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Un matrimonio lleno de sabor. Comentario del Evangelio para matrimonios: Mateo 5, 13-16

EVANGELIO
Vosotros sois la luz del mundo
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo».

Palabra del Señor.

Un matrimonio lleno de sabor.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Vivir el Proyecto de Amor de Dios para nosotros, es llegar a cumplir el sueño de la Santísima Trinidad: “Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”.

No se puede ser fiel a Dios sino a través de la vocación a la que Él nos ha llamado. Sin ella, nuestra vida pierde densidad, sentido y gusto.

Un cristianismo insípido, políticamente correcto, produce el rechazo de Dios aunque los poderes de este mundo se sientan cómodos con él. Así lo señala el Papa Francisco en su exhortación “Evangelii gaudium”: Como la sal, somos potenciadores del gusto por vivir. Y eso, por estar unidos a Jesucristo, verdadera sal de la sabiduría, que nos llama a “estar en el mundo sin ser del mundo” (Jn 17, 11-16).

No somos muchos los matrimonios cristianos comprometidos con la fe. Si nosotros no damos testimonio de una unión tal como Dios la pensó, ¿Quién lo hará? ¿Cómo podemos animar a los jóvenes a comprometerse y casarse?. Tenemos que ser la esperanza de los jóvenes, de los novios, de otros matrimonios. Que cuando nos vean digan: “Nosotros queremos vivir eso”.

Ayer se lo decíamos a los asistentes al programa “Asalto al Cielo” en la parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de Colmenar de Arroyo, donde nos invitaron a participar como representantes de Proyecto Amor Conyugal: Tenemos que ser testimonio de lo que Dios es capaz de hacer en nosotros. Que la dureza de corazón no me impida ser reflejo de la Luz de Dios.

Trabajemos nuestra unión conyugal como dice San Juan Pablo II: ‘El varón y la mujer, uniéndose entre sí tan íntimamente que se convierten en «una sola carne», descubren de nuevo, por decirlo así, cada vez y de modo especial, el misterio de la creación’. ¡Eso sí que es vivir un matrimonio lleno de sabor!

Madre,
Qué a gusto estuvimos ayer en tu parroquia de Colmenar de Arroyo con el Padre Álvaro Cárdenas. Cuántos regalos. Qué devoción en el rosario, la iglesia llena a rebosar de personas que vinieron a oír a hablar de tu Proyecto Amor Conyugal, algunos de muy lejos. Qué maravilla la adoración al Santísimo y después el culmen con la Eucaristía. Las canciones de Mercedes y David, los matrimonios del Proyecto que nos acompañaron. ¡Qué regalazo! Gracias Madre. Lo comentábamos a la vuelta: Cuántos regalos preciosos nos haces por habernos consagrado a ti. Bendita seas.

Es el momento de la verdad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 6, 14-29

EVANGELIO
Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 14-29

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él.
Unos decían:
«Juan el Bautista ha resucitado, de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».
Otros decían:
«Es Elías».
Otros:
«Es un profeta como los antiguos».
Herodes, al oírlo, decía:
«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».
Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
«¿Qué le pido?».
La madre le contestó:
«La cabeza de Juan el Bautista».
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

Palabra del Señor.

Es el momento de la verdad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Herodes, debía tener en su conciencia que, lo que había hecho, no estaba bien. En el fondo no quería matar a Juan porque sabía que tenía razón y que no le correspondía la mujer de su hermano. En cambio, Herodías, en su soberbia, no quería escuchar la verdad y esto le llevaba a odiar a Juan. ¿De quién era el problema en este caso, de Juan por decir la verdad o de Herodías por su soberbia? ¿Quién de los dos amaba y quién de los dos odiaba?.

Dice San Pablo en la 1ª Lectura: Que todos respeten el matrimonio, el lecho nupcial que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará (Hb 13, 4) Y en el Evangelio: “Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo”.

Esposos, tengámoslo muy claro. No hay marcha atrás. Cristo dijo: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”. No “suavicemos” la gravedad del pecado de adulterio. Sí, tenemos que ser misericordiosos con los que no cumplen la ley de Dios. Pero parece que algunos pecados están “mejor vistos” que otros. Parece que con el mensaje de ser misericordiosos con los que viven en adulterio, se le quita importancia a esta gravísima falta contra Dios y contra el esposo, y contra los hijos, y contra la Iglesia… Nosotros, sinceramente, no conocemos a ningún buen cristiano dentro de la Iglesia que desprecie o rechace a nadie porque vive en adulterio. Consideramos que es necesario insistir en la misericordia hacia ellos, con la misma fuerza que hacia los que han cometido pecados menos “aceptados” socialmente.

El adulterio es muy grave, porque va directamente contra ese compromiso sagrado que hemos adquirido con Cristo, porque vamos en contra de la voluntad de Dios que nos ha unido. Porque se hace mucho daño alrededor. Porque nuestra misión en la vida, la principal después de la que se nos encomienda por el bautismo, es ser imagen del amor de Cristo a los hombres a través de nuestro matrimonio y, si no lo somos, seremos falsos profetas que inducen a nuestros hijos y hermanos a desviarse de la Verdad, con las terribles consecuencias que tendrá para ellos.

Esposos, Juan Bautista murió por defender la indisolubilidad del matrimonio. Ni más ni menos que el precursor de Cristo, el “hombre más grande nacido de mujer” según lo definió nuestro Señor, murió mártir por defender nuestra vocación de esposos. No será casualidad ¿Verdad?.

Dediquemos nuestra vida y entreguémosla si es necesario por defender la verdad de la indisolubilidad del matrimonio. Esto no es contrario a la misericordia, o sino, Juan Bautista no podría ser santo, ni tampoco Santo Tomás Moro. Al contrario, ser testigos de la verdad es participar de la misericordia de Dios.

Madre,
Te pedimos especialmente por aquellos que, dentro de la Iglesia, no defienden la verdad de la indisolubilidad del matrimonio o no defienden esta verdad con claridad, dando un mensaje confuso que desorienta a muchos. Tú sabes que estamos viviendo la mayor crisis de la familia de la historia de la humanidad, esa que a Ti y a nosotros nos está atravesando el corazón. No es el momento de colaborar con la confusión reinante. Es el momento de reafirmar la belleza del matrimonio, la grandeza de nuestra vocación, la alegría de ser esposos y la plenitud que nos lleva a vivir y experimentar en la vida. Es el momento de la esperanza. Ayúdanos Madre. Reina de la Familia, ruega por nosotros.

El encuentro. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 2, 22-32

EVANGELIO
Mis ojos han visto a tu Salvador
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-32

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
-«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».

Palabra del Señor.

El encuentro.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy celebramos la fiesta de la Presentación del Señor en el templo. Simboliza la presentación del Señor a la Iglesia y la acogida de ésta, representada por Simeón y Ana, que anhelan Su llegada.

Durante siglos ha sido una fiesta Mariana, a la que llamaban la Purificación de Ntra. Sra. Pero el Concilio Vaticano II sustituyo el nombre para darle más énfasis al protagonismo del Señor, aunque sin menoscabar la importancia de María, quien lleva al Niño en sus brazos y a la que se anuncia esa misión co-redentora simbolizada por la espada que atravesaría su Corazón. Antiguamente se le llamaba la Fiesta del Encuentro, el encuentro entre Jesús y la Iglesia, y ese es el espíritu de esta fiesta.

Señor, tú eres el Esposo, la nueva Alianza, la que restaura la nuestra. Hoy, María te trae en sus brazos, para presentarte también a Dios desde nuestro hogar, “Iglesia Doméstica” y para que te acojamos con la misma ilusión y entusiasmo que lo hicieron Ana y Simeón. ¡Por fin! El matrimonio ha sido redimido. Señor, ¿Veremos nuestro amor convertido en Tu Caridad Conyugal antes de morir?.

Tú nos preparas el camino para darnos la posibilidad de llegar al Padre con las manos llenas de ofrendas, que serán nuestras obras de amor. Y yo sé que necesito pasar por una purificación, un sufrimiento que como una espada atravesará mi corazón, participando del sufrimiento de Ntra. Madre a los pies de la Cruz. Pero no me importa. Estas ofrendas y estos sufrimientos son los que agradan al Padre, como en los días pasados, y nos acercan a lo que Él quiso para nosotros desde el principio.

El Niño no necesitaba ser presentado a Dios, pues era Dios, y la Virgen no necesitaba purificación, pues es Virgen. Pero Ntra. Madre nos enseña a hacerlo: Nosotros necesitamos de ambas, las ofrendas y la purificación por nuestros pecados, para acoger el verdadero Amor.

Madre,
Pasa a nuestro hogar, presenta a Jesús entre nosotros. Estamos dispuestos a entregar esas ofrendas. Estamos dispuestos a pasar por esa purificación para acogerle. Madre, no somos dignos de que entre en nuestra casa, pero una palabra Suya, bastará para sanarnos. Alabado sea mi Señor, luz para alumbrar a las naciones y gloria de los esposos y las familias. Amén.

Reconocer a un Dios sencillo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 6, 1-6

EVANGELIO
No desprecian a un profeta más que en su tierra
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Palabra del Señor.

Reconocer a un Dios sencillo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La carne limitada puede contener al Espíritu Santo infinito. Las tareas del día a día son parte del misterio de la inmensa obra de Dios. Cristo lo hizo posible. Parece que no nos damos cuenta de lo que supuso que Cristo se hiciera uno de tantos. Vivió toda una vida como hombre para transformarla en vida divina. Santificó el trabajo con sus manos y convirtió el sufrimiento en un medio de salvación y redención. Nos cuesta pensar en un Dios sencillo, que no hacía otra cosa que trabajar de manera artesanal como cualquier otro y pasar totalmente desapercibido durante 30 años. Eso les extrañaba a sus familiares. Fueron incapaces de reconocer a un Dios sencillo.

Estamos acostumbrados a mirar las tareas cotidianas con recelo, como rutinarias y medio inútiles. Tareas aburridas que no hay más remedio que hacer, que nos quitan tiempo para lo importante. ¿Quién no quisiera una Mary Poppins en casa? Pero nuestro camino hacia Dios está en la fidelidad incondicional y el abandono confiado a Él. No está en la complejidad o la categoría del rol que desempeñamos. Los Laicos nos acercamos a Dios dedicándole todas las obras de la vida ordinaria. Cristo sanó todas esas realidades temporales, haciendo de ellas el marco de una vida admirable, santa y santificante, destinada a crecer hasta la perfección evangélica

Si Dios me quiere conceder Su gracia poniendo el lavaplatos o limpiando el polvo o ayudando a los niños en sus tareas ¿Quién soy yo para negarme?

«Los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortalecidos y como consagrados por un sacramento especial, con cuya fuerza, al cumplir su misión conyugal y familiar, animados del espíritu de Cristo, que penetra toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios» (GS 48b).

O sea, que un esposo, actuando como esposo, por la fuerza de su sacramento, se va perfeccionando y santificándose junto con su esposa y viceversa, y así glorifican a Dios. ¿Y ya? No es poco. Dicen que cuando falleció Teresita de Lisieux, algunas monjas del convento comentaban que pobrecita niña, que había pasado por el mundo sin dejar huella. Desde luego no se esperaban que fuera santa y mucho menos, doctora de la Iglesia.

Qué hermoso ser un santo que pasa desapercibido, que sólo Dios sabe con cuánto amor hace las pequeñas cosas. Así, como Cristo en sus años de vida oculta en Nazaret. Seamos esposos de Nazaret.

Madre,
Tú también pasaste bastante desapercibida. Apareces siempre en segundo plano (el primero lo ocupa Jesús) y solamente en un puñado de ocasiones. De los veintisiete escritos del NT, sólo en 4 se menciona Tu nombre, y un quinto (Evangelio de Juan) se refiere a ti como la Madre de Jesús. El resto, no te menciona directamente. ¿Qué hiciste en tu santísima vida en tantos momentos en que no apareces en la Escritura? Nada que fuese llamativo, lo ordinario que realizaría una madre como las demás, pero todo según la voluntad de Dios. Madre sencilla y a la vez Reina de universo, ruega por nosotros.

Donde la fuerza y la fragilidad se encuentran. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 5, 21-43

EVANGELIO
Contigo hablo, niña, levántate
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando: «Con sólo tocarle el manto curaré».
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente y preguntaba:
«¿Quién me ha tocado el manto?».
Los discípulos le contestaron:
«Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: «¿Quién me ha tocado? «».
Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad.
Él le dice:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentran el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
-«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.

Donde la fuerza y la fragilidad se encuentran.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nosotros representamos la fragilidad y Cristo la fuerza. Gráficamente somos como vasos comunicantes: El nuestro es pequeño y está seco y el de Cristo es inmenso y está lleno de gracia. El canal que nos puede unir es María. Si conectamos con María, conectamos con Cristo.

María tiene ese Corazón donde la fragilidad y la Fortaleza se encuentran. En Su vientre se funden humanidad y divinidad en una sola Carne. En Su vientre, Dios se humaniza y el hombre se diviniza. Hoy no podemos tocar el manto de Jesús, pero tenemos a María que le envolvió en Su seno. Si nos abrimos a Ella, le recibimos a Él.

Y ¿Cómo “conectamos” con Jesús a través María? Consagrándonos a Ella. Comprometiéndonos a ponemos a Su servicio y ofrecerle todo a Ella para que disponga como considere.

Pensando hoy en nuestros hijos, está bien que tengamos confianza en los médicos, en los sistemas educativos, en los buenos ambientes sociales y culturales, etc. Pero no estaría bien que pongamos más confianza en todo ello para su desarrollo, que en la fuerza del Señor. A veces nos da miedo que no estemos enseñándoles a amar con nuestro ejemplo, que no estemos haciendo lo suficiente por ellos, por darles el equilibrio entre educación y cariño que necesitan. A veces nos dan miedo los tiempos en que les ha tocado vivir. El Evangelio nos llama a perseverar en la oración por ellos y tener fe en el Señor. Él nos dice: «No temas; basta que tengas fe».

Cuando nuestros hijos no tienen suficiente fe, están en riesgo, expuestos a un mundo de perdición. Jesús cura toda clase de enfermedades: Ciegos que no quieren ver la verdad, paralíticos que no quieren seguirla por pereza, sordos que no quieren oír sus enseñanzas y avisos, mudos que les da vergüenza o miedo difundir la Palabra.

La clave está en conectar los vasos de nuestros hijos con el de Cristo, a través de María. Consagrados a María, le ofrecemos a nuestros hijos, animándoles también a que se consagren a Ella. Unamos su fragilidad a la fortaleza de Cristo, en María. Ella sabrá qué hacer.

Madre,
En ti confío. Somos tus hijos y sé lo que nos quieres. ¿No vas a ayudar a tantos matrimonios y familias como están sufriendo engañados por los criterios de este mundo? Claro que sí. Si tanto sufro yo por ellos ¿No vas a sufrir Tú? Conozco tu amor maternal, y nunca nos has fallado. Te pedimos por todos ellos, por todos nosotros. Envía a tu Hijo, para que coja de la mano a cada familia de Proyecto Amor Conyugal y le ordene: A vosotros os digo, familias, LEVANTAOS. Te lo pedimos por Jesucristo, Tu hijo, nuestro Señor. Amén.