EVANGELIO
Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces?
Lectura del santo Evangelio según san Juan 14, 6-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás: -«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» Felipe le dice: -«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Jesús le replica: -«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre» ? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, hace sus obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. »
Palabra del Señor.
Un querer más hondo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)
Todo se recapitula en Cristo. Él es nuestro Camino, Verdad y Vida.
Es notorio cómo Jesús insiste una y otra vez en esa relación de intimidad con el Padre, de manera que se identifica con Él, habla de estar el uno en el otro, de no hablar por su cuenta, de permanecer el uno en el otro, de que hace sus obras el Padre a través de Él, que el uno es glorificado en el otro…
Qué hermosa manera de expresarnos el amor entre el Padre y el Hijo. Comprendemos cómo el amor de comunión es una intimidad compartida.
Los esposos tenemos toda una vida para construirla. Pero ¿Cuánto hemos avanzado en esa construcción? ¿Cuánto nos estamos dedicando a ella?
En Amoris Laetitia, el Papa habla de “La transformación del amor”. Ese es nuestro objetivo. E incorpora a la Exhortación este hermoso párrafo:
163. La prolongación de la vida hace que se produzca algo que no era común en otros tiempos: la relación íntima y la pertenencia mutua deben conservarse por cuatro, cinco o seis décadas, y esto se convierte en una necesidad de volver a elegirse una y otra vez. Quizás el cónyuge ya no está apasionado por un deseo sexual intenso que le mueva hacia la otra persona, pero siente el placer de pertenecerle y que le pertenezca, de saber que no está solo, de tener un «cómplice», que conoce todo de su vida y de su historia y que comparte todo. Es el compañero en el camino de la vida con quien se pueden enfrentar las dificultades y disfrutar las cosas lindas. Eso también produce una satisfacción que acompaña al querer propio del amor conyugal. No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad. El amor que nos prometemos supera toda emoción, sentimiento o estado de ánimo, aunque pueda incluirlos. Es un querer más hondo, con una decisión del corazón que involucra toda la existencia. Así, en medio de un conflicto no resuelto, y aunque muchos sentimientos confusos den vueltas por el corazón, se mantiene viva cada día la decisión de amar, de pertenecerse, de compartir la vida entera y de permanecer amando y perdonando. Cada uno de los dos hace un camino de crecimiento y de cambio personal. En medio de ese camino, el amor celebra cada paso y cada nueva etapa.
Este es nuestro camino, imperfecto pero hermoso, hacia esa “rica intimidad”, hacia ese “placer de pertenecerle y que le pertenezca”, ese “compartirlo todo”. Hacia ese “querer más hondo” que involucra “toda la existencia”.
Esposos, este es nuestro Proyecto de Amor Conyugal. Nadie lo va a vivir por nosotros.
Oración (Cantar de los Cantares 8):
[6] Grábame como un sello en tu brazo, como un sello en tu corazón, porque es fuerte el amor como la muerte, es cruel la pasión como el abismo; es centella de fuego, llamarada divina; [7] las aguas torrenciales no podrán apagar el amor ni anegarlo los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable.