verdad”. Y es que en nuestro Sacramento, recibimos la gracia del mismísimo Espíritu de Dios.

Pedimos al Señor que nos convirtamos sinceramente, con Tu Espíritu.

Oramos especialmente por el sínodo:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

Un lugar común para lo auténtico. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 1-7

EVANGELIO
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 1-7
En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros.
Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos:
-«Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía.
Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse.
Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea.
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más.
Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo.
¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios.
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados.
Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.»

Palabra del Señor.

Un lugar común para lo auténtico.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús es muy claro sobre lo detestable que es la hipocresía, y nos hace ver que además es absurda, porque todo llegará a saberse. El único juicio es el de Dios que lo ve todo. Aquello de lo que nos avergonzamos, se sabrá.

La hipocresía es un auto engaño, en que uno se acostumbra a presentarse ante los demás mejor de lo que es. El problema tiene dos vertientes, por un lado el problema de la falta de autenticidad, que lleva a la desconfianza: (CIC 2469 “Los hombres no podrían vivir juntos si no tuvieran confianza recíproca, es decir, si no se manifestasen la verdad” (S. Tomás de Aquino, s. th. 2-2, 109, 3 ad 1) y por otro la injusticia que se comete con los demás: En justicia, “un hombre debe honestamente a otro la manifestación de la verdad” (S. Tomás de Aquino, s. th. 2-2, 109, 3)

Por tanto, entre los esposos, no presentarnos el uno ante el otro tal como somos, provoca una desconfianza recíproca que impide la comunión, y además no se le da al esposo el derecho que tiene a vivir con la persona que eligió para amar, tal como es.

Hay esposos que se piensan que no mostrándose toda su verdad, protegen su relación. Nosotros creemos que esto no es cierto. Más bien al contrario, se impide la convivencia, la ayuda mutua, la construcción de una intimidad común. Qué pérdida de tiempo, qué matrimonio más infructuoso el que se esconde su verdad.

Ya lo dice el Señor, no tengas miedo del esposo que puede no comprenderte o “regañarte” o echarte en cara… quizás hasta nos lo merezcamos. Lo importante es luchar contra el que “tiene poder para matar y después echar al infierno”. ¿No dijo Dios que somos una ayuda mutua? No tanto para hacer las camas, que también, sino para avanzar en nuestro camino espiritual hacia Él.

Dos esposos que apuestan por la santidad, por hacerse uno con el Señor, que colaboran en su camino de purificación. Como dice San Juan Pablo (Cat. 3/12/80), cuando se conecta con la profundidad del ser, ahí no cabe la concupiscencia. Es nuestra solución, conectarnos en una intimidad profunda, donde veamos toda nuestra belleza y fragilidad. Tal como Dios nos ve. Ahí, entre los dos y con la ayuda del Señor, encontraremos el amor auténtico.

Oramos especialmente por el sínodo:
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De la humildad al conocimiento. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 11, 25-30

EVANGELIO
Has escondido estas cosas a los sabios y las has revelado a la gente sencilla

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mí yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Palabra del Señor.

Humildad e intimidad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Ante las cargas que tiene un hogar y tantos quehaceres, es habitual que estemos cansados y agobiados. Lo malo no es lo primero (cansados), sino lo segundo (agobiados). Cuando uno se agobia, entonces pierde pie. Nos agobiamos porque nos creemos autores de nuestra vida y responsables absolutos de nuestro futuro y el de nuestros hijos. Nos falta entender que todo viene de Él, le pertenece a Él y que es un Padre que nos cuida y nos protege, e inmediatamente Él nos aliviará. Para poner todo en sus manos, tenemos que ser mansos y humildes de corazón, nos dice el Señor.

Y es que Dios se hace pequeño, nace pobre en un pesebre, a veces pasa por loco, se pone en la cola de los pecadores, se burlan de Él, toma la posición de esclavo ante los discípulos cuando les lava los pies… se hace uno de tantos. Sólo Dios nos ama tanto como para humillarse de esa manera. Pero Él nos enseña la Verdad del amor ¿O no?.

Hoy, día de Santa Teresa de Jesús, ponemos unas palabras que ella dice sobre la humildad en “Camino de Perfección”:
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Hay quienes pasan el tiempo proclamándose pecadores y no son humildes porque no aceptan ser olvidados ni olvidarse. A medida que uno se interesa por Dios y se deja llevar por la corriente, aceptamos de buen grado ser sobre todo servidores inútiles y olvidados. El culmen de la humildad nos vendrá de la visión cara a Cara. Mientras tanto, cuanto más nos acercamos a Dios más crece Él en nosotros y más disminuimos nosotros. Dios solo puede vencernos ofreciéndonos su intimidad. La humildad corresponde a la medida de la intimidad que tenemos con Él.
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Para llegar a ser un matrimonio humilde tenemos que acoger juntos esa intimidad que Dios nos ofrece. Acojamos por ejemplo los peores trabajos de la casa, los que nadie ve ni valora. Esos son los que más le gustan A Dios. Son los que realizaba María: Limpiar el polvo, recoger la casa, fregar… Sin embargo, los trabajos que más se notan, en los que uno “brilla” más, son peligrosos porque pueden hacer que crezca nuestra vanidad y nuestra soberbia. Contemplemos en María “la humillación de Su esclava” y sigamos sus enseñanzas de Madre.

Pero no queremos acabar este comentario sin hablar del “conocimiento” y del “yugo”. Dos elementos a los que hace referencia el Señor.

El conocimiento mutuo entre el Padre y el Hijo, es total, porque comparten Su intimidad más profunda. Y este es el camino del amor en el matrimonio: Conocernos íntimamente para poder amarnos como Ellos. Adán “conoció” a Eva, remarca San Juan Pablo (Cat. 12/03/80) sobre la lectura del Génesis, y esa capacidad de “conocer” distingue al hombre de los animales. Mediante este conocimiento el hombre y la mujer se donan el uno al otro, dice San Juan Pablo. Hombre y mujer se entregan su intimidad y la comparten creando una intimidad común. Para ello es necesaria la humildad de presentarnos tal cual somos. Ese conocimiento condiciona la generación de la vida y nos trasciende, nos supera dando lugar a esa vida. La grandeza del matrimonio es que nos permite a los esposos alcanzar una comunión con un grado de intimidad enorme que nos trasciende. Y vivir esta experiencia es hermosísimo. Hace que todo lo demás merezca la pena.

En cuanto al “yugo” de Cristo, es el mismo que nos une entre nosotros en nuestra relación con-yugal. Es una alianza que nos une y que no es pesada, sino que alivia. Si nos amamos con el amor de Cristo, si identificamos nuestro yugo con el de Cristo, en nuestra unión juntos con Él, encontraremos nuestro descanso. ¡¡Hermosísimo!!.

Alabemos al Creador del Matrimonio, que revela estas cosas a los esposos que reconocen Su grandeza.

Oramos especialmente por el Sínodo de la familia que se está celebrando:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

Puedo ayudarte. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 42-46

EVANGELIO
¡Ay de vosotros, fariseos! ¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley!

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 42-46
En aquel tiempo, dijo el Señor:
-«¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto el derecho y el amor de Dios!
Esto habría que practicar, sin descuidar aquello.
¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle!
¡Ay de vosotros, que sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo! »
Un maestro de la Ley intervino y le dijo:
-«Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros.»
Jesús replicó:
-«¡Ay de vosotros también, maestros de la Ley, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo! »

Palabra del Señor.

Puedo ayudarte.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Un hombre que paga en limosnas la décima parte de su sueldo, que es alguien importante y ocupa lugares preferentes, podríamos decir que sería considerado un hombre respetable. No es que esto sea malo, el problema es lo que hay en el interior. “Como tumbas sin señal”: Frase dura ¿no es cierto?. Muertos en vida, que no aparentan estarlo. Es el camuflaje del “poder” terrenal.

Detrás del “poder” suele estar la mayor (cambiando la e por la r) podre-dumbre. El ansiado poder, tiende a someter, a despreciar, a aprovecharse de otros, a descartar a otros. Dios nos da el poder de hacer y deshacer, porque nos da libertad. Sólo ordenándola al bien nos hacemos plenamente libres.

Lo grave de la cuestión es que por el mal uso de nuestra libertad, nuestro matrimonio se convierte muchas veces en una “lucha de poder”.

Aunque nos parezca que no, tenemos mucho poder. Desde mi libertad decido si colaboro para entristecerle o alegrarle el día, para ayudar o ser una carga, malmeter o bendecir, enervar o serenar, agobiar o aliviar… piénsalo, hay una lista casi infinita… ¿Cómo utilizo el “poder” que Dios me ha dado?.

El Papa Francisco define el poder como servicio, indicando que consiste en “la inclinación ante la necesidad del otro”. Dios no nos hizo a todos iguales, hizo a unos más poderosos que otros, a unos más fuertes que otros, a unos más inteligentes que otros… ¿Por qué? Puede parecer una injusticia. Dios quiere que ante el necesitado haya en nosotros un cambio de actitud que lleva al que tiene más poder, más posibilidades, más capacidades, a utilizarlas al servicio de los demás y no sentirse superior al resto.

Tampoco a los esposos nos hizo iguales. Uno tiene unos dones y el otro, otros, para que cambie nuestra actitud por amor, y nos decidamos a ayudarnos, a ser auxilio el uno del otro representando el auxilio de Dios (dice el catecismo). Los esposos cristianos no perseguimos “convivir”, ni un “consenso”, buscamos vivir una comunión. Mi esposo me necesita ¡Puedo ayudarle!.

Oramos especialmente por el sínodo:
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La limosna interior. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 11, 37-41

EVANGELIO
Dad limosna, y lo tendréis limpio todo

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 37-41
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa.
Él entró y se puso a la mesa.
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo:
-«Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades.
¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro?
Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo.»

Palabra del Señor.

La limosna interior.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Una vez más, los fariseos aplican su justicia y el Señor les muestra la Suya. Los fariseos juzgan desde la ley y el Señor propone la justicia del Reino: la misericordia.

Acaba con una frase preciosa, que es como para meditarla y rezarla y preguntarle al Señor ¿Qué quieres sacar de lo más profundo de mí?. La frase a la que nos referimos es: “Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo.” San Agustín interpreta esta frase como dar misericordia y Dios os perdonará. Los juicios hacia mi esposo salen de mi superficialidad, de no querer comprenderle ni profundizar en su interior para conocerle. Sin embargo, la misericordia hacia mi esposo sale de muy adentro.

“Piensa en los demás —antes que nada, en los que están a tu lado— como en lo que son: hijos de Dios, con toda la dignidad de ese título maravilloso.
Hemos de portarnos como hijos de Dios con los hijos de Dios: el nuestro ha de ser un amor sacrificado, diario, hecho de mil detalles de comprensión, de sacrificio silencioso, de entrega que no se nota. Este es el bonus odor Christi, el que hacía decir a los que vivían entre nuestros primeros hermanos en la fe: ¡Mirad cómo se aman!” (San Josemaría, Es Cristo que pasa, 36).

Demos a nuestro esposo esa “limosna” que sale de dentro: detalles de comprensión, sacrificio silencioso, entrega de la que no se nota… Madre Teresa de Calcuta decía “Dad hasta que duela”. Sí, este tipo de limosna es la que más cuesta, pero es sanadora, abre nuestra relación a una mayor intimidad común, purifica nuestras miradas… Esposos, “¡lo tendréis limpio todo!”.

Oramos especialmente por el sínodo:
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