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El verano del amor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 21, 29-33

EVANGELIO
Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 29-33
En aquel tiempo, expuso Jesús una parábola a sus discípulos:
-«Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.»

Palabra del Señor.

El verano del amor.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El amor no es llamativo ni coarta la libertad del amado con grandes aspavientos. Dios es amor y vino al mundo, y la señal era “un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre”. Sólo se puede amar desde la humildad, desde la humillación de uno mismo. Lo malo de las grandes estrellas es que todo lo que les rodea queda en sombra, porque brillan tanto… Dios no es así. A veces vemos en programas de televisión esposos que hacen algo muy llamativo delante de todos, declarando su amor a su cónyuge. Nos preguntamos si no será más amor un acto nuevo al día por un bien común mayor, sin que se nadie se entere.

Es habitual en el mundo de la fe, hablar sobre el testimonio de conversión. Qué te hizo creer. Cristo dice hablando de los árboles: “cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca”. Pues eso. Cuando caminas según el Evangelio y ves que empieza a cambiar tu vida, es que Dios está cerca. No lo ves, pero experimentas los brotes.

También nosotros, que colaboramos con muchos matrimonios en su camino hacia la caridad conyugal, vemos en muchos esos brotes. En cuanto se toman en serio su relación, empieza a haber frutos. Los principios son difíciles, son como un parto, pero la Palabra no pasará y el Señor nos promete una vida plena. Pensemos en la alegría que nos promete el Señor, como la parturienta que va a dar a luz. Cuando vemos esos brotes, no hay mayor alegría, el verano del amor está al llegar.

Hoy queremos hacer con vosotros una apuesta con 3 pasos:

1- Si todos los días rezamos juntos, y vivimos los sacramentos (Confesión y Eucaristía periódica)
2- si al menos una vez al mes dedicamos un par de horas a trabajar temas del magisterio de la Iglesia sobre el matrimonio
3- y si acudimos a nuestro Sacramento del Matrimonio ¿Cómo? Haciendo esfuerzos por aplicar lo que aprendemos con un compromiso al día de entrega por el esposo

Si hacemos esas tres cosas, nuestro matrimonio irá siempre a mejor ¿Alguien apuesta?.

Cuando veáis brotes en vosotros, sabréis que el reino de Dios está cerca de vuestro hogar.

Oración:
María, mediadora de todas las gracias, muéstranos la belleza del plan de Dios, para que teniendo la sagrada familia como modelo, nos esforcemos por entregar realmente nuestras vidas por esta hermosa misión. Haz que seamos una familia unida para toda la eternidad.

Participar de la mirada del Creador. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 18, 35-43

EVANGELIO
¿Qué quieres que haga por ti? -Señor, que vea otra vez

Lectura del santo evangelio según san Lucas 18, 35-43
En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: -«Pasa Jesús Nazareno.»
Entonces gritó: -«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!»
Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: -«¡Hijo de David, ten compasión de mi!»
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó: -«¿Qué quieres que haga por ti?»
Él dijo: -«Señor, que vea otra vez.»
Jesús le contestó: -«Recobra la vista, tu fe te ha curado.»
En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

Palabra del Señor.

Participar de la mirada del Creador.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

También en nuestro matrimonio podemos estar ciegos y andar pidiendo limosnas afectivas: Que me comprenda, que tenga detalles conmigo… Dejando de lado el deseo de amar como Cristo.

También nosotros en nuestras cegueras Te pedimos: ¡Jesús ten compasión de mí!
Entonces, escuchamos a Cristo en nuestros corazones: ¿Qué quieres que haga por ti?

Uf! Qué pregunta. ¿Qué le pido? Tengo un terrible dilema. Si le pido algo material, estoy perdiendo mi oportunidad de algo grande. Si le pido mi santidad ¿No sería un poco egoísta?. Quizás la petición correcta sería la del Padrenuestro: Que se haga en mí tu voluntad (Que fue la petición de María y la de Cristo), y no nos dejes caer en la tentación (Que ellos no tenían que pedirlo pero nosotros sí, porque caemos).

Estamos seguros de que, después de esa petición, seguiríamos siendo esposos, de la misma mujer, con los mismos hijos, en el mismo trabajo… y diríamos: ¡No hemos ganado nada!. Tenemos mucho y no lo vemos porque estamos ciegos. No valoramos todo lo que Dios nos ha dado.

“Recobra la vista tu fe te ha curado”, nos dice el Señor.

Cristo hace que recobremos la mirada del Creador. Nos revela la belleza de nuestro esposo; la belleza, la riqueza y la esperanza de nuestro matrimonio; el para qué del sufrimiento; cómo ser imagen de Dios en nuestras misma circunstancias.

Te pedimos Señor que recobremos la vista. Gracias por mi esposo, por nuestra vida conyugal, por la belleza de nuestra vocación. Que vivamos una comunión a Tu imagen, para alabarte y comunicar Tu Gloria. Y no nos dejes caer en la tentación.

¿Encontrará fe en mi matrimonio? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 18, 1-8

EVANGELIO
Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan

Lectura del santo evangelio según san Lucas 18, 1-8
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:
-«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario.»
Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara. «»
Y el Señor añadió:
-«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Palabra del Señor.
¿Encontrará fe en mi matrimonio?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Por la oración nos vamos introduciendo en la intimidad de Dios. Como el niño que se introduce en la cama de sus padres porque tiene miedo de la tormenta, así, la Santísima Trinidad nos acoge en su intimidad para protegernos. Debemos recuperar esa imagen del Padre que nos protege y gracias al que no debemos temer nada. El roce hace el cariño. No tanto porque Él no nos ame, sino porque nosotros debemos aprender a amarle. De ahí la importancia de perseverar en la oración, como nos dice hoy el Señor. Y qué mejor que acercarnos los esposos juntos, conocerle juntos, hacerle presente en nuestros ratos de conversación.

Nosotros, que trabajamos con matrimonios, lo vemos claro. La mayoría de los problemas vienen de no perseverar en la oración juntos. Dios quiere que insistamos en la oración y no nos preocupemos si podemos resultarle “cansinos”, pues así probamos la fe, la confianza y el amor filial que le tenemos. Dios escucha siempre nuestra oración, pero sólo Él conoce el mejor momento para responder a esa oración y si lo que pedimos nos conviene o hay un camino mejor para nuestra santidad.

Por tanto, la cuestión es, no poner en duda la respuesta de Dios, sino la nuestra. El problema no es lo que nos ama Dios, sino que nosotros le amemos como Él nos ama. Por tanto, lo que cabría preguntarnos es si nosotros, efectivamente, somos perseverantes en la oración, o si desistimos después de dos o tres intentos. Se cuenta que un joven sacerdote, fue un día a desfogarse con el santo Cura de Ars y expresarle toda su amargura: “¡He hecho todo lo posible, pero no veo ningún fruto!” refiriéndose a los fieles para a los que dedicaba todos sus esfuerzos. A lo cual, el cura de Ars le respondió: “¿Has hecho realmente todo lo posible? ¿De verdad rezas con toda el alma a Dios? ¿Has pasado noches en oración pidiendo al buen Dios que te ayude?”.

Jesús nos dice al final del evangelio de hoy: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. Es una pregunta muy fuerte, y en principio diríamos ¡Claro que tenemos fe!. Pero pongamos un ejemplo: Supongamos que nuestro esposo hace algo que no es correcto y que creemos que perjudica a nuestros hijos. Se lo hemos dicho ya en varias ocasiones, pero no cambia. ¿De verdad pensamos en que la solución está en orar por él o creemos más bien en que tenemos que seguir insistiéndole una y otra vez hasta que cambie de actitud?. A lo mejor confiamos más en nuestras fuerzas que en las de Dios. ¿Encontrará el Señor esta fe en nuestro matrimonio?

Pidámosle hoy a María, Reina de la familia, que interceda por nosotros. Madre, es verdad que confío más en mí, con lo pequeño que soy, que en Dios todo poderoso. Que me afane más en que Él realice el milagro. Que dedique noches de oración por mi esposo si es necesario. También te pido a ti y a mi esposo que oréis por mí, porque es el mejor regalo que podéis hacerme. Por Jesucristo, nuestro Señor, amén.

Ni mucho ni poco, todo. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 38-44

EVANGELIO
Esa pobre viuda ha echado más que nadie

Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 38-44
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:
_ «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo:
«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

Palabra del Señor.

Ni mucho ni poco, todo.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy, a propósito del camino de humildad que propone el Evangelio, incorporamos una meditación del Papa Francisco

Ese es el camino de Jesucristo, el abajamiento, la humildad, también la humillación. Si un pensamiento, si un deseo te lleva sobre ese camino de humildad, de abajamiento, de servicio a los demás, es de Jesús. Pero si te lleva sobre el camino de la suficiencia, de la vanidad, del orgullo, sobre el camino de un pensamiento abstracto, no es de Jesús. Pensemos en las tentaciones de Jesús en el desierto: las tres propuestas que hace el demonio a Jesús son propuestas que querían alejarlo de este camino, el camino del servicio, de la humildad, la humillación, la caridad. Pero la caridad hecha con su vida. A las tres tentaciones Jesús dice no: «No, este no es mi camino». ¿Yo pongo a prueba lo que pienso, lo que quiero, lo que deseo, o lo tomo todo? (Cf. S.S. Francisco, 7 de enero de 2014, homilía en Santa Marta).
El matrimonio en el que los esposos se dan el uno al otro todo lo que tienen, sea mucho o poco, esos siguen a Cristo. Nos fijamos mucho en lo que da uno y lo que da el otro, nos medimos y pedimos que se nos valore… mal camino. Seguramente el rico, saldría orgulloso de lo que daba y sin embargo, a cualquiera que viera a la anciana le parecería que es era una miserable por dar solo dos reales. En mi matrimonio es habitual que uno se sienta orgulloso de lo que da y juzgue al esposo porque cree que da poco.

Toda tu fe, toda tu formación y toda tu relación con la Iglesia te ayuda a amar más a tu esposo, a darle más de ti mismo, dispuesto a dar todo lo que queda de ti como individuo para formar una sola carne con él o ella. Te debe ayudar a renunciar hasta a tu imagen, con tal de ser un buen esposo.

Da como lo que tienes, no importa si es mucho o poco, lo que importa es que se lo entregues todo a tu esposo. Habrás dado más que nadie. Este es nuestro camino hacia Dios, nuestro camino de santidad. Como decía Madre Teresa de Calcuta, dar hasta que duela.

Oramos:
Padre, Tú imprimiste en nuestro cuerpo la posibilidad de ser imagen Tuya. Esa comunión que nos trasciende, nos eleva por encima del resto de la creación. Queremos entregarnos como Tú te entregas en la Trinidad, acoger ese don de ser uno, como Tú lo eres Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Que no nos reservemos nada, porque Tú lo quieres hacer. Gracias Padre.

Midamos nuestras fuerzas. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 14, 25-33

EVANGELIO
El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío

Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
-«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, sí quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
«Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.»
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»

Palabra del Señor.

Midamos nuestras fuerzas.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Con estas pautas que nos propone Jesús, pretende enseñarnos a ser discípulos suyos. ¿En qué consiste seguirle? En no amar por lo que dictan nuestros afectos o nuestras pasiones, sino por amor a Dios. Estamos demasiado acostumbrados a guiarnos por nuestros afectos y nuestros sentimientos, y es necesario que renunciemos a nosotros mismos.

Por otro lado, es importante que calculemos nuestras fuerzas. Todos, o la mayoría de los novios se casan ilusionados, pero luego viene la vida, la convivencia, los hijos, el estrés… y con todo ello, el desengaño. Nos casamos sin medir nuestras fuerzas y cuando pasa el tiempo descubrimos que no tenemos lo necesario para terminar de construir la torre que empezamos. Nos falta paciencia, confianza, disponibilidad al servicio, humildad… y cargamos con el pesado orgullo que casi no nos deja avanzar en la construcción de la torre de la comunión conyugal.

Calculemos nuestras fuerzas, dice el Señor, y descubriremos que sin Él, tarde o temprano nos rendiremos. Frente a todos los enemigos y las batallas que tendremos que afrontar a lo largo de nuestra vida matrimonial, necesitamos todo un ejército bien adiestrado y bien dotado. Dios pone muchos recursos para que nos apoyemos en ellos, empezando por nuestro propio esposo (que tenemos que saber verle como una ayuda); los hijos que nos ayudan a salir de nosotros y volvernos menos egoístas; nuestro ángel de la guarda; los santos que interceden por nosotros; las personas que nos quieren y también rezan y nos aconsejan; nuestro Sacramento Matrimonial que se activa con cada entrega del uno al otro; la Iglesia que nos acompaña, nos guía y nos enseña; nuestra bendita Madre, la Santísima Virgen que también nos enseña y nos cuida; el Espíritu Santo que nos da sus dones: Fortaleza, sabiduría, ciencia, consejo, temor de Dios, inteligencia y piedad; el mismísimo Cristo que se nos entrega en la Eucaristía; el sacramento del perdón que nos limpia y nos purifica…

Ahora sí, medimos nuestras fuerzas y tenemos la seguridad de que no hay ejército que pueda contra nosotros. Por falta de medios, no será. Quizás la pregunta es ¿Los aprovechamos? O sólo contamos con nuestras fuerzas…

Hoy Señor, te damos gracias por tantos medios como pones a nuestra disposición para construir esa torre de la Caridad Conyugal. Envíanos tu Espíritu, el Espíritu del Amor.