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El secreto de la unidad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 12, 46-50

EVANGELIO
Señalando con la mano a los discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos»

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 12, 46-50
En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él.
Uno se lo avisó:
-«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo».
Pero él contestó al que le avisaba:
-«¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?»
Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo:
-«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre».

Palabra del Señor.

El secreto de la unidad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy el Señor nos descubre el secreto que más nos interesa a los esposos. Es la clave para la unión. ¿Queréis vivir un amor verdadero? Seguid leyendo…

Hay algo que une más fuerte que los lazos de sangre. Hay una manera de ser más hermano, padre o madre, que la pura genética, más que el roce, más que el servicio mutuo… El secreto es hacer la voluntad de Dios, para participar de Su Gracia Divina. Cuando lo esposos hacen la voluntad de Dios, entonces empiezan a unirles unos lazos espirituales que son más fuertes que la propia muerte, porque la trascienden. Son lazos capaces de mantenerse después de la muerte.

Algunos pueden pensar que, cuando la Virgen oyera estas palabras de Jesús, se sentiría despreciada. Muy al contrario. La Llena de Gracia, plenamente unida a su Hijo por la gracia Divina, era Madre de pleno derecho en todos los sentidos. Nadie más ha cumplido la voluntad de Dios como ella. Y es nuestra Madre. ¡Qué alegría!.

Si quieres a alguien de verdad, seguro que lo que más deseas para él/ella es que tenga un encuentro con el Señor, para que nuestros nombres estén escritos en el cielo uno junto al otro. No puede haber mayor alegría. Que el nombre de mi esposo esté escrito en el cielo junto al mío ¿Puede haber mayor alegría?. Esposos, busquemos siempre la voluntad del Señor y alcanzaremos su favor en nuestro matrimonio.

Madre:
Tú estás ya viviendo en la comunión de los santos. Qué maravilla tiene que ser eso. Cuánta plenitud. Todo lo demás quedaría tan en segundo plano… Danos la fuerza y sobre todo, la valentía de elegir siempre hacer la voluntad de Dios. Pídele al Señor que escriba nuestros nombres, el uno junto al otro. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

¿Estáis mal? No importa. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 10, 7-15

EVANGELIO
Gratis habéis recibido, dad gratis

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

– «ld y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.
Gratis habéis recibido, dad gratis.
No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en una ciudad o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludadla con la paz; si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.
Si alguno no os recibe o no os escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de los pies.
En verdad os digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquella ciudad».

Palabra del Señor.

¿Estáis mal? No importa.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Señor insiste una y otra vez: “Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos”.
Tenemos que llevar la buena noticia del matrimonio a tantos como están como ovejas sin pastor. Todos quieren amarse, pero no saben lo que hacen.
Si llevamos la buena noticia, curaremos a muchos esposos y por tanto a sus hijos, y por tanto a otros matrimonios que se habrían visto afectados por esa ruptura, ya que él se iría con una y ella con otro, ambos pertenecientes a otras familias, y por tanto se verían afectados a su vez los hijos de esas dos familias… y así, habremos conseguido el milagro de parar toda una cadena de destrucción y muerte.

Cuando no estamos pasando un buen momento, se produce una cierta distancia entre nosotros. A todos, nos pasa. Ha ocurrido algo que ha producido dolor, seguramente por orgullo… Pero no importa, esposos. Tenemos la oportunidad de decidir amarnos y ofrecer este sufrimiento el uno por el otro por amor. Es un sufrimiento difícil, porque estamos llamados a la comunión, y cuando no hay comunión, nuestro corazón se resiente y sufre muchísimo, sufre una soledad que recuerda la soledad originaria (a solas con Dios) de la que habla San Juan Pablo II, esa que Dios mismo decía que no era buena, porque el hombre buscaba su ayuda adecuada y no la encontraba. Pero podemos ofrecer esta soledad que sentimos, y ofrecer nuestra incomprensión mutua. Para Dios, estos ofrecimientos, son auténticos tesoros de amor. Por eso, no importa. Tenemos algo mucho más grande entre nosotros, que es la posibilidad de seguir luchando para ser imagen de la Santísima Trinidad. La posibilidad de pedirnos perdón y perdonarnos con el Perdón de Cristo sobre la Cruz.

Esta es la belleza del matrimonio. En lo bueno y en lo malo, en las alegrías y en las penas. Podemos seguir amándonos, salvándonos mutuamente, tendiéndonos una mano para seguir luchando juntos. Y esperando ese momento de la redención, en el que volveremos a sentirnos uno, más plenos que la última vez, porque hemos sido fieles a nuestra vocación de amarnos.

Esposos, orad por nosotros. Nosotros también os encomendamos.

Madre:
Te sentimos cerca. Tú nunca te alejas. Te pedimos por todos estos matrimonios que están luchando en este itinerario que has abierto, para ir descubriendo la verdad y la belleza de nuestro amor conyugal. Te pedimos para que sean fieles, en las alegrías y en las penas, y que sepan así mostrarles a todos los matrimonios de su entorno el increíble destino que nos espera: La caridad conyugal: El amor de Dios entre nosotros. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Comunicarse lo más grande. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 9, 32-38

EVANGELIO
La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 32-38
En aquel tiempo, le llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Y después de echar al demonio, el mudo habló.
La gente decía admirada:
– «Nunca se ha visto en Israel cosa igual».
En cambio, los fariseos decían:
– «Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios».
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dijo a sus discípulos:
– «Las mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

Palabra del Señor.

Comunicarse lo más grande.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

¿Qué demonio se ha colado entre nosotros que nos ha dejado mudos? Solemos culparnos el uno al otro, cuando en realidad, somos víctimas de un mal que nos acecha y nos desvía.

Los becerros de oro, los falsos dioses, tienen ojos y no ven, tienen boca y no hablan… Ese es el efecto del pecado. Si estoy lleno de mí mismo, si uno está vacío en su interior ¿No tendrá un diálogo vacío, frívolo? ¿Como mudo? Un diálogo que no lleva a nada, no crea unión.

Si no hay comunicación entre nosotros, no es el momento de ir a un terapeuta a que nos enseñe a comunicarnos. ¿De verdad nos creemos que el problema es que se nos ha olvidado hablar?.

Tengo que empezar a repasar los nombres de los demonios a ver cuál o cuáles se han colado en nuestra relación y nos han dejado mudos: Orgullo (éste no suele fallar a la cita) o autosuficiencia o desear honores y no reconocer las propias debilidades, pereza o desgana, lujuria o deseos que nos apartan del amor, gula o buscar el disfrute en la comida y la bebida, ira ante un daño o dificultad, envidia o desear los bienes o cualidades de otro.

Si creía que alguno de éstos era un capricho inocente o algo sin importancia, tengo que saber que todos ellos afectarán a nuestra relación, porque me impiden amar.

La realidad es que necesitamos comunicarnos el uno al otro el bien de Dios, y ninguna otra comunicación nos va a satisfacer. Un diálogo profundo por el que se convierte en un don el uno para el otro. Busquemos la vida de gracia, llamemos al Señor para que nos sane e igual nos asombramos porque nunca habíamos visto nada igual en nuestra relación. Milagrosamente, volveremos a experimentarnos más cerca el uno del otro. Y encima, ¡nos habremos ahorrado el terapeuta!

Madre:
Qué hermosa aquella conversación con tu pariente Isabel, llena del Espíritu Santo. Realmente le comunicabas la plenitud de Dios, al que llevabas dentro. Nosotros también tenemos al Espíritu Santo dentro de nosotros. Que aprendamos a comunicárnoslo para que realmente actuemos como lo que somos: Ministros de la gracia de Dios el uno para el otro. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Conocer y confiar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 16, 13-19

EVANGELIO
Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
-«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
Ellos contestaron:
-«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
-«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le respondió:
-«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».

Palabra del Señor.

Conocer y confiar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús también confía en mí y me entrega las llaves de tantas cosas Suyas de enorme valor: Su Sagrado Corazón al que puedo hacer sufrir, su Cuerpo en la Eucaristía que podría profanar, mi matrimonio que es un misterio sagrado de Dios que podría utilizar o despreciar, mis hijos que son Sus hijos y puedo alejarlos de Él, etc. A aquél del que no te fías, no le das la oportunidad de amarte. “Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo” ¡Eso es una apuesta de amor! Por la humanidad que nos da a través del Papa.

En el Evangelio de hoy, vemos que Pedro demuestra conocer a Jesús y Jesús le confía su Reino. Cuando en la biblia habla de “conocer”, se refiere al conocimiento íntimo de un amor esponsal. “No conozco varón” decía la Virgen ante el anuncio del ángel. Ese tipo de conocimiento, en la intimidad, es el que Dios quiere en Su relación con nosotros. Y en aquel que te conoce, pones tu confianza, le das las llaves de tu corazón.

¿Cuánto me esfuerzo por conocer la intimidad de mi esposo? Tiendo a mirarle desde mis intereses y juzgar sus actitudes por todo aquello que me incomoda o me hace sufrir. Por eso no soporto sus debilidades. Pero ¿Y él/ella? ¿Realmente me importa? ¿Cuánto sufre en su interior por sus limitaciones? ¿Lucha por superarlas? ¿Le comprendo realmente? ¿Cuántas veces le he pedido a Dios que me lo muestre como Él lo ve?. No entraré en el “reino” interior de mi esposo ni me dará las llaves si no soy capaz de profundizar en esa “mirada interior”. Y para ello necesitamos del Espíritu Santo, porque mi mirada está limitada, enturbiada por mi pecado:

El hombre y la mujer están llamados por Dios a ‘verse y conocerse a sí mismos en toda la paz y tranquilidad de la mirada interior, se «comunican» en la plenitud de la humanidad, que se manifiesta en su recíproca complementariedad… «se comunican» según esa comunión de las personas, en la que, …se convierten en don recíproco la una para la otra’ (San Juan Pablo II Aud. 2-01-80).

Señor, que nunca seas un segundo plato para mí, porque yo no lo soy para ti. Nadie ha tenido jamás una apuesta así por mí. Por encima de mis meteduras de pata, estoy yo. Eres mi Salvador, mi amigo, en quien puedo confiar. Quiero amar así a mi esposo así, como tú me amas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Sin mirar atrás. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 9, 51-62

EVANGELIO
Tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adondequiera que vayas

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 51-62
Cuando se completaron los días en que iba de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
– «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y les regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.
Mientras iban de camino, le dijo uno:
– «Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
– «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
– «Sígueme».
Él respondió:
– «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
– «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
– «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
– «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

Palabra del Señor.

Sin mirar atrás.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy hablaremos de la libertad.

Lo primero que aprendemos para nuestro matrimonio en este Evangelio, es que, si tu esposo alguna vez rechaza a Jesús, no te indignes con él, o recibirás una regañina del Señor. Tu esposo tiene derecho a hacerlo, es un derecho que le ha dado Dios mismo, y aunque nos duela igual que le duele a Él, hay que aguantarse y amarle en su decisión. Hay que amarle más, porque le faltará mucho amor en su vida.

Lo segundo es que, una vez que decidimos seguir al Señor, se acabaron las comodidades, se acabó la estabilidad, porque el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. Va allí donde más le necesitan. ¿Aun así, quieres seguirle?

Seguir al Señor, al Esposo, es tomar la decisión de dejar atrás todo lo muerto, todo lo caduco. ¿Cuál es el fin último de mis deseos y mis ilusiones? ¿Algo caduco, destinado a morir? ¡Déjalos!. “Tú vete a anunciar el Reino de Dios” con tu vida.

Y la decisión por la libertad plena es seguir a Jesús y no mirar atrás. Para poder decidir libremente sobre mí, no puede haber nada que me ate. Los esposos cuando nos hemos herido miramos hacia atrás, hacia todo eso que nos ha producido dolor y esta actitud de corazón, no vale para el reino de Dios. Ese dolor que se aferra al corazón “escondido entre razones”, cuando no queremos reconocer que, en el fondo, no estamos dispuestos a olvidarlo. Es como un pequeño, perdonar la expresión, tesoro de mierda.

Dejarás a tu padre y a tu madre, te unirás a tu mujer y los dos formaréis una sola carne. Es, como veíamos en el sopor, un morir a la individualidad para renacer como la unión de dos. Hay que apostar para que nuestra vida no sea una apostasía. Hay que nacer de nuevo cada día, dejar que el Señor haga nuevas todas las cosas. El reino de Dios es Vida, da vida: es perdón, reconciliación, arrepentimiento, tesón, mucho esfuerzo, bendición, alegría, mansedumbre, confianza en la providencia, renuncia por amor, humildad, pobreza de espíritu, sacrificio, Paz, amor…

Miremos más allá de lo que ven nuestros ojos de carne, y descubramos a Cristo en nuestro esposo, con los brazos abiertos, ofreciéndonos un reino de Amor, un abrazo eterno, una vida hermosa que merece la pena ser vivida. Miremos hacia delante, a nuestro objetivo de comunión, ser uno en nuestro matrimonio y con Dios.

Madre:
He descubierto hoy que, la paz interior depende de que ordene mis prioridades y las coloque en su sitio y que deje atrás lo malo, lo feo, lo sucio, lo doloroso. Cuando en lo más profundo de mi corazón sepa que estoy haciendo lo que debo (sea difícil, costoso o como sea), entonces habrá paz en mí. Sólo desde que mi prioridad es Dios y por tanto, mi vocación, hay paz en mí. Gracias por tanta luz como nos has dado. Bendita seas por mostrarnos el camino. Reina de la familia, ruega por nosotros.