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Mi corazón, no mis razones. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 40-45

EVANGELIO
La lepra se la quitó y quedó limpio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
-«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
-«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente:
-«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que sirva de testimonio».
Pero, cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a el de todas partes.

Palabra del Señor.

Mi corazón, no mis razones.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús, hoy nos muestras cómo te compadeces ante la debilidad de los demás. ¡Qué importante es vivir la compasión entre los esposos! Si padecemos cuando el otro sufre, cambia nuestro matrimonio.

Es el Amor el que lo sana, todo se hizo con Amor y por Amor, el Amor tiene un poder grandioso. La dureza de corazón sobre la que nos habla la primera lectura y el salmo, cierra las puertas al Amor. La dureza de corazón en el matrimonio es aferrarse a las propias razones y esto impide la comunión e impide dejarse hacer por el Espíritu Santo (Que es el amor entre el Padre y el Hijo en persona).

¡Cuántas veces entre los esposos se impone la razón! Y como dijo Pascal, el corazón tiene razones que la razón no entiende, y el sufrimiento y la debilidad de mi esposo necesitan de mi corazón, no de mis razones. La razón busca la eficacia, la coherencia, la superioridad, la perfección… quizás porque nuestra razón busca al Dios infinito. Sin embargo, el corazón busca al desvalido, al frágil, al triste… quizás porque el Corazón de Dios busca al hombre limitado y necesitado. Y ¿Qué es más fuerte? Mi razón o el Corazón de Dios. Pues también en mí, tiene que ganar el corazón.

Madre,
Entiendo que aquel leproso no pudiese evitar salir a pregonar bien alto y a divulgar que el Señor le había sanado. Yo siento esa misma necesidad. Y la siento día tras día porque Él me sigue sanando día tras día, de cada caída. Pero Madre, te pido que no se quede fuera, que entre en nuestros hogares, en nuestros corazones, para que nos dejemos llevar por Su misericordia y Su compasión y apartemos a un lado esa cabeza tozuda que se resiste, porque siempre encuentra algo más importante o algo que no le encaja.
Señor, «Si quieres, puedes limpiarme». Amén.

El lecho de Amor. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 29-39

EVANGELIO
Curó a muchos enfermos de diversos males
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
-«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
-«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios

Palabra del Señor.

El lecho de Amor.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Jesús vivió para los demás, y quiere que le imitemos en esto. Él nos coge de la mano, como a la suegra de Pedro, y nos levanta. Él quiere que pasemos de la pasividad de nuestros problemas, nuestros dolores… todo lo que nos tiene inmovilizados, y de Su mano, nos levantemos para servir a los demás. Jesús no solamente cura el cuerpo, cura el alma, reconstruye la totalidad de la persona y esto hace que aquel a quien cura, se ponga a servir.

Jesús conecta con mi situación real, con mis problemas. Sabe que no sé cómo salir de ellos, y me muestra el camino para afrontarlos con dignidad y valentía. Jesús no quiere nuestro sufrimiento, quiere librarnos de él, y por eso la gente se acerca a Él en cuanto puede. Todos desean ir a Él, pero no le conocen realmente. No le buscan a Él, buscan su propia curación.

Este interés contrasta con el de Jesús cuando va orar con el Padre. Jesús no va a pedir nada para Él, sino que va a que le ilumine en el camino hacia Su voluntad. Va a recuperar las fuerzas de sentirse Hijo. A recuperar su experiencia de intimidad. A reposar su sagrado Corazón en el Padre.

Este es el tipo de oración que buscamos en el matrimonio, una oración reposada, es como el lecho de Amor de los esposos, donde ambos descansan juntos, en la intimidad de Cristo y del Padre, en el regazo de nuestra Madre. Es como cambiar la cama del enfermo por el lecho que da vida. Este rato nos reordena las prioridades, nos resitúa en la vida. También nos tranquiliza volver a experimentar que estamos en Sus manos, nos ilumina sobre los próximos pasos que debemos dar y además nos llena de fuerzas para seguir avanzando. En ese rato de descanso en el Señor, los matrimonios somos sanados una y otra vez. Nos levantamos y nos ponemos al servicio, el uno del otro y juntos a nuestros hijos y a los demás.

Todo esto y mucho más, experimentamos en la oración juntos ¿Por qué nos cuesta tanto?

Madre:
Nos muestras el Camino, la Verdad y la Vida, ¿Qué más podemos pedir? Nos muestras al que sana ¿Qué más podemos pedir? El Padre nos da a Su Hijo ¿Qué más podemos pedir? Pues nada de esto aprovechamos completamente. Bendito sea Dios que nos lo ha dado todo en Su Hijo, nuestro Señor. Amén.

Para expulsar a los “ocupas”. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 21-28

EVANGELIO
Enseñaba con autoridad
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 21-28

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar:
«¿Qué tenemos que ver nosotros, contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».
Jesús lo increpó:
«Cállate y sal de él».
El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos:
«¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».
Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra del Señor.

Para expulsar a los “ocupas”.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

La palabra autoridad en el Nuevo Testamento es traducida del Griego «exousia» y básicamente, significa, «el poder y el derecho para hacer cumplir algo.» Jesús tiene autoridad, es decir, el poder y el derecho para cumplir la voluntad del Padre y así, obedeciendo, sufriendo por amor, nos salva. Y por eso, como dice en la primera lectura (Hbr 2, 5-12), el Padre le ha “coronado de gloria y honor”.

Así como Jesús tiene el poder, así nos dio a nosotros matrimonios cristianos, el poder y el derecho para llegar a ser una sola carne. Es nuestro deber y nos da el poder (contamos con Su gracia) y a la vez es nuestro derecho, porque de ello depende nuestra felicidad y nuestra salvación. Y el camino, es el que continúa diciendo San Pablo en la carta a los Hebreos: “llevará muchos hijos a la gloria perfeccionando mediante el sufrimiento al jefe que iba a guiarlos a la salvación”. El sufrimiento que perfeccionó a Cristo es el que nos perfeccionará también a nosotros por su Gracia, porque el amor no reinará en mi matrimonio, si mi corazón se encuentra ocupado por mí mismo.

Sí, Dios creó en mí un corazón grande para amar, pero entraron unos “ocupas” que se acomodaron en él, y ahora me cuesta echarlos (El egoísmo, la vanidad, el orgullo…). O les hago la estancia incómoda o no se irán jamás. Es el sufrimiento el único camino para desocupar mi corazón y llenarlo del amor de Dios, aprendiendo sufriendo a obedecer, como nuestro Maestro. ¿De dónde si no recibiré la autoridad para echarlos, como hacía nuestro Señor? Siempre en nombre de Dios que es quien da la autoridad.

Hoy he entendido un poco mejor, el “gusto” por el sufrimiento. San Pablo dice que Jesús “por la gracia de Dios, gusto la muerte por todos”. Yo hoy me conformo con “por la gracia de Dios”, gustar la muerte por mi esposo.

Madre,
Sabes que nosotros queremos ser fieles a Dios. Queremos someternos a la autoridad de tu Hijo. Alabado sea el Señor, que nos da la gracia de sufrir por amor, para así poder purificarnos y volver a Él. Ayúdanos por tu Gracia a vencer nuestras resistencias a fuerza de sufrimiento. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Para bien o para mal. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Marcos 1, 14-20

EVANGELIO
Convertíos y creed en el Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20

Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón. echando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Jesús les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.

Palabra del Señor.

Para bien o para mal.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Asistimos a la llamada de los primeros discípulos. En la última cena, el Señor les recordará: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que deis fruto, y vuestro fruto permanezca» [Jn 15,7-8]

Hemos sido elegidos por el Señor desde toda la eternidad “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes de que nacieses, te tenía consagrado…” (Jer 1, 5) Para entenderlo, podríamos decir que Dios Padre tomó la decisión de crearnos después de elegirnos en su Hijo: Sabía la misión que Él nos iba a encomendar, porque formaríamos parte de Él y Él actúa a través de nosotros. Una vez que digo “Sí”, formo parte de Su misión. Me convierto en Su colaborador en la instauración del reino de Dios en este mundo.

Por tanto, es Él quien me elige y a mí me toca responder “Sí” o “No”, porque la duda es también un “No”. Hoy lo veo en la llamada a los primeros discípulos. Él llama y ellos responden dejándolo todo para seguirle.

El Señor tiene una misión para mí, que me ha asignado a través de mi vocación de esposo. De mi respuesta no sólo depende mi salvación, sino que afecta a otros muchos. Si digo “No”, afectará negativamente de manera grave a una innumerable cantidad de personas de mi alrededor, otras que dependen de mí y otras que dependerán de las que dependen de mí, y así de generación en generación. Si digo “Sí”, mi respuesta ayudará a muchos: A mi esposo, a mis hijos, a esposos amigos, familiares, a los hijos de mis hijos, a los hijos de mis amigos… de generación en generación. Toda una pirámide de generaciones.

A veces tengo una visión demasiado individualista de mi fe, pero lo cierto es que somos como piezas de un inmenso mecano, perfectamente engranadas. Todas son movidas por el Espíritu Santo, pero si una no quiere moverse, dificultará el movimiento de todas las que dependen de ella de una manera u otra. Lo vemos en el pueblo de Israel del AT, cómo la respuesta de un solo hombre a Dios, afectaba para bien o para mal a todo el pueblo y a sus hijos y a los hijos de sus hijos…

Madre:
Qué importante es mi “Sí”. Dios ha querido contar conmigo para bien o para mal. Debería tomar más conciencia de esto, para ser más radical en mi respuesta al Señor, como hicieron los primeros discípulos que lo dejaron inmediatamente todo para seguirle. El Señor ha puesto su confianza en mí, Madre. No dejes que le defraude. Alabado sea el Señor.

Mi liberación. Comentario del Evangelio para Matrimonios: Mateo 4, 12-17. 23-25

EVANGELIO
Está cerca el reino de los cielos
Lectura del santo evangelio según San Mateo 4, 12-17. 23-25

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea.
Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».
Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curó.
Y lo seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.

Palabra del Señor.

Mi liberación.
(Nota: Se hace uso genérico del masculino para designar la clase sin distinción de sexos.)

Parece que el acontecimiento del arresto de Juan es la señal que recibe Jesús para dar comienzo a su proclamación de la Buena Noticia. “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Está cerca nuestra liberación.

Sorprende que Jesús no se representa a sí mismo, en muy pocas ocasiones habla de sí, a pesar de ser el Camino, la Verdad y la Vida. El centro no lo pone en Él, sino en el Reino. Anunciando el Reino, se anuncia a sí mismo, porque la persona se revela en su causa. Ha llegado el poder liberador del amor.

Hoy nos dice Jesús a los esposos, que nos convirtamos. Que creamos en el poder liberador de nuestro amor. Tras él, detrás de nuestro amor, se esconde Él y todo su poder, porque en nuestro amor, en nuestra entrega mutua, Él se hace presente. Si quieres transformar tu matrimonio, ama a tu esposo. Si quieres transformar a tu esposo, entrégate a él. Si quieres transformar a tus hijos, acoge a tu esposo tal como es. Si quieres transformar la sociedad, ama a tu esposo… Este es el mensaje que viene a darnos el Señor. El mensaje del amor liberador. Tenemos que convertirnos y dejar de hacer todo lo que estamos haciendo para intentar mejorar nuestro matrimonio, y centrarnos en una sola cosa: La entrega a nuestro esposo y su acogida tal cual es. En ese acto de amor recíproco, está Cristo, interviene y nos libera de nuestras penas, de nuestros rencores, de nuestros apegos, de nosotros mismos, de nuestros sufrimientos inútiles.

Decíamos antes que la persona se revela en su causa. ¿Cuál es mi causa, la que me revela a mí, la que me define? Hijo de Dios y esposo.

Madre,
¿Cuándo me convertiré? ¿Cuándo tomaré conciencia de que la única salida digna que tengo en mi vida es entregarme a mi esposo? Jesús, en su vida, vivió unos tiempos muy bien marcados: Un tiempo para crecer y prepararse, y llegado el momento, comenzó su vida pública, su misión. Quizás, a pesar de mis años, no me he preparado aun suficientemente para la maravillosa tarea de ser esposo. El Señor quiere liberarme. Ayúdame, Madre. Por Jesucristo nuestro Señor.