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El que se la juega. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 3, 1-6

EVANGELIO
¿Está permitido en sábado salvarle la vida a un hombre
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 1-6

En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.
Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada:
«Levántate y ponte ahí en medio».
Y a ellos les pregunta:
«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?».
Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre:
«Extiende la mano».
Lo extendió y su mano quedó restablecida.
En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

Palabra del Señor.

El que se la juega.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Es la tercera vez que Jesús tiene que corregir a los Fariseos por el asunto de preservar la ley del Sabat.
El sábado era un día sagrado, un día de descanso reservado sólo a Dios, pero ¿Qué nos enseña Jesús en este Evangelio? Jesús da prioridad a la compasión, incluso por encima de la ley sagrada.

Se suele definir compadecer como “padecer con”. Pero pocas veces desgrano este significado y aún menos, lo aplico a mi vida matrimonial. El problema suele ser que confundo la compasión con la filantropía o amor a la humanidad. La diferencia es que ésta segunda, es selectiva, va de enviar limosnas a distancia o similar, y no se implica demasiado. El que se compadece en cambio, se implica, y no cesa hasta que ha curado, salvado o sacado adelante a la persona necesitada.

El que se compadece, se la juega, lo pone todo en ese interés por el otro. Lo vemos hoy en la actitud de Jesús con el paralítico. Se la juega, pero por encima de todo, lo cura.

En mi relación con mi esposo, puedo confundir también una con la otra. Puede que me dé por satisfecho porque llevo los niños al colegio, pongo el lavaplatos y me encargo de la cocina y de la compra, pero resulta que a lo mejor mi esposo necesita que me siente a su lado y me implique con él/ella hasta que salga del agujero donde se ha metido.

Algunos esposos nos comentan cosas como “Es que está desequilibrado” o “Está insoportable” o “Sólo se vuelca con los demás”, etc. Pero me he sentado con él/ella para comprender qué le pasa, por qué huye, por qué está nervioso, por qué le falta paz interior… O me limito a creer que yo le quiero más y no me está correspondiendo como merezco.

Compasión es padecer con. Seré compasivo con mi esposo cuando padezca con él/ella, hacerme pobre con él, triste con él, llorar con él, agobiarme con él… Entonces, cuando esté dispuesto a jugármela, a implicarme de verdad en sus dificultades, estaré preparado para curarle con la ayuda del Señor, ya sea sábado, domingo o lunes… gracias a Dios.

Madre,
Si no me compadezco yo de mi esposo ¿Quién lo hará? Dios me creó para él/ella. Si no padezco lo mismo que padece, nunca podré existir para él/ella. Ayúdame a dejar de mirarme, y empezar ya a ser esposo de verdad. Me necesita. Alabado sea el Señor, que me ha dado tan hermosa misión. Amén.

Ley de leyes. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 2, 23-28

EVANGELIO
El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 23-28

Sucedió que un sábado Jesús atravesaba un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando espigas.
Los fariseos le preguntan:
«Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?».
Él les responde:
« ¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre, cómo entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que sólo está permitido comer a los sacerdotes, y se los dio también a quienes estaban con él»
Y les decía:
«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado».

Palabra del Señor.

Ley de leyes.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dios estableció la ley del sábado para liberar al hombre de la esclavitud del trabajo. El descanso es obligatorio. Y tener un día para contemplarle, contemplar la belleza de todo lo creado y disfrutar de ello: De la Eucaristía como acción de gracias, de la familia, de los amigos. Pero el hombre, que se apodera de todo, convierte esa ley en una norma que esclaviza. El que no la cumple es denunciado y se toma represalias contra él.

El Señor nos recuerda que hay una ley que está por encima de todas, y es la ley del amor, porque las leyes son buenas siempre y cuando sean buenas para el hombre.

En nuestro hogar, también hay leyes que rigen el día a día, pero cuando una ley esclaviza, cuando hay acusaciones en mi casa porque no se está aplicando una norma, cuando hay enfados por incumplimientos de esas normas, algo falla. Jesús es el rey del sábado, y es el rey de cualquier ley que pongamos en nuestro hogar. ¿Qué tal si le pregunto por mis leyes? El otro día, un matrimonio amigo, comentaba que había unos esposos que se peleaban por si los cubiertos debían meterse en el lavaplatos boca arriba o boca abajo. ¿No será más importante quererse?

Mis leyes han sido hechas para que mi esposo disponga sobre ellas, y no mi esposo para ser sometido a mis leyes. Mi esposo fue creado superior a toda la creación, incluidas las leyes. Otra cosa es que, por su bien, aplique las leyes que Dios dicta, pero es su decisión libre. Si Dios no se impone con las suyas ¿Cómo voy yo a exigirle que cumpla las mías?

Al final no quiero ser yo quien incumpla la ley del amor, y esa es la más importante de todas con mucha diferencia. Sólo la ley del Amor rompe fronteras, divisiones, prejuicios y esclavitudes.

Madre,
Quiero poner ante ti todas mis leyes, y necesito que me ayudes a verlas desde la perspectiva del amor. ¿Son tan importantes? ¿Generan un bien? ¿Genero yo un bien con ellas? Hoy he aprendido que hay dos tipos de defensores de la ley: Unos que acusan y condenan con ella y otros que salvan con ella. Dame la luz que necesito para que en mi corazón se imponga la ley del amor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

El idioma del alma. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 2, 18-22

EVANGELIO
El novio está con ellos
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 18-22

En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno, vinieron unos y le preguntaron a Jesús:
«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».
Jesús les contesta:
«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar.
Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.
Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor.
Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

Palabra del Señor.

El idioma del alma.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nos centramos hoy en esa actitud que debemos mantener porque estamos con el Esposo. Esa actitud es la alabanza.
La alabanza es un bien inmenso para el corazón humano, que ha sido creado para alabar a su Creador y no sólo eso, sino alabar también a la creación del Creador. En nuestro caso, especialmente a nuestro esposo y nuestro matrimonio que, como decía el Papa Francisco, es la obra más bella de la creación.

Los corazones que no se ejercitan en la alabanza no se preparan para el cielo (esta frase es para releerla varias veces). Por eso es importante, es vital aprender a alabar y nunca dejar de hacerlo. La alabanza es el idioma definitivo del alma.

Pero, ¿cómo aprender a alabar? ¿Cómo fortalecerme en la alabanza?

1. Repaso los verbos: tener un detalle, meditar, sonreír, descansar en (alguien), recibir, agradecer, admirarse, celebrar y perdonar. El veneno del alma huele mal, sabe mal y hace mal. Así pues, hay que salir del veneno. Sin embargo, luchar contra los venenos es muy difícil, es como luchar contra el Diablo. Es mejor introducir la alabanza, porque es verdad que una persona sanada alaba, pero también es verdad que la alabanza sana. Ej. Si estoy viendo mal a mi esposo y criticándole por dentro, empiezo a alabar a Dios por él/ella y descubriré que poco a poco el veneno se va disipando (Es un producto testeado ).

2. Para aprender a alabar, no empiezo por las personas humanas, que pronto decepcionan, especialmente cuando la virtud no ha echado verdaderas raíces en mi alma. Comienzo mejor alabando a Personas divinas: Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Puedo alabar al Padre por crear a mi esposo, al Hijo por salvarle, al Espíritu Santo por residir en él/ella y ungirle…

3. Para fortalecer la alabanza a Dios: apoyarme en las palabras de otros y dejar que poco a poco vayan fluyendo las propias palabras. Para lo primero, ayuda la oración compartida con mi esposo, la lectura de santos que alaben a Dios (Teresita de Lisieux, Santa Teresa, San Francisco…) y especialmente, orar con los salmos. Para esto último, es genial la oración ante el Santísimo Sacramento y escribir mis propias oraciones y meditaciones. Si comparto este momento con mi esposo, mil veces mejor, porque nos unirá muchísimo.

4. Crecer en la alabanza implica darle la gloria a Dios en todo lo bueno y en todo lo malo; agradecerle todo lo bueno y todo lo malo. Lo bueno es fácil (aunque muchas veces me olvide), lo malo, porque me sirve de expiación, me ayuda a desarrollar las virtudes, porque experimento Su misericordia inmensa cuando Él me perdona una y otra vez y me acoge. A este propósito me ayudan enormemente las jaculatorias.

5. Una vez habituado a la alabanza divina, iré sintiendo que mi alma se dilata, se libera de prejuicios, juicios y mezquindades, y es entonces cuando empiezo a ver a Dios en mi esposo. Empiezo a centrar mi felicidad en que mi esposo sea feliz. Es el momento de ser más generoso con mis sonrisas y palabras amables, preparándome para la alabanza celestial.

Pronto notaré que es verdad que se gana más en una hora alabando a mi esposo que en un mes tratando de que mi esposo me alabe a mí.

Madre,
Hoy, más que nunca, tengo necesidad de alabar a Dios. Alabado seas Señor por tanto como me has dado. Por compartir conmigo Tus secretos, Tu misión, Tu amor. Alabado seas, porque siendo yo tan poca cosa, te fijaste en mí y me lo has dado todo. Un esposo, unos hijos, un hogar, una posibilidad de comunión, un camino para construirme y un final inimaginable a Tu lado eternamente. Gloria y alabanza a Dios en Cristo por el Espíritu Santo. Amén.

Amago de infarto. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 1, 29-34

EVANGELIO
Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo
Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.» Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo:
«Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el bautiza con Espíritu Santo.»
Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».

Palabra del Señor.

Amago de infarto.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Juan bautizaba con agua, pero el Señor bautiza con Espíritu Santo. Para dar testimonio de Dios, tenemos que recibir previamente el Espíritu Santo, sino, ¿Cómo vamos a representar a Dios siendo hombres?. Hay esposos que no han completado su iniciación cristiana con el sacramento de la confirmación.

El Espíritu tiene que invadirlo todo: Mi vida íntima y la pública. Emociones, sentimientos, conductas, actitudes… todo. Es entonces cuando mi vida se vuelve coherente, porque todo en ella funciona según los parámetros de Cristo. La fe ya no se queda a un nivel espiritual, sino que se hace vida. Entonces vienen los frutos de Espíritu: Amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fidelidad, dominio de sí (Gal. 5,22).

La señal que Dios le da a Juan para que reconozca a Jesús, es que el Espíritu Santo está cobre Él. La señal que me da a mí para saber si estoy siendo dócil al Espíritu en mi matrimonio, es si amo a mi esposo, si gozo en mi matrimonio, si experimento la paz, si vivo las dificultades y carencias de mi esposo con paciencia, si intento ser bueno con él, si le soy fiel a la promesa de entrega total que le hice y si domino mis impulsos e instintos en favor del amor por él.

Por eso, tendríamos que pedir a diario que el Espíritu Santo venga sobre nosotros. El Papa Juan Pablo II pedía “un nuevo Pentecostés para el mundo”. ¿Cuál debe ser mi esfuerzo para que el Espíritu Santo venga a mi matrimonio?: Hacer como Juan, que vino a prepararle el camino al Señor, allanando montañas y valles. Si las arterias de mi corazón tienen obstrucciones, la sangre no puede ser bombeada con fuerza, o provocaría un infarto. Si no le abro el camino al Espíritu en mí para que pueda entrar con toda su fuerza en todos los aspectos de mi vida, sus efectos se reducirán y sufriré un “amago de infarto”, dolores y penas que me avisarán de que hay que intervenir. Cuanto más libere el camino de mis resistencias, mis criterios, mis gustos y caprichos, mis impulsos descontrolados… más difícil le será al Espíritu traerme sus frutos: Amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fidelidad, dominio de sí.

Como ocurre en las arterias del corazón, las obstrucciones pueden venir por genética (que he heredado unas tendencias desfavorables), por malos hábitos (dejarme llevar por las tentaciones) o porque me dejo influir por un ambiente externo hostil. Carne, Demonio y Mundo, los tres enemigos. Pues igual. Tengo que superar las influencias negativas y heridas que pueda traer de mi familia de origen o del pecado original, tengo que resistirme a mis malos hábitos para ir cambiándolos superando tentaciones y darle importancia solamente a atesorar tesoros en el cielo. Libre de obstáculos, el Espíritu es garantía de Vida.

Madre,
Vivo por Cristo, porque sólo Él me motiva, vivo mis cruces con Él y vivo en Él porque en Él pongo mi confianza y le he entregado mi corazón. Por Cristo, con Él y en Él, a Ti Dios Padre omnipotente, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

Al feo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 2, 13-17

EVANGELIO
No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él, y les enseñaba.
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice:
«Sígueme».
Se levantó y lo siguió.
Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran ya muchos los que lo seguían.
Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos:
«¿Por qué come con publicanos y pecadores?».
Jesús lo oyó y les dijo:
«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Palabra del Señor.

Al feo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Anoche, cuando leíamos en familia este Evangelio, los niños se empezaron a reír. ¿De qué os reís?, les preguntamos. Leví Alfeo, jajaja y se partían (le vi al feo). Nunca nos habíamos dado cuenta que el nombre del pecador era tan sugerente… Y es que, es cierto, que al que peca, a veces “lo veo feo” y tengo la tentación de apartarme de él, como si yo fuese perfecto…

El camino hacia la santidad no consiste en ser perfecto, nos recordaba esta mañana Radio María en una charla de Mons. Munilla. Nos decía que hay dos conversiones. La primera es cuando uno se decide a entregarse al Señor, y la segunda es un “Sí” sostenido. Es decir, perseverar en ese intento por estar en gracia de Dios, y eso se consigue mediante la oración, el sacrificio y el amor, movidos y guiados obviamente por el Espíritu Santo.

Pues bien, dentro de que nuestra principal vocación que es ser seguidor de Cristo, como nos recordaba el Obispo, mi camino concreto en ese seguimiento a Cristo (Esposo) está en mi matrimonio. Es ahí donde debo centrar principalmente la oración, el sacrificio y el amor. También en el matrimonio hay una primera “conversión” el día de mi boda, en la que decido entregarme a Dios a través de la entrega a mi esposo, pero hace falta una segunda conversión, que se explicita en la coletilla del consentimiento matrimonial: “todos los días de mi vida”. En ese acoger a mi esposo “todos los días de mi vida” y entregarme a mi esposo “todos los días de mi vida”, está principalmente mi camino hacia la santidad, hacia mi unión con Dios.

También nos decía Mons. Munilla, que la santidad no consiste en rellenar un cheque, poniendo la fecha y la cifra y pidiéndole a Dios que firme. La santidad en ese “todos los días de mi vida”, está en firmar un cheque en blanco y entregárselo a Dios para que lo rellene como Él considere. Así, mi esposo, el que Dios ha creado para mí, al que Dios me ha unido, lo tengo que acoger “todos los días de mi vida” tal como es, sin condiciones. No vale decirle a Dios “Acepto el esposo que me has entregado, pero si le haces más servicial, le mejoras el carácter y le haces más comprensivo. Pues no. Yo te quiero a ti, tal como eres, “todos los días de mi vida”.

Y eso es lo que hace Cristo, nos acoge con todos nuestros pecados y defectos, porque Él con su mirada, a mi esposo, no lo ve feo cuando peca, ve lo hermoso que está llamado a ser.

Madre,
Toma mi cheque en blanco. Me propongo acoger a mi esposo, para amarle y respetarle “todos los días de mi vida”. Envía el Espíritu sobre nosotros, para que avancemos en el camino de la Gracia que Dios, en su eterna bondad, nos ha designado. Alabado sea por siempre. Amén.