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En quirófano. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 35-38

EVANGELIO
Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar los encuentra en vela

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 35-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»

Palabra del Señor.

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En quirófano.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

(Ideas extraídas de D. Fernando Colomer: “El Corazón del Padre”)
Nuestro amor es posesivo. Cuando decimos “te quiero”, venimos a decir “te quiero para mí”. Cristo en cambio, tiene el corazón abierto: Él llama, y si se le abre, entra y hace morada en nosotros. Y si no, no entra.

Nuestro corazón es de piedra, y el único remedio es un trasplante. La operación consiste en quitarnos nuestro corazón de piedra y sustituirlo por un corazón de carne, sin dobleces, sin rencores, sin malicia. Ese Corazón humano es el del Señor. El cirujano que se encarga del “trasplante”, es el Espíritu Santo, y la operación dura desde que nos bautizamos hasta que salimos del purgatorio. Es una intervención lenta y complicada.

Cada vez que estamos en pecado, la operación se detiene. No permite al Espíritu seguir actuando. Puede incluso que nos produzca algún tipo de “infección” y haya que curarla antes de poder proseguir con la operación.

Por tanto, el cirujano es el Espíritu Santo, y nuestra misión es: que nos “encuentre en vela” (aunque suene raro tratándose de una operación ). Atentos a no caer en tentación, a pedirnos perdón, a confesarnos, a esforzarnos por ser fieles…, para que cuando el Espíritu prosiga con la intervención, no encuentre obstáculos. Nos encuentre “ceñida la cintura”, es decir, intentando imitar al Señor, y con las lámparas encendidas, es decir, no en tinieblas (como dice Teofilato).

Quirófanos hay varios: La educación de las conciencias, la oración, la confesión + la Eucaristía, y la entrega: de los esposos en el día a día (sacramento matrimonial), el trabajo colaborando con el Padre, la entrega a los hijos, los pequeños sacrificios. Así, si llega entrada la noche, por mucha oscuridad que haya en nuestro entorno, el Señor nos encontrará en vela, siendo luz.

Trabajemos para superar nuestras miserias cada día. Luchemos, trabajemos, con uñas y dientes. Apartemos nuestras pequeñas “ilusiones” y sustituyámoslas por la verdadera Esperanza.

Señor, envíanos tu Espíritu, que vaya transformando nuestro amor de esposos en el Tuyo. Un corazón quebrantado y humillado, Tú no lo desprecias.

Oramos especialmente por el sínodo:
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Para invertir bien. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 13-21

EVANGELIO
Lo que has acumulado, ¿de quién será?

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 13-21
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
– «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. »
Él le contestó:
– «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente:
– «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola:
– «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: «¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.»
Y se dijo:
– «Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.»
Pero Dios le dijo:
– «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?»
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios. »

Palabra del Señor.

Para invertir bien.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Mientras que Dios hace llover sobre justos e injustos, nosotros nos apropiamos de Sus bienes como si fuesen nuestros. Como dice San Basilio: “el pan del hambriento el que tú tienes, el vestido del desnudo el que conservas en tu guardarropa, es el calzado del descalzo el que amontonas y la plata del indigente la que escondes bajo la tierra. Cometes, pues, tantas injusticias cuantas son las cosas que puedes dar.” Duro pero cierto.

“Crisóstomo, hom. 39, in 1 ad Cor. No conviene, pues, darse a las delicias de la vida, engordar el cuerpo y enflaquecer el alma, cargarla de peso, envolverla en tinieblas y en un espeso velo; porque en las delicias se avasalla el alma que debe ser la que domine, y domina el cuerpo que debe ser esclavo. El cuerpo no necesita de placeres sino de alimento, para que se aliente, y no se destruya y sucumba; y no solamente para el alma, sino que también para el cuerpo son nocivos los placeres, porque el que es fuerte se hace débil, el sano enfermo, el ligero pesado, el hermoso deforme y viejo el joven.”

Hoy hablaremos del Santo temor de Dios, que no consiste en temer a Dios, si no en temer a no tenerle en nuestra vida, en no serles fieles, por las consecuencias que ello nos trae y de las que no podemos escapar: Engorda el cuerpo y enflaquece el alma, domina el cuerpo y se avasalla el alma, el fuerte se hace débil, el sano enfermo, el hermoso deforme, el joven viejo…

Cristo no pone frente a la muerte, para aprender a dar valor a las cosas. Si me fuese a morir mañana ¿A qué cosas daría valor?. Es un buen método.

Nosotros queremos proponerte además, a ti esposo, que te plantees también ¿Y qué pasaría si mañana muriese mi esposo?. Dedica un rato de tu oración a entender por qué es tan valioso tu esposo para ti, qué es lo que nadie más que él o ella te puede dar, porque a ver si estamos siendo tan necios que vivimos pendientes de las cosas caducas y no sabemos reconocer el don que Dios nos ha dado con nuestro matrimonio y nuestro esposo, un don en el que tenemos que invertir, y ese sí, hay que hacerlo crecer hasta que no quepa en nuestro corazón.

Pidamos el don del temor de Dios, para que sepamos apreciar cuánto nos ha amado y queramos responder con todas nuestras fuerzas a la vocación al amor conyugal a la que nos ha llamado.

Oramos especialmente por el sínodo de la familia:
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Apuntando hacia fuera. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 10, 35-45

EVANGELIO
El Hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 35-45
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
– «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.»
Les preguntó: – «¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Contestaron: – «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.»
Jesús replicó: – «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»
Contestaron: – «Lo somos.»
Jesús les dijo: – «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.»
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
Jesús, reuniéndolos, les dijo: – «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen.
Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»

Palabra del Señor.

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Apuntando hacia fuera.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Según la tradición, Santiago y Juan eran primos de Jesús. Justo después de que Él hablara de su pasión, ellos ambicionan lo que podrían ser sus “derechos”.

Nos recuerda San Ambrosio: Considera … de dónde viene el Bautismo: de la cruz de Cristo, de la muerte de Cristo. …Él padeció por ti. En él eres rescatado, en él eres salvado. (S. Ambrosio, sacr. 2,6).

Hoy hablaremos de “derechos” y “deberes”.

Para participar de la gloria de Dios, tenemos que participar primero del Bautismo que nos salva gratuitamente, es decir, que no teníamos derecho a ello. Pero eso no lo es todo, en realidad ese Bautismo lleva asociada la cruz, los deberes. Dios nos da el don, pero nosotros tenemos que acogerlo, y para ello, el único medio es la cruz. Dice San Beda: “para llegar a lo más alto de la virtud el verdadero camino es la humildad y no el poder”, es decir, entender nuestros deberes, no nuestros derechos.

Jesús nos dice que no seamos tiranos. El tirano es el que intenta dominar. El que domina es el que va de señor, el altivo, el que arrolla, avasalla, mangonea, subyuga, sugestiona, el terco… Son actitudes que podemos tener con nuestro esposo en ese intento de dominio, de tiranizar.

Digamos que lo correcto es estar atento a los derechos de mi esposo y a mis deberes. No al contrario. Dominar mi yo y servirle a él/ella. ¿En qué momento está Jesús atento a sus derechos? Él sí los tiene todos, es Dios. Sin embargo, una y otra vez repite que ha venido a servir, a entregarse, a ser víctima del abuso de poder de los que se creen con derecho.

Coge tu alianza, pinta un círculo con ella, y alrededor, flechas concéntricas apuntando hacia fuera. Después vuelve a pintarlo igual, pero esta vez, las flechas mirando hacia adentro. ¿Cuál de los dos resulta más hermoso? ¿Cuál de los dos se ensancha? ¿Cuál se abre? ¿Cuál irradia?…

Anda y haz tú lo mismo en tu matrimonio. Que nuestras flechas de amor, apunten hacia fuera.

Oramos especialmente por el sínodo:
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Con Tu Espíritu. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 8-12

EVANGELIO
El Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 8-12
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios.
Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios.
Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.
Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender.
Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.»

Palabra del Señor.

Con Tu Espíritu.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el Nº 1864: “No hay límites a la misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios, mediante el arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por el Espíritu Santo (Cf. DV 46). Semejante endurecimiento puede conducir a la condenación final y a la perdición eterna.”

Pecados contra el Espíritu Santo son:

– Desesperación de salvarse: Es decir, perder la Esperanza de que Dios puede salvarme, a pesar de mi miseria.
– La presunción de salvarse sin merecimientos: Confiarse en que, como Dios es Santo, me perdonará haga lo que haga.
– Negar la verdad conocida: Ocurre cuando la persona se juzga “dueña de la verdad” y por eso no cree las verdades de fe por puro orgullo.
– La envidia o pesar de la gracia ajena: Cuando las personas tienen envidia de la gracia que Dios da a otro.
– La impenitencia final: Si al final de mi vida no me arrepiento de mis pecados.

San Juan Pablo II en su Encíclica sobre el Espíritu Santo, Dominum et vivificantem 46-48, explica este pecado contra el Espíritu: «Esta blasfemia no consiste en el hecho de ofender con palabras al Espíritu Santo; consiste, más bien, en el rechazo de aceptar la salvación que Dios ofrece al hombre por medio del Espíritu Santo.» Más adelante dice: «porque esta no-remisión está unida, … al rechazo radical a convertirse.»

Es por tanto, empeñarme en creer lo que creo a mi manera y no dejarme convertir, transformar, por el Espíritu Santo.

Para los esposos:
El matrimonio es realmente un camino de santidad. Cuánto nos ayudamos el uno al otro en los momentos de crisis, para mantener la Esperanza contra toda esperanza. Cuántos toques de atención nos damos para evitar que nos salgamos demasiado del camino. Cuánto nos ayuda alegrarnos de las gracias que recibe el esposo, cuando entendemos que a través de él/ella las recibimos también nosotros. Cuánto nos ayuda nuestra relación matrimonial para “convertirnos” y no creernos “dueños de la verdad”. Y es que en nuestro Sacramento, recibimos la gracia del mismísimo Espíritu de Dios.

Pedimos al Señor que nos convirtamos sinceramente, con Tu Espíritu.

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Un lugar común para lo auténtico. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Lucas 12, 1-7

EVANGELIO
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 1-7
En aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros.
Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos:
-«Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía.
Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse.
Por eso, lo que digáis de noche se repetirá a pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano se pregonará desde la azotea.
A vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más.
Os voy a decir a quién tenéis que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar al infierno. A éste tenéis que temer, os lo digo yo.
¿No se venden cinco gorriones por dos cuartos? Pues ni de uno solo se olvida Dios.
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados.
Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones.»

Palabra del Señor.

Un lugar común para lo auténtico.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús es muy claro sobre lo detestable que es la hipocresía, y nos hace ver que además es absurda, porque todo llegará a saberse. El único juicio es el de Dios que lo ve todo. Aquello de lo que nos avergonzamos, se sabrá.

La hipocresía es un auto engaño, en que uno se acostumbra a presentarse ante los demás mejor de lo que es. El problema tiene dos vertientes, por un lado el problema de la falta de autenticidad, que lleva a la desconfianza: (CIC 2469 “Los hombres no podrían vivir juntos si no tuvieran confianza recíproca, es decir, si no se manifestasen la verdad” (S. Tomás de Aquino, s. th. 2-2, 109, 3 ad 1) y por otro la injusticia que se comete con los demás: En justicia, “un hombre debe honestamente a otro la manifestación de la verdad” (S. Tomás de Aquino, s. th. 2-2, 109, 3)

Por tanto, entre los esposos, no presentarnos el uno ante el otro tal como somos, provoca una desconfianza recíproca que impide la comunión, y además no se le da al esposo el derecho que tiene a vivir con la persona que eligió para amar, tal como es.

Hay esposos que se piensan que no mostrándose toda su verdad, protegen su relación. Nosotros creemos que esto no es cierto. Más bien al contrario, se impide la convivencia, la ayuda mutua, la construcción de una intimidad común. Qué pérdida de tiempo, qué matrimonio más infructuoso el que se esconde su verdad.

Ya lo dice el Señor, no tengas miedo del esposo que puede no comprenderte o “regañarte” o echarte en cara… quizás hasta nos lo merezcamos. Lo importante es luchar contra el que “tiene poder para matar y después echar al infierno”. ¿No dijo Dios que somos una ayuda mutua? No tanto para hacer las camas, que también, sino para avanzar en nuestro camino espiritual hacia Él.

Dos esposos que apuestan por la santidad, por hacerse uno con el Señor, que colaboran en su camino de purificación. Como dice San Juan Pablo (Cat. 3/12/80), cuando se conecta con la profundidad del ser, ahí no cabe la concupiscencia. Es nuestra solución, conectarnos en una intimidad profunda, donde veamos toda nuestra belleza y fragilidad. Tal como Dios nos ve. Ahí, entre los dos y con la ayuda del Señor, encontraremos el amor auténtico.

Oramos especialmente por el sínodo:
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