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Una alegría mayor que la que da vencer al mal. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 10, 17-24

Una alegría mayor que la que da vencer al mal.

Es habitual, que haya entre cristianos conversaciones derrotistas sobre lo mal que está todo. El divorcio se considera normal, el aborto está más que asumido y aceptado, etc. Podría dar miedo traer niños a este mundo o el futuro de los que ya tenemos. ¿Y si…?.

Pero hoy el Señor nos recuerda que Satanás está vencido. Si vamos en su nombre no tenemos que tener miedo. Y por el contrario, deberíamos tener muchísimo miedo si dejamos de vivir en Su nombre: Si no nos sacrificamos en Su nombre, si no educamos en Su nombre, si no nos unimos los esposos en Su nombre, si no nos obedecemos mutuamente en Su nombre, si no trabajamos en Su nombre…

Caer es normal. Nos confesamos, pedimos perdón y nos levantamos para seguir luchando. El problema es no vivir en Su nombre.

Solo los pequeños, los humildes, descubren que no pueden nada sin Él y por eso recurren a Él para todo. A ellos se revela la verdad, porque están dispuestos a acoger la revelación.

Incorporamos aquí una referencia de San Juan Pablo II a la unión conyugal de Tobías y Sara, como ejemplo de unos esposos que viven su matrimonio en nombre de Dios. Ante la muerte que simboliza el pecado, responden sin miedo aclamando a Dios:

“Sara, hija de Raguel, con anterioridad había «sido dada a siete maridos» (Tob 6, 13), pero todos murieron antes de unirse a ella. Esto había acaecido por obra del espíritu maligno y también el joven Tobías tenía razones para temer una muerte análoga.

De este modo, el amor de Tobías debía afrontar desde el primer momento la prueba de la vida y de la muerte. Las palabras sobre el amor «fuerte como la muerte», que pronuncian los esposos del Cantar de los Cantares en el trasporte del corazón, asumen aquí el carácter de una prueba real. Si el amor se muestra fuerte como la muerte, esto sucede sobre todo en el sentido de que Tobías y, juntamente con él, Sara van sin titubear hacia esta prueba. Pero en esta prueba de la vida y de la muerte vence la vida, porque, durante la prueba de la primera noche de bodas, el amor, sostenido por la oración, se manifiesta más fuerte que la muerte.” (Catequesis 27/06/84)

Tobías y Sara van sin titubear a la prueba de la vida y la muerte, porque durante la prueba, el amor sostenido por la oración se manifiesta más fuerte que la muerte.

Cuando un matrimonio inicia su camino de santidad hacia el Padre, rezando juntos, con los sacramentos… Nota cómo las fuerzas demoníacas quedan debilitadas en su hogar: los demonios se someten al poder del nombre de Jesús. Pero este convencimiento no puede ser el fundamento de nuestra alegría y del entusiasmo misionero; la alegría tiene sus raíces profundas en el hecho de ser conocidos y amados por Dios.

Oramos por el sínodo de la familia:
http://proyectoamorconyugal.wordpress.com/2014/09/30/oracion-a-la-santa-familia/

Un amor irresistible. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 6, 27-38

Un amor irresistible.

Este planteamiento de Jesús sobre amar a los enemigos es una auténtica revolución para la fe y para la civilización. Tiene una fuerza inmedible. Un amor irresistible. Fue el que inspiró a Mahatma Gandhi en la campaña de la no violencia activa con la que se liberó la India.

Jesús hoy nos habla de una alegría que sólo conoce el que lo ha probado. Para el que no lo ha probado, le parece algo imposible. Es una alegría a la que Jesús os invita cada día: Amad a los enemigos, a quien se lleve lo tuyo no se lo reclames, a quien te quite la capa dale también la túnica…. Hablamos de una cuestión que proviene de la Sabiduría Divina, y es contraria a las tendencias de este mundo. Parece una locura.

Cuando amamos a nuestro esposo (genérico) en lo bueno, no nos distinguimos de las parejas que conviven sin sacramento ni de aquellos que viven su fe de forma inmadura o superficial, de aquellos que no han acogido el don del Espíritu en su matrimonio. A los esposos cristianos se nos exige un plus. Se nos exige parecernos al Padre, amarnos cuando hemos sido rechazados, hacer el bien y prestar sin buscar recompensa… porque eso es lo que hace Dios con nosotros. Se nos pide que respondamos a nuestro compromiso matrimonial amándonos no con nuestro amor, sino con el amor de Cristo. Mientras no nos amemos en las penas, en las dificultades, en la humillación, en la enfermedad… no nos estamos amando con el amor de Cristo, eso es seguro. Por tanto, ante esto, tenemos que plantarnos y hacernos una pregunta: ¿Esto es ser cristiano? ¿Esto es seguir a Jesús? Y después tomar una decisión: ¿Nos hacemos ateos? o ¿Queremos seguirle de verdad?.

Si queremos un matrimonio reconciliado, tenemos que pedir perdón. ¿Quién tiene que pedir perdón primero? El que inició la violencia. ¿Quién fue? El otro me hace daño, probablemente porque no ha tenido un encuentro profundo con Jesús, o porque ha tenido heridas en su infancia, o porque le han educado en la dureza de corazón… En definitiva porque no sabe lo que hace. ¿Esperamos que sea el otro quien pida perdón primero en estas condiciones?. San Juan Pablo II pidió perdón por los errores de la Iglesia, ¿Cuándo van a pedir perdón por la II guerra mundial? ¿Por las bombas atómicas?, ¿por los crímenes de la revolución francesa…? ¿Por los mártires de nuestra guerra civil?. ¿Nos preguntamos si de verdad era la Iglesia la primera que tenía que pedir perdón?. ¿Era Jesús quien tenía que pedir perdón por sus verdugos? O debería haber esperado a que los verdugos pidiesen perdón primero…

¿Qué esperamos para pedir perdón en nuestro matrimonio? Si perdonamos a los que nos ofenden, como decimos el Padrenuestro, estaremos rompiendo una cadena de dolor y destrucción que nos consume. Deseando el bien del esposo, lo convertimos en el amado, aunque nos ame poco. Tú haz lo que puedas y debas por darle todo aquello que sea un bien para él/ella.

Jesús, que no miente, y nos dice: “Amad a vuestros enemigos… tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo” Por fin nos pareceremos a Él.
“El que ama en los buenos momentos, ama por interés, y nunca experimentará la alegría del amor de Dios. El amor de Dios es un amor incondicional. Tendremos un gran premio, que no podremos ni sospecharlo pero sí sabemos que en esta vida tendremos el corazón lleno de paz, amor y alegría. Cuando amamos con medida, nuestro corazón no está lleno de amor sino que amamos con interés, y eso hace que estemos enfadados, (reprochemos)… Cuando amamos incondicionalmente, el primer premio que tenemos es la paz y la alegría ya en esta vida.” (Comentario del Evangelio reinadelapaz.tv)

No pienses en tus grandes enemigos que están lejos. Ponte hoy a amar a tu esposo en los malos momentos y ya verás la alegría que experimentas en tu corazón, si le haces favores sin esperar nada ni sin medir esfuerzos, ayúdale, sé generoso con él/ella… Ámale como Cristo ama. No hay esposo que se resista a un amor así, un día y otro día, y otro…

¿Vamos a ser Esposos cristianos o no?

Oramos con el salmo: Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras.

Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mt 5,1-12

Las Bienaventuranzas del Matrimonio:

Aplicamos al matrimonio la belleza de las bienaventuranzas o camino de felicidad.

Los pobres de Espíritu, según el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC nº 2546): El Verbo llama «pobreza en el Espíritu» a la humildad voluntaria de un espíritu humano y su renuncia; el Apóstol nos da como ejemplo la pobreza de Dios cuando dice: «Se hizo pobre por nosotros».
¡Pobreza voluntaria! Qué hermosa actitud para un esposo (genérico) cristiano. Hacerse pobre por su esposo como Cristo, renunció a su condición divina.
Dichosos los que se liberan del apego a los bienes terrenales y los comparten. No consiste en no tener sino en no estar apegado. Compartir con tu esposo/a lo que eres y lo que tienes. (Bienes, amistad, tiempo, conocimientos, alegrías, tristezas…).
Ellos alcanzarán lo que buscan: El Reino de Dios, que no es de este mundo.

Los mansos: Dichosos los que no consideran siempre que la razón está de su parte y buscan el entendimiento con su esposo/a. El manso es el que se acepta como es y acepta al esposo como es, con sus defectos y virtudes y no pretende cambiarle ni imponerle nada. Entiende que Dios nos hizo así el uno para el otro. El que actúa así, solo le importa la persona amada. No necesitan defenderse de nada.
Ellos heredarán la Tierra, porque sobre esa tierra se puede sembrar un verdadero matrimonio.

Los que sufren: Dichosos los que no huyen, no son insensibles al sufrimiento o desgracias de su esposo/a. Pasan de huir a estar, pasan del lamento inútil a la búsqueda tenaz de soluciones. Son felices vendando las heridas de su cónyuge roto por la vida. Dichoso también el que padece cualquier dolor a causa de su cónyuge y no responde devolviéndole dolor, sino que lo asume y lo abraza en contra de uno mismo, pero favoreciendo la maravilla de la unión de los dos. Mientras que el que se desanima, vive el lamento inútil y el dolor de su orgullo, haciendo que se resquebraje la unión, aquel que sufre por amor a su esposo/a, siente la felicidad de estar ayudando al crecimiento y fortalecimiento de su unión.
Ellos van a recibir el consuelo de los que aman de verdad. El gozo.

Los que tienen hambre y sed de justicia: Somos y debemos de seguir siendo un ramillete de deseos, porque si no, estamos muertos. Pero controlar nuestros deseos y redirigirlos hacia todo aquello que favorezca nuestra unión. No se trata de una represión de los deseos, sino de vivir nuestro amor y nuestra unión como una prioridad tan fuerte, que nos permita rechazar todo aquello que la perjudica.
Ellos serán saciados de paz interior, comunión, felicidad…

Los misericordiosos: Dichoso el que entiende que somos una ayuda semejante el uno para el otro, que su esposo/a no es perfecto/a para necesitarme a mí, al igual que yo no soy perfecto/a para necesitarle a él/ella y así constituir una sola carne, con el complemento de los dos. El que entiende que, al igual que Cristo se entrega precisamente por lo necesitados que estamos de su misericordia, nosotros debemos entregarnos también a nuestro/a esposo/a para apoyarle y ayudarle en sus carencias por amor. Feliz el que no juzga los actos según su visión, porque entiende que sus criterios son limitados y cambiantes y solamente Dios puede juzgar desde la única verdad, porque solo Él lo conoce todo. Feliz quien no juzga a su esposo/a porque en ese caso se estaría sintiendo superior a él/ella y con ese acto de vanidad, estaría poniéndose como individuo por encima de la unión de los dos.
Ellos alcanzaran la misericordia de Dios sobre todo a través de su esposo/a.

Los limpios de corazón: Dichosos los que buscan cuanto de criaturas de Dios hay en su esposo/a y ven todo lo bello y bueno que tiene.
El que vive en la verdad siendo sincero/a consigo mismo y con el otro. El que es transparente, colabora a que haya confianza mutua.
Ellos verán a Dios en su esposo/a.

Los que trabajan por la paz: Dichosos los que construyen la paz en su matrimonio. Una paz que no consiste en dejarse en paz, en la comodidad de que me dejen tranquilo, sino una paz que se lucha día a día para construir la verdadera unión entre marido y mujer. Trabajar para conseguir ser UNO: Una sola carne, pero también un solo corazón y una sola alma. Construir esa paz, provoca un sufrimiento, porque significa luchar contra mis tendencias y las tendencias del mundo, pero tiene su recompensa:
Ellos serán llamados hijos de Dios, porque serán imagen de su Padre mismo y cumplirán sus designios, su voluntad.

Los perseguidos por causa de la justicia: Felices los que son juzgados injustamente, ridiculizados, despreciados, reciben ingratitudes, etc. en momentos de su vida conyugal, por su esposo/a, amigos, compañeros… y responden a esa persecución con la Verdad de la unión, con el amor que cuida esa unión por encima de sus propios intereses, por encima de todo, porque esa unión es sagrada.
De ellos es el reino de los cielos, porque vivirán ya el Reino aquí en la tierra.
La octava es la prolongación de la primera bienaventuranza en ambas tienen a Dios por Rey y esta es una gran recompensa. El sufrimiento de los perseguidos es una fuente de maduración para ellos y como consecuencia establecen la unión, paz y amor en su matrimonio. Por eso son felices.

Esposos, Dios quiere que seamos felices.

Oramos con el Salmo: Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.