Archivo de la etiqueta: plenitud

Amantes de altura. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 13, 18-23

EVANGELIO
El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 18-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador:
Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.»

Palabra del Señor.

Amantes de altura.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cristo es la Palabra de Dios. En este Evangelio de hoy, podemos plantearnos cómo acogemos a Cristo en nuestro matrimonio, o lo que es lo mismo, el Evangelio del matrimonio.

Las alternativas son claras: La semilla que cae el borde del camino, es cuando no queremos acogerle. Es nuestra dureza de corazón: “Por vuestra dureza de corazón permitió Moisés el repudio”. Por la dureza de corazón se hace imposible el matrimonio. Este podría ser el primer nivel de relación hombre-mujer en un plano puramente físico. No quieren entrar en ningún tipo de compromiso. Sexo sí, pero nada más. Pero los matrimonios cristianos, que valoran esta unión de los cuerpos como un don de Dios inseparable de la entrega de la persona en su totalidad, aspiran a algo más.

La segunda alternativa es cuando la semilla cae en terreno pedregoso. Florece muy rápido y se seca en seguida. Este es el 2º nivel de relación típico de los que basan su compromiso en los sentimientos y las emociones. Todo son fuegos artificiales, muy llamativos, pero poco duraderos. Los esposos cristianos, no quieren depender del arbitrio de sus emociones y sensaciones. Valoran el hecho de sentir unos afectos como algo que te lleva a buscar algo más profundo en la persona por la que se sienten, pero no basan su relación sólo en ellos.

La tercera alternativa es la semilla que cae en un terreno donde hay zarzas. Es el terreno del mundo. Éstos llegan al siguiente nivel de relación, que es el de amar a la persona por sí misma, independientemente de sus virtudes y defectos. Ya sí están dispuestos a comprometerse para toda la vida. Pero el mundo puede distraerlos con sus múltiples atractivos: Comodidades, diversiones, el éxito profesional… y ahogan ese amor que empezó siendo sincero. Los esposos cristianos se valoran como personas, pero no confían en sus fuerzas, buscan algo más. Buscan una transcendencia en su relación más allá de lo puramente temporal y caduco.

La cuarta alternativa es la de la semilla que cae en tierra fecunda. Ésta es la tierra de la humildad: “El humilde no es el que se contenta con poco, sino el que sabe reconocer la grandeza para apoyándose en ella, crecer por encima de sí mismo” (Llamados al amor pg. 135). Son los esposos cristianos, que saben reconocer la grandeza del amor de Cristo y de su Espíritu, y cuentan con Él para que crezca en ellos Su amor y dé mucho fruto.

Los esposos cristianos no son unos reprimidos, son los que quieren más, son los que apuntan a un Amor que viene de lo alto.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

De la boda a la poda. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 15, 1-8

EVANGELIO
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Palabra del Señor.

De la boda a la poda.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

«Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» dice San Pablo. «permaneced en mí, y yo en vosotros» nos dice hoy el Señor.

¡Qué importante es acoger el Evangelio en mi vida! Llegar a tener los mismos sentimientos de Cristo. ¿Esto no quieres? Yo tampoco. ¿Esto quieres? Yo también. Todo se hizo por Cristo que es la Palabra de Dios. Esa Palabra nos limpia y nos permite permanecer en su amor. El Señor nos habla de unos frutos abundantes que por nosotros mismos no podemos alcanzar.

Dice San Agustín (Comentarios al evangelio de San Juan 81):
“Considerad una y mil veces las siguientes palabras de la Verdad: Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos. El que está en mí y yo en él, ése dará mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada (Jn 15,5). Y para evitar que alguno pudiera pensar que el sarmiento puede producir algún fruto, aunque escaso, después de haber dicho que quien permanece en él dará mucho fruto, no dice: «porque sin mi podéis hacer poco», sino: sin mí no podéis hacer nada.”

Si nosotros damos esos frutos, hablamos de Cristo sin hablar: Caridad, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, mansedumbre, fidelidad, modestia, autocontrol, castidad y generosidad.

Un esposo que no da fruto, es un falso profeta, porque su unión no refleja a Cristo. ¿Lo vamos a permitir?.

Sigue San Agustín: “… Y si el sarmiento da poco fruto, el agricultor lo poda para que lo dé más abundante”

Son las dificultades que encontramos en nuestro matrimonio, son la poda que Dios permite para que demos más fruto, y así tengo que acoger estas dificultades, como oportunidades para dar más fruto, porque sigo conectado al Señor y Él lo hará. Por ejemplo: Aceptar mi falta de paciencia o la de mi esposo, es una poda para llegar a alcanzar el fruto de la paciencia ¿no te anima esto?. Y así ocurre con todas las cruces de cada día. Esto sólo funciona unidos a Cristo. Dios corta la rama seca para que nazca una nueva, verde y vigorosa.

Sigue San Agustín: “Los sarmientos son tanto más despreciables fuera de la vid cuanto más gloriosos unidos a ella. … El sarmiento ha de estar en uno de esos dos lugares: o en la vid o en el fuego; si no está en la vid estará en el fuego. Permanezca, pues, en la vid para librarse del fuego.”

Señor, damos poco fruto como esposos, nos falta autocontrol, caridad, paciencia… y entendemos que sigue siendo tiempo de poda. Pero ayúdanos a vivirla con esperanza y alegría, con confianza en Ti, porque sabemos que quieres lo mejor para nuestra familia y que crezcamos y demos más fruto. Sin ti, Señor, nuestra familia sería un fracaso personal, familiar y social. Sin Ti, no podemos hacer nada, no podemos vivir un amor de comunión. Nuestro matrimonio tiene todavía mucho que hablar de ti, tenemos muchos frutos por los que alabarte y darte gracias. Señor, pódame, haz conmigo lo que quieras. En ti confío.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

Para saborear. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 11, 25-27

EVANGELIO
Has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a la gente sencilla

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-27
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»

Palabra del Señor.

Para saborear.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Parece ser que Dios esconde cosas. Y también parece que el propio Evangelio, esconde tres palabras que nos aclararían su significado:
Releamos la frase añadiendo esas palabra (entre paréntesis) y veremos cómo el texto cobra más sentido:
“Te doy gracias Padre porque has escondido estas cosas a los (que se creen) sabios y entendidos”. Cristo habla aquí de la sabiduría de Dios, que es un don del Espíritu Santo: El don de Sabiduría. Cristo nos enseña que es un don recibido del Padre y no algo conseguido por nuestra inteligencia o nuestra voluntad. Se trata de participar del conocimiento del Padre, Su plan, Su voluntad, o sea, la felicidad, la plenitud, la Verdad con mayúsculas.

Hay muchos esposos que creen saber mucho, porque saben de política, de negocios, de moda, de estética, de arte, de la vida… pero no son felices. Hay otra sabiduría que es la que orienta hacia la felicidad, el proyecto de Dios, y tenemos la experiencia de encontrarla a veces en personas muy sencillas, incultas…

Es la Sabiduría que da Dios. Es un don, que no entrega a los que se creen sabios. Por tanto, el primer requisito para obtenerlo es creer que Dios nos lo ha dado todo a través de Cristo (que nos lo ha querido revelar).

Es ver todo lo creado a la luz de Dios. Hay un salmo que dice “por Tu luz vemos la luz. Con la mirada de Dios el cristiano aprecia y mide las decisiones cotidianas “subespecie eternitatis” (a la luz de la eternidad). Esclarece los misterios según el plan de Dios, y unos misterios iluminan a otros, todos iluminados a la luz de la Santísima Trinidad. Misterio Fontal (la fuete de todos los misterios).

Así debemos mirarnos los esposos para reconocernos. Desde ahí debemos mirar nuestro matrimonios, nuestra vocación, el plan de Dios para los esposos. Hay tres tipos de sabiduría: La filosófica, obtenida a la luz de la razón; la sabiduría teológica, reflexionando racionalmente sobre la revelación de Dios; y el don de la Sabiduría al que nos referimos hoy, que es una sabiduría mística, que no procede de la razón, sino por experiencia de las cosas divinas: Por la vía del amor y de la oración. Es una sabiduría experimental, que se saborea. Dios la comunica a sus amigos, los creyentes que viven en gracia de Dios. Éstos reciben siempre el don de sabiduría en modo menor: La rectitud de juicio necesaria para ordenar la propia vida a la salvación eterna. Ayuda a aceptar la cruz o vencer las grandes tentaciones. El don de Espíritu Santo que interviene de modo eficaz, que trae consigo los 7 dones en un grado menor.

El modo mayor del plan de sabiduría se produce cuando un alma vive abrasada por el amor de Dios. Adquiere una certeza de que en todas las cosas interviene Dios para el bien de los que le aman. Sumerge el alma en el don de la Paz divina. Nada turba esa paz. Les caracteriza una grandeza de ánimo. Son felices y generosos. Sabiduría significa saborear, “gustad y ved qué bueno es el Señor”.

El don de sabiduría nos va transformando gradualmente y se va participando de esa paz. Aporta un conocimiento “instintivo” o por “connaturalidad” (como le llaman los teólogos), por semejanza en el ser, que modifica la manera de conocer, a través del amor Divino. Nacen nuevas tendencias, nuevos gustos: Por la humildad, por la castidad, por la sencillez, por la repulsión a la mentira o a los pecados en general…

Así, por la experiencia del amor y de la participación de las cosas de Dios, conocemos la verdad de nuestro matrimonio, o la belleza de nuestro esposo. Una experiencia indescriptible, profunda y en la que va saboreando la Verdad cada vez más.

Oramos por los frutos del sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

Motivos para renunciar. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 19, 27-29

EVANGELIO
Vosotros, los que me habéis seguido, recibiréis cien veces más .

Lectura del santo evangelio según san Mateo 19, 27-29
En aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús:
-«Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús les dijo:
-«Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.
El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. »

Palabra del Señor.

Motivos para renunciar.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Dice San Jerónimo. “No dijo: Que lo dejasteis todo (porque esto también lo hizo el filósofo Crates y otros muchos que despreciaron las riquezas), sino y que «me habéis seguido», que es propiamente de los apóstoles y de los creyentes.”

No se trata de dejar muchas cosas, sino de seguir a Jesús y para ello desapegarse de todo aquello que me aleja de tener una coherencia con el Amor de Jesús como Esposo. El Cristiano no deja las cosas porque sí, las deja por amor. Ya lo decía San Pablo: Ya podía yo entregar mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor de nada sirve. Como tampoco serviría de nada estimar todo basura si no es por poseer al Amor. Es necesario aplicar esta máxima a todo lo que hacemos en nuestra vida. De nada me sirve renunciar a mi orgullo, mi vanidad, mis criterios, deseos…. si no lo hacemos por amor, renunciar a todas estas cosas, por amor al esposo.

Así lo hace Cristo. Él hace todo por el Padre y el Padre hace todo por el Hijo.

¿Quieres un buen matrimonio, y una buena familia, donde reine la sensatez, la inteligencia, la prudencia, acierto en obras buenas… ? Para seguir a Jesús hay que elegir entre otros planes y la oración, la Eucaristía… Aquello que nos lleva a la Fuente del amor. Para hacer presente la experiencia del Señor en nuestra relación, hay que conocerlo y recibir Su Espíritu. Con Él, los matrimonios que lo hemos dejado todo el uno por el otro, recibimos cien veces más, heredamos un tesoro en nuestro corazón del que nada nos puede separar: el Amor de nuestro Padre, Su sabiduría para tratarnos, Su prudencia para decidir, Su fidelidad para siempre, Su Amor verdadero, Su misericordia y Su perdón hasta 70 veces 7, Su paz, Su gozo…

Jesús dijo (Mateo 19) «Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne». Los esposos que hagan esto, heredarán la vida eterna.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/

¿Dónde están mis llagas? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 20, 24-29

EVANGELIO
¡Señor mío y Dios mío!

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 24-29
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
-«Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó:
-«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo. »
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
-«Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás:
-«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás:
-«¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
-«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

Palabra del Señor.

¿Dónde están mis llagas?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Tomás creía estar solo con los demás apóstoles cuando pronuncia sus palabras de incredulidad. De repente aparece Cristo y repite las mismas palabras de Tomás. El apóstol no era consciente de que tenía un Espectador de excepción. Los santos tienen en común que siempre consideran que tienen a Dios como espectador. Si nos esforzáramos en la sinfonía de la vida por “tocar” sólo para Él, daríamos un enorme paso en nuestra vida espiritual.

Señor, ya no te reconocen por el aspecto de tu rostro, sino por tus llagas. A Cristo se le reconoce por la cruz y al cristiano también. Santa Teresa decía que a cada “morada” en el camino hacia la 7ª, que es la unión plena con Dios, le correspondía su cruz, cada vez mayor. Una cruz que sólo se puede soportar en la medida en que se ama a Cristo. De ahí que cuando los hijos del Zebedeo le plantean a Jesús que quieren sentarse en su reino uno a su derecha y otro a su izquierda, Jesús les pregunta ¿Estáis dispuestos a beber el cáliz que yo he de beber?.

Si queremos vivir en el matrimonio una comunión como la que vive Cristo, tenemos que estar dispuestos a beber el cáliz que Él bebió. Esa es la melodía que el Señor espera escuchar en nuestros corazones. El desgarro de un amor profundo, intenso y sincero, sólo para ti, Señor mío y Dios mío.

Si soy un esposo cristiano ¿Dónde están las llagas de Cristo en mí?. Esas que dan Su paz.

Tal como pide el Papa que hagamos a diario, oramos por el sínodo de la familia:
https://proyectoamorconyugal.es/oracion-a-la-santa-familia/