Archivo por meses: febrero 2015

Y lo tenemos al lado. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 6, 1-6

EVANGELIO
No desprecian a un profeta más que en su tierra

Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
-« ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: -«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Palabra del Señor.

Y lo tenemos al lado.

(Nota: Es este texto se utiliza el genérico “esposo” para ambos, hombre y mujer, facilitando la lectura)

No pudiste hacer allí ningún milagro, Señor. Teniendo ante sus ojos el mayor don de Dios, a Su Hijo, no lo reconocen ni lo acogen. Se dejan llevar por los ojos sensibles en lugar de los ojos del corazón.

A veces tengo a mi esposo, en mi corazón. Tu Señor lo introdujiste en él. Entonces sé que nuestro amor es más fuerte que la muerte, que todo lo puede contigo. Pero otras veces caigo y lo echo fuera de mí. De golpe, deja de estar, todo se vuelve oscuro, sólo le veo con los ojos del mundo. Veo una persona limitada, con muchos defectos. De dónde se sacará las cosas que dice, qué sabrá, hace mal tantas cosas, no se parece a Ti en nada… Mi alma se vuelve triste y sola, le añora… ¿Dónde estás amado mío? Te busco y no te encuentro en mi corazón, estás a mi lado sólo a unos centímetros, siento tu calor y me parece que nos separaran km y más. ¡Vuelve!, grita mi alma ¿Quién dice que no existe el alma? Sólo aquel que no ha conocido el amor.

Cuando El amor habita en mi veo milagros. No dejes Señor, que lo aleje de mí.

A veces, miramos Tus cosas desde la cotidianidad. Nos olvidamos de Tu grandeza y las convertimos en rutina. Tú Señor creaste a mi esposo. Tú nos uniste. Tú eres el creador del matrimonio. ¿Con qué superficialidad lo miro?.
Tú Señor, estás en el interior de mi esposo y yo no le miro ni le trato como auténtico templo del Espíritu Santo. No le miro con la enorme dignidad que le has dado. Sinceramente, tampoco reconozco que mi esposo sea mi auxilio en representación de Tú auxilio, tal como dice el Catecismo, y busco el auxilio fuera de él.

¿Reconozco que me hablas a través de mi esposo? ¿Le escucho con la atención que merece? ¿Intento descubrir Tu palabra en él, en su forma de ser, en lo que expresa?.

Al final, puede que también hagas pocos milagros en mi vida, Señor.

Perdona, esposo mío. Perdón, Señor. Como a los discípulos de Emaús, enséñanos a reconocerte.

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Los esposos que Le tocan. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 5, 21-43

EVANGELIO
Contigo hablo, niña, levántate

Lectura del santo evangelio según san Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
-«Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. »
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría.
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando:
-«¿Quién me ha tocado el manto?»
Los discípulos le contestaron:
-«Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: «¿Quién me ha tocado? » »
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo:
-«Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.»
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
-«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?»
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
-«No temas; basta que tengas fe.»
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo:
-«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
-«Talitha qum» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.

Los esposos que Le tocan.

Ante la persona que sufre, Jesús va a dar lo que tiene. Lo que el Padre le ha dado. Uno se le acerca de frente y se arrodilla ante Él, la otra se acerca sigilosamente, por la espalda. Y Jesús hace el milagro para ambos, da igual la forma, lo importante es que nos acerquemos con fe.

Es curioso que la gente apretujaba a Jesús, pero sólo a una cura su fuerza. No basta con acercarse a Jesús, hay que acercarse con el deseo de que nos cure y la fe de que tiene poder para curarnos. la mujer había gastado todos sus haberes con los médicos. En vez de estar mejor, estaba peor. ¡No hay solución!. Pero es la fe, la fe que le salvo, la fe que salva a tantos esposos que ya viven su matrimonio sin solución. Sólo con tocar el manto de Jesús

La fe es un don de Dios, pero seguro que no se lo niega a nadie. El que tiene fe, es porque empezó queriendo tenerla. Qué grande es el hombre cuando, consciente de su pequeñez, busca lo que necesita en Aquel que verdaderamente es grande.

También en nuestro matrimonio, debemos tener fe, porque es una obra de Dios y es Dios quien nos ha unido. No es más milagro resucitar a un muerto o curar doce años de flujos de sangre. Cuando Dios nos une, no realiza una obra sencilla, sino en extremo difícil, más aún que la separación del mar rojo. Al separar las aguas, obra Dios sobre elementos pasivos, dóciles a su voluntad, mientras la unión del hombre y la mujer ha de contar con sus libertades. Como en el Evangelio de hoy, no basta con estar juntos, tenemos que tener fe en que nuestra unión puede asemejarse a la de Dios. Debemos tener fe en que Él nos va a hacer uno. A eso nos ha llamado y nos ha dado la gracia para ello en el Sacramento del Matrimonio.

¡Animo, esposos! Vuestra fe os ha curado.

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La disponibilidad interior. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 2, 22-35

EVANGELIO
Luz para alumbrar a las naciones

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-35
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María su madre:
– «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

Palabra del Señor.

La disponibilidad interior.

José y María, dos humildes padres que llevan a su hijo a un inmenso templo, lleno de gente, para cumplir con la ley. Ellos sabían a quién llevaban realmente para ofrecerlo a Dios Padre, pero nadie más.

Nos preguntamos si aquel Niño, por ser Hijo de Dios, necesitaría también ser presentado en el templo, o si María, Madre virginal que fue concebida sin mancha, tendría que ir al templo a ser purificada cuando no había impureza alguna en ella. Sin embargo, ellos cumplen con la ley como los demás, participando de la misma humildad de Dios.

De todo aquel bullicio de personas que encontraron al llegar al templo, sacerdotes, levitas, y muchos israelitas que venían a la casa de Dios, solamente dos ancianos, movidos por el Espíritu Santo, fueron conscientes de la llegada del Niño Dios. Simeón era un hombre justo, un hombre virtuoso con fe y por eso es capaz de seguir las mociones del Espíritu. Como dice San Juan Pablo II: “La plenitud del Espíritu de Dios, viene acompañada (…) antes que nada por la disponibilidad interior que proviene de la fe. De ello, el anciano Simeón, hombre justo y piadoso, tuvo la intuición en el momento de la presentación de Jesús en el templo”. Cuando tu corazón está en búsqueda y recorre ese camino de fe como el de Simeón, al final el Señor te guía. No es algo inmediato, eran ancianos, habían recorrido el camino de purificación y sacrificio dando muerte al hombre viejo para que nazca el nuevo en todo nuestro ser, muriendo el hombre individual, para nacer el nosotros.

Es curioso cómo Dios entra de esta manera tan silenciosa en el mundo. Vemos que Él es realmente amor, porque practica en sus formas la humildad, el abajamiento, la sencillez. En nuestra vida es igual, no llega con grandes aspavientos ni nos traquetea para sacarnos de nuestra obcecación.
Entra poco a poco, de manera sencilla, sin forzarnos.

Pero Él es, como dice el Evangelio, nuestra luz y nuestra gloria. De tal manera, que nos jugamos mucho si no hacemos realmente un esfuerzo por encontrarnos con Él. Podemos perdernos la luz que nos ilumina el camino y el gozo de una vida gloriosa.

Por eso, entre tantas ocupaciones, como las que tendrían aquellos israelitas del templo, necesitamos la sensibilidad de descubrir al que es la luz y la gloria. Tenemos que mirarle en nuestro/a esposo/a, mirarle en el trabajo, en tus tareas cotidianas… tomar conciencia de que está presente, para que nuestro espíritu se alegre, como el de María en Dios nuestro salvador. Ya no hay ocasiones de dolor, no hay placeres terrenales, nada hay que merezca más la pena que tomar a ese Niño en brazos, como Simeón, que nos permita llegar a la plenitud de nuestra vida porque nuestros ojos del alma le habrán contemplado.

La humildad es un signo de la presencia de Dios, por eso José y María actúan con aquella humildad llevando al Niño al templo como uno más. Los esposos y las familias que viven conscientes de Su presencia, viven de otra manera, viven con otra disponibilidad, con humildad y en paz.

¿Podrán también nuestros ojos, como los de Simeón ver al “Salvador… luz para alumbrar a las naciones” en nuestra relación de esposos, antes de morir?. Esto te pedimos, Señor.

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La autoridad en el matrimonio. Comentario del Evangelio para Matrimonios Mateo 8, 28-34

EVANGELIO
Enseñaba con autoridad

san Marcos 1,21-28
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:
«¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó:
«Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra del Señor.

La autoridad en el matrimonio.

“El hombre tiende a identificar autoridad con posesión, poder, dominio, éxito. Para Dios, en cambio, la autoridad significa servicio, humildad, amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina para lavar los pies de los discípulos, que busca el verdadero bien del hombre, que cura las heridas, que es capaz de un amor tan grande como para dar la vida, porque es Amor”. Benedicto XVI, 29 de enero de 2012.

¿Qué hacer cuando tu esposo (genérico) está furioso? Salir huyendo, evitándole…; buscar la autoridad humana imponiéndote para llevar la razón y dominar tú la situación en lugar de Dios… Si no expulsamos demonios, no actuamos en nombre de Cristo. Si no ayudamos a que el mal vaya saliendo de nuestro esposo para que entre el bien, no actuamos con la autoridad del Señor.
Cristo no va contra las personas, sino contra el demonio que las tienta y las domina. Decide salvar una vida, aunque aquellos que le acompañaban estaban atemorizados. Esa es su misión, salvar a aquellos que le fueron entregados por el Padre.

También nosotros tenemos la responsabilidad-misión de la salvación de nuestro esposo, ese maravilloso don que nos ha entregado el Padre. No debemos huir cuando más necesita de Dios, de su Amor, sino que debemos actuar en el nombre de Dios, como dones de Dios para él/ella que necesita una ayuda adecuada para su salvación. Hay que prestarle esa ayuda, (somos ministros de la gracia de Dios para nuestro esposo) que nos preguntará qué hicimos en Su nombre, cómo fuimos representantes de Su amor.

Cristo nos enseña a estar siempre disponibles ante el necesitado, así nosotros debemos amar a nuestro esposo ante todo interés personal o material, pues nuestro esposo vale mas que nuestros intereses. Tenemos la autoridad que Dios nos da, y no otra. Debemos amarle con la misma autoridad de Jesús.

El hombre, por el pecado, perdió la capacidad de verse como un don a sí mismo y a los demás. Cristo lleva a la plenitud esa revelación al entregarse a sí mismo por nosotros. También el Padre nos revela nuestra dignidad en Cristo, entregándonos a su Hijo único por el que todo lo ha hecho. No puede entregarnos nada más. Valemos lo que vale el amor de Dios por nosotros, y es enorme, inimaginable.

Oramos por el sínodo de la familia:
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