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Esa otra espontaneidad. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 8, 22-26

EVANGELIO
El ciego estaba curado y veía todo con claridad
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 8, 22-26

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida.
Y le trajeron a un ciego, pidiéndole que lo tocase.
Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó:
«¿Ves algo?».
Levantando lo ojos dijo:
«Veo hombres, me parecen árboles, pero andan».
Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a casa, diciéndole que no entrase en la aldea.

Palabra del Señor.

Esa otra espontaneidad.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Evangelio nos muestra hoy cómo debe ser un proceso de conversión.
1- Reconocer que estamos ciegos por nuestro pecado
2- Acercarnos a la Iglesia, donde está Cristo, para encontrarnos con Él.
3- Salirnos de las garras del mundo, del bullicio, ir al silencio, cogidos de Su mano en la oración, hablando con Él.
4- Recibir Su Gracia (representada por la saliva) Con los sacramentos.
5- La mirada se va limpiando. Pero no acabamos de ver del todo…
6- Con la perseverancia, aprendiendo de Su Palabra y a base de recibir Su gracia, iremos viendo con claridad.
7- Jesús nos pide que no volvamos a poner nuestras esperanzas en las cosas del mundo. Vivir en el mundo sin ser del mundo.

En este proceso, vemos que hay mucho contacto entre Jesús y el ciego. Necesitamos mucho de ese contacto con Él. Su cariño, Su calor, lo necesitamos especialmente cuando estamos ciegos. Los esposos necesitamos también de este contacto mutuo para transmitirnos el cariño sanador. Caminar cogidos de la mano, acariciarnos, mirarnos como Él nos miraría, lo necesitamos también para superar nuestra dureza de corazón.

Dos esposos que ya casi no se tocan, no pueden transmitirse mutuamente la gracia de Dios el uno al otro. Tocarse no desde un deseo impulsivo que viene de lo puramente corporal, sino como dice San Juan Pablo II, el hombre alcanza una espontaneidad madura, en su corazón, adueñándose de los instintos y descubriendo la belleza espiritual de los signos que realizamos con el cuerpo. Cuando este descubrimiento se consolida en la conciencia, el corazón humano se hace partícipe, de esa otra espontaneidad, de la que nada sabe el «hombre carnal». Estamos llamados a experimentar esa otra espontaneidad, relativa a los actos más interiores en los que el cuerpo, actúa de intermediario para que el hombre y la mujer se comuniquen esa comunión de personas querida por el Creador. Entonces, estaremos saboreando en nuestros gestos de cariño una imagen del amor que Dios nos tiene.

Cristo está presente en nuestro amor, se hace presente en cada acogida y entrega mutua, y en cada abrazo con mi esposo, me abrazo a Él y Él me abraza. Él me sana.

Madre,
Qué bello es el amor humano. Qué tristeza cuando se ensucia con deformaciones humanas. Ya lo decía el Papa Francisco, que Dios no ha creado nada más bello que el Matrimonio. ¿Sabremos verlo? ¿Sabremos vivirlo? ¿Sabremos transmitirlo?. En ti confiamos. Gloria y alabanzas a Dios por los siglos. Amén.

Donde la fuerza y la fragilidad se encuentran. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 5, 21-43

EVANGELIO
Contigo hablo, niña, levántate
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando: «Con sólo tocarle el manto curaré».
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente y preguntaba:
«¿Quién me ha tocado el manto?».
Los discípulos le contestaron:
«Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: «¿Quién me ha tocado? «».
Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad.
Él le dice:
«Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad».
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
«No temas; basta que tengas fe».
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentran el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:
«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:
-«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.

Donde la fuerza y la fragilidad se encuentran.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nosotros representamos la fragilidad y Cristo la fuerza. Gráficamente somos como vasos comunicantes: El nuestro es pequeño y está seco y el de Cristo es inmenso y está lleno de gracia. El canal que nos puede unir es María. Si conectamos con María, conectamos con Cristo.

María tiene ese Corazón donde la fragilidad y la Fortaleza se encuentran. En Su vientre se funden humanidad y divinidad en una sola Carne. En Su vientre, Dios se humaniza y el hombre se diviniza. Hoy no podemos tocar el manto de Jesús, pero tenemos a María que le envolvió en Su seno. Si nos abrimos a Ella, le recibimos a Él.

Y ¿Cómo “conectamos” con Jesús a través María? Consagrándonos a Ella. Comprometiéndonos a ponemos a Su servicio y ofrecerle todo a Ella para que disponga como considere.

Pensando hoy en nuestros hijos, está bien que tengamos confianza en los médicos, en los sistemas educativos, en los buenos ambientes sociales y culturales, etc. Pero no estaría bien que pongamos más confianza en todo ello para su desarrollo, que en la fuerza del Señor. A veces nos da miedo que no estemos enseñándoles a amar con nuestro ejemplo, que no estemos haciendo lo suficiente por ellos, por darles el equilibrio entre educación y cariño que necesitan. A veces nos dan miedo los tiempos en que les ha tocado vivir. El Evangelio nos llama a perseverar en la oración por ellos y tener fe en el Señor. Él nos dice: «No temas; basta que tengas fe».

Cuando nuestros hijos no tienen suficiente fe, están en riesgo, expuestos a un mundo de perdición. Jesús cura toda clase de enfermedades: Ciegos que no quieren ver la verdad, paralíticos que no quieren seguirla por pereza, sordos que no quieren oír sus enseñanzas y avisos, mudos que les da vergüenza o miedo difundir la Palabra.

La clave está en conectar los vasos de nuestros hijos con el de Cristo, a través de María. Consagrados a María, le ofrecemos a nuestros hijos, animándoles también a que se consagren a Ella. Unamos su fragilidad a la fortaleza de Cristo, en María. Ella sabrá qué hacer.

Madre,
En ti confío. Somos tus hijos y sé lo que nos quieres. ¿No vas a ayudar a tantos matrimonios y familias como están sufriendo engañados por los criterios de este mundo? Claro que sí. Si tanto sufro yo por ellos ¿No vas a sufrir Tú? Conozco tu amor maternal, y nunca nos has fallado. Te pedimos por todos ellos, por todos nosotros. Envía a tu Hijo, para que coja de la mano a cada familia de Proyecto Amor Conyugal y le ordene: A vosotros os digo, familias, LEVANTAOS. Te lo pedimos por Jesucristo, Tu hijo, nuestro Señor. Amén.

Esposos de buena tierra. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 4, 1-20

EVANGELIO
Salió el sembrador a sembrar
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 4, 1-20

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar.
Les enseñaba muchos cosas con parábolas y les decía instruyéndoles:
«Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
Y añadió:
«El que tenga oídos para oír, que oiga».
Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
Él les dijo:
«A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados»».
Y añadió:
«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a conocer todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

Palabra del Señor.

Esposos de buena tierra.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

En esta parábola, nos presenta el Señor muy gráficamente las diferentes reacciones a la hora de acoger la Palabra, es decir, a Él que es el Verbo de Dios. Nada que añadir, porque lo explica con tanta nitidez que no es necesario comentarlo. Lo que sí merece la pena es que me examine para ver cómo estoy acogiendo cada una de las propuestas que Cristo me hace en cuanto a mi relación con Dios, con el mundo y con los demás, especialmente con mi esposo. Así que, vamos a centrarnos en este último ámbito.

Cristo, la Palabra, fue “sembrado” en el amor entre mi esposo y yo, en el momento en que recibimos el sacramento del Matrimonio. ¿Cómo he respondido a esa maravillosa semilla que Dios ha puesto en nosotros?.

Puede que me casara, lo consideré como una meta conseguida y no me volviese a ocupar más. Pero todos sabemos que, si no se riega una semilla, no brota. Será cuestión de pensar si he “regado” mi matrimonio, con qué frecuencia y qué tipo de “abono y vitaminas” he utilizado para alimentar el árbol de la vida que debía dar fruto abundante. Qué he hecho para crear con mi esposo una intimidad común.

También puede que mi matrimonio estuviese basado en mis sentimientos, que tienen pocas “raíces”, de manera que cuando se apagaron, los pequeños brotes que habían surgido entre nosotros, dejaron de crecer y se marchitaron. El amor de Cristo no pudo desarrollarse entre nosotros.

La tercera opción, es que me casara con interés de construir algo serio, pero mi esposo y mi matrimonio dejaron de ser mi prioridad, porque me centré en los hijos, en el trabajo, en mis hobbies, en mi comodidad, en mí y en mis exigencias y dolores, en mi imagen, o puede que centrara mi vida en otra persona. Una o varias de estas cosas ahogaron mi matrimonio, y dejé a Cristo plantado esperando para hacer de nuestro matrimonio algo grande.

Por último, puede que hayamos sido algo humildes, y reconocer que Dios sabe más y que tenemos mucho que aprender. Acogimos con esperanza lo que nos entregó. Poco a poco nació el amor verdadero entre nosotros a base de coger nuestra cruz, de intentar comprendernos, de formarnos, de pedir ayuda a Dios, de fortalecernos con los Sacramentos… Escuchamos lo que Dios quiere, lo aceptamos y Él empieza a dar fruto en nosotros.

Esto de ser esposos es, sobretodo, cansado. Hay que estudiar, trabajar mucho, sufrir para ir purificando la dureza de mi corazón y aceptar la voluntad de Dios sin quejas ni lamentos, pero es una maravilla de Dios.

Madre,
Nosotros y los que leen este comentario, hemos acogido la voluntad de Dios en nuestro matrimonio, esa gran Semilla que sembró en nosotros. El Señor nos ha dado mucho con su Palabra. Te pedimos que sepamos aprovecharla, Madre, que le saquemos todo el jugo y nos alimentemos de ella. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Las señales. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 16, 15-18

EVANGELIO
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 16, 15-18

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
-«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Palabra del Señor.

Las señales.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La fe en Jesús, pasa por el anuncio de la fe de las personas que dan testimonio de Él. Es una preparación del corazón para recibir a Jesús. Es necesario un corazón abierto y no endurecerlo. El don de la fe es dado a todos. No es común que se dé el don de la fe a los dos esposos por igual ¿Cómo lo administramos? Es importante la coherencia del anuncio con las obras. Muchos hijos (por lo general) no han creído por la falta de coherencia de sus padres y de infidelidad a su vocación de ser uno.

Jesús envía a sus apóstoles a proclamar la buena noticia. A los que crean les acompañarán ciertos signos. San Juan Pablo II nos dice en sus catequesis que “en cada una de estas uniones (entre los esposos) se renueva, en cierto modo, el misterio de la creación en toda su profundidad originaria y fuerza vital.” Impresionante!. Se renueva el misterio de la creación!! Quiere parecerse al modo en que se renueva en la Eucaristía el misterio de la salvación. A los que creamos que nuestra unión conyugal tiene esa fuerza y decidamos vivirla con esa profundidad, nos acompañarán ciertos signos en el matrimonio (Las señales):

– Expulsar demonios: es luchar contra el poder del mal que mata la vida como tentaciones, perezas, distracciones, egoísmos, pecados graves… Hay muchos matrimonios y familias que sus vidas cambian, pasa a ser mejor por haber empezado a vivir la buena nueva de la presencia de Dios en su vida y de tener a Cristo como cabeza y centro de su familia.
– Hablar lenguas nuevas: es comenzar a comunicarse con su esposo, hijos de forma nueva, el lenguaje del amor. Eso se nota en todo, en la manera de dirigirse a…sin gritos, con paciencia, comprensión…
– Vencer el veneno: hay muchas cosas que envenenan la convivencia como los celos, lucha de poderes.. También en el exterior de nuestro hogar, como las críticas, injurias, magnificar sucesos… Quien vive la presencia de Dios, vive por encima de todo esto simplificando y dando importancia a lo que lo tiene: que venza el amor y consigue que éste veneno terrible no moleste y hiera terminando por matar.
– Curar a los enfermos: el que ha sido su corazón sanado por Jesús, sabe dar de la misma medicina a quien la quiera acoger y creer, entonces también es sanado.

Porque nuestra unión conyugal, resultado de la unión de nuestros cuerpos, nuestros corazones y nuestras almas en la oración, tendrá la “fuerza vital” del principio: Será más fuerte que la muerte.

Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos.

El lecho de Amor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 29-39

EVANGELIO
Curó a muchos enfermos de diversos males
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
-«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
-«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios

Palabra del Señor.

El lecho de Amor.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús vivió para los demás, y quiere que le imitemos en esto. Él nos coge de la mano, como a la suegra de Pedro, y nos levanta. Él quiere que pasemos de la pasividad de nuestros problemas, nuestros dolores… todo lo que nos tiene inmovilizados, y de Su mano, nos levantemos para servir a los demás. Jesús no solamente cura el cuerpo, cura el alma, reconstruye la totalidad de la persona y esto hace que aquel a quien cura, se ponga a servir.

Jesús conecta con mi situación real, con mis problemas. Sabe que no sé cómo salir de ellos, y me muestra el camino para afrontarlos con dignidad y valentía. Jesús no quiere nuestro sufrimiento, quiere librarnos de él, y por eso la gente se acerca a Él en cuanto puede. Todos desean ir a Él, pero no le conocen realmente. No le buscan a Él, buscan su propia curación.

Este interés contrasta con el de Jesús cuando va orar con el Padre. Jesús no va a pedir nada para Él, sino que va a que le ilumine en el camino hacia Su voluntad. Va a recuperar las fuerzas de sentirse Hijo. A recuperar su experiencia de intimidad. A reposar su sagrado Corazón en el Padre.

Este es el tipo de oración que buscamos en el matrimonio, una oración reposada, es como el lecho de Amor de los esposos, donde ambos descansan juntos, en la intimidad de Cristo y del Padre, en el regazo de nuestra Madre. Es como cambiar la cama del enfermo por el lecho que da vida. Este rato nos reordena las prioridades, nos resitúa en la vida. También nos tranquiliza volver a experimentar que estamos en Sus manos, nos ilumina sobre los próximos pasos que debemos dar y además nos llena de fuerzas para seguir avanzando. En ese rato de descanso en el Señor, los matrimonios somos sanados una y otra vez. Nos levantamos y nos ponemos al servicio, el uno del otro y juntos a nuestros hijos y a los demás.

Todo esto y mucho más, experimentamos en la oración juntos ¿Por qué nos cuesta tanto?

Madre:
Nos muestras el Camino, la Verdad y la Vida, ¿Qué más podemos pedir? Nos muestras al que sana ¿Qué más podemos pedir? El Padre nos da a Su Hijo ¿Qué más podemos pedir? Pues nada de esto aprovechamos completamente. Bendito sea Dios que nos lo ha dado todo en Su Hijo, nuestro Señor. Amén.