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Quizás mañana… Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 13-17

EVANGELIO
Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 13-17

En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos de los fariseos y de los herodianos, para cazarlo con una pregunta.
Se acercaron y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres veraz y no te preocupa lo que digan; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?».
Adivinando su hipocresía, les replicó:
« ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea».
Se lo trajeron. Y él les preguntó:
«¿De quién es esta imagen y esta inscripción?».
Le contestaron:
«Del César».
Jesús les replicó:
«Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Y se quedaron admirados.

Palabra del Señor.

Quizás mañana…
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Los Zelotas, consideraban un problema de conciencia pagar los impuestos, porque era como no reconocer al Dios de Israel. Por tanto, si Jesús decía que debían pagarse impuestos, se los pondría en contra. Sin embargo, si decía que no se pagasen, podía ser denunciado por revelarse contra las autoridades romanas. La pregunta era toda una trampa, pero Jesús, con su sabiduría, les deja perplejos. “Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. ¿Qué nos enseña Jesús con esta frase magistral?

En la vida tenemos que bregar con las cosas de este mundo. En la familia hay cuestiones mundanas que atender, y de las que no podemos inhibirnos. Hay que vestirse, asearse, tener un orden, hay que poner normas en el hogar… Y muchas de estas cosas, no tienen que ver directamente con Dios, pero deben ser atendidas para el buen funcionamiento familiar. El Señor quiere que estemos en este mundo, participando de él, pero sin pertenecer a él. A Dios lo que es de Dios, y nosotros le pertenecemos. Esta es la parte de la historia es la que se puede estar dejando de lado hoy día en nuestros hogares y de ahí vienen los fracasos y las crisis familiares. Al acabar el día ¿Le he dado a Dios lo que es de Dios?

Una historia:
El Señor: Otra vez se ha acostado Rosa sin acordarse de mí. Le he dado la vida hoy, le he protegido haciendo caer el vaso de leche de la niña para que saliese más tarde y no se viese implicada en el accidente de la autovía. He movido el corazón de Raúl, su esposo, para que se compadeciera de ella y la consolara en el dolor que está viviendo con su amiga Raquel, que la ha ofendido. A él también lo dejó un poco triste anoche, cuando llevaba todo el día esperando para estar un rato con ella, y se acostó sin decirle nada, y cuando llegó él se encontró que ya estaba dormida. Le he ayudado en su trabajo y le he inspirado para que recibiera hoy un reconocimiento. He consolado a su madre, porque había quedado en llamarle y no le ha llamado… He estado todo el día con ella, pero ella no se ha acordado de mí. Lo siento porque mañana va a estar más angustiada y más estresada. No podrá tirar del día si no recibe la paz que yo quiero darle. Eso es lo que me duele, que no cuente conmigo, porque me necesita mucho y yo quiero ayudarla. Pero no me deja. También necesita de su esposo más de lo que se cree. Si contasen más el uno con el otro tendrían un equilibrio que no tienen, y una relación mucho más hermosa. Buenas noches, Rosa. Quizás mañana… te espero.

Madre,
Dios es el Creador de nuestras vidas y de nuestro matrimonio. ¿Cómo es posible que sigamos sin dedicarle el tiempo y la atención que deberíamos? Es por nuestro propio bien, por nuestro equilibrio emocional, sicológico, por llenar nuestro corazón de amor para poder entregarlo. Y seguimos sin prestarle la debida atención. Pero hoy tomamos otra vez más conciencia, con la esperanza de no volvernos a olvidar jamás de eso que cada día tenemos que entregarle a Dios, porque es Suyo. Alabado sea el Señor por siempre. Amén.

Con esmero y cariño. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 12, 1-1

EVANGELIO
Agarrando al hijo amado, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 1-1

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos:
«Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo azotaron y lo despidieron con las manos vacías. Les envió de nuevo otro criado; a este lo descalabraron e insultaron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos, a los que azotaron o los mataron.
Le quedaba uno, su hijo amado. Y lo envió el último, pensando: “ Respetarán a mi hijo”.
Pero los labradores se dijeron:
«Este es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia».
Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, hará perecer a los labradores y arrendará la viña a otros.
¿No habéis leído aquel texto de la Escritura: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»?».
Intentaron echarle mano, porque comprendieron que había dicho la parábola por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.

Palabra del Señor.

Con esmero y cariño.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

El Evangelio nos habla de lo que San Juan Pablo llama la “hermenéutica del don”. Consiste en que hay un Dador de todo (el Creador) y nosotros no somos sino meros administradores de Sus bienes. Él me dio a mí mismo como un don para construir Su reino, y me dio un esposo, para construir una comunión a Su imagen, y a los dos nos dio hijos, para construir una familia a imagen de la Trinidad. Y me dio trabajo para colaborar en la construcción de este mundo, y me incorporó a Su Iglesia para evangelizar… Todo con el objetivo de dar mucho fruto para Él, invertir Sus dones y llevarle las rentas. Un mundo mejor, más unión, más enamorados del Señor.

¿Y en qué estoy invirtiendo Sus dones? ¿En eso?

Una historia:
El Padre: A Jaime le voy a dar inteligencia, para que llegue a comprender mis cosas, y pueda hacérselas entender a su familia y a otros. Le voy a hacer una esposa, Ana, que tenga mucho corazón, para que no se vuelva muy racional, y se le endurezca el corazón. Y a Ana, le doy a Jaime, para que le ayude a poner las cosas en su justa medida, y le ayude a profundizar también en la verdad.
Ana: Jaime, necesito hablar contigo. Lo estoy pasando mal últimamente. No te siendo cerca.
Jaime: Ayer estuvimos todo el día juntos.
Ana: Sí, en casa de tus padres. Pero yo necesito nuestros ratos de intimidad.
Jaime: Es que no tengo tiempo. Esta mañana me fui a correr, ya sabes que lo necesito para descargarme del peso del estrés que me provoca el trabajo. Y esta tarde, necesito descansar, no pensar en nada. Mañana tengo un día duro en la oficina y tengo que estar al 100%.
Ana: Jaime ¿Cuándo voy a ser tu prioridad?
Jaime: Ya lo eres, cariño. Me sacrifico mucho por ti. Trabajo mucho para sacaros adelante.
Ana: No Jaime, no te tengo. Rézalo.
Jaime (Una semana más tarde): Ana, lo he rezado. Tenías razón. Se me estaba subiendo el ego a la cabeza y estaba dedicado a trabajar para mis éxitos y mi vanidad. Yo tengo un tesoro contigo, y voy a centrarme en la misión que Dios pensó para mí. Me dijiste que me necesitabas ¿no? Pues aquí estoy. Te amo. Cuéntame…
Ana: No, Jaime. Yo también estaba pensando en mí. Hablemos los dos, estemos más unidos.
Jaime: Me encanta la idea. Gracias Señor, por mostrarnos el camino.

Madre:
A veces no reconocemos la belleza que Dios ha puesto en nosotros y a nuestro alrededor con tanto esmero y cariño. Nos quejamos demasiado y nos centramos en lo que hacemos sin darnos cuenta de que sin Él no seríamos nada. Bendícenos Madre, para que seamos fieles a la misión que nos ha encomendado y demos mucho fruto. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Más sensibles a los dones. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 20, 19-23

EVANGELIO
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor.

Más sensibles a los dones.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Hoy es Pentecostés. Dios vuelve a soplar su aliento sobre nosotros. La primera vez, sobre Adán cuando le transmitió la vida. Esta segunda vez, nos redime y con Su aliento nos transmite la Vida eterna que ha ganado para nosotros. Estábamos rezando juntos este Evangelio anoche, y de repente, se estrella una paloma contra la mosquitera como si quisiera entrar, y se queda posada en el carril de la ventana corredera. La recibimos como una señal del Espíritu Santo que responde a nuestra llamada ¡Gloria a Dios!

El amor humano que deberíamos entregarnos naturalmente, lo hemos despreciado por el pecado, y Cristo lo ha transformado en la posibilidad de amarnos, a través de la cruz, con el Amor Divino: El Amor que nace del Espíritu Santo que habita en nosotros, es el que ahora podemos entregarnos el uno al otro por el Sacramento del Matrimonio. ¿No es impresionante?.

Y ¿Cómo actúa el Espíritu en los esposos? Como dice San Juan Pablo II, crea una nueva composición de fuerzas interiores que cambian nuestra sensitividad, nuestra espiritualidad y nuestra afectividad, y nos hace más sensibles a los dones del Espíritu Santo. Los esposos que lo acogemos, ya no nos regimos por los atractivos mundanos, sino que ansiamos los frutos del Espíritu: Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad (amabilidad), bondad, fe (fidelidad), mansedumbre, templanza (dominio propio). ¡Cuánto ansiamos esos frutos para nuestro matrimonio! ¿verdad?.

Pentecostés nos trae un anticipo del cielo, hermanos esposos. Y Dios ha puesto en nuestra mano palparlo aquí en la Tierra. Es el Espíritu quien lo hace posible. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con Sus obras y yo me alegraré con el Señor.

Una historia:
Mercedes: Rafa, hoy, día de Pentecostés, me preguntaba si el Espíritu habría actuado en nosotros. Así que he cogido las notas que íbamos tomando, las veces que nos hemos sentado a hablar tú y yo. He leído sobre los problemas que teníamos hace años, y me he dado cuenta de que el Espíritu nos está transformando absolutamente. Me he quedado asombrada.
Rafa: ¿Sí? ¡Qué bien, eso anima!. Cuenta, cuenta…
Mercedes: ¿Te acuerdas el problemón que teníamos porque tú ganabas más que yo? Después querías ayudar menos en casa, porque tu rendimiento en el trabajo era mayor.
Rafa: ¡Qué barbaridad! ¡Pobre! Lo que te hice sufrir con mi “justicia terrenal”.
Mercedes: Y la que te lie porque quería pintar las puertas de blanco cuando aún estaban nuevas. ¡No fue normal!. Y cuando no podía perdonar a tu hermana por aquello que me dijo…
Rafa: Ya… ¡Qué fuerte!, claro que me acuerdo. Lo pasamos fatal…
Mercedes: En cambio, ahora leo sobre nosotros, y nuestras peticiones son: Hacernos más humildes, entregarnos cada día con más fuerza para alcanzar la Paz, retirarnos de vez en cuando para renovar nuestra fe, que nuestros hijos se encuentren con el Señor con la misma fuerza que nosotros… Estoy asombrada. No pensé que el Espíritu nos había transformado tanto.
Rafa: ¡Qué fuerza! tiene… Vamos a invocarlo hoy especialmente y a darle gracias porque ha hecho obras grandes por nosotros.

Oramos con la secuencia: Ven Espíritu Santo… Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos; por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.

¿Y a ti qué? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 21, 20-25

EVANGELIO
Este es el discípulo que ha escrito todo esto, y su testimonio es verdadero
Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 20-25

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?».
Al verlo, Pedro dice a Jesús:
«Señor, y éste ¿qué?».
Jesús le contesta:
«Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme».
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?».
Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que habría que escribir.

Palabra del Señor.

¿Y a ti qué?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Cuántas veces nos quejamos los esposos de lo que desde nuestro criterio consideramos injusticias. Pero Jesús nos dice no mires lo que hace el otro. Tú sígueme, no te compares con tu esposo. Tu entrégate, yo estoy contigo, no tengas miedo de perder la vida aquí entregándote, comprende que así la estás ganando para la eternidad, comprende que así estas generando vida, que así te estás haciendo más persona, más parecido a Jesús, más santo, en un camino de purificación.

Así como existen limitaciones en Pedro y también existen momentos en donde confirma la adhesión a Jesús, también existen en mi esposo y en mí. En todos hay trigo y cizaña, de lo que nos tenemos que ocupar es de sembrar y regar el trigo, que la cizaña ya la poda Dios.

Una historia:
Sara: Señor, estoy cansada de luchar con mi marido Juanjo. No avanza, no le interesa hablar de las cosas importantes de la vida, no quiere profundizar. Sólo habla de su trabajo, de política y de deportes. Y luego, si me ve triste ni me pregunta. Si me compro algo nuevo o voy a la peluquería, ni me mira. No puedo más, Señor. Estoy cansada de luchar con este hombre. Me rindo, paso de él. Me dedicaré a hacer mi vida.
El Señor: Sara ¿Y a ti qué?. Tú sígueme, mira cómo me entregué yo por ti y entrégate igual.
Juanjo: Señor, estoy cansado de soportar siempre las mismas situaciones con mi esposa. Siempre está con lo mismo, que si no me preocupo de ella, que si no la comprendo, que si no me importa… Y cuando me pide hablar, es para volver a repasar la misma lista e ir contra mí, en lugar de disfrutar de un rato agradable juntos. En todo ve una agresión o una ofensa. Ya paso.
El Señor: Juanjo, ¿Y a ti qué? Tú sígueme. Eres el esposo, entrégate como yo me entregue a mi Esposa.
El Padre: Hijo ¿De dónde vienes?
El Señor: De hablar otra vez con Juanjo y Sara.
El Padre: ¿Y qué? ¿Avanzan en su amor?
El Señor: No. Siguen midiéndose y criticándose el uno al otro. Oro por ellos, para que dejen de mirarse y compararse y me miren a mí, y me sigan. Entonces empezarán a vivir el verdadero Amor, y a construir una vida hermosa juntos.

Madre:
Seguir a Jesús no es fácil, porque nos hace pasar por la cruz que es escándalo para nuestra mentalidad humana. Pero yo le amo, Madre. Quiero seguirle desde mi vocación de esposo. Alabado sea el Señor que es Camino, Verdad y Vida.

¿Será para siempre? Comentario del Evangelio para Matrimonios: Juan 21, 15-19

EVANGELIO
Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas
Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 15-19

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, le dice a Simón Pedro:
– «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?».
Él le contestó:
– «Sí, Señor, tú, sabes que te quiero».
Jesús le dice:
– «Apacienta mis corderos».
Por segunda vez le pregunta:
– «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».
Él le contesta:
– «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Él le dice:
– «Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta:
– «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó:
– «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
– «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
– «Sígueme».

Palabra del Señor.

¿Será para siempre?
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Pedro confiesa que ama más a Cristo que los demás, y así es investido Pastor de la Iglesia, esposo de la Iglesia en el Esposo. Atrás quedaron las negaciones de Pedro, que por el Espíritu Santo quedará transformado, y acabará sellando su amor al Señor dando su vida por Él. No hay amor más grande.
Cristo ha resucitado, el Espíritu Santo ha venido a nosotros, y atrás debe quedar el amor infiel, porque ahora hay un Amor más grande al que podemos acceder: El que nos ha dejado Cristo con Su Espíritu. Sólo el que renuncie a sí mismo y reciba el Espíritu, podrá entregarse como Cristo.

Una historia:
Teresa: Juan ¿Me quieres?
Juan: Sí.
Teresa: ¿Cómo sabemos que nuestro amor será para siempre? ¿Cómo sé que tu amor no se apagará?.
Juan: Teresa, contigo he descubierto el verdadero amor. Ahora sé que nadie te querrá nunca más que yo. Todos los días me esfuerzo por renunciar a mí para entregarme a ti. Y lo hago con mucha alegría porque ya hemos experimentado la belleza de vivir una comunión.
Teresa: Muy bonito, Juan. Pero ¿y dentro de diez años? ¿Nos querremos igual? Porque veo tantos matrimonios que se separan y parecían que eran súper felices…
Juan: Teresa, yo no te puedo dar garantías. Sólo te puedo decir que lucharé por aprender a amarte cada día más, lucharé por comprenderte, y serás mi prioridad. Pero aun así, eso no es garantía suficiente. Sin embargo, hemos recibido el Sacramento del Matrimonio, hemos recibido el Espíritu Santo en nuestro amor, y lo hará más fuerte que la muerte, si nos seguimos alimentando de Él. Por Él sé que me voy a amarte toda la vida.
Teresa: Gracias, Juan. Qué contenta estoy de tenerte. Doy muchas gracias a Dios por ti.

Madre,
El Señor nos ha salvado, y hace posible que nos amemos para toda la vida. Le damos gracias eternamente. Hoy queremos pedirte por el sucesor de Pedro, nuestro Papa, para que nos guíe por el camino hacia Dios a través de nuestra vocación. Por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor. Amén.